La noche del sacrificio anual.
Como hija del Alfa, Waverly Scott comprendía el procedimiento y la importancia del sacrificio: apaciguar al Lobo Carmesí con la esperanza de que la elegida se convirtiera en su Luna.
Sin embargo, eso no impedía que sus emociones se dispararan cada vez que se acercaba el día, temiendo que su manada fuera la siguiente. Como dijo su padre, era su obligación participar en el sacrificio, pero nunca dio una razón clara de por qué.
El día llegaba y pasaba cada año, con los miembros de la manada elegida preguntándose si la elegida volvería o no. Hasta ese momento, nadie había regresado.
—¡Creo que es porque el Lobo Carmesí mata a la manada por no enviarle a su compañera! —gritó emocionado un niño mientras se balanceaba en lo alto de una roca. Su pelo estaba despeinado por la ligera brisa vespertina que se desplazaba por el gran descampado de su pequeño pueblo agrícola.
—He oído que es un salvaje, ya sabes, de los que no pueden distinguir quién es quién cuando toma su forma animal —añadió otro niño.
Un tercero intervino: —¡Bueno, he oído que esconde los cuerpos en su calabozo! Jared McDuvern de la manada Luz de Luna me lo dijo.
—¿Cómo Jared McDuvern podría saber al respecto? —gritó el segundo chico, acusadoramente.
—Me estaba preguntando lo mismo —afirmó Waverly, mientras se acercaba al grupo de niños con un cuaderno de dibujo en la mano. Se sentó en una roca junto a ellos y puso su cuaderno en su regazo.
—¡Su padre es el Alfa! —anunció el segundo—. Está al tanto de todo lo grande que ocurre. Así como sabrán, es el siguiente en la línea.
—Tienes razón —señaló Waverly—. Pero personalmente... —se inclinó más hacia los chicos que se reunían a su alrededor, llevando su voz a un susurro, continuó—: Creo que el Lobo Carmesí es un mago disfrazado.
—Wau... Nunca pensé en eso —soltó el niño. Dio un paso atrás, sorprendido.
—Nunca piensas nada, Tristian —respondió el tercer chico.
—¡Oye! ¡Retráctate!
—¿Qué tal te desafío carrera? El último en llegar a la cima de la colina es un perro frito —tentó el tercer chico con una sonrisa.
Y en un instante se fueron, con el polvo de los caminos de grava revelando tres pequeños patrones de zapatos que se transformaron en huellas de lobo una vez que se asentaron.
Waverly observó la escena a su alrededor, tratando de localizar un paisaje o una figura para dibujar. Abrió su cuaderno de bocetos y hojeó las páginas que contenían el mismo par de ojos, uno negro y otro azul. Aunque los dibujaba en diferentes estilos, era fácil para cualquiera que mirara decir que era el mismo. Sin embargo, ese día estaba decidida a empezar algo nuevo.
Puso el lápiz sobre el papel y comenzó a trazar ligeramente una nueva línea. Su mente volvió a pensar en la noche que le esperaba. Cada año, el Lobo Carmesí elegía una manada que seleccionaría una candidata para el sacrificio anual.
En el momento en que una manada es elegida, tiene un descanso de 4 años antes de ser nominada de nuevo para asegurar que cada manada de la zona proporcione una ofrenda.
La última vez que la manada Lycan fue nominada, fue 3 años atrás. Según las estadísticas, tendrían otro año antes de tener que elegir otro sacrificio. Entonces, ¿por qué la mano de Waverly estaba temblando ligeramente?
Bajó la vista a su dibujo para darse cuenta de que estaba dibujando el ojo una vez más.
—¡Waverly! ¡Ahí estás!
Waverly se liberó de sus pensamientos. Dejó el lápiz entre dos páginas y cerró el cuaderno. Levantó la vista para ver a una morena de pequeñas dimensiones que corría hacia ella, con el sol que se desvanecía resaltando partes de rubio en su cabello.
La joven se desplomó a mitad de camino, con las manos en las rodillas.
—Acabo de recorrer todo el pueblo buscándote, pero Peter dijo que estarías en tu casa, y cuando llegué, tu mamá, digo, la Luna, dijo que estabas con tu hermana, y luego cuando no estabas con Isadore...
—Wau, wau, Reina, relájate. Me encontraste. ¿Qué pasa?
Reina tomó aire y se enderezó. Sus ojos eran increíblemente grandes para una niña de diez años, pero a Waverly le recordaba tanto a Isadore a esa edad que no pudo evitar sonreír.
—Chicos.
Waverly soltó una pequeña carcajada y rápidamente se cubrió la mano en la boca, tosiendo para disimular la risita que se le había escapado.
—Chicos, ¿eh?
—¡Sí! —Reina se colocó en la roca junto a Waverly, obligándola a moverse. Luego siguió—: Son tan...
—¿Frustrantes?
—Más bien... exasperantes. Esperan que te mantengas alejada mientras se van con los demás y luego, cuando vuelven, quieren jugar y actuar como si no te hubieran dejado atrás. No es justo —se quejó. Los ojos de Reina se posaron en el suelo mientras pateaba la hierba bajo su zapato—. Yo también quiero correr.
—¿Se trata de Bryce? —preguntó Waverly, siguiendo su mirada.
La mirada de Reina se levantó inmediatamente y su rostro se puso tan rojo como el cielo poniente.
—¿Bryce? No, cómo crees...
—Hmmm... pues estoy de acuerdo, es guapo. Todo un joven beta en formación.
Los ojos de Reina se iluminaron cuando exclamó: —¡Sí! Es tan rápido y su rastreo es tán rápido, es realmente... —exclamó, deteniéndose una vez que captó los ojos grises oscuros de Waverly. Luego preguntó—: Waverly... ¿Cómo sabes cuando has encontrado a tu pareja?
De pronto se hizo el silencio entre las dos hembras, con solo el sonido del viento y las voces lejanas de otros miembros de la manada de licántropos en sus casas.
—No lo sé —respondió Waverly, con sinceridad—. Todavía no he conocido a la mía.
Reina abrió los ojos mientras preguntaba: —¿De verdad? Pensé que a tu edad se suponía que estaría hecho...
Waverly se rió plenamente mientras decía: —¿Cuántos años crees que tengo?
Reina se encogió de hombros, pero no contestó.
Waverly sonrió a la chica que estaba a su lado.
—Sucede en diferentes momentos y es diferente para cada lobo. Pero por lo que he oído, se necesita un tiempo para saber que la persona es realmente tu pareja. Cuando sucede, sientes una repentina conexión con ellos y al instante hueles tu aroma favorito. Entonces, simplemente hace clic.
—¿Sabes cuál es mi olor favorito?
Waverly fingió pensar por un momento y luego negó con la cabeza.
—Burritos.
Tanto Waverly como Reina se rieron antes de que la segunda hiciera una pausa. Una silueta alta y delgada trotaba por el camino. Llevaba un objeto en la mano y al acercarse, la primera lo reconoció de inmediato.
—Te juro por Lycan, Finn, que si esto es por la elección de la ropa de Isadore otra vez, no tengo ni idea de qué...
—No se trata de eso.
Waverly lo miró a los ojos color avellana y se calló al darse cuenta de la seriedad con la que se mostraba su normalmente egoísta hermano mayor.
—Se trata del sacrificio.
Le entregó a Waverly el trozo de papel que ella había visto antes. Sus ojos escudriñaron las palabras delicadamente escritas que estaban colocadas bajo el estandarte del emblema de los Sombra Carmesí.
«Hemos sido elegidos».