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Chapter 7 - CAPÍTULO 7

No he logrado dormir en toda la noche.

Cada vez que intentaba dormirme, las imágenes de la habitación de Nora, teñida del color carmesí de la sangre, invadían mi cabeza, haciendo que una tormenta de pensamientos y suposiciones me mantuvieran en vela. 

Al asomar los primeros rayos del sol, me levanté de la cama, sintiendo como me crujían los huesos y me pesaban los párpados por no haber descansado. 

Ahora, estoy con Marco, sentados en una de las mesas del comedor, con el murmullo de siempre.

Zane nos había contado el plan para esta noche y, aunque lo de matar a alguien inocente no entra en mis planes, necesito salir de aquí.

—Dios, este sándwich sabe a nutria disecada —espeta Marco, con asco, escupiendo una bola masticada de su comida en una servilleta.

Yo le miro divertida y luego echo un vistazo a su sándwich que,. efectivamente, no tiene muy buena pinta. 

—Yo que tú no me comería eso, a no ser que mañana quieras despertarte con tentáculos por el cuerpo —añado con gracia y él rápido tira el sándwich en la bandeja.

Zane, Diana, Theo y Dom están sentados a dos mesas de nosotros.

Entonces, dos guardias irrumpen la tranquilidad del comedor, llamando la atención de cada uno de los presentes.

—Aaron quiere hablar con vosotros —anuncia uno de ellos, con seriedad.

Busco con la mirada a los otros y Zane parece pensar lo mismo.

Enseguida todo el mundo se levanta para seguir a los guardias a la enorme sala de conferencias, dónde nos reunimos por primera vez.

Cuando llenamos todos los asientos y la sala se sume en un silencio sepulcral, aparece Aaron en el escenario con su maletín tan característico.

Su rostro luce serio, pero apaciguado a la vez.

Deja el maletín en el suelo, a su lado, y coloca el micrófono.

—Buenas a todos... —comienza a hablar—. Seguro que os estaréis preguntando por qué estáis aquí... Pues es muy sencillo. Ayer, después del funeral de Nora, desapareció una enfermera —espeta con sinceridad.

La sala pasa de estar en silencio a alborotarse.

—Tranquilidad —añade—. Sabemos que ha sido un golpe duro su muerte, pero esa enfermera no tiene culpa de nada, os lo aseguro. La vida es dura y, por mucho que tratemos de mantener vuestra felicidad por encima de todo, hay cosas que no podemos controlar. Por lo tanto, si alguien sabe de esa enfermera, os pediría amablemente que venga a hablar conmigo a mi oficina. Cualquier tipo de información es válida.

Observo a Zane, quién aprieta la mandíbula con fuerza mientras mira a Aaron.

Por un momento, me parece notar como ambos cruzan la mirada.

—Muchas gracias a todos. Podéis marcharos —termina de hablar, esbozando una sonrisa amigable.

Salgo de la sala junto a Marco, con un montón de preguntas bailando por mi cabeza.

Antes de dar un paso más, siento como una mano me agarra de la muñeca y tira de mí.

Es Zane.

—¿Qué haces? —inquiero.

Éste me arrastra a una pequeña habitación, que supongo que es la de la limpieza. 

—Necesito que estéis en dos horas en el mismo sitio que ayer, en el bosque.

Le miro incrédula.

—¿Pero no has oído lo que acaba de decir? —inquiero.

—¿Y qué?

—Sabe de la desaparición de la enfermera. Además, ella es inocente —replico con molestia.

—Te lo dije ayer, Nellie. Aquí nadie es inocente. Han asesinado a una persona y todos ellos lo saben. Y Nora solo ha sido la primera de muchas —responde él, en voz baja para que nadie más pueda oírnos.

—¿Y pretendes que juegue con vosotros a su juego macabro?

—No es un juego. Es la ley del más fuerte: o matas, o te matan —escupe con una sinceridad cruenta.

Le miro fijamente sin saber muy bien qué decir.

Una cosa es enfrentarme a Aaron, zamparle un puñetazo a otro, pero... ¿Matar?

—Yo... No puedo matar a nadie, Zane —digo.

—No vas a matar a nadie —me asegura—. Pero más adelante seguramente sí.

—No lo haré —replico con seguridad.

Él esboza una sonrisa ladeada.

—Entonces acabarás como Nora —escupe tajante.

Ese comentario me sienta como una patada directa al estómago, pero no sé qué más decir, así que me mantengo callada, mirándole.

—Si quieres seguir con esto, en dos horas nos vemos en el bosque. Si no apareces, asumiré que has tomado otra decisión —sentencia.

