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Chapter 38 - Salas de Entrenamiento

********POV Abel********. 

Mientras caminábamos al estudio de Guillermo para completar el encargo, Leo comenzó a hablar sobre los precios y equivalencias, no parecía como si me lo dijera directamente, sino como si fueran pensamientos en voz alta, estaba siendo considerado conmigo, cosa que agradecí ya que mi idea original era aprender mientras observaba y sacaba mis propias conclusiones.

Para resumir, existen cuatro tipos de monedas usadas en el mundo: bronce, plata, oro y oro blanco; una moneda de plata equivale a diez monedas de bronce y una de oro equivale a cien monedas de plata, por último, una moneda de oro blanco equivale a mil monedas de oro. Los precios de los alojamientos varían entre pueblos y dependiendo a que te ofrecen, pero una habitación simple con una cama cuesta ocho monedas de bronce por noche, y la comida en los restaurantes populares o comida de los puestos varían entre una a tres monedas de bronce. También mencionó que era una suerte ser Mercenarios, ya que si no tendríamos que pagar un peaje cada vez que volvamos a la ciudad o vayamos a alguna, ya que este costaba una moneda de plata, y parecía que este precio se mantenía igual para todo el Reino de Sgrowl. 

Con esta información pude hacer mis propios cálculos y, si no me equivocaba, el dinero que había ganado podría hacerme vivir en paz por una semana o un poco más si me apegaba a lo básico. 

Mientras hacía mis cálculos, y repasaba más ideas en mi cabeza, llegamos donde Guillermo, el lugar era grande, una construcción bastante moderada para la reputación que había oído, pero aunque los materiales no sean brillantes y extravagantes, lo cierto es que era una gran tienda y había una fila de personas esperando a poder entrar, lo sorprendente fue que no solo había personas del pueblo, sino que podía notarse algunos de más dinero presentes, esto podría terminar mal, pero como lo resolvían o que harían no era algo en lo que deba meterme. 

Cuando llegamos no entramos por la puerta principal, sino que accedimos por una puerta más simple, pensé que quizás podría ver al tal Guillermo, pero ese no fue el caso, solo fuimos recibidos y atendidos por algunos empleados bien vestidos y una vez revisado el encargo procedieron a darnos la recompensa y nos marchamos. La verdad es que quería agradecer a Guillermo por la ropa y disculparme porque ahora estaba hecha trizas, pero tendrá que ser en otra ocasión, y quien sabe, quizás en ese momento pueda permitirme comprar algo como disculpas. 

Finalmente terminamos volviendo al Gremio. Leo les había dicho a Marco y Paul que esperaran en el gremio ya que volveríamos rápido, ellos insistieron en dejarlo para mañana ya que estaban emocionados y querían platicarles a sus padres lo que hicieron hoy. Desde mi perspectiva estaban muy apurados ya que podrían esperar a llevar el dinero de la recompensa más lo que les di, pero no podía negar que si mis padres estuvieran aquí entonces yo me comportaría igual y mis pensamientos no eran más que celos. Al final se decidió que se irían y volverían luego, ya que no era solo por la recompensa, sino la segunda parte de la Iniciación, las correcciones, consejos y observaciones de Leo hacia nosotros. Sin embargo, cuando Leo y yo estábamos por llegar, la puerta se del Gremio se abrió y se cerró con fuerza, dejando salir a Paul y Marco, quienes tenían miradas enojadas en su rostro y resoplaban como toros enojados. Pensé que podrían vernos y explicarnos, pero se fueron sin mirar atrás. 

- ¿A dónde van esos dos?

- ¿No sé?

Leo me preguntó, pero era obvio que no sabía que ocurría y no podía decirle nada que él no supiera, por eso solo caminamos y entramos al Gremio.

- ¡Ey, Leo! ¡Te perdiste una buena discusión!

- ¡Jajajaja, tiene razón!

Ambos fuimos recibidos con sonrisas y burlas, pero ninguno entendía que podría haber pasado, aunque una cosa era segura, el comportamiento de mis compañeros debió ser producto de esa "discusión". 

- Yaya, cállense, ¿Alguien me dice a donde se fueron esos dos niños?

- Creo que a su casa o ahí es donde me iría yo después de escuchar lo que me dijeron. 

- ¿Qué?

Un hombre ancho y calvo con lentes habló de forma indiferente, aunque podía verse como luchaba para no reír, conteniendo el temblor en sus hombros. 

