En lo profundo de la cueva oculta que servía como su refugio, Mer se encontraba sentado en una silla tallada en piedra, con sus ojos fijos en un punto indeterminado de la caverna. Su mirada reflejaba una mezcla de frustración y reflexión, mientras repasaba en su mente los acontecimientos recientes. Frente a él, Arion, envuelto en un aura oscura que parecía desbordar poder, esperaba impaciente. La atmósfera estaba cargada de tensión, y el sonido del goteo del agua desde el techo de la cueva era lo único que rompía el silencio incómodo.
—Entonces, Mer, ¿qué es lo que ocurrió? —preguntó Arion finalmente, su voz baja y controlada, pero con un evidente toque de irritación—. Teníamos a Eldrian Lorian acorralado, y, sin embargo, ahora él y Ardent están juntos. ¡No sólo eso, sino que han escapado!
Mer desvió la mirada hacia su compañero, un destello de molestia cruzando por sus ojos dorados. Suspiró profundamente antes de responder.
—Entiendo tu frustración, Arion. Créeme, siento lo mismo. —Mer inclinó la cabeza hacia adelante, sus largos cabellos oscuros cayendo sobre su rostro—. Pero, aunque pudimos haber logrado nuestro objetivo, la situación se complicó. La llegada de tantas personas de la nada no era algo que pudiera predecir. Sabía que Eldrian y Ardent eran importantes, pero no esperaba que su conexión atrajera a tantos aliados.
Arion frunció el ceño, cruzando los brazos con desaprobación.
—¿Y eso es todo? —preguntó con un tono que insinuaba que no estaba dispuesto a aceptar una simple explicación—. ¿Nos retiramos porque llegaron refuerzos? Mer, tú tenías el poder de aplastarlos a todos. Podrías haber terminado con esto de una vez por todas.
Mer cerró los ojos un momento, buscando paciencia antes de explicar su decisión.
—Podría haberlo hecho, sí. Pero el daño que ya había causado a la naturaleza y al entorno era considerable. Las fuerzas que desaté estaban alterando el equilibrio del lugar, y sabes que eso no es algo que tome a la ligera. No quiero convertirme en el mismo tipo de destructor que pretendemos combatir, Arion. Soy un protector de la naturaleza, y continuar con esa lucha habría sido una traición a mis propios principios.
Arion bufó, pero detrás de su desdén, había una comprensión tácita. Sabía que Mer, a pesar de su oscuro poder y su imponente presencia, tenía un profundo respeto por la naturaleza, y que esos valores influenciaban cada una de sus decisiones. Sin embargo, eso no mitigaba del todo su frustración.
—Además, no era sólo una cuestión de poder —continuó Mer—. A pesar de estar arrinconados, ese grupo es impredecible. Hurrem, Selene, Heizou, Tenshi... Todos ellos son guerreros formidables, y combinados con Ardent y Eldrian, podrían haber resultado en algo que ni siquiera yo habría podido controlar sin mayores consecuencias. El riesgo era demasiado alto.
Arion se quedó en silencio, sus ojos analizando a Mer mientras reflexionaba sobre la situación. Finalmente, con un gesto de asentimiento, aceptó la explicación.
—Entonces, ¿cuál es el siguiente paso? —preguntó, su tono volviéndose más práctico—. No podemos permitir que sigan fortaleciéndose. Eldrian y Ardent juntos representan una amenaza mayor que nunca.
Una ligera sonrisa se dibujó en los labios de Mer, su expresión volviéndose más calculadora.
—He pensado en eso —respondió—. En lugar de centrarnos únicamente en ellos, deberíamos aprovechar el poder que aún existe en este mundo. Las almas de los reyes consumidos por la corrupción todavía persisten, deformadas y llenas de poder inconmensurable. No provienen del dragón ancestral que comparten Eldrian y Ardent, pero son fragmentos poderosos de las almas de los dragones antiguos. Si logramos capturar las suficientes, podremos efectuar el ritual sin ningún problema.