Sale del pequeño cuartucho, dejándome ahí con miles de pensamientos revoloteándome por la cabeza.

No entiendo cómo es capaz de hablar sobre matar a alguien con tanta tranquilidad.

Cierro los ojos y apoyo la espalda en la pared, dejándome caer hasta el suelo, despacio.

Suspiro profundamente y lo único que me viene a la cabeza es que ya me he metido en la boca del lobo.

Y que no hay manera de salir.

Mientras me hundo en un mar de preguntas, siento que tengo que decidir qué hacer. 

Por un lado, está la opción de simplemente salir corriendo de todo esto, de rechazar la loca idea que Zane tiene en mente. Pero por otro lado, algo en su determinación me llama la atención. 

¿Qué sabe él que yo no? ¿Qué secretos se esconden tras la aparente normalidad de este lugar? 

A medida que me hago estas preguntas, siento una mezcla de intriga y miedo, pero también una pizca de emoción. 

¿Y si esto es lo que necesito para salir de aquí?

***

—No me puedo creer que vayamos a hacer esto —comenta Marco detrás de mí, mientras apartamos las ramas de los árboles de nuestro camino.

—Yo tampoco —añado sinceramente—. Pero creo que Zane tiene razón.

—¿En qué? —indaga Marco.

—En todo. Desde siempre noté que había algo raro en este lugar. Y ahora, de repente, una chica aparece muerta y lo encubren.

—Pero eso no significa que todo el mundo sea culpable —replica Marco.

—Pienso igual que tú, sin embargo, algo me dice que Zane lo dice porque sabe más cosas de las que sabemos nosotros.

—¿Confías en él? —pregunta.

Me quedo callada por unos segundos.

¿Confío en él?

La verdad es que ni yo misma sé la respuesta; lo único que me guiaba era mi intuición.

—Creo que sí.

—¿Crees? ¿Qué clase de respuesta es esa?

—Una sincera, desde luego.

—¿Vas a encubrir a una persona en la que no confías? —inquiere incrédulo—. ¿Qué sentido tiene eso?

Freno en seco y me giro para encararlo.

—Nada de esto tiene sentido, Marco —empiezo a hablar—: Hace un año vinieron unos hombres en una puta furgoneta a traernos aquí, con la excusa de que seríamos felices. Todo el mundo aquí parece inocente, perfecto y, de repente, una chica aparece muerta. El personal del centro lo oculta y ahora nosotros vamos a matar a una persona. ¿Tú crees que algo de esto tiene sentido? —siento como mi respiración se acelera—. Así que deja de hacerme preguntas estúpidas, porque no, no sé lo que estoy haciendo ni sé lo que va a pasar —termino de hablar, sintiendo como la rabia destila por cada poro de mi piel.

Marco me mira incrédulo, impactado. No es capaz de pronunciar ni una sola palabra, por lo que decido seguir caminando.

Una media hora después —totalmente en silencio—, llegamos al lugar.

Ahí están el resto de chicos: Zane, Theo, Dom y Diana, junto a la enfermera, que está atada de manos y pies, apoyada en el tronco de un árbol.

—Habéis venido —comenta Diana, sonriendo.

Zane se gira para mirarnos y puedo notar en su mirada algo totalmente distinto a la frialdad de siempre: alivio.

—¿Cuál es el plan? —pregunto, aunque no estoy muy segura de si realmente quiero saber la respuesta.

—Os estábamos esperando —dice Dom—. La gente llegará en cinco horas, más o menos. La fiesta será a las doce de la noche.

—Cuéntame todo lo que sabes —dice Zane de repente, quitándole de golpe la cinta que tiene la enfermera en la boca y poniéndose de cuclillas a su lado.

Ella hace una mueca de dolor.

—¿Qué quieres saber, Zane? —pregunta con gracia.

—No estás en situación para reírte, Becca —responde Zane, frío.

Ella sonríe levemente y niega con la cabeza.

—Tenían razón... —suspira—. Tuve que hacer caso.

—¿A quién? —pregunta.

—A la cúpula —dice.

Todos nos miramos extrañados.

—¿Qué cúpula? —pregunto.

—Nos dijeron que tuviéramos cuidado contigo... Que tu condición era... Especial. Y tenían razón —continúa hablando, ignorando la pregunta de Zane—: Y has encontrado gente que confía en ti... ¿Quién es capaz de pararte ahora, Zane?

—Mira, enfermerucha, han asesinado a una chica y no tenemos tiempo de estar escuchando tus historietas. Ve al puto grano —espeta Theo con molestia.

—Ella solo ha sido el comienzo... Zane lo sabe —vuelve a dirigir su mirada a Zane, quien está callado—. Y los siguientes seréis vosotros —añade, esbozando una sonrisa diabólica.

