Chapter 2 - 1

El sol poniente pintaba el cielo de tonos cálidos mientras Lysandra Ravenhart, la excéntrica cazadora, se adentraba en el bosque frondoso de Atheria. Ella es una figura que desafía las convenciones, su apariencia única destila un encanto rebosante de misterio y energía vibrante. Su melena castaña, siempre recogida en un desordenado moño, parece desafiar la gravedad misma. Rebeldes mechones se escapan con un aire de independencia, dándole un aspecto salvaje y decidido. Sobre su nariz descansa un par de gafas anticuadas con monturas de metal gastadas por el tiempo. No son solo un accesorio, sino testigos silenciosos de su búsqueda incansable de conocimiento. A pesar de su antigüedad, las gafas le otorgan un aire de sabiduría y enigma. Lysandra viste con ropajes caprichosos y prácticos. Ataviada con una chaqueta de cuero gastado, adornada con parches y símbolos místicos, su estilo refleja su espíritu aventurero. Pantalones resistentes y botas desgastadas revelan a una cazadora lista para enfrentarse a cualquier desafío. Adornos mágicos y amuletos se entrelazan en su atuendo, emanando un resplandor sutil de energía mística. Su apariencia no solo refleja su estilo individual, sino también su profundo vínculo con las fuerzas ocultas que rodean Atheria.

 

 En conjunto, la apariencia de Lysandra Ravenhart no solo es un reflejo de su personalidad excéntrica, sino también un testimonio de su inquebrantable determinación por desvelar los misterios enterrados en las sombras de este mundo mágico. Su mente bullía con la anticipación de un encuentro esperado, sus pasos resonando entre los árboles centenarios. Entre las sombras danzantes, Lysandra vislumbró la figura de un guerrero, Eldrian, un cazador que había oído hablar, un hombre con amnesia, despojado de los recuerdos de sus vidas pasadas. Con sus oídos ávidos de historias místicas y proezas guerreras, había escuchado relatos cautivadores sobre Eldrian Lorian, el guerrero marcado por la amnesia pero cuyo nombre resonaba en los ecos de Atheria.

 

 Se decía que Eldrian lideró la defensa de la ciudad de Isendel contra una horda de bestias corrompidas. Su habilidad táctica y valentía en la batalla se convirtieron en leyendas que se contaban alrededor de las fogatas en todo Atheria. También que había atravesado el temido Bosque de Sombras, un lugar envuelto en misterio y peligro. Se rumoreaba que enfrentó criaturas oscuras y emergió ileso, sus habilidades como cazador de almas quedando grabadas en la memoria de aquellos que lo vieron partir.

 Vaeloria, una aldea asediada por bestias corruptas, encontró un inesperado salvador en Eldrian. Se relataba cómo, sin titubear, se lanzó al rescate, protegiendo a los aldeanos y purificando las tierras infestadas. Entre las historias más impresionantes, se contaba que incluso desafió al temible Dragón de Fuego en las Montañas Ardientes. Su duelo épico contra la bestia alada se había vuelto una leyenda, donde la espada de Eldrian había cortado el cielo mismo.

 En la penumbra del bosque, donde los rayos dorados del sol titilaban entre las hojas, Lyssandra Ravenhart observó por primera vez a Eldrian Lorian. Un silencio sobrecogedor se apoderó del claro, apenas roto por el susurro de las hojas danzantes.

 Ante ella, un guerrero con una presencia majestuosa se erigía. Eldrian, envuelto en una armadura de cuero negro que resaltaba su pálida piel, proyectaba una combinación de fuerza y melancolía. La luz jugueteaba en los mechones rebeldes de su cabello negro, y sus ojos grises parecían perdidos en un horizonte invisible.

 Lyssandra, la cazadora excéntrica, sintió un escalofrío de anticipación mientras sus ojos se encontraron con los de Eldrian. La mirada del guerrero, con ese toque de distancia, la intrigó profundamente. Como una exploradora de secretos mágicos, sabía que detrás de esa mirada yacía una historia tan compleja como el tejido mismo de Atheria.

