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Chapter 16 - CAPÍTULO 16

Me despierto al día siguiente con el corazón acelerado. 

Cada latido se siente como un maldito puñal en mi pecho. 

Me levanto de la cama, mis movimientos son automáticos, casi robóticos, mientras mi mente sigue atrapada en lo que pasó anoche.

En ese momento en el que se alejó.

Zane, el chico más puto misterioso de este planeta; el cual parece no recordar nada de lo que ha pasado y el que, según unos estúpidos documentos, es un asesino entrenado para matar…

Se ha alejado. Para protegerme.

Protegerme. 

Suena ridículo.

El suelo se siente frío bajo mis pies, no es nada comparado con el frío que siento por dentro.

Pero me rehúso a simplemente sentirme así.

No sé en qué puto momento he perdido el norte; ni en qué momento he puesto a Zane por encima de mis ganas de querer salir de aquí.

Dejo escapar un resoplido mientras me intento convencer a mí misma. 

Voy a salir de aquí, aunque sea sola.

El día pasa con una lentitud tortuosa. 

Lo único destacable de hoy es que Marco casi se rompe los dientes jugando al baloncesto, por lo demás… Todo normal.

Cuando cae la noche, regreso a la biblioteca. 

Decido apartar todos mis pensamientos sobre la conversación de Zane y centrarme en los libros que tengo enfrente de mis ojos. 

Mi mirada escanean los títulos de los libros, buscando alguna pista que pueda arrojar luz sobre el tema de las dosis y si éstas tienen algo que ver con los recuerdos perdidos.

Finalmente, encuentro un libro que parece prometedor. Lo saco con cuidado de la estantería y lo dejo encima de la mesa.

''Diario de Estudio de Kaín Clark''.

Mis ojos se entrecierran y frunzo el ceño.

¿Clark? ¿Como Zane?

A medida que mis ojos recorren las hojas del diario, encuentro lo que estoy buscando. 

''Una dosis del suero experimental tiene la capacidad de alterar los patrones de comportamiento de un ser vivo. Ha sido testeado únicamente en ratas de laboratorio, que parecen responder a la dosis de forma correcta''. 

Alzo una ceja y continúo pasando páginas.

La que encuentro interesante, parece que la ha escrito otra persona, porque la caligrafía es diferente:

''El suero ha sido testeado en un ser humano. Resultados altamente satisfactorios. Efectos secundarios seguros: pérdida de memoria a largo y corto plazo. Efectos secundarios posibles: trastornos de la personalidad, irritabilidad, entre otros.

Lo que leo me deja sin palabras; hasta empiezo a notar como el oxígeno me llega a los pulmones.

''Paciente número cero. Número de dosis administradas: dieciséis. Recuerdos inexistentes. Parece haber desarrollado un trastorno''.

¿Dieciséis dosis? 

Pongo los ojos como platos.

Y yo pensando que cuatro eran demasiadas. 

''Paciente número cinco, Nora Baker. Número de dosis administradas: doce. Paciente altamente peligroso. Mantener en vigilancia las veinticuatro horas al día''.

Leer las últimas líneas hace que se me pare el corazón durante unos segundos.

''Si el paciente no colabora o tiene un episodio, administrar antídoto con urgencia. En caso de peligro, administración de dosis letal''.

Supongo que esto solo confirma que Nora fue asesinada, aunque no de la manera que se especifica aquí. 

Veo la hoja de quince pacientes. En la mayoría no aparece el nombre. Entre ellas, veo la hoja de Zane.

''Paciente número uno, Zane Clark. Número de dosis administradas: cuatro. Resistente a los efectos. Desarrolla varios episodios de ira desmesurada. Si procede, administración de dosis letal''.

Me hielo en el sitio.

La información sobre Zane me golpea como un martillo en la cabeza. 

¿Es esto acaso de lo que me quiere proteger?

''Dosis de antídoto. Usar en caso de querer revertir los efectos en un paciente. Una dosis puede devolver los recuerdos de forma parcial, gradualmente, a la persona afectada. Los efectos revertidos no incluyen los trastornos derivados de la administración de la dosis experimental''.

Entonces, siento como la típica bombilla de los dibujos iluminarse sobre mi cabeza.

Me guardo el diario debajo del brasier y salgo de la biblioteca apresurada. 

Zane, sé cómo hacerte recordar.

Me apresuro para ir a la habitación de Zane, corriendo todo lo rápido que puedo.

Cuando llego, entro en su habitación, pero no está.

Y eso me extraña bastante.

Desde mi posición, veo ligeros destellos naranjas por la ventana. Me asomo y lo que veo me deja helada. 

Voy hacia el patio trasero, corriendo de nuevo, como alma que lleva el diablo y al llegar se me corta el aire. 

Dom está tirado en el suelo, con una herida abierta en el pecho y su camiseta blanca ahora es roja.

