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Chapter 4 - CAPÍTULO 4

El cielo está muy oscuro.

Está poblado de nubes grisáceas, que parecen acompañar el sentimiento de pérdida que nos envuelve el día de hoy.

Una mala noticia, una que nadie esperaba tener que oír nunca, ha sacudido cada rincón del Centro Zyrom. Algo completamente inesperado.

La muerte de una chica.

La chica se llama Nora. Se alojaba en la última sección. Al parecer, según lo que nos han dicho las enfermeras, padecía una enfermedad mental muy severa.

Según corre el rumor de que ha muerto de un infarto. 

Yo, sinceramente, al igual que otros muchos, no sé ni quién es. Pero la mayoría de personas presentes parecen estar bastante afligidas por su muerte.

Los empleados del centro nos han reunido como han podido para hacerle un funeral y así, poder despedirnos de ella como se merece.

Estamos en el florido jardín, en la parte trasera del centro, rodeando un agujero dónde van a meter el ataúd de Nora.

Aaron se encuentra de frente. Todo estamos esperando impacientes a que traigan el ataúd en el que está metida.

Minutos después, aparecen varios chicos. Entre ellos, reconozco al chico de ayer, Marco —el que me ganó en el partido de baloncesto—. Entre todos traen a cuestas el ataúd.

Se hacen hueco entre todos los que estamos ahí y consiguen colocar el ataúd en el agujero con cuidado. Luego, se colocan en el círculo que hemos formado. Marco se coloca a mi lado y se mantienen en silencio como el resto.

—Bueno, hoy estamos, desgraciadamente, reunidos por una razón que me parte el alma —empieza a hablar Aaron, con un tono afligido—. Nora ha sido una chica que visité mucho durante este último año porque estaba mal. Me alegré mucho por ella cuando esta última semana mejoró —añade con tristeza—. Sinceramente, esperaba no tener que afrontar este tipo de situación nunca, ni vosotros tampoco, pero supongo que incluso aquí, no podemos evitar sufrir —termina de hablar.

Yo le observo fijamente. Tiene el ceño fruncido y su cara expresa un inexplicable dolor. Aún así, algo me dice que no es del todo cierto. 

Gente que la conocía pasa al frente para decir unas últimas palabras y despedirse de ella, así durante un buen rato, hasta que termina por hablar la que es su hermana.

—Nora… —empieza a hablar, incapaz de controlar las lágrimas que recorren su rostro—. Sé que no teníamos mucho en común, pero aún así quiero que sepas que has sido y serás la mejor hermana que he podido tener nunca, aunque no te lo haya dicho…

» Cuando llegamos aquí estábamos felices porque ambas podríamos empezar de cero, pero ahora te has ido… antes de tiempo y me has dejado aquí… 

Solloza y se pasa la manga de la chaqueta por los ojos, limpiándose las lágrimas.

—Espero vernos dentro de mucho tiempo y también que me observes desde dónde quiera que estés orgullosa —termina por decir y da un paso hacia atrás.,

Uno de los que está a su lado se acerca a ella y la abraza, consolándola.

—¿Puedes hablar un momento ahora? —me pregunta Marco, susurrando.

Yo le miro extrañada, pero segundo después asiento.

Cuando el círculo termina por dispersarse, Marco y yo nos apartamos lo suficiente para que nadie más pueda oírnos.

—¿Y bien? —inquiero.

Él se gira, mira a nuestro alrededor y luego me mira a mí.

Su rostro está serio. No es el mismo que el de ayer, mucho más juguetón.

—Necesito contarte algo —dice.

—¿El qué? —pregunto, con impaciencia.

—Te lo digo a ti porque sé que eres la única persona que se lo puedo contar —añade, nervioso. Yo le vuelvo a dirigir una mirada impaciente y entonces, dice algo que me hiela los huesos—: No ha sido un infarto.

—¿Qué? —digo, incrédula.

—Nora ha sido asesinada.

Yo abro la boca, sorprendida. Le observo impactada. 

Por un momento pienso que me está vacilando y que es una simple broma de mal gusto, sin embargo, la seriedad de su mirada me dice que esto no es ningún juego y que lo dice totalmente en serio.

—¿A qué te refieres?

—Verás… —baja el tono de voz—. Los chicos que hemos ido a por el ataúd hemos tenido la oportunidad de despedirnos antes de ella. Uno de ellos decidió abrir el ataúd para verla por última vez… Pero no estaba dentro.

Frunzo el ceño, escéptica, mientras le sigo escuchando.

—Todos nos sorprendimos y quisimos avisar pero, claro, en primer lugar no deberíamos haberlo abierto, así que hicimos como que no sabíamos nada y cogimos el ataúd para trasladarlo.

—¿Me estás diciendo que el ataúd que hemos metido bajo tierra estaba vacío —pregunto, cerciorándome. 

Él se limita a asentir.

—Pero eso no es todo… Mientras íbamos trasladando el ataúd sentí como me caía una gota en la camiseta, justo en la parte del hombro —señala su hombro y, en efecto, hay una mancha rojiza—. Me miré y era roja, como si fuera sangre.

