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Chapter 8 - CAPÍTULO 8

Han pasado varios días desde mi última conversación con Zane. 

Desde entonces, no hemos vuelto a dirigirnos la palabra, ni siquiera la mirada.

—¿Te vas a comer eso? —pregunta Marco, hambriento, señalando la rebanada de pan con tomate de mi bandeja.

—No, toma —le acerco el plato para que la coja y él me sonríe.

—Tengo el presentimiento de que va a pasar algo hoy —comenta con la boca llena.

—¿El qué? —indago.

—No lo sé, pero algo va a pasar —añade, tragándose el pan.

Suspiro profundamente.

Si algo pasa, tampoco es sorpresa.

—¿Por qué ya no hablas con los otros? —indaga Marco.

—No tengo nada de qué hablar con ellos —replico tajante.

—¿Ya no quieres salir de aquí?

—Sí, pero a mi manera. No pienso seguir haciendo lo que hacen —espeto con molestia.

—¿No confiabas en él? —insiste.

Siento como la rabia empieza a recorrerme las venas y aprieto el puño intentando contenerla.

—Sé que dije que confiaba en él, y no es que haya dejado de hacerlo. Simplemente me he dado cuenta de que su manera de hacer las cosas no es compatible con mis principios —respondo lo más amable posible.

—O sea, básicamente... No tienes ni idea de qué hacer —replica Marco, terminándose de engullir el pan.

Le miro dispuesta a soltarle una brutal contestación pero, no lo hago. En el fondo tiene toda la razón. No tengo ni idea de qué hacer.

—No —respondo segundos después—. Pero no creo que pueda lidiar con el cargo de conciencia de haber matado a alguien simplemente para salir de aquí —añado.

Cuando Marco está dispuesto a contestar, la presencia de Aaron inunda todo el comedor, atrayendo la atención de todos como si fuera un imán.

—Os quiero a todos en la sala de reunión en menos de cinco minutos —se limita en decir, para después salir del comedor de nuevo.

Marco y yo nos miramos y nos levantamos igual que el resto para seguirle.

Cuando nos sentamos en la sala, la gran puerta de entrada se cierra y la custodian un par de guardias.

Aaron se coloca nuevamente en el centro del escenario, en frente del micrófono.

Esta vez luce enfadado, bastante serio.

—Te he dicho que algo iba a pasar —me susurra Marco.

—Bien —carraspea un par de veces para aclararse la garganta—. Sinceramente jamás me hubiera esperado tener que dar esta charla, pero dado a la gravedad de las circunstancias, me veo obligado —dice y hace una señal a uno de los guardias que está en el escenario.

Éste porta una gran caja de madera junto a otro y ambos la dejan al lado de Aaron.

Se agacha para abrirla y entonces todos podemos ver el cuerpo de la enfermera ahí metido. Tiene todo el traje manchado de sangre junto a varias heridas por todo el cuerpo.

Aaron nos examina a todos antes de hablar.

Yo trago saliva nerviosa y por un momento siento que me voy a ahogar yo sola.

—Bien. Cómo veis, ayer asesinaron a una de nuestras compañeras. Una persona que se encargaba de CUIDAROS —dice, haciendo énfasis en la última palabra—. Y vosotros se lo habéis pagado de esta manera... Os hemos ofrecido todo lo que está en nuestras manos para que podáis ser felices, ¿y este es el resultado?

La gente escucha con atención, casi igual de nerviosa que yo.

Inconscientemente busco a Zane con la mirada: este luce impasible, como si no tuviera nada que ver con él.

—Vamos a tomar medidas muy severas respecto a esto. Empezando por que todo el mundo aquí presente se someterá a un interrogatorio exhaustivo y, os aseguro que pienso sacaros cada última palabra de la lengua —asegura amenazante—. Los horarios serán mucho más estrictos y las salidas al patio quedan suspendidas durante un largo tiempo. Espero que vuestra estancia aquí os haga recapacitar sobre lo que ha sucedido —termina de hablar, alejándose del micrófono de golpe y saliendo de la sala.

Tras su salida, todo el mundo empieza a comentar entre sí.

—Genial... —dice Marco—. ¿Qué vamos a hacer?

—¿Qué vamos a hacer? Pasar ese interrogatorio como todo el mundo, Marco.

—Tengo miedo... De lo que puedan llegar a hacer —comenta sincero.

—No nos harán nada, Marco, porque nosotros no sabemos nada de lo que ha pasado —replico con seguridad.

—Pero ¿y si nos obligan a hablar? ¿Si nos torturan o algo así? —pregunta Marco, visiblemente preocupado.

Trato de mantener la calma, aunque por dentro también estoy nerviosa.