Arion entrecerró los ojos, intrigado por la propuesta. La idea de recolectar esas almas resonaba en su mente como una alternativa viable, una que podría incluso superar sus expectativas iniciales.
—Es una estrategia interesante, Mer —dijo Arion con una sonrisa torcida—. Cazar esas almas no solo nos daría el poder necesario, sino que también debilitaría a cualquier posible oposición que pudiera surgir de esos reyes corruptos. Muy bien. Estoy de acuerdo con esta táctica.
Con un movimiento fluido de su mano, Arion materializó pequeños artefactos mágicos, cada uno de ellos brillando con una energía oscura y poderosa. Se los entregó a Mer, quien los tomó con cuidado.
—Estos artefactos —explicó Arion— te permitirán capturar las almas de los reyes una vez los hayas asesinado. Con ellos en nuestro poder, el ritual estará un paso más cerca de completarse.
Mer asintió, guardando los artefactos en su manto.
—Entendido —dijo, su voz firme—. No fallaré en esta misión.
Arion, quien había estado observando a Mer en silencio, asintió con satisfacción.
—Asegúrate de no fallar, Mer. —Sus palabras eran una mezcla de advertencia y confianza—. Si lo haces, el futuro de Atheria estará en nuestras manos.
Mer asintió, su mirada fija en los artefactos, consciente de que el destino del mundo estaba, una vez más, en juego. Y aunque los caminos hacia ese destino estaban llenos de oscuridad, él estaba decidido a recorrerlos hasta el final.
Con un último intercambio de miradas, ambos se separaron, cada uno preparándose para los desafíos que estaban por venir. Porque sabían que la batalla por Atheria estaba lejos de haber terminado, y que el verdadero enfrentamiento apenas comenzaba.
Mientras tanto, en el Santuario del Alma, el grupo de cazadores y guardianas se encontraba en un proceso de recuperación tras el brutal enfrentamiento. El aire dentro del santuario estaba impregnado de una calma tensa, mientras cada uno de los guerreros intentaba asimilar lo ocurrido y prepararse para lo que vendría.
Selene estaba concentrada en curar a Eldrian y Lysandra. Sus manos se movían con gracia sobre las heridas, canalizando una energía sanadora que cerraba las laceraciones y restauraba la vitalidad de ambos. Sin embargo, la expresión en su rostro era de preocupación, especialmente al ver el estado en que se encontraba Lysandra. La sangre que había utilizado en el combate la había dejado peligrosamente débil.
—Tienes una fuerza de voluntad admirable, Lysandra —murmuró Selene mientras trabajaba—, pero debes ser más cuidadosa con tu poder. No puedes proteger a los demás si te destruyes en el proceso.
Lysandra, aún débil, apenas logró esbozar una sonrisa cansada. Sabía que Selene tenía razón, pero también entendía que había hecho lo que era necesario.
—No había otra opción... —susurró Lysandra—. Eldrian no podía caer en manos de Mer.
A pesar de que su energía estaba casi agotada, no dejaba de enfocarse en su tarea.
—Tu alma está herida, Eldrian... —murmuró Selene mientras trabajaba, sus ojos centelleando con una mezcla de preocupación y ternura—. Pero aún hay luz dentro de ti, todavía no todo está perdido.
Eldrian, tumbado sobre el suelo del santuario, sentía el calor de las manos de Selene sobre sus heridas. Aunque no recordaba los detalles de su pasado, una vaga sensación de familiaridad lo rodeaba. Sabía que debía confiar en ella así como en el resto.
A unos metros de distancia, Hurrem estaba recostada, sus ojos cerrados mientras intentaba mantener bajo control la corrupción que amenazaba con consumirla. La oscuridad luchaba por tomar el control, pero ella era poderosa, lo suficiente para resistir. Horus Soret y Licht, su hijo, se acercaron a ella, ofreciéndole su ayuda.
