Chapter 8 - 7

Lysandra se encontraba frente a un enorme mapa extendido sobre una mesa de piedra en el Santuario del Alma. Con un brillo inusitado en sus ojos castaños, se inclinó sobre él mientras sus dedos delineaban los contornos de lo que alguna vez fue el majestuoso Reino de Pyrathos.

— Esto es increíble —comenzó Lysandra, su voz resonando con una mezcla de emoción y autoridad.— El Reino de Pyrathos fue una de las joyas más resplandecientes de Atheria. Un lugar donde la tierra misma ardía con una fuerza imparable y donde el fuego no solo era una fuente de destrucción, sino también de creación y poder absoluto.

Heizou y Tenshi se mantuvieron en silencio, observando y escuchando cada palabra con una atención casi reverencial. Sabían que Lysandra era una investigadora de primer nivel, y que lo que estaba a punto de revelarles podría significar la diferencia entre la victoria y el desastre.

Lysandra continuó, señalando un punto en el mapa que representaba una cadena de montañas volcánicas.— Pyrathos es un reino hecho de extremos: tierras volcánicas donde la roca fundida fluye como ríos y desiertos ardientes donde el calor es tan intenso que puede derretir la carne de los huesos. Estas condiciones extremas forjaron una sociedad donde solo los más fuertes sobrevivían. Los guerreros de Pyrathos eran legendarios, conocidos por su dominio del fuego, capaz de esculpir la lava con sus manos y controlar las llamas con su voluntad. Eran magos y soldados, y juntos, crearon un imperio construido sobre el poder del fuego.

La investigadora hizo una pausa, tomando aire antes de sumergirse en la historia más oscura de Pyrathos.— Sin embargo, esa misma fuerza que los hizo poderosos fue también su perdición. La obsesión por obtener más poder, por dominar el fuego en todas sus formas, llevó a los líderes de Pyrathos a buscar los secretos más oscuros de las Almas Primigenias. Fue el primer reino en sucumbir a la corrupción. Sus habitantes se volvieron insaciables, deseando más poder sin considerar el costo. Las Almas Primigenias, seres de pura esencia de fuego, devoraron la voluntad de su gente, transformándolos en abominaciones de su antigua gloria.

Heizou intercambió una mirada con Tenshi, ambos asimilando la gravedad de la situación. Lysandra, notando su preocupación, se apresuró a continuar.— El Reino de Pyrathos está ahora gobernado por uno de estos monstruos, una sombra retorcida de lo que alguna vez fue un gran rey: Ignatius el Ardiente.

Su mano se desplazó hacia la representación del centro del reino, donde un enorme volcán marcaba el corazón de Pyrathos.— Ignatius era un monarca temido y respetado. Gobernó con una mano firme, sin permitir que nada ni nadie pusiera en peligro su reino. Pero su deseo de dominar el poder del fuego lo llevó a sumergirse en rituales prohibidos, buscando fusionarse con la esencia misma de las llamas. Lo que no sabía era que el poder que buscaba tenía un precio terrible. La corrupción lo devoró, y ahora es conocido como el Coloso de Pyrathos, un ser que ya no es ni humano ni dragón, sino una amalgama monstruosa de ambos.

Lysandra se enderezó, sus ojos brillando con determinación.— Ignatius es nuestro objetivo. No solo debemos destruirlo para liberar Pyrathos de su reinado de terror, sino también para evitar que su poder caiga en manos de Mer y Arion. Pero no será fácil. El Coloso de Pyrathos no es solo un enemigo formidable; controla el fuego en su forma más pura y destructiva, y ha convertido las tierras de Pyrathos en su fortaleza personal. Llegar a él requerirá no solo fuerza y habilidad, sino también una estrategia precisa.

Tenshi, con su mirada analítica, asintió lentamente.— La corrupción en Pyrathos no solo ha afectado a Ignatius. Toda la tierra parece haber sido alterada. Necesitaremos prepararnos para enfrentarnos no solo a su poder, sino también al mismo entorno que lo protege.

