Chapter 11 - 10

La lucha entre Eldrian Lorian y Ardent Dawnseeker se intensifica con una brutalidad que resulta tan impactante como aterradora. Ambos guerreros, movidos por fuerzas opuestas pero igualmente poderosas, se embisten uno contra el otro con una ferocidad que parece inagotable. Cada impacto entre sus poderes oscurece el aire, haciéndolo vibrar con una energía tan densa que hasta respirar se vuelve difícil. La oscuridad siniestra que emana de Eldrian se enfrenta al resplandor rojo del espíritu ardiente de Ardent, creando una tormenta de energía que destroza los muros a su alrededor y rasga el suelo como si fuera papel.

Hurrem, observando la escena, siente como si fragmentos perdidos de un recuerdo lejano comenzaran a regresar con cada golpe que ellos intercambian. Imágenes fugaces y distorsionadas parpadean en su mente, como si una verdad oculta luchara por salir a la superficie. Dolorosos flashes de memoria aparecen: la silueta de un antiguo dragón ancestral que rugía con ira, la conexión de sus almas forjada en el fragor de una batalla que casi les costó la vida.

Sin embargo, el esfuerzo de recordar es insoportable; un dolor agudo le atraviesa la cabeza, y se tambalea, llevándose las manos a las sienes mientras sus pensamientos se desvanecen en la confusión. Selene, preocupada, se acerca a ella y la sujeta, sus ojos llenos de preocupación. Ella sabe que la corrupción que habita en el cuerpo de Hurrem ha estado afectando sus recuerdos de manera irreversible, y que quizás estos breves destellos sean las últimas migajas de memoria que Hurrem pueda experimentar antes de que la corrupción finalmente la posea por completo.

—No te esfuerces, Hurrem —susurra Selene con voz suave, tratando de calmarla—. La corrupción te ha hecho demasiado daño… no podemos arriesgarnos a que pierdas más de ti misma.

Mientras tanto, Horus observa la batalla con los labios apretados, reconociendo el peligro mortal que la destrucción de estos dos guerreros representa para todos los presentes. Decidido a protegerlos, se concentra, invocando su poder lumínico para formar un campo de fuerza alrededor del grupo, un escudo que brilla intensamente y se extiende sobre Lysandra, Hurrem, Selene, Tenshi, Heizou, y él mismo. La energía del campo de Horus es cálida y constante, un refugio contra el caos desatado de la batalla entre Eldrian y Ardent.

—Este campo resistirá el tiempo suficiente —dice Horus, manteniendo el tono firme—. Pero debemos mantenernos atentos. Si alguno de ellos libera todo su poder, ni siquiera este escudo podrá soportarlo.

La lucha se vuelve aún más feroz; Eldrian, en su estado descontrolado, lanza una descarga de sombras que inunda la habitación, mientras Ardent responde con una embestida ardiente, su espíritu rojo expandiéndose en una onda de poder abrasador que parece desafiar la misma oscuridad. Cada embate hace que el campo de Horus tiemble y parpadee, pero él resiste, manteniendo su concentración y fortaleciendo el escudo con cada segundo que pasa.

En el fondo, mientras Lysandra sigue creando barreras protectoras adicionales, Heizou y Tenshi observan la escena con una mezcla de admiración y miedo, conscientes de que la fuerza que ambos guerreros están desplegando es un reflejo de las almas legendarias que alguna vez fueron.

Pero la pregunta persiste en sus mentes: ¿qué pasará si Eldrian, consumido por su poder oscuro, rompe esa última barrera que le queda de humanidad? ¿Qué será de ellos si ni siquiera Ardent puede contener la fuerza de su amigo?

Tenshi, con expresión grave, se adelanta y, a pesar de la caótica situación, expone la verdad que había estado reteniendo ante el grupo:

—Mer y sus heraldos están cazando las almas de los jefes. Si permitimos que se adelanten y se fortalezcan, no solo superarán a Eldrian y Ardent, sino que podrían lograr algo mucho peor... —Tenshi hace una pausa, el peso de sus palabras cayendo como un balde de agua fría sobre el grupo—. Podrían llegar a tener suficiente poder para intentar resucitar a Nyx.