 Lyssandra, conocedora de las leyendas que envolvían a Eldrian, sintió el peso que él llevaba sobre sus hombros. La carga de alguien que había enfrentado bestias y desafiado la oscuridad no pasaba desapercibida para ella. El misterio en torno a su memoria perdida y la aparente búsqueda perpetua en sus ojos grises la intrigaron y, al mismo tiempo, la inquietaron.

 Esa preocupación, nacida de la empatía que caracterizaba a Lyssandra, comenzó a tejerse en su ser excéntrico. No solo veía a Eldrian como un candidato para su experimento, sino como un alma con un pasado indescifrable y una mirada que buscaba algo más allá de lo tangible.

 

—¡Eldrian! —exclamó Lysandra con entusiasmo—. ¡He buscado por toda Atheria a alguien como tú!

 

 Eldrian se volvió, su mirada profunda oculta tras el yelmo. La presencia de Lysandra no le resultaba completamente desconocida, pero sus recuerdos flotaban como sombras elusivas.

 

—¿Quién eres? —inquirió, su tono de voz firme, a pesar de la incertidumbre que yacía en sus ojos.

 

—Soy Lysandra Ravenhart, cazadora y exploradora de secretos mágicos —respondió ella con una sonrisa intrigante—. Tengo una teoría fascinante y necesito tu ayuda.

 

 Intrigado, Eldrian escuchó atentamente mientras Lysandra le explicaba su hipótesis sobre la inmortalidad condicionada, la idea de renacer tras la muerte si la voluntad y el propósito eran lo suficientemente fuertes. A medida que Eldrian escuchaba sus palabras sobre el experimento de inmortalidad, Lyssandra notó una chispa de determinación en sus ojos, pero también detectó la sombra de la duda que danzaba en el fondo de su mirada. La melancolía que la primera impresión le sugirió cobró forma en el aire.

—He estado buscando a alguien con tu tenacidad, Eldrian. ¿Te unirías a mí en un experimento para comprobar esta teoría? —propuso Lysandra, sus ojos brillando con expectación.

— De acuerdo... — Eldrian suspiró, ingenuamente como si esa exhalación despejara sus dudas y el miedo que terminó por superar. Sea lo que sea, ya no habia marcha atrás. — Lo haré por un Dejá Vu. Pero no aquí. Será en mi casa, no está lejos de este sitio.

 Bajo la cúpula de árboles que entrelazaban sus ramas, Eldrian guió a Lyssandra Ravenhart a través del bosque, cada paso resonando con la sinfonía de hojas crujientes bajo sus pies. El susurro del viento y el cantar de pájaros crearon una armonía que acompañaba su camino a través del sendero de apariencia pacífica.

— Eldrian, este bosque es realmente encantador. ¿Cómo llegaste a conocerlo tan bien?

 

— He recorrido estos senderos en innumerables ocasiones. —pronunció el cazador con una sonrisa en los labios, casi con orgullo.— Conozco cada árbol, cada sombra. Es mi refugio y mi hogar. Un lugar así de tranquilo es lo que mi mente necesitaba.

 Llegaron a las orillas de un lago sereno, donde se alzaba una pequeña cabaña de madera, reflejándose en las aguas tranquilas. Anidada en la orilla del lago como un refugio entre los árboles antiguos, emanaba un aura de serenidad y simplicidad. Construida con madera envejecida, las paredes revelaban la huella del tiempo, pero cada grieta y hendidura contaba la historia de los esfuerzos del guerrero por construir un hogar en medio de la incertidumbre. El exterior de la cabaña estaba envuelto en enredaderas que trepaban las paredes, ofreciendo un abrazo verde y natural. El techo a dos aguas se perdía entre las hojas de los altos árboles, filtrando la luz del sol de manera tenue y pintando patrones de sombras danzantes en el suelo. Una pequeña terraza se extendía hacia el lago, con barandillas de madera gastada. Desde aquí, Eldrian podía contemplar la superficie serena del agua, donde los rayos del sol destellaban como gemas en una paleta de colores cambiantes.