—Hurrem —dijo Horus con un tono amable pero firme—. Permítenos ayudarte a purificar esta oscuridad. Licht y yo tenemos el poder necesario para contenerla, al menos por un tiempo.
Hurrem abrió los ojos, una ligera sonrisa de agradecimiento apareciendo en su rostro.
—Agradezco su oferta, Horus, Licht. —Su voz era suave pero firme—. Aunque puedo controlarlo por ahora, su ayuda sería bienvenida. No podemos permitir que esta corrupción se apodere de mí, no cuando hay tanto en juego.
Mientras tanto, Heizou y Tenshi, tras haberse recuperado lo suficiente, se acercaron a Eldrian con sonrisas de alivio en sus rostros. Había pasado mucho tiempo desde que lo habían visto, y el simple hecho de que estuviera vivo era suficiente para elevar sus espíritus.
—Eldrian, ¡no sabes cuánto nos alegra verte con vida! —exclamó Heizou, su voz llena de emoción—. Aunque no nos recuerdes, hemos estado buscándote durante años. Es un milagro que finalmente te hayamos encontrado.
Eldrian los miró, con confusión reflejada en sus ojos.
—Lo siento... —dijo en voz baja—. No recuerdo nada de lo que me dicen, pero... siento que debo confiar en ustedes. Siento un vínculo, aunque no sé cómo explicarlo.
—Es difícil verlo así —dijo Tenshi en voz baja, sus ojos fijos en Eldrian—. Pero al menos está vivo. Eso es lo que importa ahora.
—Y está entre amigos —añadió Heizou, intentando mantener un tono positivo—. Recuperaremos sus recuerdos. Él es fuerte, lo logrará.
Ardent, quien había estado observando la escena en silencio, finalmente intervino, con una expresión seria en su rostro.
—Heizou, Tenshi, —dijo Ardent—. Ustedes se unieron a Eldrian después de la Gran Guerra Primigenia para enfrentar a Arion y su secta, ¿no es así?
Tenshi asintió solemnemente, mientras sus ojos reflejaban los recuerdos de esa devastadora batalla.
—Así es, Ardent —respondió—. Tras la guerra, Arion y su secta intentaron invocar a una entidad sobrenatural más allá de la comprensión humana, con poderes tan extraordinarios que podrían haber destruido todo lo que conocíamos. Nos unimos a Eldrian para detenerlos, pero... durante esa batalla, Eldrian perdió todos sus recuerdos. Desde entonces, hemos estado buscando en todos los rincones de Atheria, intentando encontrarlo y protegerlo.
Ardent frunció el ceño, claramente molesto consigo mismo por no haber estado allí para su mejor amigo cuando más lo necesitaba. Aunque su odio por Mer y su sed de venganza eran fuertes, sabía que debía mantener la mente fría para enfrentar la situación con sabiduría.
—Desde entonces, hemos estado buscando en todos los rincones de Atheria, intentando encontrarlo y protegerlo —concluyó Tenshi, su voz teñida de dolor por los recuerdos de la batalla y la pérdida de su amigo.
Las palabras de Tenshi y Heizou llamaron la atención de los demás, especialmente de Ardent, quien observaba la interacción en silencio. Había una furia contenida en su pecho, un enfado dirigido tanto hacia sí mismo como hacia la situación. Durante la Gran Guerra Primigenia, había luchado codo a codo con Eldrian, su mejor amigo, su hermano de armas. Y sin embargo, cuando Eldrian más lo necesitó, él no estuvo allí.
Mer era el objetivo de su odio, tanto entonces como ahora, pero Ardent sabía que no podía dejar que la ira nublara su juicio. Su mente debía permanecer fría, calculadora. Eldrian, aunque amnésico, había demostrado ser capaz de manejar situaciones extremas. Ardent confiaba en que podría enfrentar a Arion, pero también era consciente de la amenaza creciente.