Lysandra, rápidamente comprendiendo la gravedad del asunto, empieza a trazar un plan aprovechando el descontrol de Eldrian. Su objetivo es canalizar su energía desenfrenada en una acción decisiva que les daría una ventaja inesperada. Sin embargo, el riesgo era enorme; para ello, necesitarían una sincronización absoluta entre todos los presentes.

—Si logramos utilizar el caos de Eldrian, podríamos empujar a ambos hacia uno de los enlaces del Santuario del Alma —Lysandra explica, con determinación—. El jefe más poderoso, al que hasta ahora nadie se ha atrevido a enfrentar.

Horus intervino de inmediato ante la sorpresa.

— ¿Te refieres al Rey de Umbra Noctis? Eso es demasiado atrevido... Incluso para mí.

—Podría ser nuestro recurso definitivo. —replico Lysandra.— Si Eldrian y Ardent logran vencer al rey negro no solo habremos ganado una de las almas más valiosas, sino que podríamos lograr que Eldrian recupere la razón en el proceso. Pero para eso, necesitamos un esfuerzo coordinado.

Lysandra se vuelve hacia Hurrem, quien aún lucha por estabilizar su mente y cuerpo después de los fragmentos de memoria que la atormentaron.

—Hurrem, necesito que conectes los enlaces del Santuario del Alma. —dice Lysandra con firmeza— Forzaremos a Eldrian y Ardent a cruzar el enlace, ¿Crees que puedas hacerlo?

Hurrem, con el rostro aún marcado por el cansancio, asiente, pero sabe que está al límite. Sin embargo, antes de que pueda responder, Selene da un paso adelante, colocando suavemente una mano en su hombro.

—Déjamelo a mí, Hurrem. Este es mi deber también como Guardiana —dice Selene, con una mirada de convicción, ante eso Hurrem baja la cabeza, con un dejo de tristeza y culpa.

—No te disculpes, Hurrem. He estado preparándome para esto. —responde Selene, sin dudar.

Al ver la resolución de Selene, Licht, el joven hijo de Horus, también se adelanta junto a la Guardiana.

—Selene, permitiré que uses mi energía para sostener el enlace. Juntos podremos mantener la conexión con el Santuario.

El silencio momentáneo se ve interrumpido por el estruendo del choque entre Eldrian y Ardent. Lysandra, viendo el peligro, frunce el ceño y rápidamente comienza a idear un plan. Su mirada está fija en la furia oscura de Eldrian, una fuerza desenfrenada que, si bien es peligrosa, también podría convertirse en la clave para conseguir la ventaja.

Lysandra reúne al grupo, sus ojos reflejan la seriedad del momento. Mira a cada uno, asegurándose de captar toda su atención antes de detallar el plan:

—Bien, esto es lo que haremos. Tenshi, Heizou, ustedes serán la clave en esta primera fase. Aprovecharemos la velocidad de ambos para forzar a Eldrian a que los persiga. Su tarea es simple en teoría...

— Pero será extremadamente peligrosa en práctica, ¿No? —Interviene Tenshi a lado de Heizou.

— Lo siento, pero es lo mejor que se me ocurrió. Deben sobrevivir a sus ataques mientras lo llevan hacia los Enlaces del Santuario.

— No hay problema —Heizou sonríe orgulloso mientras le da una palmada a Tenshi.— si se trata de velocidad, ni siquiera Eldrian podrá alcanzarnos.

— Me alegra esa confianza, pero aún así, tengan mucho cuidado. Horus, necesitaré que despliegues escudos de luz para proteger a Tenshi y Heizou de los ataques que no puedan evadir. Sé que esto demandará toda tu habilidad, pero si logras ahorrar energía en cada defensa, tendrás suficiente para la batalla que enfrentaremos más adelante.

Hace una pausa, para que sus palabras se asienten y el peso de la responsabilidad quede claro. Después vuelve la mirada hacia Hurrem, Selene y Licht.