- Entiendo... ¿Y? ¿Qué clase de discusión fue?

- ¡Jajajajaj ni idea, tendrás que averiguarlo!

- ¡Exacto jajajaja!

Otros se entrometieron al escuchar preguntar a Leo con una vena palpitante en su frente, se rieron más que aportar a la conversación, pero no importó cuanto Leo preguntó o miró hacia los costados, se notaba que no nos dirían nada, no por malicia, sino porque se notaban divertidos. 

- ... Como sea... Abel, dejemos para mañana lo que les tenía que decir.

- Esta bien...

No tenía problema con eso, pero hubo algo que me llamó la atención mientras hablaba y era el hecho de haber guardado la recompensa del encargo en sus ropas. Lo hizo de manera tan obvia que tuve que preguntar.

- Y sobre el encargo... 

- ¿Qué?

- La recompensa... 

- ¿Eh? No esperaba que seas tan avaro...

Leo sonrió, su sonrisa en su tosco rostro resultó como siempre, más amenazadora que divertida, pero con un tono burlón, habló.

- Tranquilo, yo la cuidaré... aunque, ya que se fueron y camine por nada, no creo que les importe comprarme una o dos cervezas. 

- ....

Todo el lugar estalló en sonrisas al escuchar a Leo y era más sorprendente como todos podían hablar y escuchar en todo este alboroto que el descaro del hombre frente a mi... pero era divertido.

- No tomes mucho...

- ¿Qué? ¿Un bebé se preocupa por mí? Creo que me veo más acabado de lo que pensé... estoy lastimado, tendré que comprarme una cerveza más... 

- ¡Jajajajaja!

El lugar volvió a estallar en risas y aunque no soy avaro... creo que debería mantenerme en silencio, así que volteé y caminé hacia las escaleras para ir a mi habitación, pero en ese momento algo volvió a llamar mi atención y eran las escaleras que se dirigían hacia el sótano, "¿Siempre estuvieron ahí?", no pude evitar preguntármelo, ya que el día de ayer no las había notado y eso no sería imposible ya que estuve bastante relajado una vez conseguí evitar el problema que causé. 

- ¿Hm, ocurre algo, pequeño? 

- ¿Eh?

En ese momento alguien habló a mis espaldas, volteé a ver quién podría ser ya que la voz me parecía conocida y sorpresa, era la mujer que había estado hablando con Leo, una de las recepcionistas.

- ¿Te interesa saber que hay abajo? Déjame decirte que no deberías de ir, es un lugar lleno de personas sudorosas y energéticas, podría arruinar tu figura.

La mujer parecía estar bromeando, pero la descripción me hizo dudar sobre si en verdad quería saber lo que había, ya que sonaba muy mal y sospechoso, pero extrañamente, hace algún tiempo, no puedo evitar sucumbir ante la curiosidad. 

- ... ¿Qué hay?

- Bueno... son las salas de entrenamiento. Hay algunas pesas y armas de madera, además es un espacio al menos dos veces más grande que este piso. 

- ... 

- Jujuju, ¿te engañe?

La mujer también parecía divertirse y una vez más todo el mundo explotó en risas... ¿Acaso eran bromas adecuadas? No sé si no se dan cuenta, pero soy un niño...

Al final no pude responder a su mirada divertida y cambié mi destino, ya que habían sido unos días que no entrenaba como debía de ser y sinceramente... no tenía nada que hacer. 

******* POV Normal*******

El gremio de Mercenarios en enorme, el bar en el primer piso que puede alojar a más de cien personas y los demás niveles de habitaciones, así como la cocina, la barra y el lugar donde se atienden las peticiones, pero sin duda alguna la más grande es aquella construida en el subsuelo, las salas de entrenamiento, que a pesar de decirse en plural en verdad es solo un gran espacio de unos ochenta metros cuadrados, cuyas paredes, techo y suelo están reforzadas por materiales especiales que resisten peleas hasta una magnitud elevada, claro que igual se les recomienda tener consideración y no enloquecer.

En este lugar pueden encontrarse gran variedad de armas, ya sea de madera o reales, aunque la calidad entre ambas es prácticamente la misma, debido a que la mayoría usa sus propias armas, también se puede encontrar sacos de arena para el entrenamiento muscular y no es un mal lugar para calentar con un ligero trote, por eso la mayoría de los Mercenarios en la ciudad, por no decir todos, bajan a este lugar en algún momento del día y esto era algo que Abel estaba descubriendo hoy. 