Ardent apretó los puños, sintiendo una mezcla de culpa e ira arremolinarse en su interior. Aunque era conocido por su mente estratégica y fría, el conocimiento de que Eldrian había sufrido tanto mientras él no estaba presente le hacía temblar de rabia contenida. Pero se obligó a sí mismo a mantenerse calmado, pues sabía que el odio desenfrenado solo serviría para distraerlo de lo que realmente importaba.
—Mer nos buscó a ambos por una razón —dijo finalmente Ardent, rompiendo su silencio—. No es casualidad que Eldrian y yo estemos en su mira. Temo que Arion y él se hayan unido, quizás con el objetivo de intentar traer a Nyx una vez más.
Sus palabras resonaron en la sala, creando un silencio cargado de tensión. Todos conocían la historia de la Gran Guerra Primigenia, y la posibilidad de que Nyx, una entidad de poder inimaginable, pudiera regresar era una amenaza que no podían ignorar.
—¿Nyx? —preguntó Selene, mientras sus ojos se estrechaban en preocupación—. Pero después de la Gran Guerra, las almas poderosas que Arion pudo capturar se han vuelto escasas. ¿Cómo podrían siquiera intentarlo?
—Justamente por eso —continuó Ardent—. Si quieren tener alguna posibilidad de traer a Nyx, necesitarán reunir un poder inmenso. Y la única forma de hacerlo es capturando las almas de los reyes corruptos. Esas almas son fragmentos poderosos de los antiguos dragones. Si logramos capturarlas antes que ellos, evitaremos que Arion y Mer lleven a cabo su plan.
Eldrian, aunque aún confuso sobre su pasado, sintió un renovado sentido de propósito. No recordaba los detalles, pero algo en su interior le decía que debía estar al lado de Ardent
—Debemos ser cautelosos —dijo Ardent finalmente, su voz grave y controlada—. Mer y Arion están en movimiento, y no podemos subestimarlos. Eldrian, aunque no recuerdes, llevas un gran poder dentro de ti, uno que podría cambiar el curso de esta guerra. Debes estar preparado para enfrentarte a las sombras de tu pasado, porque es probable que las enfrentes de nuevo antes de lo que crees.
Eldrian asintió, sintiendo el peso de las palabras de su amigo, aunque todavía no comprendiera completamente lo que significaban. Sabía que la batalla que se avecinaba no solo sería física, sino también emocional y mental. Algo en su interior le decía que los recuerdos perdidos eran clave para enfrentar la amenaza que se cernía sobre ellos.
Hurrem, quien había estado escuchando en silencio mientras Horus y Licht trabajaban para contener la corrupción en su interior, decidió intervenir.
—Ardent tiene razón —dijo ella, su voz firme a pesar del esfuerzo que hacía para mantener el control—. Mer y Arion no son enemigos ordinarios. Ya han demostrado ser capaces de causar una devastación inmensa, y su objetivo es mucho más ambicioso que simplemente reunir poder. Quieren traer de vuelta a Nyx, una entidad que casi destruyó nuestro mundo una vez. No podemos permitir que eso suceda de nuevo.
Selene, habiendo terminado de sanar a Eldrian y Lysandra, se levantó y se dirigió al centro del grupo, su expresión serena pero decidida.
—Si queremos estar preparados para lo que viene, debemos fortalecernos. —Sus ojos se encontraron con los de Hurrem, y ambas asintieron con comprensión mutua—. Las almas de los reyes corruptos que mencionaste, Ardent... Podemos convertir ese poder en algo que podamos usar, pero será un proceso largo y peligroso. Primero, todos debemos estar en plena forma, tanto física como espiritualmente.
—Selene tiene razón —agregó Heizou, quien, a pesar de su usual jovialidad, mostraba una seriedad inusual en ese momento—. No podemos lanzarnos a esta misión sin estar completamente preparados. La próxima vez que enfrentemos a Mer o a Arion, no podemos permitirnos ninguna debilidad.
Licht, quien hasta ese momento había permanecido en segundo plano, decidió hablar.
