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Chapter 34 - Iniciación (III)

Abel consumió sus factores, la sensación de electricidad era mucho más familiar que la primera vez, por eso pudo sentir como su cuerpo mejoraba mucho más de lo que hubiera imaginado, pensó que en este estado podría encargarse de muchos más Goblins sin siquiera ser rozado por sus armas, aunque claro que seguía siendo un inexperto en cuanto a técnicas de puño o combate, pero al menos en la situación actual eso no importaba, solo tomó aquella daga vieja en su cintura, la cual había tomado en la cueva, y observó como el ciervo corrió en su dirección. Solo tenía una oportunidad, ya que por la velocidad con la que se acercaba a él pudo verificar aquel pensamiento, si ahora fallaba entonces no lo volverían a encontrar y de hacerlo ya sería demasiado tarde.

Se concentró en sus piernas, fortaleciendo aún más sus músculos inferiores, entonces, tomando la electricidad que recorría su cuerpo como una señal, saltó y se impulsó de la rama en la cual había estado esperando.

- ¡...!

Abel vio como el ciervo lo notó, pensó que al igual como esquivó a sus compañeros también lo haría con él, pero la verdad es que ya era muy tarde y en un parpadeo, la sensación de perforar su piel llegó a su mano y se trasmitió por su cuerpo. 

La gravedad y la velocidad hicieron lo suyo e impulsaron a Abel a caer al suelo, él pudo reaccionar a duras penas y volteó su cuerpo para caer de pie sobre el ciervo, antes de que este cayera por completo al suelo. La nieve saltó en todas direcciones y cuando la sangre que brotaba cubrió la nieve, Paul y Marco no pudieron ni parpadear ante el verdadero "Genio". 

- ¡Sí!

Abel gritó emocionado, después de todo su plan había funcionado y aún sentía la emoción arder en su cuerpo. Desde que descubrió el mana, la magia y los potenciadores, siempre quiso ser uno mientras usaba la espada que tanto había admirado, aún no era una espada, pero sintió que estaba cada vez más cerca y ese sentimiento se trasmitió en el grito que hizo despertar a los otros dos jóvenes de su sorpresa. 

- ¡Lo hicimos!

- ¡Funcionó!

Paul y Marco corrieron de inmediato donde el niño, uno olvidando todo lo que había deseado hace instantes y el otro sin preocuparse por el pasado. A lo lejos estaba Leo, sorprendido al ver las capacidades del niño de las que solo había escuchado por su hazaña de huir del castillo y aunque seguía sin estar de acuerdo, entendió la decisión del Rey. Por otra parte, se sentía mucho mejor, ya que al ver a los jóvenes preguntar y elogiar al niño se dio cuenta que las preocupaciones que había tenido antes habían desaparecido, por ello trató de acercarse mientras pensaba "Qué bueno es ser joven", pero se detuvo.

La iniciación constaba de pruebas y enseñanzas que trataban de volver a los nuevos en Mercenarios capaces de valerse por sí mismos al ser capaces de completar la mayoría de las peticiones que recibían. Todas las enseñanzas eran prácticas, pero luego de cada petición como la actual volvían al Gremio para informar el resultado, además de que el escolta, en este caso Leo, aprovechaba para decir los puntos en los cuales fallaban o faltaba pulir y era en los días siguientes antes de la próxima petición que ellos debían de cubrir estos fallos. 

Además, algo que Marco, Paul y Abel no sabían era que los acompañantes no intervendrían al menos que estén estrictamente en peligro y esto no era exacto, sino que se dejaba a decisión propia del acompañante. Por eso Leo se detuvo, el encargo estaba completo, podría esperar a que vuelvan al lugar donde se despidieron y donde dijo que los esperaría, pero había pensado que era mejor ir y cargar con el Ciervo por su cuenta, ya que las astas estaban en perfectas condiciones, sin embargo, cuando dio un paso pudo ver como algo blanco se deslizaba rápidamente por los árboles que rodeaban a los niños, imitando lo que ellos hicieron con el Ciervo, no, haciéndolo perfecto. Al parecer el encargo no había terminado y Leo sonrió mientras pensaba en como harían para superar este tipo de situaciones inesperadas que los acompañaran por el resto de su vida. 

- ¡Marco! 

El grito de Paul se escuchó en medio de la avalancha de elogios, preguntas y emoción, Marco, el afectado, volteó de inmediato, pero poco pudo ver, ya que solo sintió como su amigo lo empujaba mientras que por el rabillo del ojo distinguía algo filoso dirigiéndose hacia él.