 Los alrededores de la cabaña se desplegaban en un paisaje pacífico y tranquilizador. Árboles antiguos se alzaban como guardianes silenciosos, sus hojas filtrando la luz del sol en patrones entrelazados en el suelo. El lago, reflejando el cielo sereno, creaba una imagen de calma que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. La melodía de pájaros que entonaban sus cánticos y el susurro suave del viento componían una sinfonía natural que envolvía la cabaña. Era un rincón donde el tiempo parecía ralentizarse, invitando a la reflexión y la paz interior. Pequeños claros entre los árboles estaban salpicados de flores silvestres, colores vibrantes que contrastaban con la paleta de verdes del bosque. El aroma fresco y floral se mezclaba con la fragancia del musgo y la tierra húmeda.

 En este rincón sereno de Atheria, la cabaña de Eldrian se erguía como un testamento a la capacidad del guerrero para encontrar la belleza en la simplicidad y la paz en medio de la incertidumbre. La naturaleza abrazaba su hogar, tejiendo una conexión etérea entre el guerrero, su morada y el paisaje tranquilo que los rodeaba.

— ¿Construiste esto? Es hermoso.

— Sí, lo hice. Aunque lo que hay alrededor nutre esa belleza de la que hablas. —Eldrian se encogió de hombros mientras guiaba a Lysandra dentro de su refugio.— Después de perder la memoria hace meses, necesitaba un lugar para encontrar paz y respuestas.

 Al abrir la puerta de la cabaña, un suave crujido revelaba el carácter acogedor del hogar de Eldrian. El interior estaba decorado con elementos simples pero significativos: una mesa de madera tallada, estanterías con libros desgastados por el tiempo y una chimenea que daba la bienvenida a la calidez. Las ventanas de la cabaña eran pequeñas, pero sus marcos de madera permitían que la luz natural se filtrara en el interior. Desde el interior, se podían escuchar susurros de la brisa y el murmullo apaciguador del lago, como si las ventanas fueran portales a un mundo donde la paz reinaba. Se adentraron en la cabaña, donde la luz filtrada por las ventanas tejía patrones danzantes en el suelo. Lyssandra observaba con agudo interés, su mente ansiosa por descubrir más.

— Debes tener historias fascinantes, Eldrian. ¿Alguna vez has recordado tu pasado distante?

 

 Eldrian se encogió de hombros, con su mirada perdiéndose en em vacío que yacía delante suyo— Es como un sueño lejano. Imágenes, fragmentos. Luchas y victorias que parecen pertenecer a otro. Pero hay algo en mí que anhela recuperar esas memorias perdidas.

— ¿Hay algo específico que desearías recordar?

 

 Eldrian suspiró derrotado, resignado a ma idea de que verdaderamente podria ser capaz en algún momento de recuperar sus memorias, pero soñar no era mala idea.— Hazañas olvidadas, rostros que se desvanecieron en la niebla de la amnesia. Pero, aquí, en este hogar que construí, encuentro un poco de consuelo.

— Eldrian, la memoria puede ser una red intrincada. ¿Te gustaría explorar la posibilidad de recuperar esas memorias a través del experimento?

 

 Eldrian asintió con una mezcla de esperanza y resignación. Juntos, en la cabaña a orillas del lago, comenzaron a tejer los hilos de una alianza entre la curiosidad de Lyssandra y la búsqueda de respuestas de Eldrian, uniendo sus destinos en el umbral de lo desconocido. La posibilidad de que al hipotéticamente volver de la muerte recuperara sus recuerdos solo lo volvió mas seguro de la decisión de sacrificar su vida en beneficio del conocimiento humano. Asi wue empezó quitándose la armadura y revelando su torso, que sorprendentemente no poseía ninguna cicatriz en lo absoluto. Pese a que sus historias cantadas por bardos y otros aventureros se remontan desde hace por lo menos 30 años era incliso extraño que Eldrian no sea poseedor de ninguna marca de sus batallas. Lo único que habia ante ella era la figura atlética y definida de un hombre bien entrenado. La fuerza latente de Eldrian estaba marcada por las venas que aparecían sobre sus brazos y se perdían a lo largo de su pecho y abdomen.

 Con el resplandor dorado del atardecer tiñendo los cielos y el susurro de la brisa como telón de fondo, Eldrian se acercó a Lyssandra, sosteniendo un hacha gastada pero robusta. La madera del mango llevaba las marcas del tiempo y las batallas contra la maleza que alguna vez adornó los alrededores de su hogar.

— Esta hacha ha cortado madera para construir y defender, pero hoy, será testigo de algo diferente. —Habló Eldrian entregando a su acompañante el objeto en cuestión.