—No pueden obligarnos a confesar algo que no sabemos. Solo tenemos que mantenernos firmes y no ceder a la presión —le aseguro, aunque en realidad no estoy tan convencida de mis propias palabras.

—Pero, ¿y si alguno de los otros decide contar algo? ¿Si nos delatan? —insiste, con los ojos llenos de temor.

Suspiro, tratando de encontrar una respuesta que lo tranquilice.

—Entonces... entonces enfrentaremos las consecuencias. Pero no creo que ninguno de ellos sea tan estúpido como para poner en peligro a todos. Además, ellos fueron quienes la mataron —digo, aunque no estoy del todo convencida.

La incertidumbre se apodera de mí, y por un momento me siento abrumada por la situación. Pero no puedo permitirme derrumbarme ahora.

—Vamos a sobrevivir a esto, Marco. No nos queda otra opción —añado, intentando infundir algo de ánimo.

Él asiente, aunque sigue mostrando una expresión preocupada.

—Tienes razón... Tenemos que estar unidos en esto —responde, tratando de parecer más decidido.

Nos quedamos en silencio por un momento, cada uno sumido en sus propios pensamientos, antes de que Marco rompa el silencio.

—¿Qué piensas hacer ahora? —pregunta, mirándome con curiosidad.

Tomo aire antes de responder, tratando de encontrar una respuesta que me satisfaga a mí misma.

—Voy a buscar una manera de salir de aquí sin mancharme las manos de sangre. No quiero convertirme en alguien que no soy, ni hacer cosas de las que me arrepienta el resto de mi vida —digo con determinación.

Marco me observa durante un momento, como si estuviera evaluando mis palabras, antes de asentir con la cabeza.

—Entiendo... Bueno, cuenta conmigo para lo que necesites. Estoy aquí para ayudarte en lo que pueda —responde.

Le sonrío agradecida.

—Gracias, Marco —le digo sinceramente.

Él me devuelve la sonrisa. Aunque el camino por delante sea difícil, al menos sé que tengo a alguien a mi lado.

—Juntos lo conseguiremos, Nellie. No perdamos la esperanza —añade, con una determinación renovada en su voz.

Asiento con la cabeza, decidida a enfrentar lo que sea que nos depare el futuro aquí dentro.

Pasan escasos días desde aquella amenaza de Aaron. No vemos la luz en ese tiempo y se encargan especialmente bien de que ninguno de nosotros salga de su habitación para nada. Establecen horarios para todo; incluso para ir al baño.

Y ahora me encuentro en la misma sala que él, mientras da vueltas a mi alrededor, esperando una respuesta que no va a llegar nunca.

—¿No tienes intención de decir nada? —insiste.

—¿Qué quieres que te diga? —replíco.

—La verdad.

—No sé qué es la verdad para ti.

Aaron suelta una risotada incrédula y niega con la cabeza.

Apoya sus dos manos con violencia encima de la mesa y se agacha ligeramente para verme.

—¿Qué pasó esa noche, Nellie? —pregunta con seriedad.

Me siento nerviosa, no puedo negarlo, pero tampoco puedo demostrárselo.

El asco tan grande que le tengo me ayuda a mantenerme impasible.

—Estábamos de fiesta y de repente alguien entró en la cabaña y gritó —contesto.

—¿Y qué más?

—Pues rato después llegaron los guardias a registrarnos y a llevarnos.

Aaron chasquea la lengua, molesto.

—Sé que ocultas algo, Nellie —dice de repente—. Sé que sabes más de lo que dices y eso me enfada mucho.

—Pues tienes dos opciones.

—¿Qué opciones? —pregunta confundido.

—Desenfadarte o seguir enfadado —replico con chulería.

Eso le molesta muchísimo más, por lo que da un golpe con el puño cerrado a la mesa con tanta fuerza que por un momento siento cómo esta se parte.

—Han asesinado a una compañera mía, ¿y tú vas a hacerte la graciosa?

—No es mi culpa que esté muerta —replico.

—¿Y de quién es?

—De quién la haya matado.

—¡Que hables, maldita sea! —vocifera, cegado por la rabia.

Siento como una ola de ira me nubla la mente y cómo mi respiración empieza a descontrolarse.

—¿También te vas a enfadar tú? ¿Eh? —comenta con gracia—. ¿Qué vas a hacer, Nellie?

No contesto, solo me limito a contener la rabia.

—Suelta eso que llevas dentro, lo quiero ver —insiste.

No quiero hacerle caso. No me he dado un ataque desde hace mucho tiempo y no puedo permitírmelo otra vez y mucho menos en esta situación.

—Suéltalo.

Apretó la mandíbula con fuerza.

—¡Que lo hagas! —grita de nuevo.

