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Chapter 39 - Apuesta de Novatos.

Abel subió a su cuarto luego de terminar de entrenar, en el transcurso se encontró con Mercenarios madrugadores que se dirigían al sótano para despertar su cuerpo con entrenamiento, los cuales se sorprendieron por el estado de su ropa y de pensar que había estado entrenando a estas horas de la mañana. Luego, sin haber pasado más de quince minutos, Leo tocó a su puerta. Abel no estaba cansado y no tenía sueño, incluso luego de lo que hizo, por lo que no hacía más que perder tiempo mientras pensaba en su familiaridad y el extraño sentimiento con su cuerpo, además de recordar una vez más las espadas y los movimientos que vio la noche anterior, pensando que sería bueno tomar una espada de madera para agitarla un poco. 

Leo parecía algo irritado al ver a Abel con la ropa destrozada y era claro, ya que los Mercenarios con los que se cruzó el niño se quejaron con él sobre explotarlo y más opiniones, aunque la verdad, al igual que Abel, Leo se había olvidado de ello por completo, claro que ahora se sentía culpable al recordar las tres cervezas que se tomó ayer con el dinero de los chicos, por eso cuando Abel abrió la puerta, dijo sin espera.

- Ponte mi abrigo, iremos de compras...

Pocos negocios estaban abiertos tan temprano en la mañana, aunque eso no habría hecho mucha diferencia ya que no encontrarían una armadura que Abel pueda llevar con su baja estatura. De hecho, la armadura o, mejor dicho, la vestimenta de cuero que Abel vestía desde el día de ayer era más enfocada a ser ropa casual para las personas, pero debido al material que se usó fue que podría considerarse una armadura ligera, como si estuviera hecha para un Potenciador que necesitara más libertad de movimiento que otra cosa. Por eso, luego de tratar en las pocas armerías, herrerías y todo tipo de tiendas de vestimentas, decidieron que lo mejor sería comprar o conseguir los materiales y realizar un encargo personalizado. Abel preguntó en el transcurso porque mejor no hablaban con Guillermo, pero la respuesta fue un no rotundo, ya que en este momento parecía estar ocupado con otro asunto y que, en verdad, la vestimenta que le habían regalado fue debido a un error en un pedido y Abel tuvo suerte ya que Guillermo escuchó de su existencia por los nobles o soldados que llegaron a su tienda, entonces, para no desaprovechar o tirar su querida obra, se la regaló. Algo presionó el pecho de Abel al escuchar "querida", ya que pensó en el estado lamentable de la misma.

Como era temprano y la hora de encontrarse con Paul y Marco se acercaba, ambos aceptaron que la única alternativa era comprar los materiales y hacer el encargo, así llegaron a una tienda de telas y cueros, no era ostentosa, pero Leo sabía que era un lugar confiable y varios Mercenarios compraban en este lugar cuando debían salir de algún apuro como este. 

- ¡Bienvenidos, en que puedo ayudarles!

Una joven de al menos veinte años fue la que los recibió, se veía alegre y los movimientos corporales mientras hablaba mostraba la experiencia que tenía de tratar con personas. 

- Buscamos una tela... no, un cuero resistente pero ya que el niño pagará por esto quisiéramos algo de precio accesible, además nos gustaría que se le hiciera una armadura ligera con ella.

- ... Entiendo, creo que tengo lo que buscan. Hace poco nos llegó un cargamento de pieles de Lobos de Nieve, es bastante resistente y resiste las bajas temperaturas con facilidad, aunque usted ya debe saber eso. 

- Tienes razón...

Leo pensó que esta opción era la indicada, pero al recordar como los dientes de los lobos se clavaron en el niño hizo que sea reacio a querer comprarla, por eso pensó que sería mejor si además de lo dicho esta tela o cuero sea resistente a los cortes, y así como lo pensó, lo pidió.

- Si... pero algo resistente, quisiera algo más resistente a los cortes. 

- ¿Cortes?