El shock me paraliza, el aire se niega a entrar en mis pulmones, y por un momento, el mundo se reduce a esto.

Zane está agachado a su lado, zarándeandole con desesperación, como si así pudiera hacer que abra los ojos de nuevo.

Diana, Yaritza, Theo y Marco están aquí también, observando la escena en un silencio sepulcral que se vuelve pesado con el paso de los segundos.

Diana está llorando desconsolada mientras Theo la abraza con cariño, intentando consolarla. Yaritza parece afligida y Marco parece estar perdiendo el color poco a poco. 

—¿Qué ha pasado? —pregunto en un susurro, aunque lo único que quiero oír es que estoy teniendo una puta pesadilla.

ZANE

Dos horas antes.

—No te habrás enamorado de mí, ¿no, Aaron? —me permito preguntar.

He visitado esta sala tantas veces en este último mes que estoy empezando a pensar que Aaron disfruta de mi compañía más de lo que quiere admitir.

—Me preocupan mis pacientes —miente y lo noto en su tono de voz—. Al fin y al cabo, pasamos mucho tiempo juntos… es normal desarrollar afecto, ¿no piensas igual?

—No, la verdad es que no. No tengo Síndrome de Estocolmo —escupo con seriedad—. No creas en ningún momento que voy a estar de acuerdo contigo en algo de lo que hagas. 

Aaron esboza una sonrisa, esa sonrisa divertida que se dibuja en su cara es la de un psicópata que disfruta de su propio juego. Se sienta en la silla que hay enfrente de mí, apoya sus codos y entrelaza sus dedos. Siempre hace eso cuando está a punto de sacarme de quicio.

Pero estoy preparado. Siempre lo estoy. Sabe que no es capaz de decir nada que pueda afectarme.

—Eres uno de los pacientes más interesantes que he tenido el placer de tratar, Zane —dice, ignorándome—. Tu determinación es admirable, pero me preocupa que te lleve por un mal camino.

Suelto un bufido de incredulidad, cruzando los brazos sobre mi pecho.

Aaron se inclina ligeramente hacia adelante, como si estuviera a punto de confiarme un secreto.

—Entiendo que estés frustrado, Zane. Pero ¿alguna vez has considerado que tal vez este lugar pueda ofrecerte algo que no encuentres afuera? —sugiere, con una sonrisa sutil jugando en sus labios.

—¿Algo como qué? —replico, con un tono de voz firme y desafiante.

La sonrisa de Aaron se amplía.

—Poder, Zane, poder —dice.

—No estoy interesado en tus juegos de poder, Aaron —respondo, manteniendo mi voz firme.

Él se endereza en su asiento, su expresión cambiando a una mezcla de intriga y satisfacción.

—Todos estamos jugando un juego, Zane. Tú, yo, todos aquí. Solo algunos somos conscientes de las reglas —comenta enigmáticamente.

—No tengo tiempo para tus estupideces —replico hastiado—. Así que si has terminado de hacer el ridículo, me gustaría volver a mi habitación.

—No puedes esquivar las consecuencias de tus acciones para siempre, Zane. Tarde o temprano, tendrás que enfrentarte a ellas.

Chasqueo la lengua.

—Llevo enfrentándome a las consecuencias desde que puse un maldito puto pie en este condenado lugar —escupo y siento como el veneno sale hasta por mis poros—. Desde que te conocí, desde que…

Aaron esboza una sonrisa satisfecha.

—¿Desde qué, Zane? —su sonrisa se ensancha—. Oh, vaya… ¿No consigues recordarlo?

Aaron suelta una carcajada que solo hace que me encienda más.

—Yo te puedo ayudar, Zane —dice de repente—. Puedo hacer que recuerdes todo, pero tienes que cooperar conmigo.

—Prefiero morir —escupo como una bala, casi tan rápido que a Aaron no le da tiempo a procesar el golpe. 

Entonces, Aaron se levanta y se encoge de hombros.

Se dirige hacia la puerta, gira el pomo, la abre y esboza una sonrisa, mirándome fijamente.

—Te haré cambiar de opinión —me asegura. Me hace un gesto con la mano—. Puedes irte.

Yo me levanto de la silla y salgo, sin decir una sola cosa más. Hablar con Aaron es gastar saliva a lo estúpido.

Los guardias me escoltan a mi habitación y cierran la puerta una vez me empujan dentro.

Estoy empezando a odiar que hagan eso.

Me dispongo a tumbarme en la cama cuando empiezo a oír gritos en el patio. 

Pero lo peor de todo es que son tan familiares que no puedo evitar el escalofrío que me recorre todo el cuerpo.

Me asomo a la ventana, apresurado y entonces veo a Dom, con una mano en el pecho.

Está retrocediendo mientras dos guardias le amenazan con pistolas. 