Lysandra sonrió, un gesto lleno de confianza y resolución.— Así es. Pero no estamos solos en esto. Tenemos la fuerza, el conocimiento, y el poder de nuestro lado. Y lo más importante, tenemos la voluntad de vencer, algo que Ignatius perdió hace mucho tiempo.

Lysandra, aún inclinada sobre el mapa, hizo una pausa y levantó la vista hacia Tenshi y Heizou. Su expresión, aunque decidida, se suavizó un poco, consciente de la naturaleza exacta de la misión que les aguardaba.

—Ahora bien —continuó Lysandra, su voz asumiendo un tono más estratégico— quiero que quede claro que el objetivo principal de esta misión no es enfrentarse directamente a las criaturas corruptas que dominan Pyrathos. No estamos aquí para conquistar ni destruir, al menos no todavía. La misión que les encomiendo es de exploración y reconocimiento. Necesitamos obtener información de primera mano sobre el estado actual del reino, identificar puntos clave de interés, y, sobre todo, evaluar el nivel de corrupción y poder de Ignatius y cualquier otra amenaza que pueda haber surgido en la región.

Tenshi y Heizou intercambiaron miradas rápidas, comprendiendo la importancia del trabajo que estaban a punto de realizar. Ellos, siendo los más rápidos y ágiles del grupo, eran los candidatos ideales para esta tarea, capaces de explorar y escapar de cualquier peligro antes de que se convirtiera en una amenaza letal.

Lysandra continuó, señalando diferentes áreas del mapa.— Estas son las rutas que sugiero sigan. El terreno que podrían esperar es traicionero; las tierras volcánicas de Pyrathos están llenas de peligros naturales, como ríos de lava, erupciones inesperadas, y temperaturas extremas. Las criaturas que habitan allí son tan mortales como el entorno mismo, pero su verdadera fortaleza radica en su capacidad de ocultarse hasta el momento adecuado. Sin embargo, confío en que con su velocidad y habilidades podrán sortear estos peligros y regresar con la información que necesitamos.

Heizou, con su habitual calma, asintió.

— Entendido. Nos enfocaremos en recabar toda la información posible y evitar confrontaciones directas. No tiene sentido arriesgar nuestras vidas en enfrentamientos innecesarios si nuestro objetivo principal es la inteligencia.

Tenshi, con una chispa de emoción en sus ojos, sonrió ligeramente. —Será como buscar agujas en un volcán, pero estamos más que preparados para ello.

Lysandra les devolvió la sonrisa, aunque la suya tenía un toque más de preocupación. — Recuerden que lo más importante es regresar con vida y con la información que necesitamos para trazar un plan de ataque más efectivo.

Los dos cazadores asintieron, entendiendo perfectamente la gravedad de la misión. Tenshi se ajustó su cinturón, asegurándose de que todas sus herramientas estuvieran en su lugar, mientras Heizou revisaba los suministros que llevaban. Ambos estaban acostumbrados a moverse rápido y con precisión, y sabían que su éxito dependía tanto de su habilidad para escabullirse como de su capacidad para reaccionar rápidamente ante cualquier amenaza.

Lysandra terminó de señalar en el mapa las rutas sugeridas para Tenshi y Heizou cuando una idea cruzó su mente. Sus ojos se iluminaron con una mezcla de curiosidad y emoción.

—Antes de que se vayan —dijo Lysandra, girándose hacia los cazadores—, hay algo más que podría facilitar su misión. En este Santuario del Alma, hay antiguos enlaces de transporte que conectan con los principales reinos de Atheria. Si funcionan como creo, podrían llevarnos a Pyrathos rápidamente y también traernos de vuelta.

—Entonces, ¿cómo hacemos para usarlo? —preguntó Tenshi, acercándose al pedestal con curiosidad.