— Gracias por ofrecer tú ayuda Licht... Pero Hurrem... Te necesitaremos tarde o temprano para nuestra propia batalla.

Hurrem asiente, aceptando el desafío con una reflejada expresión de determinación a pesar del dolor que la carcomía en ése momento.

Lysandra continúa, dirigiéndose ahora a Tenshi y Heizou.

—Cuando el enlace esté listo, ustedes dos deberán ejecutar el plan de distracción con toda la rapidez y precisión de la que sean capaces. Será peligroso, porque Ardent desconoce el plan… —hace una pausa, dejando que la preocupación asome un instante en su mirada—, pero confío en su intelecto. Si logra deducir nuestra estrategia, podremos sacarle ventaja a esta situación. O, si encuentran una pequeña brecha para comunicarlo...

Hace una última pausa, asegurándose de que cada uno haya comprendido su rol.

—Tendremos una sola oportunidad. Todos deben estar en perfecta sincronización. La velocidad y la precisión serán nuestra única esperanza de salir de esta vivos… y de tomar las almas antes de que Mer las reclame para Nyx.

Lysandra levanta la vista, su mirada de acero buscando la aprobación del grupo.

—Esto será una acción arriesgada —advierte Lysandra, mirando a cada uno de ellos, especialmente a Tenshi y Heizou—. Pero es nuestra mejor oportunidad. Si todos sincronizamos nuestros movimientos y mantenemos el control de los enlaces, no solo podremos detener a Eldrian, sino que también podremos ganar ventaja sobre Mer.

Tenshi, entendiendo la gravedad de la misión, se alza junto a Heizou, sus miradas cargadas de determinación. Sabían que la tarea era peligrosa, pero no había otra opción. Al igual que todos los demás, estaban dispuestos a darlo todo para impedir el oscuro destino que Mer y sus heraldos planeaban desatar.

Eldrian Lorian y Ardent Dawnseeker estaban frente a frente, apenas conscientes del resto del mundo. La corrupción que embargaba a Eldrian le daba una fuerza descomunal, sus ojos oscuros brillaban con un destello carmesí mientras una energía opresiva surgía a su alrededor. Ardent sabía que no podía contenerlo por mucho tiempo, pero si había alguien capaz de enfrentarlo en esta locura, ese era él.

El choque de metal resonó en el campo de batalla. Ardent paró el golpe con la base de su lanza, pero sintió la tremenda presión que empujaba hacia abajo. Con un gruñido, desvió el ataque, contraatacando con una serie de golpes rápidos y precisos, buscando cualquier abertura en la furia incontrolable de Eldrian.

—¡Vuelve en ti, maldita sea! —gritó Ardent, clavando su lanza en el suelo para bloquear un corte horizontal de Eldrian—. ¿Es esta la forma en la que quieres que te recuerden?

Eldrian soltó una risa oscura, casi animal. En su estado actual, las palabras de Ardent apenas le llegaban, pero algún instinto de desafío se mantenía. Con un rápido movimiento, Eldrian se lanzó hacia adelante, blandiendo su espada en un arco mortal que buscaba atravesar la defensa de Ardent.

CLANG.

Eldrian solo respondió con otro golpe, aún más brutal. La corrupción lo había transformado en una bestia; no había estrategia, solo puro salvajismo. Pero eso mismo lo hacía implacable. Ardent esquivaba cada golpe como podía, su lanza girando y bloqueando, un constante juego de vida o muerte. Sabía que cada golpe de Eldrian iba dirigido a matarlo. Pero algo en su instinto los sincronizaba, moviéndose en un ritmo letal pero preciso.

El choque entre Eldrian Lorian y Ardent Dawnseeker alcanzaba niveles casi inhumanos. La corrupción latente en Eldrian desataba un poder brutal que envolvía sus ataques en una sombra aterradora. Ardent sentía cómo cada golpe debilitaba su resistencia, pero se mantenía firme con su determinación indomable.

— ¡Ya basta Eldrian, déjate de estupideces y contrólate estúpido!— Gritó Ardent eufórico.

