Era una mañana "cálida", el sol alumbraba todo el Reino y la luz era reflejada por la blanca nieve, a lo lejos podía verse unas grandes murallas, pero las personas que caminaban lo hacían en dirección contraria. Era un pequeño grupo, dos jóvenes y un niño, todos mirando los alrededores atentos con nerviosismo. Entonces, a pesar de su atención, unos gritos se escucharon.
- ¡Oh! ¡Ahí está!
- ¡Cuidado!
De entre unos montículos de nieve al costado del camino un gran jabalí saltó en dirección del pequeño grupo. Los dos jóvenes de al menos trece años se sorprendieron y no pudieron hacer más que gritar lo obvio, pero el pequeño niño pasó por el medio de ambos y saltó sobre la gran bestia.
- ¡Abel!
Nuevamente gritos de sorpresa se escucharon, pero el niño hizo oídos sordos. Vestía un abrigo blanco, pantalón café y unas botas, todas hechas de piel de animal y para soportar las bajas temperaturas, además en su cintura había una pequeña daga envainada. Sus ojos brillaban iluminando el oscuro guinda que los caracterizaba.
El niño, Abel, desenvaino la daga en su cintura mientras giraba su cuerpo en el aire, listo para terminar con la bestia, pero, a pesar de que trató con todas sus fuerzas, la daga no pudo cortar el grueso cuero del jabalí. Al final el niño siguió de largo y terminó a espaldas de la bestia.
- ...
- ¡Abel, cuidado!
El niño observó la daga en su mano, parecía tener muchos pensamientos sobre lo sucedido, pero no era el momento de hacerlo y los gritos de los otros jóvenes lo hicieron reaccionar y voltear.
El jabalí era alrededor de dos metros de alto y ahora había cambiado su marcha, fijando como objetivo al pequeño niño. Su piel, cubierta por un pelaje café con tres rayas negras en su lomo, así como los filosos colmillos, parecidos a los de un elefante, ahora se acercaban embistiendo a Abel a gran velocidad, pero los ojos del niño brillaron una vez más y salió de su alcance. Volviendo con los jóvenes gritones.
- ¿Estás bien?
- Si...
Parecían genuinamente preocupados, aunque por la situación Abel no sabía si la causa era su bienestar o la encrucijada que en la que estaban debido a sus torpes decisiones.
Abel vio en sus recuerdos momentáneamente para saber cómo llegaron a la situación actual, retrocediendo un par de semanas. A un día después de que Abel se convirtiera en Mercenario.
***********POV Abel**********
Desperté, el cuarto donde me estaba quedando me fue entregado cuando terminé de llenar los papeles para volverme un Mercenario.
Como se me había dicho no había muchos requisitos que cumplir, aunque en mi caso fue una excepción, ya que a pesar de tener cinco años y la situación previa, pude inscribirme.
Algunos de los requisitos que pedían eran: Contar con la libertad de tomar tus propias decisiones, es decir, si eras menor de quince años necesitabas contar con la autorización de tus padres o apoderados. Ser un Mago o Potenciador, en el primer caso deberás ser de Nivel tres como mínimo y en segundo de Nivel dos. Por último, no deberás contar con antecedentes penales. Aunque, siendo sinceros, poco importaba, ya que las excepciones no estaban muy claras.
Luego de inscribirme se me otorgó un collar especial hecho de bronce en el cual estaba detallado mi nombre y que era un Potenciador. Por último se me dio una breve explicación sobre los mercenarios, ya que carecía de este conocimiento, cosa que aprecié mucho ya que fue algo que mis padres nunca me explicaron a detalle, aunque en ese caso fue con ser un Potenciador.
A grandes rasgos el Gremio de Mercenarios me protegería del Rey ambicioso, siempre y cuando no cometa algún delito. Sin embargo, si este lugar enfrenta una catástrofe entonces deberé de acudir en ayuda sin pretexto. Eso por un lado y si seguimos en grandes rasgos entonces los Mercenarios eran clasificados en cuatro grandes grupos: Menores, Intermedios, Altos y Superiores, haciendo obvio que comencé como Mercenario Menor, ya que acababa de iniciar, pero, aunque era algo importante en verdad la diferencia entre ambos grupos era la fuerza que tenían los miembros clasificados. Ser de un grupo bajo te limitaba los encargos que podías cumplir, por ende, también el dinero que podías ganar.