Lysandra llevó a Tenshi y a Heizou por un corredor largo y antiguo dentro del Santuario del Alma. La luz de las antorchas iluminaba suavemente las paredes de piedra cubiertas de inscripciones y grabados arcanos. Finalmente, llegaron a una gran sala circular, imponente y solemne. En el centro de la sala, había varios murales de piedra tallados con sumo detalle, cada uno representando a un rey de un reino diferente de Atheria. Los grabados en cada mural emitían un leve resplandor, como si estuvieran esperando ser activados.

—Este es el Salón de los Enlaces —anunció Lysandra con entusiasmo, admirando los murales—. Cada uno de estos representa un enlace de transporte a los diferentes reinos de Atheria. Son obras maestras de la magia antigua, creadas por los guardianes para conectar este santuario con los lugares más importantes del mundo.

Tenshi alzó una ceja, intrigado.

—¿Enlaces de transporte? ¿Cómo funcionan?

Lysandra se acercó a un viejo pedestal de piedra en el centro de la sala, cubierto de símbolos arcanos y runas que apenas brillaban con una luz tenue.

Tenshi y Heizou miraron los murales con fascinación. Uno de ellos representaba a un rey envuelto en llamas, con un manto de magma que caía de sus hombros y se convertía en ríos de lava. Era el mural de Pyrathos.

—Este es el enlace a Pyrathos —señaló Lysandra, acercándose al mural del Rey Ignatius el Ardiente. Las tallas de piedra mostraban al coloso con una expresión imponente, su figura irradiando poder y destrucción.

—Estos enlaces son una forma de teletransporte creada por los antiguos guardianes de Atheria. Utilizaban la energía del alma para conectar diferentes lugares en todo el reino. Sin embargo, han estado inactivos durante siglos, y su uso ha caído en el olvido. Pero creo que con un poco de energía del alma podríamos reactivarlos temporalmente.

Heizou se cruzó de brazos, pensativo.

—¿Estás segura de que podemos usar esto de forma segura? No me gustaría acabar en mitad de un volcán o algo peor.

Lysandra asintió, confiada.

—Es una experiencia nueva para mí también, pero he pasado largos años estudiando los escritos antiguos y las estructuras del Santuario del Alma. Si todo sale bien, podemos transportarnos directamente a Pyrathos y, si es necesario, volver rápidamente.

Heizou tocó suavemente el borde del mural.

—Impresionante. ¿Cómo funcionan exactamente? —preguntó, intrigado.

—Estos murales están vinculados a las almas de los reyes —explicó Lysandra—. Para activar un enlace, necesitamos canalizar una pequeña cantidad de energía del alma en el mural correspondiente. Una vez activado, nos transportará al reino representado. Al regresar, simplemente debemos encontrar el mural correspondiente en el destino.

Tenshi se acercó más al mural de Pyrathos.

—¿Y qué hay de ese portal que Ardent y Licht crearon de la nada? ¿Cómo lograron eso?

Lysandra asintió, intrigada por la misma cuestión.

—Es una buena pregunta. Esos portales improvisados no se explican en ningún texto que haya leído. Tal vez ellos descubrieron un nuevo método o algún tipo de energía que desconocemos. Si pudiéramos entender cómo lo hicieron, podríamos establecer nuevos enlaces a otros lugares estratégicos, lo que sería una gran ventaja en la guerra que se avecina contra Arion y Mer.

Heizou frunció el ceño, pensativo.

—Podríamos preguntarles. Tal vez haya algo que se nos escape.

—Sí, esa es una buena idea —concedió Lysandra—. Pero primero, concentrémonos en activar este enlace a Pyrathos. Necesitamos reunir tanta información como podamos antes de que sea demasiado tarde.

Lysandra comenzó a canalizar su energía del alma hacia el mural de Pyrathos. Sus manos brillaron con una luz dorada, y las tallas del rey Ignatius el Ardiente empezaron a iluminarse con un rojo intenso. Lentamente, el mural se transformó en un portal vibrante, resplandeciente con una energía cálida y poderosa.