Reacciono.

Corro hacia la puerta e intento abrirla, pero está cerrada desde fuera.

Maldigo todos los dioses existentes y por existir y empiezo a tirar del pomo de la puerta, hasta que me quedo con él en la mano.

Joder.

Me vuelvo a asomar por la ventana y veo a Dom tirado en el suelo, gritándole a los guardias. 

Abro la ventana y calculo la distancia al suelo.

Cojo las sábanas de mi cama y empiezo a enrollarlas y atarlas, hasta que logro hacer una especie de cuerda. 

Ato uno de los extremos a la pata de mi cama y el otro extremo lo lanzo por la ventana.

En las películas esto queda épico; yo solo puedo rezar por no abrirme la cabeza y matarme.

Me cuelo por la ventana, bajando con cuidado por la improvisada cuerda de sábanas. 

Siento como me tiemblan los brazos mientras me voy deslizando. Es un segundo piso, tampoco hay mucha distancia de aquí al suelo.

La cuerda no llega a cubrir toda la altura, así que cuando llego al final, pego un salto y rezo por caer de pie.

Lo hago.

Suelto un suspiro de alivio y corro hacia donde está Dom. 

—¡Alto! —grito, corriendo hacia los guardias con determinación.

Verme ahí parece tomarles por sorpresa, así que cuando me ven, salen corriendo. 

Me agacho al lado de Dom y éste todavía tiene la mano en el pecho.

Me temo lo peor. Y solo lo confirmo cuando aparto su mano y veo una herida profunda de la cuál no deja de brotar sangre.

En seguida, apoyo mis dos manos sobre la herida y hago toda la presión posible. 

—Dom, joder… —murmuro con desesperación.

Dom gime de dolor cuando siente mis manos sobre la herida, pero no puedo detenerme.

Me concentro en intentar detener la hemorragia antes de que sea demasiado tarde.

—Vas a estar bien, Dom, aguanta —le digo, intentando tranquilizarle.

Aunque el que necesita tranquilizarse sea yo.

—Zane… —dice casi sin fuerzas.

—Ni se te ocurra decir lo que vas a decir —le interrumpo—. Solo céntrate en respirar y en mantenerte despierto, ¿vale?

—Solo escúchame… —insiste. 

Mi pecho sube y baja con violencia y siento como el estómago se me aprieta.

—Ellos… te quieren a ti —murmura y yo le miro, confundido—. Y a Nellie… 

—¿Para qué? 

—Sois… sois…

—¿Qué están tramando, Dom? —pregunto, ansioso.

La idea de que nos quieran a Nellie y a mí no me tranquiliza en lo más mínimo.

Dom no responde.

Pero yo no puedo permitirlo.

Cuando veo que sus manos caen a ambos lados de su cuerpo y sus párpados se cierran, no lo acepto. Empiezo a zarandear a Dom, con las manos aún manchadas de su sangre.

—¡Dom, despierta! —exclamo, zarandeándolo con desesperación—. ¡No puedes irte así! ¡Dom!

Mi corazón late con fuerza en mi pecho mientras intento reanimarlo, pero no hay respuesta.

Entonces, oigo unos pasos detrás de mí.

Si son guardias y deciden terminar conmigo, ya ni siquiera me importa. 

Pero no.

—¿Zane? —oigo la voz rota de Diana—. ¿Dom…? ¿Qué ha pasado?

No puedo darle una respuesta.

Siento que las palabras se me quedan atascadas en la garganta.

—¡Zane, responde! —exclama ella, desesperada.

—Cálmate, Diana —dice Theo a su lado.

No me giro cuando oigo más pasos. No lo hago para nada.

Mi mirada sigue fija en Dom, quién está empezando a perder su color mientras Diana empieza a llorar desconsolada.

—¿Qué ha pasado? —oigo la voz de Nellie y siento como se me retuerce más el estómago.

Nadie es capaz de responder.

Entonces, las palabras de Aaron me golpean.

«Te haré cambiar de opinión».

¿Ha muerto por mi… culpa?

La posibilidad de que esto haya sido porque he rechazado cooperar me aplasta el pecho y por un momento siento que el aire no es capaz de llegar a mis pulmones.

¿Todo por creerme más… fuerte? ¿Más listo?

Solo soy un puto imbécil.

Me levanto en silencio y me gustaría llorar. Me gustaría dejar que las lágrimas salgan y sentirme liberado. Pero no salen.

Y el nudo en mi estómago persiste. 

Me giro para mirar a mis amigos y cuando veo la mirada de Nellie, repleta de preocupación y angustia, siento que el mundo se me cae encima.

Quiero decirles que todo estará bien, que encontraremos una manera de salir de esto juntos, pero las palabras se quedan atrapadas en mi garganta.

Dom ha muerto.

Y eso no se puede cambiar.