—Si logramos purificar las almas corruptas y usarlas para fortalecernos, no solo tendremos una mejor oportunidad de derrotar a Mer y Arion, sino que también podríamos devolver algo de equilibrio a este mundo. —Su voz, tranquila y medida, transmitía una confianza serena—. Pero necesitará tiempo, y todos debemos contribuir con lo que podamos.
Eldrian miró a su alrededor, observando los rostros de aquellos que lo rodeaban. Aunque no recordaba la mayoría de ellos, sentía una conexión profunda con todos. Algo en su interior le decía que debía confiar en ellos, que juntos podrían superar cualquier obstáculo.
—Confío en ustedes —dijo finalmente Eldrian, sus palabras llenas de determinación—. Aunque no recuerde, sé que somos más fuertes juntos. Vamos a recuperar esas almas y a prepararnos para lo que viene. No dejaremos que Mer y Arion destruyan lo que tanto hemos protegido.
Ardent asintió, satisfecho con la resolución en la voz de su amigo.
—Así será —dijo, su mirada fija en Eldrian—. Pero primero, recuperémonos. Selene, Hurrem, cuiden de todos. Heizou, Tenshi, ayuden con lo que puedan. Y Eldrian... recuérdate a ti mismo que no estás solo. Lo que sea que venga, lo enfrentaremos juntos.
El grupo asintió en acuerdo, reconociendo la urgencia de la situación. Sin embargo, antes de que pudieran actuar, necesitaban recuperarse por completo. Pero la decisión estaba tomada. No solo lucharían por sobrevivir, sino que tomarían la iniciativa para enfrentarse a la amenaza que se cernía sobre Atheria.
Con esas palabras, el grupo se dispersó para descansar y recuperar fuerzas, sabiendo que la verdadera batalla aún estaba por delante. Mientras tanto, en lo más profundo del santuario, Ardent miraba hacia el horizonte, su mente ya planeando los próximos pasos en su estrategia.
Horus Soret, con su usual porte elegante, aplaudió con entusiasmo el liderazgo que Ardent había demostrado.
—Impresionante, Ardent. Tu capacidad para mantener la calma bajo presión y guiar a este grupo es verdaderamente admirable. —Horus sonrió con esa mezcla característica de respeto y humor que lo definía—. Siempre supe que tenías madera de líder.
Ardent, con su mirada fría y distante, rechazó tajantemente los elogios.
—No es momento para bromas, Horus. Tenemos un enemigo poderoso y peligrosos desafíos por delante. No necesito alabanzas, necesito que todos estemos enfocados en la misión —respondió con firmeza, manteniendo su habitual tono serio.
Pero Horus, lejos de ofenderse, dejó escapar una pequeña risa antes de continuar.
—Ah, Ardent, siempre tan severo. Pero es precisamente esa actitud lo que te hace ser quien eres. —A pesar de la seriedad de Ardent, Horus continuó con su tono juguetón, como si disfrutara de ver la reacción de su compañero.
Después de un momento, Horus dejó de lado las bromas y se acercó a Eldrian Lorian, su sonrisa aún presente, pero con una mirada más profunda, analítica.
—Ahora entiendo por qué sentí una conexión tan fuerte en Ardent... Todo proviene de ti, Eldrian. Eres la clave para todo esto, incluso si aún no lo recuerdas completamente. —Las palabras de Horus eran amables, pero llevaban un peso significativo.
Eldrian, todavía adaptándose a las revelaciones recientes, asintió ligeramente, sin poder esconder su confusión mezclada con un sentido de responsabilidad que comenzaba a despertar en su interior.
Horus, notando la tensión en Eldrian, decidió cambiar de tema para aliviar la situación.
—Dejaré que te recuperes, Eldrian. —Horus volvió su mirada hacia Heizou y Tenshi, quienes se habían acercado, atentos a la conversación—. Necesito que ambos reúnan información sobre los reinos cercanos. Debemos saber a qué nos enfrentaremos cuando comencemos la caza de las almas de los reyes corruptos.
