Cargo el cuerpo de Dom con mucho cuidado y en silencio, con el resto detrás de mí, siguiéndome mientras me adentro en las profundidades del bosque.
En estos momentos no me importa si me ven fuera de mi habitación a estas horas; si eso implica consecuencias, estaré encantado de asumirlas.
Porque no me importa una puta mierda.
Llegamos a nuestro lugar de confianza, dónde hemos planeado varias veces salir de aquí; dónde tuve mi primer idea macabra y todos ellos me siguieron sin rechistar.
Dónde decidí proponerles el plan de salir de aquí a través de los túneles y todos me siguieron sin rechistar.
Sin importar las consecuencias.
Sin importar que eso implicase ser castigados, torturados hasta el límite, tanto mental como físicamente.
Siempre me han seguido.
Y quizá, por eso mismo, es por lo que estoy haciendo esto: cavar un enorme agujero para enterrar el cuerpo de Dom.
Si me hubieran preguntado, jamás me hubiera imaginado tener que hacer esto.
Siempre he ido con la seguridad de que nunca nos pasaría nada de esto. Que sí, que había una pequeña probabilidad, pero me aferré a que fuera mínima.
Y me equivocaba.
Quizá que, cuando Aaron dijo que era él que tenía cogida la sartén por el mango, era verdad.
Este hijo de puta solo ha estado jugando conmigo todo este tiempo.
Porque desde el puto principio ha sabido que no me puede hacer daño directamente.
Y me lo ha advertido.
Pero yo lo ignoré.
El resto del grupo se ha ofrecido a ayudarme, pero me he negado, así que ahora solo observan de pie, mientras cavo el agujero para enterrar a la persona que, probablemente, más me importara en este planeta.
Y ni siquiera puedo decir por qué.
La frustración de no ser ni capaz de recordar algo de Dom es jodidamente asfixiante.
Lo que sí recuerdo es cuando le vi por primera vez en la cafetería, hace ya varios meses.
Su mal genio siempre le ha metido en problemas y, la verdad, es que era divertido verle enfrentarse a los guardias.
Dom, sin duda alguna, ha sido la persona que más veces ha pisado una sala de aislamiento de todos nosotros.
Pero no le ha importado nunca, porque siempre ha luchado por lo que creía correcto. Y eso fue lo que me llamó la atención.
Todo el mundo parecía estar sumido en un trance; siguiendo unas estúpidas reglas, impuestas por un estúpido psiquiatra, sin rechistar.
Pero Dom no.
Dom se negó desde el puto principio a someterse a esas reglas, y se lo dejó bien claro a Aaron.
Empecé a juntarme con él, y después llegaron Diana y Theo, quiénes también parecían compartir nuestras ideas.
No tardamos en idear miles de planes para escapar, pero nunca llevamos ninguno a cabo.
Pasamos mucho tiempo juntos y, sinceramente, la idea de llamarnos ''Club de los quince'' fue idea de Dom. Su explicación fue que éramos quince y ahora solo éramos cuatro.
Nunca lo entendí, pero tampoco me negué.
Dom era la persona que nos mantuvo unidos a pesar de todo; con sus risas, sus chistes sarcásticos y su valentía que no frenaba ante nada.
Era una chispa de rebeldía en medio de todos estos maniquíes. Y, hace menos de tres horas que se ha ido y ya siento su ausencia como un vacío que será imposible de llenar.
El sonido métalico de la pala chocar contra la tierra me produce escalofríos, pero no paro.
Cuando finalmente termino de hacer un agujero lo suficientemente profundo, bajo a Dom con la misma delicadeza que quién maneja porcelana. Lo coloco en el agujero y dejo escapar un suspiro.
Sé que él no querría estar enterrado aquí, pero por ahora, es lo único que puedo hacer.
Me gustaría poder estar fuera, enterrarlo en un cementerio y llevarle flores todos los meses, pero no puedo.
Y eso también es doloroso.
—Si queréis decir algo… Ahora es el momento —digo, mirando al resto que se mantiene de pie.
Diana asiente levemente y se acerca despacio, como si le pesaran los pies más de la cuenta.
Le ayudo a bajar al agujero y ella planta un beso en la frente de Dom.
Diana se queda un momento en silencio, con la mirada perdida en el rostro inerte de Dom.
Luego, con una voz temblorosa y cargada de emoción, empieza a hablar:
—Dom, siempre fuiste una fuerza imparable, un espíritu libre que se negaba a ser encadenado. Desde el primer día, tu manera de ser fue una llama que nos iluminó a todos, que nos mostró que había algo más allá de estas paredes, más allá de las estúpidas reglas y las restricciones.