» Por un momento pensé que estaba delirando, pero entonces revisé la parte baja del ataúd y estaba manchado de sangre. Y estoy seguro de que el resto también se dio cuenta, pero nadie dijo nada.

Hace una breve pausa, como si estuviera comprobando mi reacción.

—La cuestión es que, estoy seguro de que han asesinado a Nora y no ha sido un infarto como nos han querido hacer creer.

—¿Quién crees que ha podido hacer algo así? O más bien, ¿cómo podemos estar seguros de que ha sido de verdad un asesinato? 

—Por eso te lo estoy contando… Quiero que me acompañes a su habitación.

—¿A su habitación? ¿Estás loco? Seguramente haya mucha seguridad por ahí.

—Por eso iremos por la noche… Cuando todos los vigilantes estén durmiendo y tengamos vía libre para entrar.

Le miro fijamente, un poco indecisa. Si nos pillan, estaremos metidos en un buen y jodido lío. 

Pero entonces, me encuentro analizando a Marco, cosa que antes no había tenido tiempo de hacer.

Marco tiene el pelo castaño oscuro, unos ojos verdes brillantes y varios lunares esparcidos por la cara. Su cara en conjunto destila inocencia hasta por los poros, pero tiene un toque travieso.

—Tengo una duda —hablo de pronto, captando su atención—. ¿Por qué me lo cuentas a mí?

—Porque tú eres la segunda persona que conozco que quiere salir de aquí. Además, eres la primera en romper una de las reglas —responde, con franqueza.

—¿Y quién es la primera persona que quiere salir de aquí?

—Yo.

Dejo escapar un largo y profundo suspiro, entonces, me viene a la mente MJ.

—¿Y tu amigo?

—¿Qué amigo?

—¿MJ? ¿Puede ser?

MJ no ha aparecido en el entierro. O al menos no le he visto. Me ha extrañado bastante porque revisaron todas las habitaciones para cerciorarse de que todos y cada uno de nosotros estuviéramos en el funeral.

—¿Dónde está ahora? —indago.

—La verdad es que no lo sé, no es mi amigo. No le veo desde ayer —confiesa, sincero.

Me quedo pensando en la posibilidad de que haya tenido algo que ver con todo este asunto de Nora.

—Oh, no, ni de coña —comenta Marco, mirándome, como si estuviera leyendo lo que pienso—. MJ no ha podido ser, te lo aseguro.

—Pero es sospechoso, ¿no? Desde ayer no le vemos y hoy aparece Nora muerta de un presunto infarto cuando, al parecer, la han asesinado —digo. 

—La verdad es que si lo piensas así es sospechoso de cojones, pero él no ha sido, estoy seguro. El poco rato que estuve con él me pareció la persona más bondadosa y honesta de este planeta —insiste—. Además, ¿no te parece más sospechoso todavía que los del centro hayan dicho que ha sido un infarto?

—Sí, pero supongo que lo han dicho para mantener la calma. Imagínate que hubieran dicho que ha sido asesinado… Todo el mundo se volvería loco.

—La verdad es que sí… Pero bueno, ese no es el caso. ¿Me acompañarás?

La verdad es que tengo bastante curiosidad, pero como dice el refrán ''la curiosidad mató al gato''.

Ni Marco ni yo somos gatos, así que no pasa nada. Lo máximo que puede pasar es que nos metan en aislamiento un par de horas y, si lo miras desde ese punto de vista, ni siquiera es para tanto.

—Me apunto —respondo con seguridad después de unos segundos y él sonríe.

—La verdad es que no esperaba un no por respuesta —confiesa—. Pasaré a buscarte a las doce de la noche. Llamaré a tu puerta a esa hora.

—Pero, ¿y las cámaras de seguridad? —indago. 

—No te preocupes por eso. Déjamelo a mí.

Entonces, comienza a caminar hacia la entrada, dejándome en el lugar, con un montón de pensamientos e ideas revoloteando por mi cabeza, un poco insegura de mi decisión.

Aunque también me asaltan todas esas ganas de salir de aquí. Si encuentro más razones para escaparme, será mucho más fácil.

Son las doce de la noche.

Todo el mundo está durmiendo, menos los que se dedican a escaparse de sus habitaciones y quedar con otras personas para tener sexo.

Porque sí, se ha convertido en la única manera de descargar tensiones. O al menos para el resto.

Los guardias dejan de vigilar los pasillos y terminan su turno a las once y media de la noche, por lo que hace media hora que no hay nadie.

Estoy dando vueltas en círculos en mi habitación después de haberme cambiado la ropa a mi mejor conjunto incógnito. Aquí, por extraño que sea, tenemos todo tipo de ropa, por lo que no tenemos que llevar un uniforme horrible.

Me miro al espejo y niego con la cabeza.

La verdad es que no me creo que esté a punto de hacer lo que voy a hacer, pero alguien tiene que hacerlo.

Me he recogido mi larga melena rubia en una coleta alta. El color rosa de uno de mis mechones ha ido desapareciendo. Me he puesto las lentillas para no tener que usar las gafas.

