Chereads / El Club De Los 15 / Chapter 6 - CAPÍTULO 6

Chapter 6 - CAPÍTULO 6

Nos hemos apartado aún más del resto y hemos empezado a presentarnos entre todos. Resulta que coincidimos y tenemos bastantes cosas en común, más de las que podría llegar a pensar.

—Nos hacemos llamar el "Club de los quince", aunque eso solo lo sabemos entre nosotros —explica Zane, el "cabecilla" del grupo.

Este es un chico alto, bastante agraciado, con el pelo negro, casi ondulado, y con un aspecto bastante severo. Sus ojos verdes azulados brillan con la luz del sol, que se esconde bajo unas espesas cejas negras. Tiene los brazos llenos de tatuajes y en el cuello tiene una flor marchita, que se extiende hasta la parte trasera de su oreja.

—¿Y por qué ese nombre? —indago.

—Pues porque empezamos siendo quince, ahora quedamos cuatro —explica Theo. Él luce mucho más simpático que Zane, aunque ambos comparten la suerte de tener rasgos tan impecables. Su pelo es de un color rubio brillante, y sus ojos son marrones, como la miel.

—Y todos, según mis cálculos, presentamos un diagnóstico psicológico con algún tipo de alteración similar —añade la chica, Diana. Ella es muy bonita. Por sus hombros caen unos largos mechones ondulados, de un brillante color carmín oscuro. Sus ojos son brillantes y verdes, como las esmeraldas.

—¿Qué? —pregunta Marco, totalmente confundido.

Ella esboza una sonrisa y niega con la cabeza.

—Eso no es lo importante aquí —interrumpe Zane, con seriedad—. No nos hemos juntado por casualidad, sino porque sabemos que este sitio esconde cosas jodidamente macabras —añade.

—¿A qué te refieres? —indago.

—Llevan varios días desapareciendo personas y todas ellas son del último piso, es decir, tienen trastornos complejos. La excusa que nos han dado es que se las está tratando en ambientes especiales para impulsar su recuperación, pero eso no es así —responde Zane.

—En eso estamos de acuerdo —añade Marco—. Nellie y yo fuimos a investigar sobre la desaparición de Nora, y su habitación parecía una maldita carnicería.

—¡Lo sabía! —exclama Diana—. Sabía que había sido un maldito asesinato.

—¿Quién se iba a creer las palabras de ese maldito psiquiatra? —murmura Theo con burla.

—La cuestión es que, nadie ha visto su cuerpo, no hay rastro de ella. Su ataúd estaba vacío y su habitación estaba llena de sangre, pero la pregunta es: ¿por qué razón? —añade Marco.

—Eso es lo que intentamos averiguar. Creemos que tal vez se deshacen de personas que puedan llegar a causar problemas, alterar la tranquilidad y esas cosas, pero es dudoso, sino no hubiéramos vuelto a ver a Nellie —responde Zane.

—Y si fuera así, Dom estaría en peligro —añade Diana con preocupación.

—La cosa es que cuando me interrogó Aaron, antes de entrar estaba hablando con una mujer, que le dijo que no me hiciera nada —digo, recordando la escena.

Ambos me miran perplejos.

—¿Por qué razón? Si tu diagnóstico es precisamente uno de los más peligrosos para ellos —añade Theo.

—No tengo ni idea, pero la verdad es que ese psiquiatra no hacía más que provocarme, como si quisiera que rompiera otra regla más —añado con cierta molestia.

—La verdad es que es todo muy extraño, por eso necesitamos tener más información y, por eso también, necesitamos que Dom vuelva —dice Theo.

—No os preocupéis por Dom, volverá sano y salvo —nos asegura Zane, con esa serenidad que le acompaña en todo momento.

—¿Cómo estás tan seguro? —indaga Diana.

Él esboza una leve sonrisa y nos dirige una mirada a todos.

—Porque ellos saben de nuestra existencia al igual que nosotros sabemos de la suya y no les interesa hacernos daño, al menos por el momento —replica.

—Cierto... Que desaparezca Nora quizá es algo que afecte a un grupo reducido de gente fácil de llevar porque casi nadie la conocía, pero si desaparecemos nosotros... Todo el mundo empezaría a suponer cosas, y sería un caos; tendrían que deshacerse de muchas más personas... —respondo, entendiendo lo que quiere decir.

—Bingo —responde Zane, con cierto orgullo—. No les conviene por el momento hacernos nada porque ahora mismo estamos en un duelo en el que no gana el que antes haga desaparecer al otro, sino el más inteligente.

—¿Y qué se supone que tenemos que hacer? —pregunta Diana.

—De momento, esperar. Si mis cálculos no fallan, Dom debería estar de vuelta antes de las diez de la noche, y es ahí cuando nosotros podremos hacer algo.

