- ¿Eh?
- ...
La confusión de Abel se notaba claramente, el rostro de no entender y no comprender sus palabras era tan absurda que muchos de los presentes se rieron, pero contrario a ellos y a Abel, Trovan suspiro, como si ya se esperara esta respuesta mantuvo su apariencia tranquila.
- ¿En verdad piensan enemistarse con el Reino por ese niño?
- Nono, me estas malinterpretando.
El hombre siguió hablando, con una sonrisa pícara en su rudo rostro mientras miraba a los demás presentes.
- Siendo sincero no busco problemas, pero tema aparte, todos aquí creemos que son ustedes los que están equivocados, un niño se burló de ustedes, los grandes defensores de la familia real, y por eso lo cazan como si fuera un animal... no solo nosotros, sino que todos los ciudadanos del reino se enojarían más con ustedes que con nosotros.
- Quizás tengas razón, pero él atacó a toda la familia real y ya sea niño o no, la pena y la orden ya fue dada.
Abel trataba de analizar la situación, ¿Por qué?, no entendía porque este señor lo ayudaba y, aunque se había negado a cumplir su petición, no parecía estar dispuesto a dejar que lo mataran. Además, parecían conocerse de antemano y no solo eso, parecía que había cierta riña entre ellos, no, entre todos los presentes. Eso confundía aún más a Abel, ya que por involucrarse con él este problema se agravaría. Su cabeza daba vueltas buscando un resultado, pero cuando las palabras de Trovan llegaron a sus oídos no pudo aguantar la indignación y respondió.
- ¿Yo? Nunca quise venir, eso fue culpa de tu princesa y tu lacayo, además, no les importo para nada, solo quieren usarme como un esclavo y, cuando rechacé a tu Codicioso Rey, me amenazaron y trataron de matarme, llegando a la situación actual ¿Crees que hui por gusto? ¡No!... Yo solo quiero vivir y volver con mi familia... ¿Acaso estoy mal por eso?
Abel comenzó gritando, al comienzo solo quería exponer los hechos verdaderos por deshago y para que la persona que lo salvó no cambie de parecer y lo entregue, pero en medio de sus gritos sus verdaderos sentimientos se mezclaron, quizás por la seguridad momentánea que sintió, pero incluso las lágrimas que tanto había resistido finalmente brotaron de sus ojos al recordar los días pasados, al recordar comer con sus padres en esta vida, al recordar el reencuentro con su mejor amigo.
- ... Insultar a la Familia Real es una gran falta, antes lo dejamos pasar por petición del Rey, pero ahora no lo haremos. Leo, ustedes no tienen nada que ver en esta situación, por favor solo entréganos al niño.
Algunos de los hombres y mujeres detrás de Trovan parecieron algo avergonzados y otros enojados, además parecían estar buscando escusas para llevarlo, pero él no se vio afectado y habló como si nada, mirando al Hombre que salvó a Abel, Leo, pero no hubo respuesta, más bien, no hubo respuesta de nadie, el lugar que había estado lleno de risas y parloteo ahora estaba en completo silencio.
Leo dejó a Abel en el suelo y lo tomó de los hombros, su rostro no cambió, pero Abel podía jurar que estaba enojado o, mejor dicho, indignado.
- ... Niño, no respondiste a mi pregunta ¿Estas bien?
- ... Sí...
Abel se secó las lágrimas, sorprendido y avergonzado por haber llorado, entonces miró a los ojos de Leo, pensó que tal vez ahora si acepte su petición, esta era su oportunidad, pero fue interrumpido antes de poder preguntar.
- Niño ¿Quieres volverte un Mercenario?
- ¿Un Mercenario?
- ¿Quizás no sabes que es un Mercenario?
La cara de Abel volvió a mostrar su desconcierto pensando que no había tiempo para esto, y Leo se dio cuenta, pero solo pudo reír.