— ¿Por qué este lugar?

— Este claro ha sido mi refugio y testigo de mi renacer. Aquí, entre la luz y la sombra, decidí construir mi hogar y enfrentar mi destino.

 Guió a Lyssandra a través del bosque, entre árboles que se recortaban contra el cielo en tonos cálidos de naranja y púrpura. Cada paso resonaba con el crujir de hojas secas, y el aroma a tierra húmeda se mezclaba con la suavidad del atardecer.

— Aquí, donde la luz y la oscuridad se encuentran, es donde nuestros destinos convergen.

 

 Lysandra observó el paisaje a su alrededor y sus ojos castaños s través del cristal se perdieron en la belleza del atardecer que acariciaba con delicadeza y calidez sus cuerpos.— Un atardecer puede representar el ocaso de la vida o el inicio de algo nuevo.

 Eldrian sonrió ante su análisis.— Así es. Cada puesta de sol lleva consigo la promesa de un amanecer. Hoy, enfrentamos la dualidad de nuestros destinos.

 Al llegar al claro, el sol se despedía en un resplandor dorado, teñiendo los contornos del paisaje con tonos épicos de despedida y bienvenida.

 Los ojos de Lysandra se perdieron en el srma que sostenía, al igual que sus manos que se deslizaban a lo largo de la empuñadura rústica y desgastada.— ¿Este hacha es especial?

— Es un testigo de mi historia. Lo he usado para cortar madera y proteger este lugar. Ahora, será parte de una historia diferente.

 El atardecer prestaba su magia al momento, como si la naturaleza misma reconociera la trascendencia del instante. Eldrian y Lyssandra, ante el claro y el ocaso, compartieron un momento en el que las líneas entre el final y el nuevo comienzo se desdibujaban en la paleta del crepúsculo.

 Lysandra sostuvo un hacha con un brillo de anticipación en sus ojos.

— Quiero que confíes en mí. Esto será rápido, y si mi teoría es correcta, volverás a la vida —explicó ella, aunque la duda parpadeaba en sus ojos.— Y tal vez recuperarás tus recuerdos.

 Bajo la tenue luz de la luna, en el claro frente a la cabaña de Eldrian, se desplegaba una escena cargada de tensiones y emociones. Lyssandra, con la mirada fija en Eldrian, se preparaba para un acto que resonaría en los ecos de Atheria. Pero al momento de la verdad, la incertidumbre comenzó a pesar sobre sus cuerpos volviendolos incapaces de tomar acción sobre sus actos.

— Eldrian, este experimento podría cambiar tu destino. Pero no puedo garantizar lo que vendrá después.

— Estoy listo. —Contestó decidido. Sabía que las dudas se apoderaban de ella, no era fácil quitar una vida inocente y menos bajo una hipótesis nunca antes comprobada. Eldrian sabía wue debía transmitirle seguridad, para que ella tomara acción.— Si hay una posibilidad de recuperar lo perdido, lo enfrentaré.

 Lyssandra, sopesando las palabras no dichas entre ellos, sintió el peso de la responsabilidad en sus hombros.

— Si algo sale mal, si tu destino toma un giro oscuro, quiero que sepas que no fue en vano. Prométeme que, si vuelves, encontrarás tu camino.

 Eldrian mantuvo una serenidad casi inhumana. Cohibiendo sus emociones ante ella a pesar de lo intensas que eran.— Lo prometo. Mi camino, aunque oscuro, siempre ha estado vinculado a la luz de la esperanza.

 El susurro del viento entre los árboles parecía llevar consigo un eco melancólico mientras los dos compartían un momento de silencio, un entendimiento mutuo que superaba las palabras. Lyssndra titueaba con sus palabras y su mirada reflejaba la duda, el temor y la angustia sobre las consecuencias que esto podria traer. Él era un impresionante guerrero con hazañas formidables nunca antes vistas. Arrebatarle la vida a Eldrian seria un golpe duro para la humanidad quien está alcanzando la extinción.

— Eldrian, ¿y si no vuelves?

— Entonces... —Él no pudo evitar jugar con sus propios labios, mordiendolos buscasndo apaciguar sus dudas y sus miedos.— habrá sido mi elección. La vida, la muerte, ambas son caminos que todos enfrentamos. Agradezco que hayas sido parte de mi historia.