» Te amé… Te amo por tu valentía, por tu pasión, y por esa sonrisa que nunca dejaste de mostrarme, incluso en los momentos que parecía que todo se nos venía encima. Eras el único que me hacía sentir viva en este lugar muerto, el único que me recordaba que aún tenía un corazón capaz de sentir algo más que desesperación.
» Quiero que sepas que, todo lo que has hecho por mí, por nosotros… No ha sido en vano. Que tu espíritu sigue vivo en cada uno de nosotros. Prometo que no dejaré que tu muerte sea el fin de nuestra historia, sino el comienzo de una nueva, una donde finalmente podamos ser libres, como siempre quisiste.
Hace una pausa cuando siente que su voz no aguanta más. Las lágrimas, el dolor, todo la consume por un instante.
—Descansa, Dom, nosotros libraremos tu batalla. Tu recuerdo siempre será mi motivo para luchar —termina por decir.
Con lágrimas en los ojos, la ayudo a subir de nuevo del agujero y todos guardamos un minuto de silencio.
Ahora se acerca Theo.
Con un gesto, se quita el colgante que siempre lleva en el cuello, que no es más que un trozo de metal con forma de árbol y lo deja caer suavemente sobre el pecho de Dom.
—Dom, fuiste más que un amigo para mí. En cada paso que diste, me mostraste que hay algo por lo que vale la pena luchar, algo más grande que nosotros mismos.
» Me enseñaste que la libertad no es solo un lugar al que escapar, sino una forma de vivir con honor y sin miedo. Tu coraje me inspiró profundamente y aunque ahora te hayas ido, como ha dicho Diana, tu espíritu sigue con nosotros, guiándonos como siempre has hecho. Descansa, amigo.
Con un último vistazo al cuerpo de Dom, Theo se endereza y se une al resto del grupo. Echo un vistazo a Nellie y ella niega con la cabeza varias veces.
Dejo escapar un suspiro y miro a Dom.
—Dom, sabes que has sido como un hermano para mí. Nunca pensé que tendría que despedirme de ti de esta manera. Siempre fuiste el más fuerte de todos nosotros, el que nunca dudó, el que siempre tuvo un plan.
» Me enseñaste a ser valiente, a nunca rendirme. Y ahora estoy aquí, intentando encontrar las palabras para decirte adiós. Nunca olvidaré las noches en vela en las que planeábamos nuestra fuga; las veces que noqueamos a los guardias para ayudarte a ir a ver a Diana; todas las risas, todo.
» Me enseñaste el significado de la palabra ''leal''. Y ahora que te has sido, siento un vacío que no puedo llenar con nada. Pero, joder, Dom, también siento una determinación que nunca antes había sentido. Tu muerte no será en vano, Dom. Juro que llevaré a cabo nuestro plan, que haré todo lo que esté en mi poder para que todos seamos libres.
Hago una pausa, intentando calmar los latidos de mi corazón.
—Descansa en paz, hermano. Espera por mí, porque algún día nos veremos de nuevo, en un lugar donde no haya muros ni barreras, donde podremos ser verdaderamente libres. Solo espérame un poco más. Hay cosas que quiero hacer antes de vernos.
Con esas últimas palabras, coloco mi mano sobre mi pecho en un gesto de despedida y me levanto.
Agarro la pala y comienzo a llenar el agujero con la tierra que he sacado.
Ya ha empezado a amanecer cuando termino de cubrir la tumba.
Nos quedamos aquí, durante un momento, en silencio, antes de volver al centro.
Antes de seguir adelante sabiendo que somos uno menos.
Me reuno con el resto del grupo y entonces Diana se abalanza sobre mí, envolviéndome en un fuerte abrazo.
Me sostiene con fuerza, como si intentara transmitir algo que con palabras no puede decir.
Siento como su respiración se entrecorta y sé que está luchando por mantenerse fuerte.
—Vamos a salir de aquí —me susurra—. Por Dom, por nosotros y por todos los que han sufrido en este lugar.
Asiento levemente.
—Lo haremos.
Nos separamos lentamente y en los ojos de Diana veo reflejada la misma llama que siento arder dentro de mí. La misma que sentía Dom.
Theo se acerca y me abraza también, pero en un gesto más breve.
Mi mirada se posa en Nellie y en Marco, quiénes permanecen juntos, alejados de nosotros.
Y por unos segundos, nos miramos fijamente.
Diana parece darse cuenta y carraspea un par de veces. Agarra a Theo del brazo y le arrastra hacia dónde está Marco, para terminar arrastrándolo también.