La mujer se sorprendió. No era raro que mercaderes vengan a comprar telas o cueros resistente para sus familias o sus ropas de viaje, pero Leo era famoso y ya había venido antes, así que sabía él siendo un Mercenario. Nunca se enteró que Leo había tenido un hijo, aunque era obvio por como hablaba del pequeño que este no tenía parentesco fuera del ámbito personal o, siendo reacia, laboral, así mientras la conversación continuaba comenzaba a parecerle más extraño, el pedido parecía muy específico, haciéndole pensar, ¿A que peligros quiere enfrentar con este niño?

- Sí... algo como Piel de Jabalí Gigante.

- ... Sí... el costo es un poco más elevado, pero contamos con ella. 

- Perfecto, entonces vamos con esa. 

Leo volteó a ver a Abel, nunca había pedido su opinión y ya que la ropa era para él pensó que tal vez se estaba excediendo al tomar el control total, pero contrario a la mirada cautelosa pero profesional de la joven, el niño estaba en silencio sin mostrar algún desacuerdo u opinión. 

- Entonces, también dijo que quería hacer el encargo para una armadura liviana.

- ¿Eh? Si, si, esta eso. 

Leo se distrajo un momento pensando en cuan distinto es el niño de los que él conocía, además sus ojos parecían decirle "confío en ti" como si se apartara del problema y se lo dejara a un profesional.

La joven asintió a sus palabras, entonces se acercó a Abel y se agachó para hablar.

- Tenemos que tomarte las medidas para que quede bien, ¿Te importaría seguirme?

- ...

Abel solo asintió y siguió a la joven. 

Leo estuvo esperando unos minutos, seguía siendo muy temprano, pero muchas más personas empezaron a salir a la calle y le dieron una idea de que hora podría ser, entonces repasó su plan o itinerario para el día de hoy antes de sentir como se acercaban a él. 

- Listo, eso es todo. 

- ¿Ya?

- Sí, debería estar listo para la tarde, pero por favor venga el día de mañana para estar más seguros. 

- Comprendo, entonces nos vemos mañana. 

Leo se despidió de la joven y Abel lo siguió asintiendo con la cabeza, Abel quiso preguntar por la velocidad del encargo, pero con la gran destreza que observó sus dudas se habían respondido solas.

Caminaron un tiempo y ninguno dijo ni una palabra, poniendo a Leo algo tenso.

- ¿Cuánto fue?

- ¿Hm?

Sin poder resistirlo, fue Leo quien habló despacio, por lo que Abel tuvo problemas para escuchar ya que su silencio se debía a que aún pensaba en las cosas que vio ayer en las salas de entrenamiento, pero Leo lo tomó como una provocación, ya que estaba siendo afectado por los comentarios de explotación. 

- ¡La ropa!

- Oh... eso...

Abel se sacudió un momento debió al aumento de volumen y volteó a ver a las personas que dirigieron sus miradas a Leo. 

- El total fue de diez monedas de plata y dos de bronce.

- Ya veo... eso es algo caro. 

- No lo creo, verá, una señora amable fue la que tomó mis medidas y ella se sorprendió bastante al ver el estado de mi ropa, por eso terminamos añadiendo dos mudas más para que pueda usar, el material será el más barato, pero aun así. 

- Ahora tiene más sentido...

Leo suspiro de alivio al escuchar a Abel, ya que pensó que el cuero de Jabalí Gigante pudo subir de precio y sería su culpa que haya tenido que gastar tanto, pero quizás festejó muy pronto, ya que Abel no había terminado de hablar. 

- Sí, aunque esos atuendos solo costaron una moneda de plata, ya que la señora me hizo un descuento especial, lo que costó en verdad fue la piel que recomendó y, como me aconsejaron en ese momento, agregué un abrigo de piel de Lobo. 

- Ya veo... 

Leo no quería hablar más, había sido golpeado cuando pensó estar a salvo, aunque claro que esa no fue la intención de Abel, y se notaba en su propia explicación, él estaba más concentrado en saber los precios y así expandir sus conocimientos sobre el valor del dinero de este mundo y era por eso que lo mencionó. Finalmente, luego de mantener el silencio y de caminar por unos cuantos minutos más, volvieron al Gremio y una fuerte voz se escuchó del otro lado de la puerta, era Marco.