—Bien, el portal está abierto —dijo Lysandra, mirando a Tenshi y Heizou—. Tengan cuidado ahí fuera. Recuerden que su misión es explorar y recopilar información. No se arriesguen más de lo necesario.

Tenshi y Heizou asintieron, listos para el desafío.

—Volveremos antes de que te des cuenta —respondió Tenshi con una sonrisa confiada antes de cruzar el umbral del portal, seguido de Heizou.

Mientras observaba cómo sus compañeros desaparecían en el portal, Lysandra no pudo evitar pensar en las posibilidades que se abrirían si lograban descubrir el secreto de los portales improvisados de Ardent y Licht. Su mente estaba llena de teorías y preguntas. Tenía la corazonada de que estos antiguos enlaces de transporte eran solo el comienzo de algo mucho más grande.

Eldrian Lorian se encontraba solo en una de las terrazas del Santuario del Alma, contemplando el vasto horizonte de Atheria que se extendía ante él. El viento soplaba suavemente, agitando su cabello y enfriando el sudor en su frente. Había una mezcla de serenidad y agitación en su semblante, un reflejo de su estado interno. A pesar de estar rodeado de viejos aliados y nuevos amigos, Eldrian no podía evitar sentirse más perdido que nunca.

Su vida como pescador había sido simple y tranquila. Las horas pasadas construyendo su cabaña, aprendiendo a pescar y carpintería, le habían dado una especie de paz y propósito. No tenía recuerdos de quién había sido antes ni de la importancia de su existencia, solo sabía que ese pequeño rincón del mundo era suyo y que, por primera vez en su vida, podía llamar a algo "hogar". Pero ahora, todo eso parecía un sueño lejano, interrumpido bruscamente por la realidad de una guerra en la que ni siquiera recordaba haber luchado.

Apoyó sus manos en la barandilla de piedra y miró al cielo, buscando respuestas en las estrellas que empezaban a aparecer.

—¿Qué se supone que debo hacer ahora? —se preguntó en voz alta, esperando que alguien o algo le ofreciera una respuesta.

La aparición de Lysandra y los demás había sido como un rayo que parte el cielo en dos. De un momento a otro, todo lo que conocía fue destruido por las revelaciones de su pasado, un pasado que, para él, estaba vacío y lleno de sombras. A pesar de haber luchado junto a estos cazadores en la Gran Guerra Primigenia, no sentía ninguna conexión con ellos. Lo que alguna vez fue una hermandad inquebrantable ahora se sentía como una carga que lo arrastraba hacia una nueva guerra sin final a la vista.

Ardent le había contado historias de su heroísmo, de las batallas en las que habían peleado hombro con hombro, de las veces que habían salvado Atheria de la destrucción. Pero para Eldrian, eran solo eso: historias. No podía recordar los rostros, los momentos, ni siquiera los sentimientos de aquellos días. Se sentía como un extraño en su propia vida, un espectador en una obra que no comprendía del todo.

Se dio la vuelta y se apoyó contra la barandilla, cerrando los ojos. Recordó las palabras de Ardent, la insistencia en que se uniera a ellos para enfrentar a Mer y Arion, para proteger a Atheria de una amenaza aún mayor. Sin embargo, el peso de esas palabras se sentía demasiado grande para soportarlo. No tenía ningún deseo de ser un héroe nuevamente, o de luchar en batallas que no podía entender. Lo único que quería era volver a la vida que había construido para sí mismo, una vida simple y sin complicaciones, lejos de la violencia y el caos que ahora lo rodeaban.

Pero sabía que no podía. Era consciente de su responsabilidad, aunque no recordara los detalles. Sabía que, de alguna manera, era responsable del caos que había desencadenado la Gran Guerra Primigenia. Aceptar esta responsabilidad lo llenaba de miedo e incertidumbre, pero también sabía que no había escapatoria. Eldrian entendía que su amnesia no lo exoneraba de las consecuencias de sus acciones pasadas.