Eldrian lo miró, su expresión distorsionada por la furia oscura que lo consumía. Con un movimiento rápido y devastador, lanzó una estocada que Ardent apenas esquivó, sus pies resbalando en el suelo agrietado. Eldrian estaba más allá de las palabras, un ser desprovisto de razón, un guerrero ciego por la corrupción que solo conocía destrucción.

En medio del caótico enfrentamiento unos metros de distancia, Lysandra observaba con mirada calculadora, manteniendo el momento en sus manos, analizando cada paso del combate para el siguiente movimiento. Sin apartar la vista, dio la señal.

—¡Tenshi, Heizou! ¡Es ahora! —gritó

Sin dudar, Tenshi y Heizou avanzaron con agilidad felina, aproximándose desde lados opuestos en un intento de atraer la atención de Eldrian. Tenshi se lanzó al ataque con destreza, provocando a Eldrian con golpes rápidos que desviaban su enfoque de Ardent. Mientras Eldrian giraba, cegado por la nueva amenaza, Heizou se colocó cerca, esperando la oportunidad perfecta.

Eldrian giró con rabia, viendo las figuras de Tenshi y Heizou acercarse. Aprovechando el impulso, lanzó una onda oscura hacia ellos, la corrupción arremolinándose como una tormenta alrededor de su cuerpo.

—¡Vamos, Tenshi! ¡Distráelo y mantente en movimiento! —gritó Heizou mientras ambos evitaban la poderosa embestida de Eldrian, forzándolo a redirigir su atención entre Ardent y ellos.

Tenshi y Heizou se movieron en una coreografía perfecta, sus pasos rápidos y calculados, lanzándose hacia Eldrian con una velocidad cegadora para desviar su atención.

Cuando Tenshi alcanzó a bloquear momentáneamente a Eldrian, Heizou aprovechó el instante. Con un tono firme y directo, alzó la voz para hacerse oír entre el caos del combate.

—¡Ardent! Escucha bien. —dijo Heizou con seriedad, sus palabras cargadas de intención— Vamos a llevar a Eldrian al santuario hacia un portal. Debes ir con él... tienen que enfrentar la peor calamidad de todas.

Ardent lo escucho con sorpresa, y asintió con un brillo en sus ojos, entendiendo el verdadero plan detrás del combate.

— ¡¿El rey de Umbra Noctis?!, ¡¿Están locos?!

— Lysandra cree que hay una oportunidad real. —Exclamó Heizou fon un brillo de determinación en sus ojos.— Eldrian puede volver a la normalidad durante el combate y... Hay mucho en juego ahora, matar al Rey Negro es una de nuestras prioridades, con Eldran así, sólo tú puedes hacerlo.

Ardent no tenía tiempo ni de pensar porque justo después a través del rabillo del ojo observó un destello de luz en el cielo y Tenshi impactandose en el suelo, de inmediato se acercó para evitar que Eldrian lo matará desviando su mortal ataque en el último segundo, justo después Heizou embistió al caballero oscuro.

— !Por favor Ardent!

Lysandra, viendo que Eldrian estaba cerca del enlace del santuario, levantó el brazo, dando la señal definitiva. Selene, con una profunda concentración y canalizando el poder del santuario, comenzó a activar el portal.

—Licht, mantén estable la energía —susurró Selene, su voz casi una oración. La luz del portal comenzó a brillar detrás de Eldrian, formando un vórtice de sombras y energía mística que crecía con intensidad.

Horus y Lysandra permanecían atentos, listos para cubrir cualquier ataque inesperado que Eldrian pudiera desatar en un último intento de escapar. Pero el plan iba según lo previsto: cada uno de ellos, en sincronía perfecta, forzaba a Eldrian hacia el portal sin darle opción de retirada.

Selene, por su parte, se preparaba para ejecutar la técnica más importante de todas. Con Licht a su lado, invocó su energía, dejando que los ecos de los antiguos poderes resonaran dentro de ella.

—Confía en ti, Selene. Todos dependemos de esto —susurró Licht, sus palabras llenas de una fe inquebrantable.

Hurrem, manteniéndose al margen mientras su energía se estabilizaba, observaba con intensidad. A pesar de la situación, una extraña paz llenaba su mirada.