- ¡¿Qué dices?! ¡Repítelo!

Abel vio a Leo, quien también parecía extrañado no solo porque la hora era la incorrecta, sino que la intensidad y contenido de las palabras le trajeron a la mente las palabras de ayer. 

Leo abrió la puerta, lo hizo bastante brusco, pero no llamó la atención de nadie. Cuando entraron y siguieron la visión de todos ahí pudieron ver a Marco, estaba siendo sostenido por Paul, quien también tenía una expresión igual de amargada. Frente a ellos había unos jóvenes, Abel podía decir con certeza que aquellos jóvenes eran al menos uno o dos años mayores que sus compañeros y que eran los responsables o los otros protagonistas de la discusión del día anterior. 

Un Joven alto, cabello castaño y una vestimenta pulcra, por el collar especial que portaba se sabía que era un Mercenario, aunque Abel dudo si asegurarlo ya que era la imagen opuesta a todas las personas que había visto y tratado en su corta estadía. Inmediatamente, mientras Abel los observaba tratando de averiguar más, el joven de cabello castaño habló

- ¿No te quedó claro ayer? No eres la gran cosa, ¿Cazar un Ciervo de Cristal? Por favor, nuestra primera caza fue mucho más que eso y no nos miras hablando de ello hasta aburrir a los demás. Además... ¿No tienes vergüenza? Si vas a mentir, hazlo bien. 

- ¡Ya te dije que no es mentira!

- Y a eso me refiero, ¿Quieres que te creamos que inmediatamente después de tu primera caza se deshicieron de un grupo de Lobos de Nieve? Hablas a lo grande para ser un niño.

- ... 

El joven habló mientras observaba los alrededores, todos parecían sonreír encontrándolo divertido y por eso nadie lo quiso corregir, pero él malinterpretó esto y asumió que todos pensaban o compartían las mismas dudas, llegando a la situación actual que, siendo sincero, Abel pensó que era molesta. 

- No soy un niño... 

Marco presionó su mano, se notaba cuan enojado estaba, pero contrario a sus gritos anteriores parecía estar conteniéndose por vergüenza. Él no estaba mintiendo, pero eso no era algo que los demás puedan creer ciegamente a menos que lo hayan presenciado o que el mismo Leo se los haya dicho, pero era claro por la situación que eso no fue ni será así.

- Eres un niño, deberías esperar un poco para poder alistarte como Mercenario, sería mejor para todos ya que no tendremos que distraernos con tus historias fanáticas. 

- ¿Pero no eres igual?

- ¿Hm?

Paul había soltado a Marco ya que estaba igual de avergonzado que su amigo por el inmaduro espectáculo que estaban dando, aunque eso no significaba que se fueran a quedar callados, pero cuando ambos se preparaban para responder una vez más, una voz mucho más joven que la de los presentes se escuchó.

Todos voltearon por fin a ver a Abel y Leo que habían llegado, no para saludar, sino para descubrir el significado de sus palabras, aquellas que irritaron al joven de cabello castaño y vestimenta pulcra. 

- ¿Qué dijiste?

- ... 

Abel reaccionó a todas las miradas, además se sobresaltó cuando escuchó la pregunta hacía él -"¿Lo dije en voz alta?"- aquella pregunta estaba pintada en su rostro. 

- ¿Qué hace un bebé aquí? 

- ¿Bebé?

El joven atacó sin espera, lo que dejó sin salida a Abel. Esto no era propio de él, Abel no quería meterse en este asunto, aunque creía que estaba inmiscuido de cierta forma, pero ahora que había llegado directamente no era de los que dejaría que pasen por sobre él.

- Sí, eso eres, ¿O no?

- El que hace el berrinche es otro, no yo. 

- ... 