—Entendido —respondió Heizou con su acostumbrado tono ligero, aunque su seriedad era evidente—. Nos aseguraremos de obtener toda la información que podamos.
Tenshi asintió, su expresión tranquila pero decidida.
Antes de que pudieran partir, Lysandra, aún débil y apenas recuperándose, se levantó con esfuerzo desde donde había estado reposando.
—Yo... puedo ayudar —dijo con una voz suave pero firme. Sus ojos brillaban con determinación a pesar de su estado debilitado—. Aunque no pueda acompañarlos en el campo, tengo conocimientos que podrían serles útiles. Conozco la geografía, la historia y los símbolos antiguos que podrían encontrar en su búsqueda.
Heizou y Tenshi intercambiaron miradas y asintieron, reconociendo la valiosa ayuda que Lysandra podía ofrecer.
—Perfecto, Lysandra —respondió Tenshi con una sonrisa suave—. Podemos planificar nuestras misiones de reconocimiento con tu ayuda. Tu conocimiento podría hacer una gran diferencia.
Heizou, siempre el optimista, añadió:
—Con tu inteligencia y nuestra habilidad para movernos por el terreno, formaremos un equipo formidable. No te preocupes por el estado de tu cuerpo, Lysandra. Solo asegúrate de cuidar de ti misma mientras trabajamos en esto.
Lysandra sonrió, sintiéndose aliviada de poder contribuir a pesar de sus limitaciones actuales.
—Gracias, de verdad. Haré todo lo posible para asegurarme de que tengan la información que necesitan. —Aún con esfuerzo, su voz transmitía un genuino sentido de responsabilidad.
Con el plan trazado, Heizou y Tenshi comenzaron a discutir los detalles con Lysandra, preparándose para las misiones de reconocimiento que estaban por venir. Mientras tanto, Horus se despidió del grupo principal, su mente ya anticipando los desafíos futuros.
—Nos reuniremos de nuevo pronto. —Horus asintió hacia Ardent y Eldrian—. Cuando lo hagamos, estaremos un paso más cerca de asegurarnos de que Atheria no caiga en la oscuridad.
El grupo se dispersó para llevar a cabo sus respectivas tareas, dejando a Ardent y Eldrian en una especie de silencio reflexivo. Eldrian sabía que, aunque tenía el apoyo de todos, la batalla más difícil sería contra las sombras de su propio pasado y los misterios que lo rodeaban. Por su parte, Ardent permanecía enfocado, su mente ya planeando los próximos movimientos, sabiendo que el tiempo era un lujo que no podían permitirse desperdiciar.
Las piezas del tablero comenzaban a moverse, y la verdadera prueba de su fuerza y determinación estaba aún por venir.
Con la sala ahora tranquila y el resto del grupo ocupado en sus propias tareas, Ardent se permitió relajar un poco su postura. Había esperado tanto tiempo para este momento, pero ahora que estaba frente a Eldrian, no sabía por dónde comenzar. Sin embargo, las preguntas comenzaron a brotar casi de inmediato.
—Eldrian, han pasado tantos años... —Ardent dijo, su voz grave, pero con un tinte de vulnerabilidad—. Creí que habías muerto. No te imaginas lo que fue para mí no poder sentirte todo este tiempo. Necesito saber, ¿qué ha sido de ti? ¿Qué has estado haciendo con tu vida?
Eldrian, aunque acostumbrado a su amnesia, entendía la magnitud de las preguntas de Ardent. Sus recuerdos aún eran fragmentados, pero empezó a contarle lo que recordaba claramente.
—Desperté entre escombros... —comenzó, su voz baja mientras revivía esos primeros momentos de confusión—. No sabía quién era ni cómo había llegado allí. Todo a mi alrededor eran ruinas, como si una gran batalla hubiese tenido lugar. Al principio, no tenía más que la ropa que llevaba puesta y la extraña sensación de que algo muy importante me había sido arrebatado.
Eldrian hizo una pausa, buscando en su memoria los detalles.