—¡Qué te calles! —espeto enfurecida. A la vez me levanto de la silla y le doy un puñetazo a la mesa y la termino por romper.

Aaron me mira asombrado, mientras esboza una sonrisa macabra.

—Eso es —dice más tranquilo.

Mi pecho sube y baja con violencia y no soy capaz de controlarme.

—¿Es lo único que tienes? ¡Venga! —continúa provocando.

Mi cabeza solo ve una nube densa y roja y actúa por impulsos.

De manera automática cojo el bolígrafo que había tirado en el suelo y empujo a Aaron hacia la pared, con una fuerza que parece mentira que salga de mí. Alzo el bolígrafo dispuesta a hincárselo en el cuello.

Enseguida, tras ver la situación en las cámaras de la sala, entran un par de guardias con un arma en la mano, apuntándome.

Aaron alza la mano para que no hagan nada.

—¿Qué vas a hacer, Nellie? —pregunta, totalmente tranquilo.

Yo sostengo el bolígrafo mientras le miro fijamente.

Él se limita a mirarme sonriendo y eso solo me provoca más rabia.

Entonces, alza su mano y me quita el bolígrafo de la mano sin apenas hacer fuerza.

—No eres capaz de matar a nadie, Nellie —dice de repente—. Piensa bien cuál es tu bando entonces.

Maldito gilipollas.

Pasa por mi lado y recoge sus cosas del suelo, metiéndolas en el maletín mientras yo me quedo pasmada.

Hecho eso, sale de la sala y los guardias me acompañan a mi habitación.

Me siento en la cama, reflexionando sobre todo lo que acaba de pasar.

«Piensa bien cuál es tu bando entonces».

¿Qué mierda me quiere decir con eso?

Tengo la cabeza hecha un lío y no sé muy bien qué hacer; claramente decir la verdad no es una opción ni por asomo pero, pensar a dónde va a llegar todo esto me provoca demasiada incertidumbre.

Mientras sigo dándole vueltas a las cosas, escucho un pequeño golpe en la ventana.

No le doy apenas importancia hasta que vuelve a sonar el mismo golpe, por lo que me levanto dispuesta a abrir la ventana. Sin embargo, no me da tiempo porque esta se abre y yo caigo hacia atrás en la cama del susto.

Enseguida, una figura negra se cuela por la ventana como si nada.

Cuando se gira, reconozco quién es.

—¿Tú otra vez? —inquiero incrédula.

Él se gira para mirarme y asiente con la cabeza.

—¿Es alegría lo que noto en tu voz? —replica sarcástico.

—Seguramente sea eso. ¿Qué quieres? —pregunto, yendo al grano.

—Han llegado a mis oídos lo que pasó con la enfermera —comienza a hablar—. También que te has aislado del resto.

—¿Y qué pasa? —pregunto sin entender muy bien a qué se refiere.

—¿Por qué? —indaga.

—Porque no creo que sean maneras de hacer las cosas —replico.

—Esa enfermera fue la que asesinó a Nora —dice de repente, tomándome por sorpresa—. Con ese mismo cuchillo fue con el que la apuñaló repetidas veces, después de torturarla y arrastrarla por la habitación —continúa hablando.

Siento cómo me empiezan a temblar las piernas de la angustia.

—Lo sé… —murmuro, en un hilo de voz.

—¿De verdad crees que hay alguien inocente aquí dentro, Nellie? —me pregunta con seriedad—. Estoy seguro de que esto lo has oído muchas veces ya, pero de las tripas del lobo no se sale solo mirando... Hay que rajar por dentro.

—Yo no puedo matar a nadie... —insisto.

—Eso dices ahora porque no te has visto en la situación. Pero creas o no, todo el mundo aquí está intentando dos cosas: salir o sobrevivir, incluso ambas. Puede que no sean las maneras de hacer las cosas pero, Nellie, estás aquí en contra de tu voluntad, siguiendo las normas de unos asesinos... En un centro así, ¿quién va a juzgar si lo que haces está bien o está mal? —replica con serenidad.

En gran medida tiene razón, pero aún así algo dentro de mí no acepta la manera de actuar de Zane.

—Yo quiero salir de aquí sin hacer daño a nadie.

—¿Y el daño que te han hecho a ti? ¿Acaso ese no tiene importancia? ¿Y el que le han hecho a tu familia?

Entonces, siento unas imperiosas ganas de llorar cuando me viene a la cabeza la imagen de mi padre siguiendo a los hombres de la furgoneta cuando me llevaban y el golpe que le dieron. Imaginarme qué habrá sido de él me apena de manera profunda.

—No quiero convertirme en uno de ellos.

—No lo harás, porque ellos son unos monstruos y tú solo quieres volver a casa.