Mientras estaba perdido en sus pensamientos, una voz familiar interrumpió su introspección.

—¿Todo bien, Eldrian? —preguntó Selene, acercándose a él con una expresión de preocupación.

Eldrian abrió los ojos y la miró. La sanadora lo había ayudado a recuperarse de sus heridas, pero aún así, él no podía evitar sentirse fuera de lugar.

—Solo... tratando de encontrar mi lugar en todo esto —respondió con honestidad, encogiéndose de hombros—. No recuerdo nada de mi pasado, y ahora todos esperan que luche en esta guerra como si fuera mi deber. Pero yo no... no sé si estoy preparado para eso.

Selene asintió lentamente, entendiendo su dilema.

—Nadie está realmente preparado para la guerra, Eldrian. Incluso aquellos que la han experimentado muchas veces. Pero lo que importa es tu voluntad de proteger lo que es importante para ti. La memoria puede ser un faro que guía, pero también puede ser una carga que pesa. Debes decidir por ti mismo si deseas cargar con el peso de tu pasado o si prefieres seguir adelante como eres ahora.

Eldrian reflexionó sobre sus palabras, sintiendo un destello de comprensión en su interior. Sabía que Selene tenía razón. No podía simplemente huir de la responsabilidad, ni tampoco podía ignorar la conexión que parecía tener con todos estos cazadores. Pero eso no significaba que debía olvidar quién era ahora.

—Gracias, Selene. —Eldrian esbozó una débil sonrisa—. Supongo que encontraré mi camino, de una manera u otra.

Selene le devolvió la sonrisa y colocó una mano reconfortante en su hombro.

—Lo harás, Eldrian. Estoy segura de eso. Y mientras tanto, no estás solo. Estamos todos juntos en esto.

Eldrian asintió, agradecido por el apoyo de Selene. Aunque la incertidumbre todavía llenaba su corazón, también sentía una chispa de esperanza. Tal vez, solo tal vez, había una forma de reconciliar su pasado con su presente, y de encontrar un propósito en medio del caos que lo rodeaba.

Eldrian observó a Selene alejarse, su figura desvaneciéndose lentamente en la penumbra del Santuario del Alma. Cuando ella desapareció de su vista, su mente volvió a sumergirse en la tempestad de pensamientos que lo había atormentado desde su enfrentamiento con Mer.

Ese combate había sido un punto de inflexión en más de un sentido. En medio de la lucha, cuando la situación parecía desesperada y sus fuerzas estaban al borde del colapso, algo oscuro y profundo había despertado dentro de él. Un poder que no sabía que poseía, una sombra que emanaba de su ser y que había alterado el curso de la batalla.

Cerró los ojos, reviviendo el momento en su mente. Recordó el instante exacto cuando sintió que la oscuridad se apoderaba de él, extendiéndose como una marea imparable, consumiendo todo a su alrededor. Había sido como mirar directamente a un abismo sin fondo, un vacío que lo jalaba con una fuerza aterradora y constante. Se sintió ahogarse en su propia energía, atrapado en una lucha interna que le robó el aliento y casi su cordura.

Eldrian frunció el ceño, llevándose una mano al pecho, como si pudiera sentir todavía el peso de esa oscuridad dentro de él. Nunca había experimentado algo así antes. La sensación de un poder tan vasto, tan salvaje, que lo dominaba en lugar de ser dominado por él. Había intentado controlarlo, contenerlo, pero era como tratar de sostener un río desbordado con las manos desnudas. Y en ese momento de desesperación, Mer había intervenido. Con su habilidad de absorber almas, había drenado una parte significativa de ese poder oscuro, evitando que Eldrian perdiera completamente el control.