 Lyssandra, con el corazón pesado, levantó su arma mística mientras Eldrian cerraba los ojos, aceptando su destino con una confianza tranquila.

— Que los hilos del destino nos guíen, Eldrian.

 El golpe descendió, y por un momento, el claro quedó envuelto en un silencio roto solo por el susurro de la brisa y el latir apresurado de sus corazones. El filo del hacha cortó el aire y se hundió en el pecho de Eldrian donde la sangre no esperó. Salpicó las manos y la ropa de Lysandra y sobre el suelo de roble refinado se expandió la vida del cazador en un gran charco al rojo vivo.

 

— Que encuentres la paz, ya sea en la vida o en la muerte. —Susurró Lysandra.

 

 El destino de Eldrian quedó suspendido en ese momento, entre la esperanza de la resurrección y la aceptación de la oscuridad eterna. La historia de ambos, entrelazada en aquel claro de Atheria, aguardaba el giro final de la trama que solo el misterioso tejido del destino revelaría. Lysandra, con el corazón en la garganta, observó ansiosa.

 El sol pintaba con tonos cálidos el cielo, despidiéndose en un resplandor dorado que caía sobre el claro. Sin embargo, la luz acariciaba en vano el cuerpo inerte de Eldrian, cuyos ojos permanecían cerrados como las puertas de un destino incierto. Lyssandra, arrodillada a su lado, sentía que cada minuto era una eternidad, un eco vacío en el vasto silencio.

 El hacha, testigo de antiguas batallas y de la última esperanza de Lyssandra, yacía a un lado, como una sombra más en aquel rincón donde la realidad y la fantasía se entrelazaban.

— ¿Volverás, Eldrian? ¿O tus palabras solo fueron ecos vacíos en el viento?

 El murmullo del viento parecía susurrar secretos insondables, pero Eldrian permanecía imperturbable, como si el tiempo se hubiera detenido para él.

— ¡Despierta! ¡No puedes dejarme así!

 Cada grito de Lyssandra cortaba el aire, pero solo conseguía que las hojas de los árboles vibraran en respuesta, como si fueran espectadores mudos de un drama trágico. Las lágrimas asomaron en los ojos de Lyssandra, traicioneras como la promesa no cumplida. Se culpaba a sí misma, su experimento parecía ahora un capricho infantil frente a la crudeza de la realidad.

— ¡Mentiste! Mentiste sobre querer seguir viviendo en este mundo oscuro!

 Las lágrimas se deslizaban por el rostro de Lyssandra, testigos silenciosos de su angustia. Sus dedos temblaban al tocar la piel fría de Eldrian, buscando una señal, un atisbo de vida que se le escapaba como arena entre los dedos.

 El tiempo, que en ocasiones es aliado, se convertía ahora en un cruel verdugo que estiraba cada segundo como si disfrutara del sufrimiento. Los minutos se deslizaban como sombras alargadas, y la esperanza se desvanecía con cada latido de su propio corazón. La promesa de un nuevo amanecer se volvía una ilusión efímera.

— ¡Prometeo, danos el fuego de la vida! ¡Devuélvele la llama a este corazón que yace en las sombras!

 Pero el titán, guardián del conocimiento, permanecía indiferente, como si la desgracia de aquel rincón de Atheria escapara incluso a su comprensión. La luz del día se desvanecía junto con las esperanzas de Lyssandra. La eternidad parecía haberse instalado en aquel rincón de Atheria.

 El sol, aliado fugaz en la tragedia, se ocultaba por completo, sumiendo el claro en una penumbra melancólica. Los susurros del viento resonaban como suspiros en la oscuridad, y el dolor en la voz de Lyssandra se volvía más intenso.

— ¡Eldrian, vuelve! No permitas que la noche se lleve tu luz. —

 Ella lo gritó con todas sus fuerzas, rogándole porque no se fuera de este mundo, que siguiera peleando inclusive en el más allá con fuerzas desconocidas más allá de la comprensión. Su voz se desgarraba en lamentos suplicantes, que a pesar del nudo en la garganta, era capaz de tener la fuerza para implorarle que volviese a la vida, que volviese al mundo, que volviese con ella. Pero la noche avanzaba implacable, y el corazón de Lyssandra, que latía al ritmo de una esperanza que agonizaba, cedía ante la realidad cruel.