- ¡...!

Marco retrocedió hasta caer y vio como una mancha blanca arrasó el lugar donde estuvo parado hace unos segundos, pero no tuvo tiempo para pensar más, ya que aquella misma mancha blanca se acercaba por la espalda de su amigo.

No pudo gritar, ya que la situación sucedía mucho más rápido de lo que le tomaría avisarle, pero en un instante su amigo se "agacho" dejando pasar la mancha blanca por encima de él.

- ¿Eh...? Gracias...

Paul tampoco entendió que paso y solo sintió el aire cortarse por encima suyo, entonces cuando volteó vio como el niño había tirado de su pie para hacerlo agachar.

- ¿Qué pasa? ¿Qué son esos?

- ... Lobos...

Los dos jóvenes se reunieron nuevamente al lado del niño, esta vez dándole la espalda y atentos a los alrededores mientras preguntaban nerviosos y, aunque también estaba sorprendido, Abel respondió lo que logró ver.

- ¿Lobos? ¡No nos dijeron nada de eso!

- ¡Tranquilo!

Marco parecía bastante nervioso y Abel agradeció el fuerte grito de Paul para tranquilizarlo. 

- No es raro que estén aquí, estamos en su habitad... 

- ... Tienes razón... ¿entonces que hacemos?

Los dos jóvenes buscaban una solución, ya que Marco se había calmado, pero por más que pensaron y esperaron las palabras del niño, una solución nunca llegó.

- ... 

Marco y Paul estaban tensos, asustados y era obvio ya que a comparación del ciervo con el que acababan de lidiar, estos lobos tenían la intención de comerlos y era la primera vez que lo sentían, por eso no solo ignoraron el seguro llamado "Leo", sino que su mente también se quedó en blanco. Por otro lado, Abel sentía aquella sensación pegajosa en su cuerpo, pero como en el pasado ya lo había experimentado entonces no hubo problema con eso, pero su nerviosismo y duda se debieron a una pregunta o incomodidad en su mente, "¿Por qué me parecen familiares?".

- ¡Grrrrr!

Los lobos acecharon, esperando un momento u orden para atacar y por el momento corrían y se ocultaban con mucha habilidad, aprovechando su blanco pelaje que se camuflaba con la nieve. Pero mientras esa orden no llegaba y se ocultaban podía escucharse sus gruñidos y el sonido de sus pisadas, haciendo que los jóvenes se pongan más ansiosos. 

- Niño... no, Abel... ¿Algún plan?

Parecía que el talento de Abel había aplastado con éxito todos los sentimientos negativos que ambos jóvenes sentían o quizás era la situación, pero esa duda fue la que lo hizo volver a estar alerta y analizar la situación.

- ¿Cuántos son?

- Dos... quizás tres. 

Abel trabajo rápido con su cerebro y preguntó, entonces fue Paul quien respondió, parecía que él tenía mejor capacidad de adaptación que su amigo, además, los números le parecieron correctos, ya que como mínimo serían los dos que atacaron primero, pero deben ser precavidos entonces pensar que hay uno esperando era lo correcto, claro, podrían ser más de uno los escondidos, pero no podían ser negativos, además, de serlo habrían atacado con la superioridad desde el comienzo y no en una emboscada. 

- ¿Algún plan?

- Creo que tengo uno, pero no creo que les guste.

Paul volvió a preguntar, sin dejar de observar los alrededores, pero sonrió cuando Abel respondió de esa forma, ya que parecía no estar nada nervioso y eso lo hizo tranquilizar un poco. Claro que pensó que lo último estuvo de más, pero no diría nada, aunque su amigo pensaba distinto.

- ¡¿A qué te refieres con eso?! Solo dilo.

Abel entendió que contrario a las veces anteriores su tono solo fue obra del nerviosismo, por eso continuó de inmediato.

 - Son lobos, son carnívoros y ahora deben estar cazando, entonces... vámonos, si dejamos al ciervo no creo que vengan por nosotros. 

- Pero fallaríamos el encargo...

- Lo sé, podríamos pelear, pero son inteligentes, no atacaran hasta que nos descuidemos, saben dónde estamos, pero nosotros no sabemos dónde están ellos, caeremos rendidos y locos antes de que ellos decidan venir de frente. 

- ... 

Los jóvenes se vieron por un segundo, entonces asintieron, ya que fue el niño quien debió estar más frustrado. Esta era su presa y la cazaron con su plan, por eso, sin hablar entendieron que si el dueño quería dejarla entonces debían obedecer. 