Siento como un escalofrío me recorre toda la columna.

—¿De qué está hablando, Zane? —pregunta Diana, confundida.

—No la hagáis caso —replico.

La enfermera suelta una risotada.

—Te siguen a ciegas, sin siquiera saber toda la verdad... Eso es otro nivel de confianza —añade.

Entonces, Zane saca de su bolsillo un cuchillo afilado, que tiene una marca en la empuñadura.

—¿Te suena? —le pregunta a la enfermera, enseñándolo.

Ella se mantiene impasible, mirando el cuchillo fijamente.

—¿Un cuchillo? ¿Por qué debería sonarme? —pregunta.

—Porque mataste a Nora con él —dice Zane.

La enfermera esboza una sonrisa ladeada que me provoca escalofríos. 

—¿Matarla? —sonríe—. Más bien torturarla. Aún recuerdo sus gritos mientras la arrastraba por la habitación y ella rogaba que no lo hiciera.

Siento que tengo que agarrarme a algo para no caerme de culo. 

—¿Te sientes orgullosa, Becca? —indaga Zane.

—Claro que sí. Todo esto es parte del plan… Que estéis aquí, es parte del plan… Que muráis, también será parte del plan —empieza a reírse, de forma macabra.

De pronto, veo como Dom se acerca rápidamente a Zane y le quita el cuchillo de la mano, haciendo que este se caiga hacia atrás de la sorpresa.

—¡Dom! —grita Diana, quien intenta acercarse.

—Tú eres solo el comienzo, los siguientes serán los demás —repite la frase de la enfermera con rabia antes de clavarle el cuchillo en el cuello, haciendo que salga la sangre a borbotones.

Al observar la escena, siento como me tiemblan las piernas y cómo todo lo que me rodea empieza a dar vueltas, como si estuviera subida en una noria.

Antes de desplomarme, siento las manos de Marco agarrándome antes de caer al suelo.

Para cuando abro los ojos, escucho varias voces de fondo, a mi alrededor.

Abro los ojos lentamente, escuchando las voces de fondo.

—El plan ya está hecho, no podemos retroceder —dice Dom.

No, claro, y mucho menos cuando le has clavado un cuchillo en el cuello a la enfermera —replica Diana.

—Ese era el plan, ¿no? Acabar con la enfermera, pues ya lo hice —añade Dom, molesto.

—Pero tú no tenías que hacer nada, Dom —insiste Diana, alterada.

Dom suspira profundamente y se acerca a Diana, agarrándole la cara con ambas manos, obligándola a mirarle.

—Tranquila, ¿vale, princesa? —le dice y Diana parece volver a sus sentidos—. Si no lo hacía yo, lo iba a hacer cualquiera de nosotros, y en otro momento le tocará a otro. Esto es así, ¿vale? Hay que tenerlo en mente.

Diana se aguanta las ganas de llorar y asiente. Dom le da un beso en la frente y aparta las manos.

—¡Nellie! —exclama Marco al verme despierta—. Llevas durmiendo durante horas, casi te confundo con el muerto.

Me incorporo y miro a mi alrededor.

—¿Dónde están Zane y Theo? —pregunto.

—Se han llevado el cuerpo de la enfermera a no sé dónde, para que no lo vieras —responde Diana.

—Entiendo —digo un poco ida.

—La gente está a punto de llegar, así que hay que intentar hacer que lleguemos con el resto —dice Dom.

Me levanto con ayuda de Marco y los cuatro empezamos a caminar bosque a través, hasta que nos cruzamos con más gente del centro.

—¡Hey! —exclama Dom, llamando su atención—. ¿Sabéis dónde es la fiesta?

—Según el papel que nos han pasado, es en la vieja cabaña —responde uno de los chicos.

—¡Gracias, tío! —responde Dom, agradeciéndole.

Caminamos todos en conjunto hasta la vieja cabaña, donde han dispuesto un par de altavoces inalámbricos y botellines de cerveza.

Todo el mundo se asienta rápidamente y en menos de un minuto la fiesta ha comenzado.

Zane y Theo llegan poco después.

—¿Dónde estabáis? —pregunta Diana, preocupada.

—Estábamos preparando todo —responde Zane—. ¿Llegásteis con el resto?

—Sí, tal y como dijimos —asegura Dom.

Zane asiente y entonces me mira.

—¿Estás bien? —pregunta.

Yo me quedo un poco trastocada con la pregunta, pero segundos después reacciono:

—Sí, podría estar mejor, pero sí.

Él asiente en un gesto apenas perceptible.

—¿Cuánto crees que tardarán en darse cuenta? —pregunta Theo.