Para ser promovido debes pasar unas pruebas y combates, realizadas todos los años y no puedes saltar dos grupos en un examen, es decir que como mínimo te tomaría tres años para alcanzar el grupo Superior. Ese no era mi objetivo, ya que solo quería seguridad hasta poder valerme por mí mismo y emprender mi viaje de vuelta a casa, pero he de aceptar que me interesaban el tipo de solicitudes que esas personas podían aceptar.
- ¡Buenos días niño!
Mientras repasaba esos pensamientos había bajado a la planta baja, el lugar estaba tan lleno como ayer y su apariencia más cercana a un bar era exactamente como recordaba, aunque eso no me molestó, más bien sentí que era preferible de esta forma.
Leo estaba en la barra, lugar donde aceptabas las peticiones y también las reportabas como completas. No parecía estar aceptando alguna solicitud, más bien parecía estar esperando a alguien, así que, siguiendo su saludo y este sentimiento, me acerqué.
- Mira la hora que es, ¿Como puedes dormir tanto?
- ¿Qué hora es?
- Pasada las nueve.
- Ya veo...
Leo era un hombre de aspecto brusco, pero se notaba que era buena persona, como prueba trató de bromear de esta forma, aunque no lo consiguió y, por más que yo no lo dejara claro, había algunas personas alrededor que se burlaron de él.
- Como sea, ¿Estás listo?
- ¿Listo?
- Sí, ¿No me digas que ya te olvidaste?
- Oh... cierto.
La verdad me había relajado mucho en este corto tiempo, desde lo ocurrido ayer y lo que sentí, mi cabeza era un caos, pero Leo tenía razón y no tuve más que pensar un poco para recordar a lo que se refería. Confirmado mi pensamiento anterior, al parecer si esperaba a alguien.
- La iniciación, ¿verdad?
- Exacto, como sabes no podemos dejar salir a los chicos nuevos a cumplir encargos solos por más fáciles que sean. Por eso, cuando algunos de nosotros, sus superiores, regresan de un encargo entonces nos turnamos para acompañarlos y cuidarlos como descanso.
Como Leo dijo, ayer se me había hablado sobre esto, pero si mal no recordaba estos encargos eran realizados en grupos y justo antes de que pueda hablar sobre esto.
- ¡Señor Leo!
- ¿Señor?
Unos jóvenes entraron y rápidamente corrieron hacia nosotros, aunque Leo reacciono algo raro a la palabra "Señor".
- ¿Huh?
Leo los apartó como si fueran molestias, entonces uno de ellos me vio y pareció confundido.
- ¿Qué quieres? Este no es lugar para que los niños jueguen.
- ¿Eh?
¿Era a mí? el joven parecía bastante orgulloso mientras hablaba, pero eso no me importaba, ya que cuando Leo hizo un gesto de burla entendí la situación.
- Detente ahí, ese niño también es un mercenario Menor y será su compañero por el resto de la iniciación.
- ¿Q-Qué? ¿Por qué?
- ¡Es solo un niño, nos retendrá!
Los jóvenes empezaron a quejarse con Leo y no parecía que la situación acabaría pronto, ya que no tenía intención alguna de mejorar su perspectiva, aunque eso suene algo presuntuoso de mi parte.
- ya basta, no mas quejas...
Leo se tapó los oídos y comenzó a salir del lugar mientras los jóvenes lo seguían sin callarse, sentí como algunas miradas divertidas me observaban así que solo me limité a seguirlos.
***********POV Normal**************
Los mercenarios aceptaban solitudes de muchos tipos, aunque todas orientadas al combate. No todas eran entregadas por el Reino o personas influyentes, y las que sí solían tener una dificultad alta, pero, la gran mayoría de solicitudes eran presentadas por personas normales, "Plebeyos", quienes eran comerciantes, personas que necesitan algo específico para uso propio o incluso como escoltas.
Así la iniciación que se les daba solía ser una petición fácil de realizar, pero desde que se cambió el formato y es realizada de la forma actual la dificultad ha subido un nivel, sí, sigue siendo sencilla, pero era necesario un grupo como del que Abel era parte, además por seguridad eran escoltados por miembros mayores.