Todo el mundo estalló en risas y la cara del joven, así como sus acompañantes de atrás, se tiñeron de rojo, quizás por ira o quizás por vergüenza, pero con este corto intercambio Abel había demostrado una vez más su filosa lengua. Leo suspiró, pensando que él estaba a punto de intervenir ya que el grupo del que estaba siendo responsable era participe, pero ahora que el monstruo a su costado había tomado parte, dudaba en hacerlo. 

- ¿Quién eres tú?

- Abel.

- Ya veo, así que eres tú. 

- ¿Sí?

Marco y Paul parecían tener mucho que decir, pero un nuevo tipo de vergüenza selló sus labios cuando el Joven pulcro volvió a hablar. 

- Sí, eres aquel héroe del que ellos se jactan. 

- Ya veo. 

- ¿Eh? ¿Eso es todo?

Un nuevo estallido de risas sonó cuando la cara confundida del joven pulcro apareció, él pensaba que Abel respondería y preguntaría curioso por lo que sus compañeros decían y ciertamente no estaba equivocado, claro que eso era en los niños normales, pero este era Abel.

No todo el mundo había tratado con él directamente, pero desde los que lo vieron observar su entrenamiento hasta los que escucharon las quejas de un Leo borracho, todos sabían lo raro que era y obviamente que, si añadimos el problema del primer día, entonces era innegable.

El joven parecía no saber nada de esto y Abel no recordaba haber visto su cara, y no era por presumir, pero tenía buena memoria. Es por eso que ese pensamiento apareció en su mente y, debido a lo infantil que le pareció la situación, se le escapó. 

El joven pulcro no parecía pensar en más y Abel parecía lejos de responder, fingiendo no entender de lo que hablaba, por lo cual las burlas y risas del lugar hicieron estallar una vena en su frente, entonces, aunque se contuvo, el tono resentido fue claramente audible. 

- ¿No te da vergüenza?

- ¿Vergüenza? ¿Por qué?

- Por todas las mentiras que se dicen de ti. 

- ¿Son perjudiciales?

Las risas no pararon, Abel actuaba completamente ajeno a las palabras que dijera, como si hablaran de algún desconocido nunca respondió lo que el joven quería y solo lo hacía ver como un tonto rondando siempre por las preguntas que no llegaban a ningún lado. Sin más alternativas, el joven solo pudo dar un paso adelante y forzosamente avanzar, cosa que hizo sonreír un poco a Abel, pensando "Niñito".

- D-Dicen que fuiste tú quien mató al ciervo de cristal... además, que te sacrificaste por ellos alejando a una manada de Lobos de Nieve, pero no se queda ahí, sino que también los venciste.

- Bueno, eso es verdad.

- ¡Ja! A eso me refiero, ¿No te da vergüenza mentir de esa forma?

Abel pensó en terminar el asunto, podría decir un par de cosas y poner en su lugar a este niño, ya que el tiempo trascurría y había comenzado a darle hambre, pero la conciencia de "niño", aquella que últimamente lo vuelve curioso, esa conciencia le mostró los recuerdos de ayer, "Si me hubieran dicho eso yo también me hubiera ido", aquello de los que hablaron los Mercenarios. 

- ¿Por qué debería?

- ¿Qué? ¿Acaso no es obvio? Mientes sobre tus logros

- ¿Entonces?

- ¿Como que entonces?

- Digo, ¿Qué pasa con eso?

El joven parecía más confundido que antes y sus acompañantes parecían estar nerviosos, entonces lo sujetaron por los hombros y hablaron en voz baja, no se pudo escuchar, pero Abel estaba seguro de que le estaban sugiriendo retirarse, pero una vez más Abel estaba seguro de que el joven pulcro no lo haría. Y, siguiendo los pensamientos de Abel, el joven pulcro se sacudió y alejo a sus acompañantes, enojado. 

- ¡¿Acaso no te escuchas?! ¡Estas mintiendo, no has logrado nada, pero presumes como si! 

Su cara se arrugó, parecía estar cerca de estallar, pero Abel no cambiaría su estrategia o se dejaría intimidar y...

- ¿Y?

- ¡Tú...! enserio-!

Al ver la reacción rápida y brusca del joven, Abel lo interrumpió.