Para cualquier otro, la intervención de Mer podría haberse visto como un acto de salvación, pero Eldrian no podía permitirse pensar en esos términos. No quería admitir que, de alguna manera, le debía algo a su enemigo. Sin embargo, no podía ignorar la verdad: sin Mer, probablemente habría perdido el control y quién sabe qué destrucción habría causado.

Se alejó de la barandilla y comenzó a caminar lentamente por la terraza, sumido en sus pensamientos. No podía compartir esto con Selene ni con los demás cazadores. Era un conocimiento que debía guardar para sí mismo, al menos por ahora. La idea de que poseía un poder tan peligroso lo llenaba de temor, pero también de una inquietud que no lograba comprender del todo.

—¿Qué soy en realidad? —murmuró, deteniéndose a mitad de camino.

Desde que recuperó la conciencia después de la Gran Guerra Primigenia, había intentado vivir una vida sencilla, alejado de la violencia y del caos que ahora sabía formaban parte de su pasado. Pero ahora, con este nuevo conocimiento, no podía evitar sentirse como una bomba de tiempo. Un ser con un poder latente y sin control que, bajo las circunstancias adecuadas, podría convertirse en una amenaza tanto para sus enemigos como para sus aliados.

Usar ese poder en combate era algo que ni siquiera había considerado. No sabía cómo manifestarlo a voluntad, ni cómo contenerlo si surgía de nuevo. Y, más importante aún, no quería utilizarlo. Sentía que cada vez que esa oscuridad emergía, una parte de él se desvanecía en ese abismo, perdida para siempre.

Era agotador mantener la concentración, luchar contra esa presencia oscura en su interior. Eldrian sabía que tenía que encontrar una manera de entender y controlar este poder antes de que fuera demasiado tarde, antes de que se convirtiera en algo que no pudiera revertir.

Suspiró profundamente, tratando de calmar la tormenta de emociones que lo consumía. Sabía que debía hablar con alguien, pero también sabía que era un riesgo. No podía permitirse mostrar debilidad ni sembrar el miedo en sus compañeros. Pero una cosa era segura: no podía seguir ignorando lo que había descubierto en esa batalla.

Con determinación renovada, Eldrian decidió que buscaría respuestas, incluso si eso significaba enfrentarse a los aspectos más oscuros de su ser. Porque, al final del día, necesitaba saber quién era realmente, y qué papel jugaría en la batalla que se avecinaba.

Eldrian decidió que, si iba a encontrar respuestas sobre la oscuridad que lo atormentaba, la persona más indicada para ayudarlo sería Lysandra. Ella había demostrado ser no solo una aliada confiable sino también una mente aguda y curiosa, con una comprensión profunda de las fuerzas que moldeaban Atheria. Además, como alguien que había experimentado de cerca el poder de Mer y había realizado sus propios experimentos con los cazadores, podría ofrecer una perspectiva única sobre su situación.

Se dirigió hacia la sala donde sabía que Lysandra estaba trabajando, revisando sus notas y mapas para ayudar a Tenshi y Heizou en su misión de reconocimiento. Cuando llegó, la encontró completamente absorta en su labor, con varios pergaminos esparcidos por una mesa de piedra y un par de velas ardiendo que iluminaban suavemente la habitación.

—Lysandra —llamó Eldrian con suavidad.

Ella levantó la vista, sus ojos castaños reflejando una mezcla de curiosidad y concentración.

—Eldrian, ¿qué sucede? —preguntó, dejando su pluma a un lado y girando en su silla para darle su atención completa.

Eldrian cerró la puerta detrás de él y se acercó, sintiendo una mezcla de incomodidad y urgencia. Era difícil para él hablar de algo tan personal y perturbador, pero sabía que debía hacerlo.

—Necesito hablar contigo... sobre algo que ocurrió durante la batalla con Mer —comenzó, eligiendo cuidadosamente sus palabras.

Lysandra asintió, invitándolo a continuar con una expresión tranquila.