—Después de eso, comencé a vagar. Encontré varios pueblos en mi camino, y para mi sorpresa, la gente me trataba con una reverencia que no entendía. Decían que mis hazañas, aunque desconocidas para mí, eran motivo de respeto. Hablaban de la Gran Guerra Primigenia y de cómo los cazadores, como tú, Ardent, habían salvado al mundo. Pero yo no recordaba nada.
Ardent lo escuchaba en silencio, sintiendo una mezcla de tristeza y alivio. Eldrian continuó.
—Pasé mucho tiempo intentando entender mi lugar en todo esto. En uno de esos pueblos, un carpintero me enseñó su oficio. Luego, un herrero hizo lo mismo. Fueron pacientes conmigo, incluso cuando se dieron cuenta de que era un aprendiz lento. Construí una cabaña junto a un lago, un lugar tranquilo donde podía intentar reunir mis pensamientos. También construí un muelle para pescar, aunque nunca fui muy bueno en ello. —Eldrian sonrió levemente, como si se burlara de sí mismo.
Ardent, quien había estado en silencio hasta ese momento, preguntó con una mezcla de curiosidad y cautela:
—Y Lysandra... ¿ella es tu novia?
Eldrian negó rápidamente, aclarando con sinceridad:
—No, no lo es. Lysandra fue la primera persona en encontrarme después de que desperté. Estaba tan desorientado que no sé cómo habría sobrevivido sin su ayuda. Si no fuera por ella, estoy seguro de que mi alma estaría ahora en posesión de Arion. Lysandra es una investigadora brillante, con un gran sentido del deber. Es ella quien me ayudó a comenzar a entender quién soy, o al menos quién era antes de perder la memoria.
La franqueza de Eldrian le dejó claro a Ardent que su amigo había pasado por mucho, pero aún quedaban muchas preguntas sin respuesta.
—¿Y tú, Ardent? —preguntó Eldrian, interesado en saber más—. ¿Qué ha sido de tu vida durante todo este tiempo? ¿Qué pasó después de que me perdí?
Ardent miró a Eldrian, su expresión se suavizó ligeramente al recordar los días antes de la amnesia de Eldrian.
—Antes de todo esto... tú y yo éramos inseparables. —Ardent comenzó, su tono más íntimo, como si hablara de recuerdos preciados—. Nos conocimos durante uno de esos duelos absurdos que ambos pensábamos que podíamos ganar. Eras un oponente formidable, y no me malinterpretes, yo también lo era. Luchábamos constantemente, pero nunca con odio. Creo que ambos sabíamos que había algo más grande que nosotros.
Ardent hizo una pausa, una ligera sonrisa asomándose mientras recordaba esos días.
—Cuando la Gran Guerra Primigenia comenzó, no tuvimos otra opción que unirnos. Ese conflicto nos forzó a luchar lado a lado, y fue entonces cuando descubrimos lo bien que podíamos complementarnos. Las batallas fueron duras, y nos enfrentamos a enemigos que nunca pensé que existieran. Pero, a pesar de todo, desarrollamos una hermandad inquebrantable. No éramos solo compañeros de batalla, éramos hermanos.
Eldrian lo escuchaba con atención, sintiendo un profundo respeto por ese vínculo que ahora comenzaba a recordar en retazos.
—Cuando desapareciste... —continuó Ardent, su voz oscureciéndose por el dolor del recuerdo—, fue como perder una parte de mí mismo. Te busqué, Eldrian, durante años. Me enfrenté a todo tipo de peligros, siempre con la esperanza de que estuvieras vivo. Pero, al final, perdí la conexión que teníamos. Creí que habías muerto, y la desesperanza comenzó a asentarse en mi corazón.
Eldrian, aún procesando la magnitud de lo que Ardent le contaba, sintió una punzada de dolor por haber hecho pasar a su amigo por tal sufrimiento, aunque sin poder evitarlo.