—Pero hasta las once y media los guardias no dejan de vigilar los pasillos, si sospechan que estamos tramando algo no nos dejarán en paz —dice Marco.

—No te preocupes por eso, está todo pensado —responde Zane—. Todas las noches, sobre las once de la noche, una enfermera pasa a mi habitación. Puedo aprovechar ese momento para ingeniármelas y armar un plan.

—¿Qué plan? —pregunta Marco.

—No hagáis tantas preguntas, simplemente confiad en mí. Pasaremos a buscaros cuando los guardias ya no estén despiertos, y nos dirigiremos todos hacia el bosque —sentencia Zane—. Que nadie sepa de esto —dice, levantándose.

Todos nos miramos, confundidos, pero no hay otro remedio que confiar entre nosotros, aunque no sé hasta qué punto esa idea puede ser buena.

ZANE

Faltan exactamente menos de diez minutos para que la enfermera que viene todas las noches cruce esa puerta y me mire con esos ojos azulados tan misteriosos. 

Estoy estirado en la cama, con la espalda apoyada en la fría pared que da hacia la ventana. La mayoría de personas comparten habitación, pero en mi caso, después de volver dementes a todos mis compañeros, decidieron dejarme en una habitación aislada.

De repente, empiezo a oír los pasos de la enfermera acercándose a mi puerta. Es un sonido que se ha vuelto tan rutinario que ya lo reproduzco de manera inconsciente en mi cabeza.

Segundos después, la enfermera abre la puerta de la habitación y la cierra detrás de ella. Trae consigo una inyección en el bolsillo de su impecable uniforme blanco.

Consigo diferenciar su rostro aún con la luz apagada, solo con la luz de la luna que entra a través de la pequeña ventana.

—Ya estás aquí —digo, sin moverme ni un solo centímetro.

—Siempre sabes cuándo voy a llegar, ¿eh? —responde la enfermera, sonriente.

Su sonrisa es amable, pero sé que en el fondo, tras esa sonrisa se esconden retorcidos pensamientos.

—Vienes siempre, ¿cómo no lo voy a saber? Además de que la droga que me inyectas solo me duerme, no hace que me olvide de las cosas —respondo, incorporándome en la cama.

Ella me mira fijamente, en silencio.

—Cada día me sorprendes más —dice ella, acercándose, hasta quedar de frente a mí.

Alzo la cabeza para mirarla, en silencio.

Ella hace el amago de meter la mano en su bolsillo, pero rápidamente le agarro de la muñeca.

—¿Hoy pretendes darme problemas? —inquiero en un tono suave, pero distante.

Me levanto de la cama, haciéndole frente, sin decir ni una sola palabra ni soltarle la muñeca.

—¿Problemas? —pregunto, acercándome a su cara.

Noto su respiración acelerada chocando contra mi barbilla y me pongo detrás de ella, lentamente, sin soltarla.

—¿Crees que soy un problema? —pregunto en un susurro, cerca de su oído.

—Sí, un problema muy grande —responde ella, tras unos segundos, en un hilo de voz.

Le quito la inyección de la mano y la dejo encima de la mesilla.

En seguida, le rodeo la cintura por detrás, mientras ella se mantiene en silencio.

—¿Y si te olvidas de los problemas por hoy? —sugiero, apartándole el pelo del cuello.

—No puedo —dice ella, con cierto nerviosismo.

—¿Por qué? —indago, mientras voy desabrochando uno a uno los botones de su bata.

—Si se enteran… —al terminar de desabrochar los botones, se gira, mirándome. Continúa hablando—: Me matarán.

—¿Quién? —pregunto con curiosidad, mientras tiro su bata al suelo, dejando ver su ropa debajo.

—Cualquiera que se entere podría hacerlo —responde, mirándome fijamente a los labios.

—Creo que eres muy valiente —digo, cambiando de tema.

—¿Por qué lo dices? —indaga, confundida.

—Porque eres como un corderito que siempre se mete en la boca del lobo —respondo, dejándola caer sobre la cama, con la cabeza a la altura de la mesilla.

Me coloco encima de ella mientras me mira fijamente.

—¿No te da miedo el lobo? —inquiero.

Ella esboza una sonrisa y niega con la cabeza.

—El lobo es inofensivo… Quién da miedo es el cazador —responde, segura de sus palabras.

Reprimo una risotada y me limito a sonreír.

Estás muy equivocada.

—El lobo ataca cuando cree que está en peligro —respondo.

Ella me mira fijamente, y colocando sus manos en mi nuca, tirando hacia ella.

De repente, estampa sus labios contra los míos y yo la sigo, por un momento perdiendo el juicio.

Si la vida de mis amigos no corriera peligro ni me hubiera pensado en seguir, pero no puedo, no sabiendo que permanecer más tiempo aquí implica más posibilidades de terminar muertos.