Las solicitudes más comunes eran puestas por personas con negocios en la ciudad, como algunos curtidores, carniceros o incluso boticarios y la solicitud que cumplirían el día de hoy era de un curtidor bastante conocido en la ciudad, además de ser un cliente frecuente.
Abel abandonó la ciudad, acompañado por Leo y los dos jóvenes, en el camino Leo no dijo o aclaro nada, por eso Abel aún tenía que sufrir con las miradas y comentarios que hacían, además, las miradas de los guardias y soldados patrullando no eran las más cariñosas. Al final solo pudo suspirar y seguir adelante.
La nieve a los costados de los caminos era tan blanca como Abel recordaba, pero lejos de querer apreciarla solo se distraía pensando en nimiedades. Tratando de volver a la realidad comenzó a pensar en la solicitud que cumplirían, no le habían dado los detalle, pero en el camino hacia aquí había visto varias bestias y animales, así que se adelantó a los jóvenes y caminó a lado de Leo, claro que recibió miradas penetrantes por eso.
- ¿Huh?¿Qué pasa?
- No es nada...
- ...
Leo pensó que Abel estaba incomodo por el comportamiento de los dos jóvenes, claro, eso era molesto, pero Abel no le daría mucha importancia al menos que crucen o intenten cruzar la línea. Claro que Leo no sabía eso, por el momento él solo se disculpaba en su mente, ya que pensaba que aprender a tratar, juzgar y soportar a personas era algo que un mercenario debía aprender y por eso no intervendría.
Los cuatro caminaron un tiempo, abandonando la carretera se adentraron en la nieve y cuando vieron algunos árboles a la distancia, Leo se detuvo. Volteó a ver a los dos jóvenes que los seguían y no pudo evitar suspirar, aunque no fue de decepción.
Los jóvenes que lo seguían tenían más del doble de la edad del pequeño niño, pero mientras ellos se notaban agitados y nerviosos, el pequeño a su costado respiraba tranquilo. Por eso solo pudo suspirar de ironía
- ¡Bien! ahora les diré el contenido de su Iniciación, al menos lo que haremos este primer día.
- ¡S-Sí!
- Ya... era hora.
Los jóvenes fingieron emoción, pero Abel, como buen estudiante esperó a que terminara.
- Como saben, Guillermo es un curtidor famoso, suele utilizar piel de alta calidad, pero siempre ha sido una persona a la que le gusta hacer armaduras o equipo para nosotros, por eso muy seguido nos pide que le consigamos los materiales...
- ...
Algo que le habían dicho a Abel el día anterior, cuando le dieron un cambio de ropa, fue que debía sentirse feliz, ya que el cambio de ropa que le dieron fue hecho por alguien famoso y mientras escuchaba a Leo hablar, Abel se dio cuenta de quien era.
- Por suerte para nosotros la pieza que nos solicitó fue vista merodeando hace poco, normalmente esta sería una petición para un grupo de Mercenarios Intermedios, pero como ya les dije... Están de suerte.
- Mmm... Señor Leo...
- ¿Sí?
- ¿Qué es lo que haremos?
Leo sonrió, puso aquella sonrisa que se veía más macabra que divertida y, aunque no había nada particular en ella, el sentimiento que despertó en los jóvenes fue algo especial.
- Ya que tienes prisa te lo diré, ustedes deberán cazar a un Ciervo de cristal.
- ¡¿Ciervo de cristal?!
Los jóvenes se sorprendieron, mostrando ser nativos de estas tierras al reconocer el nombre de la criatura, por suerte para Abel, Leo daría una corta explicación.
- Tranquilos, los Ciervos de Cristal son difíciles de cazar, o eso se dice, pero la verdad es que solo es cuando están en grupo, ya que los machos pueden usar magia y las hembras son especialmente ágiles, pero la verdadera complejidad proviene del cuidado que se tiene para no dañar sus valiosas astas. Sin embargo, esta vez se divisó una hembra solitaria y la petición es por su piel, así que no importa mucho si no tienen cuidado, aunque claro que si traen las astas obtendrán puntos y dinero extra.
Los jóvenes asintieron emocionados, dejándose engañar y sintiendo que la tarea no significaría ningún problema, pero Leo vio de reojo al más joven, tenía una cara que demostraba que esto sería un problema y eso lo hizo sonreír, ya que pronto esa cara o una peor estaría en los dos que suspiraron de alivio.