En ese preciso instante, Eldrian giró para atacar a Tenshi y Heizou, aprovechando su velocidad, pero Ardent no desperdició la oportunidad. Con un grito feroz, giró su lanza y se lanzó hacia Eldrian, cortando su guardia por completo.

—¡Es mi turno, amigo! —exclamó Ardent, golpeándolo directamente en el torso, empujándolo hacia atrás.

Pero Eldrian, cegado por la corrupción, no retrocedió. Se abalanzó sobre Ardent, ambos luchando en una maraña de movimientos salvajes, cada ataque bloqueado con precisión.

Tenshi y Heizou, aprovechando la fuerza de sus ataques combinados, empujaron a Eldrian hacia el círculo de luz que Selene había preparado. El manto divino rodeaba a Selene, su poder alcanzando un nivel casi imposible de describir mientras finalizaba la invocación.

Con un último grito, Ardent avanzó hacia Eldrian, usando la lanza para empujarlo hacia la luz oscura del portal.

—Nos vemos en Umbra Noctis, amigo —dijo Ardent, lanzándose tras Eldrian mientras ambos desaparecían en el vórtice.

La energía se dispersó en el aire, y en un instante, ambos se habían desvanecido, dejando el campo de batalla en silencio, con sus aliados observando el portal cerrado. Lysandra observó el espacio donde Eldrian y Ardent se habían desvanecido, su mirada intensa, cargada de una mezcla de preocupación y esperanza.

—Ahora depende de ellos… —murmuró, volviendo su atención a los demás—. Ardent debe soportar lo impensable: no solo luchar contra el Rey Negro, sino proteger a Eldrian. Necesita que ese Rey lo debilite lo suficiente para liberarlo de la corrupción de su poder. —Sus palabras quedaron suspendidas, y sus compañeros asintieron con solemnidad.

Selene dio un paso adelante, inspirando profundamente, su mirada fija en el horizonte como si ya vislumbrara el próximo desafío.

—Bien, entonces, es momento de seguir con el siguiente paso, —dijo, con determinación en la voz—. Nos dirigimos a Zephyria. La Reina Aeria nos espera, y debemos terminar con esta amenaza también.

Licht se colocó junto a Selene, ambos comenzando el proceso de apertura del segundo portal. La energía a su alrededor se concentró en un aura brillante y etérea, formando lentamente un vórtice de viento y energía pura que daba paso al reino de Zephyria. A medida que el portal se consolidaba, un leve viento comenzó a soplar desde su centro, como si Zephyria misma les diera la bienvenida.

Hurrem, aunque aún débil, se enderezó con esfuerzo, asintiendo en señal de que estaba lista para la próxima batalla.

—No se preocupen por mí. —dijo con una media sonrisa, su tono firme aunque su voz aún mostrara signos de cansancio—. La Reina Aeria será mi próxima danza.

Selene le ofreció una mirada de apoyo y comprensión, lista para intervenir en caso de que Hurrem necesitara asistencia.

—Bien, así será. Yo mantendré los escudos, sanaré y les cubriré las espaldas, confíen en que estaré aquí —aseguró Selene, mientras el vórtice alcanzaba su tamaño definitivo—. Horus, prepárate para liderar el ataque, serás nuestra punta de lanza.

Horus apretó su puño y miró a través del portal con determinación.

—Entonces vamos a romperle sus alas a esa reina, —respondió, con una sonrisa feroz. Tenshi y Heizou se posicionaron tras él, listos para respaldarlo.

Lysandra ajustó su postura, observando a sus aliados y formulando su propia estrategia en silencio. Ella, con sus ataques de sangre a distancia, y Licht, con sus habilidades de apoyo mágico, mantendrían presión constante sobre la Reina desde la retaguardia.

—Nosotros mantendremos la ofensiva de largo alcance —dijo Lysandra, dirigiéndose a Licht—. Desde aquí, la agotaremos y mantendremos su enfoque dividido. Si bien la Reina Aeria es poderosa en combate directo, las distracciones podrían debilitarla.