 El quebranto en su voz se volvía un lamento, un grito de dolor y desesperación que resonaba en la penumbra. La soledad se cernía sobre ella, como las sombras que avanzan cuando la luz se extingue.

 La última luz del día se apagaba, llevándose consigo la promesa de un nuevo comienzo. Lyssandra quedaba sola en la oscuridad total, que la sumergió en corazón y espíritu, abrazada por la noche que se cernía sobre aquel rincón olvidado de Atheria. Su esperanza, como las últimas luces del día, se desvanecía en el silencio del claro, dejándola sumida en la penumbra de su propia desdicha. En la soledad de aquel rincón, Lyssandra se sumió en la oscura realidad que la abrazaba. La promesa del renacimiento de Eldrian se desvanecía con el último resplandor del día, dejándola sola en la penumbra de su propia desdicha.

 De la inmovilidad de Eldrian, un resplandor dorado comenzó a emerger, un orbe luminoso que flotaba con una libertad sin restricciones, como si fuera la esencia misma de la vida ansiosa por encontrar su propósito. Este orbe danzaba sobre el cuerpo inerte, explorando los rincones de la existencia antes de decidirse a vagar sin rumbo.

— ¿Qué eres? — susurró Lyssandra, sus ojos reflejando una mezcla de asombro y desconcierto.

 El orbe dorado, como una luciérnaga resplandeciente, giró en el aire y se acercó a Lyssandra, quien, con cautela, extendió la mano hacia la esfera luminosa.

 Entonces, en el momento en que el orbe estaba a punto de emprender su viaje hacia el interior de Lyssandra, una metamorfosis mística envolvió a Eldrian. Tentáculos oscuros, emanando un poder antiguo y oscuro, emergieron de su cuerpo, serpentearon en el aire y atraparon el orbe con una firmeza inexplicable.

 

— ¡No! ¿Qué está sucediendo? — exclamó Lyssandra, una mezcla de confusión y temor dibujada en su rostro.

 Los tentáculos, como guardianes de un antiguo secreto, forzaron al orbe a regresar al interior de Eldrian. En ese instante, llamas doradas surgieron de la herida en el pecho de Eldrian, extendiéndose a lo largo de su cuerpo. Era una danza de luz y sombra, de misterio y redención.

— Eldrian, ¿es esto...? — murmuró Lyssandra, sus ojos fijos en el milagro que se desenvolvía ante ella. Ers tsnto su asombro que el habla de su voz le fue arrebatada, por la belleza de la resurrección en Eldrian Lorian.

 Las llamas doradas tejían un hechizo revitalizador. Cada centella curaba, restauraba, y el cuerpo de Eldrian parecía ser tocado por la juventud eterna. La piel, antes marcada por la experiencia y el tiempo, se transformaba, rejuveneciendo varios años, como si el reloj retrocediera a través de las huellas de la vida.

— ¡Es increíble! — exclamó Lyssandra, la confusión dando paso a la felicidad intensa, sus ojos brillando con el resplandor del asombro.

 El susurro del viento parecía un coro de celebración, y el claro, antes sumido en la penumbra, se iluminaba con la promesa de un renacer. El orbe, ahora fusionado con Eldrian, emitía una luminiscencia dorada, como un faro de esperanza en la oscuridad.

— ¿Estás... vivo? — preguntó Lyssandra, su voz temblorosa, una mezcla de incredulidad y asombro.

 Eldrian abrió los ojos, ojos grises ahora llenos de vitalidad y juventud. Su mirada se encontró con la de Lyssandra, y un destello de reconocimiento iluminó sus miradas.

— Parece que he vuelto, pero no he vuelto sólo. — dijo Eldrian, su voz resonando con una serenidad renovada.

 La noche, que antes parecía un velo de tristeza, ahora era testigo de la resurrección de Eldrian y del renacer de la esperanza en el corazón de Lyssandra. En el claro de Atheria, la magia de la redención había tejido su hechizo, y la historia, lejos de concluir, se extendía hacia horizontes aún desconocidos.