- ¡¿Por qué te interesa tanto?!

Tuvo que gritar para poder interrumpirlo y esto desconcertó al joven, quien relajó un poco su cara, aunque también a los presentes, quienes pensaron que en verdad Abel podría estar enojándose. Claro que solo fue Leo el que se alistó para intervenir y salvar la vida del joven pulcro, ya que fue el único que presenció la verdad.

- ¿Como...?

- ¡Te pregunto por qué te importa tanto! ¡No somos grupo, no estarás en problemas por mi culpa, no ganaras menos por mí! ¡Tú no tienes nada que ver conmigo! 

- ... ¡Pero-!

- ¡¿Qué, pero qué?! ¿Marco y Paul se acercaron a hablar de las supuestas grandes hazañas? Apuesto a que no, ya que ellos solo hablan con aquellos que les preguntan primero y, aunque sean difícil de rechazar por su emoción, primero preguntan si quieres escuchar. 

- ¡Tu no lo sabes!

- ¡Lo sé, somo un grupo, estuve con ellos en el camino de vuelta, los escuché! Si te hablaron de ello fue porque aceptaste a escuchar, ¿Quejarte después y hacer un berrinche? ¡A mis ojos eres tú el niño!

El lugar se quedó en silencio y el joven pulcro dio un paso hacía Abel, al ver esto pensó que quizás se había sobrepasado un poco, aunque no se arrepentía si era así, ya que Marco y Paul parecían contentos al escuchar como los defendía y los consideraba un grupo. 

- ¿A tus ojos?... ¡Solo eres un niño!

El joven pulcro gritó sin poder contenerse más, pero esto solo dibujó una sonrisa en el rostro de Abel y volteó a verlo directo a los ojos antes de hablar, no, antes de asestar el golpe final.

- Y tú estás discutiendo con este, no, con un "Niño".

La conversación estaba ganada y como Abel había planeado, con esas palabras había terminado.

- ¡JAJAJAJA!

El lugar explotó en risas muchas más fuertes que nunca y el rostro del joven se arrugo como nunca antes. Cumpliendo la pequeña venganza que Abel había querido, entonces volteó a ver a sus callados y alegres compañeros. Finalmente, con un gesto los invitó a acercarse antes de caminar hacia una mesa para desayunar.

- ¡E-Espera, tienes razón!

- ...

- ¡P-pero también soy un mercenario!

-...

- ¡Por eso...si me afecta, ya que todos pensaran q-que somos como tú...!

Se notaba como el joven pulcro, a comparación de antes, improvisaba todo lo que decía y no tenía sentido para Abel ni nadie de los presentes, ya que un Mercenario siempre es evaluado por sus méritos y logros propios, al menos entre Mercenarios.

El joven no solo había perdido contra alguien contra quien buscó pelea, sino que no la aceptaba y ahora lanzaba su último intento por "Salvar la cara", pero por eso mismo muchos pensaron que este joven no era apto para volverse un Mercenario y sería de los que tarde o temprano dejan de serlo o... mueren.

- ¡¿qué te parece si tenemos una apuesta?!

- ...

- ¡O-Oye! ¡¿Acaso vas a huir?! 

A Abel no le importó los gritos de vergüenza que vinieron de su espalda, él solo siguió caminando sin mirar atrás, pero fueron Marco y Paul quienes se detuvieron, un mal cálculo de Abel, ya que no había considerado sus sentimientos en esta situación. Ellos parecían contentos por el resultado y su interrupción, pero con lo ocurrido debían estar resentidos y sentirse humillados, por eso solo pudo suspirar al darse cuenta como todo su trabajo previo desaparecería en un instante al escuchar las palabras de sus compañeros. 

- ¡Aceptamos!

Claro que Abel no lo sabía, pero por más enojados que estaban Marco y Paul no iban a hacer nada perjudicial. Sin embargo, algo que ellos no podían resistir, el causante de todo, era que desprecien a Abel por ser un niño, porque a pesar de que fueron los primeros en hacerlo ese niño les había salvado la vida sin dudaro.