Eldrian asintió, sintiendo por primera vez desde que había despertado, una verdadera conexión con alguien. Las piezas de su vida pasada comenzaban a encajar, y aunque quedaban muchos vacíos, sabía que no estaba solo en su lucha. Así que decidió ser honesto, tomó un profundo respiro, preparándose para aclarar una de las partes más importantes de su historia.
—Ardent, hay algo que debo admitir sobre Lysandra —comenzó, mirando a su amigo con seriedad—. Ella no me encontró al principio, como mencioné antes. De hecho, cuando apareció en mi vida, ya tenía mi cabaña junto al lago y había establecido una especie de rutina. Fue mucho tiempo después de mi despertar, cuando ya me había adaptado a esa nueva vida, que ella apareció.
Ardent frunció el ceño, curioso por esta nueva información.
—¿Entonces, cómo la conociste? —preguntó, interesado en saber cómo esa mujer había llegado a formar parte de la vida de Eldrian.
Eldrian sonrió levemente, recordando su primer encuentro con Lysandra.
—Lysandra llegó a mi vida como una investigadora, buscando respuestas sobre lo que había sucedido durante la Gran Guerra Primigenia. Su enfoque, en particular, era la capacidad de resurrección de los Cazadores. Hasta entonces, ella creía que era solo un mito. Estaba convencida de que, de alguna manera, habíamos adquirido la capacidad de regresar de la muerte, y quería probarlo.
Ardent lo miró con un destello de sorpresa en los ojos, aunque rápidamente entendió el punto al que Eldrian se dirigía.
—¿Y lo logró? —Ardent preguntó, una sombra de preocupación en su voz.
Eldrian asintió, pero con un toque de humor en su expresión.
—Lo hizo. Ella fue quien me contó quién era yo en realidad, un Cazador de la Gran Guerra Primigenia. Y fue también quien me explicó que, en teoría, mientras nuestra voluntad de vivir fuera fuerte, podríamos volver a la vida, sin importar cuántas veces muriéramos. —Eldrian rió suavemente, como si recordara algo gracioso—. De hecho, Lysandra decidió probar su teoría... conmigo como sujeto de prueba.
Ardent lo miró con incredulidad.
—¿Qué? —fue todo lo que logró decir antes de que Eldrian continuara.
—Sí, bueno, básicamente, me mató en un experimento. —Eldrian se encogió de hombros, aún riendo—. Y su teoría se confirmó. Volví a la vida, tal como ella había predicho.
Ardent se quedó en silencio por un momento, procesando lo que acababa de escuchar. Sin previo aviso, lanzó un golpe ligero, pero firme, al hombro de Eldrian.
—¡¿En qué demonios estabas pensando, imbécil?! —Ardent exclamó, aunque había una mezcla de alivio y gratitud en su tono—. Debería partirte la cara por dejarte matar de esa manera.
Eldrian se frotó el hombro, sonriendo ante la reacción de su amigo.
—Lo sé, lo sé. Es por esto que no quería decirte en priner lugar, de todos modos no fue una decisión fácil para ninguno de los dos. Lysandra estaba desesperada por encontrar respuestas, y yo... bueno, supongo que parte de mí quería saber si lo que decía era cierto. No fue una experiencia que quisiera repetir, pero ahora sabemos que ninguno de nosotros aquí presente puede morir del todo... a menos que perdamos toda esperanza. Y eso es lo que realmente me preocupa.
Ardent se quedó en silencio, reflexionando sobre las palabras de Eldrian. Sabía muy bien lo que significaba la pérdida de esperanza. Había visto lo que la corrupción hacía a aquellos que sucumbían a la desesperación, transformándolos en monstruos incontrolables.
—Agradezco a Lysandra por haberte encontrado y traído de vuelta, incluso si sus métodos fueron... cuestionables. —Ardent bromeó ligeramente, pero su gratitud era genuina—. Estoy agradecido de que estés vivo, Eldrian. Y no importa lo que venga, enfrentaremos esto juntos, como lo hicimos antes.