Estiro el brazo hacia la mesilla y agarro la inyección.

Se la clavo en el brazo con cuidado, mientras la sigo besando, pero al notar el pinchazo, se aparta rápidamente.

—¿Q-Qué has hecho? —inquiere confundida.

—Devolverte lo que traías —respondo.

—¿P-Por qué? —pregunta casi inconsciente.

—Porque el lobo antes de atacar, juega con su presa —digo con burla, mientras que ella, de repente, está en otro mundo completamente diferente.

Miro el reloj que hay en la habitación: 23:31.

Si todo va tal y como supongo, todos deberían estar en sus habitaciones, incluido Dom.

Me levanto de la cama y observo el cuerpo inconsciente de la enfermera encima de mi cama. Por un momento, un sentimiento de pena intenta invadirme, pero lo echo a un lado. Esta gente se dedica a matar personas. ¿Cómo podría sentir pena de gente así?

Cargo su cuerpo en mi espalda y salgo de la habitación, intentando no hacer ruido.

Camino por el pasillo, en un silencio sepulcral, hasta la habitación de Dom.

Abro la puerta como puedo y entonces, lo veo.

Está sentado en la cama, mirando fijamente hacia la pared, hasta que abro la puerta y esboza una sonrisa, como si supiera lo que estoy pensando.

Sin decir ni una sola palabra, nos pasamos por todas las habitaciones para reunirnos en el bosque.

Estamos bebiendo como condenados tras reunirnos todos en la profundidad del bosque. En una de las vallas del centro, hay un pequeño hueco, camuflado por un montón de hojas de un arbusto, que sólo unos pocos conocemos.

—Me interrogó ese hijo de puta —dice Dom, dándole un trago a su botellín de cerveza—. Su mirada es de una persona totalmente demente, es ilógico que sea psiquiatra.

—¿Te hicieron algo aparte de eso? —indaga Diana, con preocupación.

—No, preciosa, no me hicieron nada. No se atrevieron —responde Dom, con aire victorioso.

Todos nos reímos de su comentario.

—Me alegro de que estés bien, colega —respondo, sereno.

—Gracias, he visto que has hecho de las tuyas —replica, mirando fijamente el cuerpo de la enfermera tirado en el suelo.

—No le hice nada, simplemente jugué con ella y le puse esa inyección de mierda —respondo, dándole un trago a la cerveza.

—¿Qué inyección? —indaga Nellie, curiosa.

—Una que me ponen todas las noches.

—¿Y eso por qué?

Le miro fijamente. Me molesta demasiado esa pregunta.

—Eso no es lo importante —interrumpe Theo—. La pregunta es, ¿qué vamos a hacer ahora?

—Vamos a organizar una fiesta —respondo, apartando la mirada.

—¿Una fiesta? ¿Estás loco? Si se entera la gente se va a liar —responde Nellie, incrédula.

—Esa es la idea. Nadie le va a decir que no a una fiesta, pero quiero que se lie —replico.

—¿Qué vas a hacer? —indaga Marco.

—Vamos a sembrar el caos haciendo el movimiento que nos toca.

—¿A qué te refieres? —pregunta Nellie.

—Vamos a hacer que todo el mundo que asista a la fiesta vea el cuerpo de la enfermera... Muerta.

Puedo ver como pone los ojos como platos, en shock.

—¿Vas a matarla? —inquiere.

—Eres una mente inteligente, pero demasiado retorcida —añade Diana, riéndose.

—Su movimiento ha sido Nora, el nuestro será la enfermera.

—Pero van a saber que hemos sido nosotros —dice Nellie.

—No lo sabrán en ningún momento. Para eso, necesitamos al resto —explico, con serenidad.

—No entiendo nada —confiesa Marco.

—No es tan difícil —añade Theo—. Nosotros llegaremos con el resto de la gente, por lo tanto nadie sospechará de nosotros.

—¿Estás diciendo que vas a matar a una persona inocente simplemente para seguir un retorcido juego? —indaga Nellie, sorprendida, rozando la molestia.

—Oh, no te confundas Nellie —digo, caminando hacia donde está ella—. Aquí nadie es inocente —me paro en frente de ella y me pongo de cuclillas, mirándole a los ojos—. Nadie va a dudar en acabar contigo o con todo el resto si tienen la oportunidad. Sé leer a la gente y sé que esta enfermera es igual de monstruo que todo el resto —sentencio, sin apartar la mirada.

Traga saliva con cierto nerviosismo.

—Si quieres salir viva de aquí, vas a tener que ver y hacer cosas que te van a revolver el estómago, pero eres tú o ellos —añado, poniéndome de pie—. Si alguno tiene dudas de esto, es libre de irse y terminar muerto como pasará con el resto. Si queréis salir de aquí, entonces, os explicaré lo que vamos a hacer...