- Esta bien... 

Abel sonrió, no sabía que estaban pensando, pero su amistad sincera le hizo pensar en su loco amigo.

- Entonces, corramos por donde vinimos, una vez lleguemos al camino corramos a donde Leo, no guarden Factores, vayamos a toda velocidad. 

Los jóvenes asintieron y el plan estaba listo, solo debía dar la señal, pero Abel sintió una leve incomodidad o falla en el plan, pero como no encontró nada y sintió el temblor en el cuerpo de los jóvenes no tuvo otra opción que seguir con ese sentimiento. 

- Tres, dos, uno... ¡Vamos!

Los tres chicos consumieron sus factores, Abel podría haber corrido mucho más rápido, pero decidió dejarlos ir por delante. La nieve no estaba alta, entonces sus pasos fueron rápidos y se alejaron lo suficiente en un instante, pero estando atento a los alrededores, la incomodidad de Abel se hizo presente. 

- ¡¿Por qué nos siguen?!

Marco gritó y todos solo podían asentir, ya que no tenía sentido. Ellos habían abandonado al ciervo, sí, los lobos son cazadores, pero no abandonarían una presa que era mucho más grande que los tres jóvenes que huyeron, además ahora habían dejado claro que los números eran igual, tres lobos y tres chicos, perdiendo el elemento sorpresa y eso en verdad no tenía ningún sentido. 

Abel consideró por un segundo en usar todos sus factores y correr lo suficientemente rápido para traer a Leo, pero lo descartó de inmediato ya que eso sería abandonarlos y esa era la única cosa que no haría, pero algo le molestaba, era distinto a su sentimiento anterior, esto picaba en su mente y le daba una sensación de estar olvidando algo, entonces, cuando sintió como la intención asesina de los lobos cayó sobre él, se acordó. 

- ¿Qué?

- ¡¿Qué haces?!

Cuando la imagen apareció en su mente Abel se detuvo y tanto Marco como Paul voltearon mientras gritaban confundidos, pero no pudieron hacer más, ya que los lobos saltaron en medio de ellos, como si hubieran estado esperando esta oportunidad.

- ¡Abel!

- ¡Abel!

- ¡Grrrrrrrrr!

Ambos gritaron y dieron un paso, pero lo blancos lobos mostraron sus colmillos listos para atacar si daban un paso más, confirmando la teoría de Abel. 

- Ya veo... 

Abel nunca había visto lobos en su anterior vida, pero dudaba seriamente que sean de esta forma, rencorosos y vengativos. Ya que estos lobos, que tenían marcas de cortes en su cuerpo, eran los sobrevivientes del combate que hubo cuando Abel estaba de camino a esta ciudad con la princesa. Él no participó, pero estuvo presente y su olor debe haber quedado en ellos como un culpable y considerando esto, ahora todo tiene sentido.

- Váyanse...

- ¿qué? ¡¿Estás loco?! No te dejaremos. 

- Exacto. Peleemos juntos. 

Abel sabía que, si ahora, estos niños corrían los lobos no los seguirían, pero por el carácter que mostraron antes sabía que no lo escucharían, el cambio de actitud fue irónico, aunque no le molestó. Entonces comenzó a consumir Factores a grandes cantidades, tanto que incluso los lobos voltearon ignorando a Marco y Paul, quienes también se sorprendieron por la gran cantidad que consumía a pesar de ya haber usado y, con sus ojos brillando, una corriente recorrió su cuerpo haciendo que Abel desaparezca de su sitio. 

- ¡Qué...!

- ¡Grrrrrrr!

Paul y Marco no lo lograron ver, pero los lobos salieron corriendo de inmediato detrás de él. Ellos quisieron seguir, pero sus piernas pesaron, ya que a comparación de Abel ellos no contaban con un regalo de Gabriel y sus mentes y cuerpos estaban afectados por el consumo de Factores.

- Vamos... debemos avisarle a Leo.

Paul fue el que reaccionó antes e instó a su amigo a buscar a Leo, ya que él sería capaz de salvar al niño, aunque a pesar de que corrieron con todas sus fuerzas y llegaron al lugar indicado, Leo no se encontraba por ninguna parte. Ellos no sabían que hacer, sintiéndose culpables por haber sobrevivido a costa de un verdadero genio, pero entonces un fuerte estallido sonó a sus espaldas y un brillo guinda los deslumbró por un momento.