He adelgazado sin quererlo durante este último año. Aunque con razón, porque la comida aquí es jodidamente asquerosa.

Mientras estoy divagando por mis propios pensamientos, el sonido de alguien llamando a la puerta me interrumpe.

Abro despacio para asegurarme de que es Marco y sí, es él.

También está vestido totalmente de negro y me mira orgulloso a través del hueco de la puerta.

—Es hora —me dice.

Salgo de la habitación y cierro la puerta detrás de mí.

Ambos avanzamos por los pasillos con cautela y despacio, para no hacer ruido y despertar al resto de los que duermen en mi sección. 

Subimos varios tramos de escaleras, hasta que llegamos a la última sección. Yo ya estoy sin aliento.

—Dime por favor que no tenemos que subir más escaleras —digo, casi hiperventilando.

—No, tranquila.

Continuamos caminando hasta que nos colocamos en frente de la habitación número doscientos tres, al fondo del pasillo. Esta es la de Nora.

Marco abre con cuidado la puerta y entramos, con la habitación completamente a oscuras.

Cuando cierro la puerta, Marco enciende la luz y ahogo un grito al ver el panorama.

—Joder… —dice, igual de impresionado que yo.

—¿Qué cojones?

Tanto las paredes como el suelo de la habitación están manchados de salpicaduras de sangre, unas más grandes y otras más pequeñas.

Hay un rastro en el suelo que llega hasta la puerta, por lo que intuyo que Nora había sido arrastrada a la fuerza.

El vello de los brazos se me eriza de solo imaginarme la escena. 

—Alguien le tenía ganas —añade Marco, intentando quitarle peso al asunto.

—¿Ganas? Parece como si se hubiera peleado con un jodido tigre.

—Yo no la conocía mucho, así que no sé con quién se llevaba mal —añade Marco, mirando las manchas de la pared.

—Yo tampoco. La verdad es que me he enterado de su existencia hoy mismo —confieso.

—Te enteras de su existencia el día de su muerte… Qué irónico —bromea.

—¿En serio puedes bromear en una situación como esta? Han asesinado a una persona aquí mismo —le recrimino.

—Ya… Lo siento —dice, agachando la cabeza—. La verdad es que aquí no parece haber nada más que sus últimos litros de sangre —añade, después de inspeccionar toda la habitación.

—¿Y cómo vamos a saber quién hizo esto? 

—Bueno, al menos ya sabemos que cien por cien ha sido un asesinato. ¿Quién? Eso ya es otra historia un poco más complicada.

—¿Y si les preguntamos a sus amigos cuándo fue la última vez que la vieron? —sugiero.

—Eso solo llamaría la atención. Podrían sospechar de que sabemos algo que no tendríamos que saber —responde—. Creo que lo mejor que podemos hacer es olvidarnos de Nora.

—¿Olvidarnos? ¿Hay un maldito asesino suelto por el centro y tu solución es olvidarlo? —escupo, incrédula.

—Nellie, no hay mucho más que podamos hacer… ¿Qué sugieres que hagamos? ¿Que hablemos con los empleados del centro y les diamonds ''sabemos que ha sido un asesinato''?

—Lo de preguntar a sus amigos no es tan mala idea —insisto—. No tienen porqué sospechar nada. Nos podría importar Nora.

—Nora se juntaba con un grupo muy reducido de personas. Te lo digo porque siempre los veía juntos. Nunca nos han visto juntarnos con ella… Obviamente van a sospechar algo, se lo dirán a los del centro y entonces nos interrogarán y estaremos en un problema.

—Joder… —murmuro—. ¿De verdad nuestra única opción es olvidar todo esto? —él asiente—. ¿Y si mañana muere alguien más?

—Sinceramente, no creo que sea nuestro problema, siempre y cuando no nos pase nada a nosotros —responde con una frialdad que me hiela los huesos.

—Ya, claro, ¿y cómo se supone que vamos a impedir eso? ¿Encerrándonos en nuestra habitación y no salir nunca más? —replico, irónica.

—No, manteniéndonos juntos no nos pasará nada.

Alzo una ceja, incrédula.

—Ah, claro, porque el asesino nos verá juntos y dirá: ''oh, no, a estos dos no les haré nada porque claro, se mantienen juntos, qué pérdida de tiempo''. O llegará el asesino y le dirás: ''oye, no nos hagas nada, porque estamos juntos'' y él dirá: ''oh, claro, descuida'' —replico sin hacer una sola pausa, sintiendo como el sarcasmo me sale hasta por los poros.

Él, lejos de tomárselo mal, me observa gracioso, reprimiendo una carcajada.

—Seguramente sea suficiente para convencerle con esos argumentos —responde él, siguiéndome el rollo.

Niego con la cabeza, con frustración y suspiro profundamente.

—No te preocupes, Nellie, tampoco hace falta que busquemos al asesino —añade de pronto y yo le miro sin saber a qué se refiere—. Estoy seguro de que el asesino nos buscará a nosotros.