La frialdad con la que me habló la primera vez no está.

Es un tono más cálido, más apaciguador, como si tratara de transmitirme paz.

—¿Y qué tengo que hacer ahora? —pregunto, confundida.

—Primero tienes que aceptar la realidad que estás viviendo. En cuanto lo hagas, empezarás a ver todo mucho más claro.

—¿Y cómo hago eso?

—Si quieres salir de aquí, tendrás que hacer de tripas corazón. Los que llevan uniforme, por muy inocentes que se vean, son tus enemigos. Ellos intentarán mantenerte aquí para siempre —comienza a hablar, sereno—. Confía en la gente que sabe y todo será más rápido.

Le miro fijamente, indecisa.

—Yo te dije que no estarías sola en esto. Hay gente que quiere ayudarte —insiste.

—¿Y tú por qué quieres ayudarme? —indago—. Ni siquiera sé quién eres, no te he visto la cara y pretendes que crea a ciegas todo lo que me dices... ¿Por qué?

—Sé que es bastante raro, pero no tengo intenciones de hacerte daño. No puedo decirte quién soy aún, pero confío en tu criterio —mira el reloj que hay en su muñeca.

Veo un pequeño tatuaje, como una especie de mariposa con una daga en el centro.

—Interesante lo que llevas ahí en la muñeca —le señalo el tatuaje con curiosidad—. ¿Tiene algún significado especial?

Él desvía la mirada por un momento, como si estuviera pensando qué decir. Finalmente, responde de manera evasiva:

—Es algo personal, no es el momento adecuado para hablar de ello.

Aunque sus palabras suenan convincentes, todavía no puedo evitar sentir cierta desconfianza. Sin embargo, decido seguir preguntando:

—¿Cómo puedo confiar en que no estás jugando conmigo? ¿Qué garantía tengo de que realmente quieres ayudarme y no tienes ningún interés oculto?

Él suspira, como si entendiera mi escepticismo.

—Entiendo tu desconfianza, pero no tengo intenciones de hacerte daño. Mi único interés es ayudarte a salir de aquí. La razón por la que no puedo revelar mi identidad por ahora es porque hacerlo podría poner en peligro tanto a ti como a mí, y a quienes intentamos ayudar.

Aunque sus explicaciones son razonables, sigo sintiendo una mezcla de miedo y duda. Sin embargo, me recuerda algo importante:

—Recuerda, no estás sola en esto. Mantente cerca del grupo de Zane y confía en ellos. Juntos, podemos encontrar una salida. ¿Estás dispuesta a intentarlo?

Tomo un momento para reflexionar sobre sus palabras y decido darle una oportunidad. Con un asentimiento, le digo:

—Está bien, haré lo que sea necesario para salir de aquí. Pero necesito respuestas y garantías de que no estoy metiéndome en más problemas.

Él sonríe levemente y dice:

—Entenderás todo a su debido tiempo. Por ahora, mantén la calma y sigue mi consejo. Te prometo que estás en buenas manos.

Con esas palabras, me siento un poco más aliviada, aunque la incertidumbre sigue latente.

—Por supuesto, no puedes hablar de mi existencia con nadie, por seguridad.

Alzo una ceja.

—¿Entonces, además de no saber quién eres, ahora también debo mantener tu existencia en secreto? ¿Qué hay detrás de toda esta confidencialidad? —pregunto, sintiendo que la situación se vuelve cada vez más enigmática.

Él suspira y explica:

—La discreción es clave para nuestra seguridad. Si se descubre que alguien está ayudándote a escapar, las cosas se pondrían mucho más difíciles. Es por eso que necesitas mantener esto entre nosotros. Confía en que es por tu propio bien. No es lo mismo que os ayudéis entre vosotros a que haya una persona externa intentándolo, ¿lo entiendes?

Me quedo en silencio, intentando analizar toda la conversación. Segundos después, aunque no del todo convencida, asiento levemente.

—Tengo que irme —se apresura en decir—. Tendrás que ser inteligente, Nellie —añade antes de salir por la ventana sin dejarme opción a decir nada más.

Mientras cierro la ventana, mi mente está llena de preguntas sin respuesta. Me dejo caer en la cama, sumida en la confusión y la incertidumbre. La situación se vuelve más compleja con cada minuto que pasa.

Decido que necesito respuestas concretas y claridad. No puedo quedarme parada mientras el tiempo avanza.

La realidad se ha vuelto tan difusa que no soy capaz de entender nada de lo que está pasando ya.

Como dijo Aaron, tengo que pensar bien cuál es mi bando...

Pero, ¿cómo tomar una decisión cuando apenas conozco las piezas del juego?

Y lo peor es que ya no tengo tiempo que perder.