—Cuando estábamos luchando, sentí que algo... despertó dentro de mí —continuó Eldrian, mirando sus manos como si pudiera ver los rastros de la oscuridad que había sentido. —Un poder oscuro, una energía que nunca antes había experimentado. Fue como si un abismo se abriera dentro de mí, tratando de consumirlo todo.

Lysandra frunció el ceño, escuchando atentamente mientras Eldrian continuaba describiendo la sensación de ser arrastrado por esa fuerza oscura, el esfuerzo mental y físico que le tomó mantenerla a raya, y cómo Mer, al absorber parte de su poder, evitó que perdiera el control por completo.

—No sabía que poseía algo así —admitió Eldrian—, y usarlo en combate nunca fue mi intención. Pero ahora que sé que está ahí, temo lo que podría pasar si sale a la superficie nuevamente sin que yo esté preparado.

Lysandra se quedó en silencio por un momento, procesando la información. Luego se levantó de su silla, acercándose a Eldrian con un aire de seriedad.

—Entiendo porqué te preocupa esto —dijo lentamente—. Estamos hablando de un poder que podría ser tanto una ventaja como un riesgo mortal, dependiendo de cómo lo manejes. Y si Mer fue capaz de absorber una parte de esa energía, eso significa que es algo tangible, algo que podríamos analizar... y tal vez, con el tiempo, aprender a controlar.

—Pero, ¿cómo? —preguntó Eldrian, su voz reflejando tanto esperanza como incertidumbre—. ¿Cómo entreno algo que no entiendo y que ni siquiera sé cómo activar sin perderme en ese abismo?

Lysandra suspiró, sus ojos llenos de determinación.

—No será fácil, Eldrian. Pero soy una investigadora, una científica. Mi propósito es desentrañar misterios, comprender lo desconocido. Podemos empezar desde lo básico. Quiero que me cuentes todo lo que sentiste en ese momento: las emociones, los pensamientos, cualquier detalle que pueda ayudarnos a entender mejor este poder.

Eldrian asintió, dispuesto a colaborar en lo que fuera necesario. Se sentó frente a Lysandra y comenzó a relatar con detalle cada sensación, cada pensamiento que había tenido cuando la oscuridad se manifestó por primera vez. Habló de la atracción constante hacia ese vacío, de cómo sentía que le arrancaba parte de su ser, y de la lucha interna por mantener su mente y voluntad intactas.

Lysandra escuchó con atención, tomando notas y haciendo preguntas específicas para clarificar ciertos aspectos. Su enfoque y la forma en que formulaba sus preguntas mostraban que no solo estaba tratando de ayudar, sino que también estaba profundamente interesada en entender esta nueva faceta de Eldrian.

—Esto no es solo una conversación —dijo finalmente Lysandra, levantando la vista de sus notas—. Es un análisis preliminar. Si vamos a ayudarte a controlar este poder, necesitaremos más que solo palabras. Tendremos que diseñar un plan de entrenamiento. Experimentar con tus límites, entender qué lo desencadena y cómo mantenerlo bajo control. Pero te advierto, Eldrian, esto no será un juego. Habrá riesgos.

Eldrian asintió, consciente de la seriedad de la situación.

—Lo sé. Pero prefiero enfrentar esos riesgos ahora que esperar hasta que sea demasiado tarde y ese poder me consuma.

Lysandra sonrió levemente, admirando la resolución en los ojos de Eldrian.

—Entonces empezaremos cuanto antes. No podemos permitir que algo tan impredecible se convierta en una amenaza, no solo para ti, sino para todos nosotros. Vamos a descubrir qué es esta oscuridad dentro de ti y cómo puedes usarla sin que te consuma.

Mientras Lysandra y Eldrian conversaban en la pequeña sala iluminada por las velas, una presencia silenciosa escuchaba cada palabra desde la entrada. Ardent había llegado poco después de que Eldrian comenzara a hablar y, por un momento, se quedó observando en silencio, su mente procesando la gravedad de lo que había oído.