El niño quedó sorprendido viendo como muchos entrenaban por sí solo mientras otros tenían batallas limitadas, aunque claro que su vista se dirigió especialmente a sus hermosas y variadas espadas que cortaban el aire y chocaban entre sí, ya que hasta ahora las únicas que había visto habían sido apuntadas hacia él o envainadas, por lo que no pudo apreciarlas mucho y fue el actual causante de que su respiración se volviera pesada en un momento. 

- ¿Hum?

La confusión de un Mercenario se trasmitió a todos los presentes como una enfermedad y en unos minutos todos estaban viendo extrañados a Abel, quien no había movido un musculo desde que bajo a este lugar. 

- ¿Qué hace ese niño?

- ¿No se lastimará si está aquí?

- ...

Abel comenzó a escuchar los murmullos, además que obviamente notó como ya no estaban entrenando y peleando, por lo que volvió en sí y se sintió algo avergonzado, así que agachó la cabeza y caminó hacia un rincón del gran salón. Sintió como la mayoría de los murmullos tenían un tono divertido o preocupado, por lo que no se preocupó por su presencia en este lugar, así que una vez que dejaron de verlo y volvieron a lo suyo, levantó la vista y volvió a seguir los movimientos de todos, sintiendo como su corazón latía a mil. 

Las horas pasaron como el viento y antes de darse cuenta las últimas personas en el lugar se fueron, despidiéndose del emocionado niño. 

- Deberías ir a dormir, mira la hora que es. 

- Lo haré, gracias. 

Abel había estado sentado en aquel rincón sin molestar a nadie mientras veía los movimientos y técnicas de los demás. Su mirada era intensa y, de hecho, los demás mercenarios podían sentirla como agujas en su piel, pero lejos de molestarlos, al notar la emoción del niño algunos comenzaron a mostrar lo mejor de ellos, claro que, sin excederse en la fuerza, haciendo que la presencia del niño resulte en un entrenamiento más fuerte y satisfactorio de lo habitual, motivando a los que se iban, volviéndolos quienes tomarían peticiones a primera hora del día de mañana. 

Finalmente, cuando la última persona ya había subido las escaleras, Abel dejó de seguirla con la mirada y volteó a ver la sala vacía. 

- Al final no entrené nada... jajaja...

Eran alrededor de la una de la mañana y su voz desapareció en el gran lugar, pero contrarió a lo culposo o negativo que se podían escuchar sus palabras, la verdad es que su risa demostraba una vez más lo emocionado que estaba, por eso, cuando se disponía a subir las escaleras, su cuerpo se detuvo y observó el lugar una última vez.

- Pero... no estoy cansado.

La energía corría desenfrenada por su emocionado cuerpo y alejó su mano de la baranda de las escaleras y dio un gran paso para correr, pero - "Auch"- se tropezó con el gran abrigo que llevaba, recordando que seguía vistiendo la ropa que le dio Leo, su Ropa estaba destrozada y debido a las continuas pisadas y tirones ya se había acostumbrado y olvidado de lo que vestía, pero en el suelo pensó que esto no sería un impedimento. 

Abel se levantó rápidamente y se quitó el abrigo, mostrando la desgarrada vestimenta. Sus brazos eran visibles, así como sus piernas, pero fuera de eso y las marcas de cortes por todo el cuerpo, la ropa en sí no era reveladora ni comprometedora, así que no habría problema alguno por más que alguien bajara, por eso dio un paso adelante y comenzó a correr para calentar su cuerpo y luego de hacerlo por unos treinta minutos, como le enseñaron, bajó su postura y caminó mientras la mantenía, golpeando y agarrando el aire. 

- ¡Hap! ¡Fu! ¡Hu!

Sus pulmones exhalaban con fuerza con cada golpe que daba y se llenaban rápidos y completos mientras avanzaba, mostrando una maestría, dedicación y concentración corta pero firme, además, con cada paso que daba podía verse como la fluides y fuerza se corregían y aumentaban, llegando a mostrar un "Baile" al cabo de unas horas. Para Abel esto fueron cinco minutos y si alguien hubiera estado llamándole o gritando él lo hubiera ignorado por completo, así de fuerte era su concentración y cuando faltaban treinta minutos para que el sol salga, un suspiro pesado salió de su boca mientras se paraba recto. Sus ojos se cerraron por un segundo y cuando se abrieron el brillo en sus ojos dejaba ver que había llegado a entenderse un poco más a él y a las enseñanzas de sus padres.