Licht asintió, sus manos cargadas de energía mística que ya chispeaba, preparándose para el enfrentamiento.

—No duden en acercarse si necesitan apoyo mágico. La Reina Aeria no caerá fácilmente, pero juntos podremos superarla, —añadió con voz serena.

Mientras cada uno asumía su papel en esta peligrosa misión, el portal de Zephyria se abría completamente, revelando un reino de cielos abiertos y ventiscas constantes. La tierra flotaba en pequeñas islas y mesetas, y en la distancia se vislumbraba la silueta majestuosa de la Reina Aeria, rodeada de corrientes de viento y poder ancestral.

Aeria tiene una apariencia imponente y etérea, de pie en lo alto como una guerrera celestial que controla el viento y el aire. Su piel es de un tono dorado pálido, con un resplandor suave que la rodea, como si fuera un halo de luz. Su cabello, de un blanco plateado y muy largo, flota continuamente como si estuviera suspendido en el viento. Los ojos de Aeria son de un azul celeste intenso, y reflejan una determinación inquebrantable; parece que pueden ver incluso a través de las tormentas más intensas.

Su armadura es ligera y estilizada, hecha de placas metálicas de color blanco y azul pálido, decoradas con inscripciones de viento y cielos. Los bordes de su armadura brillan tenuemente, casi como si estuvieran hechos de energía pura del viento. Sus hombros están adornados con alas doradas que flotan detrás de ella, simulando plumas que se disuelven en aire cuando se mueve. Estas alas no solo le permiten volar, sino que también son parte de su poder, permitiéndole controlar el aire y las corrientes de viento con una precisión mortal.

Aeria maneja una lanza larga de color blanco y dorado, que al blandirla, puede desatar potentes ráfagas de viento capaces de cortar incluso la roca. Esta lanza es ligera y flexible, permitiéndole maniobras rápidas en el aire. Además, Aeria puede crear torbellinos y escudos de viento a su alrededor, que no solo le permiten esquivar ataques, sino que también los redirige hacia sus oponentes. En su forma más poderosa, se eleva en el aire, desatando una tormenta de vientos cortantes que la rodean como una barrera de cuchillas, convirtiéndola en un torbellino imparable de poder.

Horus avanzó primero, seguido de Tenshi y Heizou, quienes se movían con agilidad, atentos a cualquier ataque sorpresa. Lysandra y Licht permanecieron a una distancia segura, preparados para cubrirlos con ataques a distancia y defensas místicas. Hurrem, manteniendo una vigilancia constante sobre sus movimientos, se adentró en el portal por último, dejando un destello de energía sombría a su paso.

Mientras cruzaban al otro lado, la Reina Aeria los observaba desde su trono aéreo, una expresión de desdén en su rostro.

—¿Creen que podrán desafiarme en mi propio reino? —Su voz resonó como un trueno en el aire, envuelta en una gracia etérea y despiadada—. Zephyria me pertenece, y ningún mortal pisará esta tierra y saldrá con vida.

Horus, con una determinación feroz en su mirada, alzó su arma hacia la Reina.

—Hoy aprenderás que subestimarnos es un error, —respondió con una voz que rebosaba desafío—. ¡Por Atheria!

El combate comenzó. La Reina Aeria desató una tormenta de ráfagas que barrieron con fuerza sobre ellos, tratando de desorientarlos. Selene conjuró un escudo con rapidez, cubriendo a Horus, Tenshi y Heizou mientras Lysandra y Licht respondían con ataques coordinados de magia y sangre, disparando al ritmo de los vientos de Zephyria.

Hurrem, con una mirada decidida, aprovechó cada abertura en la defensa de la Reina, atacando tanto de cerca como a distancia, evaluando cada golpe mientras luchaba por mantener su ritmo. Selene, fiel a su promesa, curaba las heridas que aparecían en sus aliados, manteniendo un flujo constante de energía protectora.

El combate se volvía cada vez más caótico y feroz, pero cada uno de ellos sabía que la victoria era posible si permanecían unidos, con cada ataque como un eco de su voluntad compartida de restaurar la paz en Atheria.