Cuando Eldrian mencionó la palabra "riesgos", Ardent decidió que era momento de intervenir. Dio un paso adelante, revelando su presencia. Eldrian y Lysandra se giraron bruscamente, sorprendidos por la repentina aparición de su compañero.

—Ardent, ¿cuánto tiempo llevas ahí? —preguntó Lysandra, tratando de ocultar su sorpresa.

Ardent se cruzó de brazos y sonrió levemente, su típica expresión de confianza brillando en su rostro.

—El tiempo suficiente —respondió—. Suficiente para saber que esto no es algo que deberías manejar solo, Eldrian. Si vas a experimentar con ese poder oscuro, necesitas alguien que esté listo para detenerte si las cosas se salen de control. Y ese alguien seré yo.

Eldrian frunció el ceño, claramente preocupado.

—No quiero ponerte en peligro, Ardent. Este poder... no sé de qué soy capaz, ni siquiera sé si puedo controlarlo.

Ardent hizo un gesto de despreocupación con la mano.

—No seas tan melodramático. —Sonrió de manera traviesa—. No es la primera vez que luchamos el uno contra el otro. Hemos tenido nuestras peleas en el pasado, y te lo diré ahora mismo: eras mucho más fuerte entonces de lo que eres ahora. Si te pierdes en ese poder oscuro, confía en mí, te detendré. He tenido que hacerlo antes, y puedo hacerlo otra vez.

Lysandra miró a Ardent con cierta cautela.

—Ardent, esto no es un entrenamiento normal. Estamos hablando de fuerzas desconocidas que podrían desatar un caos que ni siquiera comprendemos completamente.

Ardent asintió, su rostro adoptando una expresión más seria.

—Lo sé. Pero también sé que Eldrian no es alguien que se rinda fácilmente. Si hay una manera de controlar ese poder, la encontrará. Y yo estaré ahí para asegurarme de que no pierda el control. Si las cosas se ponen difíciles, prefiero estar aquí para ayudar que quedarme fuera sin hacer nada.

Eldrian miró a Ardent, sintiendo una mezcla de alivio y gratitud. Saber que su viejo amigo estaba dispuesto a estar a su lado, incluso en medio de lo desconocido, significaba mucho para él.

—Gracias, Ardent. Realmente lo aprecio.

Ardent sonrió y se acercó, colocando una mano firme en el hombro de Eldrian.

—No hay de qué, amigo. Hemos pasado por muchas cosas juntos. Esto no será diferente. Solo asegúrate de no volverte demasiado loco con ese poder, ¿vale? Porque no me gustaría tener que patearte el trasero más de lo necesario.

Eldrian soltó una pequeña risa, sintiendo que la tensión en su pecho se aliviaba un poco.

—Haré mi mejor esfuerzo.

Lysandra, viendo la determinación en ambos hombres, dejó escapar un suspiro de resignación.

—Supongo que no hay forma de detenerlos, ¿verdad? —dijo con una leve sonrisa.

—No si eso significa proteger a nuestros amigos —respondió Ardent, con una firmeza inquebrantable.

Lysandra asintió. Sabía que la amistad entre Eldrian y Ardent era algo que no podía romperse fácilmente. Si Eldrian iba a enfrentar este nuevo desafío, tendría a su lado a personas que se preocupaban profundamente por él y que harían todo lo posible para asegurarse de que no cayera en la oscuridad.

—Muy bien —dijo finalmente Lysandra—. Entonces comenzaremos lo antes posible. Eldrian, Ardent, prepárense. Este entrenamiento no será fácil, pero juntos, creo que podemos lograrlo.

Eldrian y Ardent asintieron, listos para enfrentar lo que fuera necesario. Sabían que el camino por delante sería difícil, lleno de incertidumbres y peligros. Pero también sabían que lo enfrentarían juntos, como lo habían hecho tantas veces antes. Y con esa determinación, comenzaron a prepararse para el entrenamiento que podría cambiarlo todo.