Nellie y yo nos quedamos solos, rodeados de altos árboles, en silencio.
Ella rompe el silencio con el sonido de sus pasos, acercándose a mí.
No duda en envolver sus brazos alrededor de mi cuerpo y yo siento que podría morirme entre sus brazos.
No tardo en hacer lo mismo y la calidez que desprende me transmite tanta paz que, durante unos segundos, siento la mente en blanco.
Me dejo envolver por su calor, sintiendo cómo cada músculo tenso de mi cuerpo se relaja ante su tacto.
Permanecemos así, en silencio, durante unos segundos, como si pudiéramos encontrar consuelo el uno en el otro. No hay necesidad de palabras.
Ella se separa un poco y me mira fijamente.
Sus ojos están tristes, apagados. Me duele verla así, pero me duele más el no poder hacer nada para remediarlo.
—No haré la típica pregunta estúpida que se suele hacer… —dice, rompiendo el silencio, con una voz suave—. Así que simplemente te diré que estoy aquí, Zane. No me alejes.
Suelto un suspiro, haciendo que mis pulmones se desinflen.
—Dom está así por mi culpa, Nellie —digo y las palabras me dejan un rastro amargo en la boca—. Yo tengo la puta culpa.
—No empieces, por favor —dice, frunciendo el ceño.
—Aaron me ha pedido cooperar y me he negado —replico, recordando la conversación—. Y por eso Dom está así.
Ella me mira sin decir nada.
—Si tan solo hubiera aceptado…
—No puedes cooperar con un psicópata, Zane —dice, con una firmeza que no había oído antes—. Dom no hubiera querido que lo hicieras.
—Pero habría evitado que Dom muriera.
—No lo sabes. Porque a lo mejor no hubiera muerto Dom hoy, pero podría haber muerto otro día. O cualquiera de nosotros. Incluso tú —insiste—. No te puedes fiar de las intenciones que tiene una persona como Aaron.
—Nellie, me quieren a mí —digo—. Y cuanto más me resista, más van a intentar hacerme daño.
—Pues aguantaremos.
Yo niego con la cabeza varias veces.
—No. Yo no puedo aguantar como os hacen daño a vosotros porque a mí no pueden —replico—. Y él lo sabe. Sabe que a cualquier cosa que me someta, me dará igual. Y no sé por qué, pero de verdad, no lo siento. Pero veros sufrir a vosotros… eso me quema por dentro.
—¿Y crees que si nosotros te vemos sufrir a ti no nos duele? —replica, indignada—. ¿Crees que el único que sufre aquí eres tú?
—No he dicho eso…
—¡Pues lo parece! —exclama—. Deja a un lado tu complejo de héroe, de intentar cargar con el puto peso del mundo, Zane. Estás tan jodido como lo estamos nosotros, no te eches más tierra encima.
—No es un complejo de héroe, Nellie —respondo, mi voz apenas un susurro—. Es la realidad. Y la realidad es que no puedo… no puedo ver cómo os lastiman por mi culpa.
Nellie me sostiene la mirada, su expresión suavizándose un poco.
—Zane, todos estamos en esto juntos —dice ella, su voz firme pero gentil—. No es solo tu lucha. Es nuestra lucha. Y sí, duele. Duele mucho ver a alguien que te importa sufrir. Pero eso no significa que debas enfrentarlo solo o tomar decisiones que te pongan en más peligro.
Hago una pausa, considerando sus palabras.
—¿Y si no hay otra salida? —pregunto, la desesperación comenzando a asomarse en mi voz—. ¿Y si la única manera de protegeros es entregarme?
Ella niega con la cabeza, sus ojos brillando con una chispa que me sorprende.
—Entonces encontraremos otra salida —afirma—. Siempre hay otra opción, Zane. No tienes que sacrificar tu vida para salvarnos. Juntos, encontraremos una manera de superar esto.
La esperanza ha desaparecido por completo para mí.
—Además, he encontrado cosas —añade, y yo la miro—. He encontrado información que puede ser útil, Zane. Información que puede ayudarnos a salir de aquí.
—¿Información? —pregunto, mi curiosidad despertando a pesar del desaliento que me pesa.
Nellie asiente con seriedad.
—He estado investigando, buscando más información sobre todo esto —explica—. Y creo que he encontrado algo. Algo que podría darnos una ventaja.
—Cuéntame —digo, mi voz firme.
Ella se acerca y baja la voz, y lo que oigo enciende una chispa dentro de mí mucho más grande que el dolor que siento.
No puedo evitar esbozar una sonrisa ladeada cuando termina de contarme.
—Nellie, sé cómo salir de aquí.