—No creo que mucho. Teniendo en cuenta que hay bastantes chicos, el impulso primitivo no creo que resista más de una hora —comenta Dom con gracia.

—Tú también eres un chico —replica Diana.

—Sí, pero yo solo tengo ojos para una, entonces el impulso no me puede —responde éste sonriendo.

Entonces, el momento romántico se ve interrumpido por un grito que procede de la cabaña.

—Ahí lo tienes —comenta Zane.

Todo el mundo comienza a acercarse para ver qué está pasando y la fiesta se sume en un caos profundo.

—En cinco minutos llegarán los guardias —añade Zane.

—¿Y qué tenemos que hacer? —pregunta Marco.

—Nada, simplemente esperar a que vengan.

Todos nos incorporamos al resto, mezclándonos y siendo parte del caos.

Y, literalmente, cinco minutos después, llegan varios guardias con armas en las manos.

—¡Quieto todo el mundo! —ordena uno de ellos.

Uno de los guardias se acerca a la cabaña para comprobar la situación y sale espantado. Se coloca al lado de su compañero y le susurra algo al oído.

Yo, mientras les miro fijamente, veo una sombra correr detrás de ellos, algo que me perturba bastante, pero decido no darle más importancia de la cuenta.

Los guardias empiezan a registrarnos a todos y cada uno de nosotros, pero evidentemente no encuentran nada, por lo que nos guían a todos al pabellón principal para que vayamos a nuestras habitaciones.

En un despiste de los guardias, Zane me agarra del brazo y nos desvía de la fila, arrastrándome hacia el jardín trasero.

—¿Estás bien? —me pregunta. Su rostro frío está presente pero su voz denota preocupación.

—No lo sé, Zane —respondo con sinceridad—. No quiero volverme una asesina —añado.

—¿Quieres salir de aquí? —asiento levemente—. Entonces métete en la cabeza que en algún momento tendrás que hacer algo que no quieras para sobrevivir.

Siento cómo las lágrimas se amontonan en mis ojos de manera descontrolada.

—¿Por qué es tan fácil para ti? —inquiero incrédula.

—No es fácil, pero mi vida vale más que estas cuatro paredes —replíca tajante.

—Pero la gente que trabaja aquí no tiene la culpa —insisto.

—¿Cuándo vas a entender que todo el mundo aquí está en el mismo saco? —inquiere con hastío—. Aquí no existen los buenos. Están los que ordenan, los que lo hacen y los que miran a otro lado; y todos ellos, son la misma mierda.

—Pero...

—Estás en un jodido centro recluida, Nellie, aquí nadie entiende de bien o mal. Y los que son capaces de distinguirlo, se aprovechan de los que no.

Suspiro profundamente, intentando tranquilizarme.

—¿Y qué pretendes hacer ahora? ¿Seguir matando gente hasta que no quede nadie? —refuto irónica.

—Si eso es lo que tengo que hacer para salir de aquí, lo haré —responde con seguridad, una seguridad aterradora.

—Entonces no cuentes conmigo. Yo buscaré mi propia manera para salir de aquí —le aseguro.

—Nellie...

—No sé qué ha pasado esta noche, no saldrá nada de mi boca, pero no pienso ser más partícipe de lo que sea que te pase por la cabeza —añado—. Si quieres seguir jugando a ser la parca, adelante, pero no formaré parte —sentencio.

Zane intenta pararme agarrándome de la muñeca, pero me suelto de su agarre de un tirón fuerte. No insiste en buscarme ni en llamarme, simplemente me deja ir.

Camino hacia mi habitación completamente ida de la tensión que me recorría las venas. El desconcierto de no entender absolutamente nada de lo que estaba pasando me estaba matando poco a poco.

Entonces, las palabras de aquel individuo de mi habitación me golpean en forma de recuerdo.

—Hay muchas cosas que debes descubrir por ti misma, pero primero debes saber qué esconde este lugar. Yo te ayudaré a lo lejos. Hay cosas que deberás hacer tú misma, pero no estarás sola, no en esto —me asegura—. Además, hay gente dispuesta a ayudarte.

—¿Quiénes? Aparte de Marco, dudo de que haya alguien más.

—Estás equivocada, Nellie. Hay más gente... En concreto, un grupo...

—¿Un grupo? —inquiero sorprendida.

—Sí, e incluso tienen un nombre —añade.

—¿Cuál? —indago.

—Se hacen llamar ''Club de los 15''.

Sé cuáles son sus intenciones; Zane me las ha dejado claras como el agua desde el primer momento. Soy consciente de que con ellos voy a poder salir de aquí, de una manera o de otra, pero, ¿a qué costo?