Leo no se burlaba ni nada por el estilo, de echo era lo contrario, estaba muy enojado y pensó que así debería de ser, que eso era lo normal, después de todo así es como deberían de ser los niños, personas limpias e inocentes que se dediquen a jugar y obedecer a sus padres, no personas conocedoras del horror del mundo que lloren y supliquen por su vida.
Los dientes de Leo se apretaron y el agarre en los hombros de Abel fue un poco más fuerte mientras recordaba lo que el niño frente a él acababa de gritar, entonces volvió a hablar.
- Veras, Al Sur de aquí existe un Reino, no es tan grande como este, pero sin duda es un lugar lleno de personas poderosas, su nombre es el Reino Duar, más conocido como el Reino Mercenario, ¿Lo conoces?
- ... No.
Abel dudó en contestar, después de todo solo había leído superficialmente sobre el Reino Duar, pero no entendía porque la lección de historia estaba relacionada a su pregunta, claro, obviando el parentesco obvio.
- Jajaja, así que no lo conoces, bueno, eso está bien, así que por el momento solo escucha. A diferencia de otros Reino o Familias Reales, El Reino de Duar es algo especial, ya que existe en todo el mundo.
- ¿En todo el mundo?
- Te dije que escuches. El Reino de Duar hizo un pacto, un tratado, o como se le diga, con todas las Familias reales, es decir con todo el mundo. Dicho papel es el que volvió especial al Reino de Duar, creando las llamadas Agencias o Gremios de Mercenarios. La verdad son muchos detalles y palabras que te costaran entender a tu edad, pero lo único que debes saber es que el Reino de Duar no abandona ni discrimina a sus ciudadanos.
Leo parecía complicado tratando de explicarle la situación a Abel, pero, aunque él pensó que no lograba expresarse bien, un sentimiento de alivio y una sonrisa se había formado en el rostro de Abel, quién había entendido todo.
- Veras, es muy fácil volverse parte del Reino Mercenario, claro que hay reglas y requerimientos básicos, pero también existen excepciones, por eso te pregunto una vez más... ¿Quieres volverte un Mercenario?
El pecho de Abel se calentó, sentía su corazón latir a mil y, sobre todo, sintió las miradas de aprecio y consuelo de los demás, salvo el grupo de Trovan. Tal vez haya una trampa o detalles que no se le habían dicho, pero, aunque lo fuera a pensar mil veces, Abel estaba cien por ciento seguro que no había forma de que lo rechace, esta era no solo su salvación, ya que Abel sintió en su corazón que estas personas se volverían una nueva familia para él y con esos sentimientos respondió fuerte y claro.
- ¡Sí, quiero ser un Mercenario!
- ¡Pues felicidades y bienvenido al Gremio de Mercenarios! Además...
Leo se levantó y dando un paso dejó a Abel a su espalda.
- Ya lo escuchaste, ahora sabes que no puedo entregarte al niño, ¿verdad?
- ... Porque te gusta agrandar siempre los pequeños problemas...
- Que te puedo decir...
Trovan miró como si estuviera tratando de cortar a Leo y fueron unos minutos de tensión, pero al final envaino su espada. Pudo verse el disgusto en todos sus acompañantes, de echo el hombre de cabello castaño trató de dar un paso en dirección a Abel, pero Trovan lo detuvo y silenciosamente miró alrededor, donde todos los que estaban en el lugar habían tomado sus armas, listos para pelear.
- No te lo recomiendo.
- ...
Leo sonrió burlonamente, aunque en su rudo rostro parecía más una sonrisa amenazante. Al final todos los que perseguían a Abel guardaron sus armas y comenzaron a salir en silencio. La situación parecía terminar ahí y Abel había suspirado en alivio, incluso sus piernas empezaban a ceder, pero una última oración se escuchó de Leo y Trovan se detuvo por un momento antes de volver a caminar.
- ¡Cierto! Mándale mis saludos a Leyla.
- ...
Con esa reacción todos salieron del lugar y un gran estallido de preguntas, vítores y aplausos comenzó de inmediato.
- ¡Bienvenido!
- ¡Felicidades pequeño!
- ¿Como es que lograste atacar a la Familia Real?
- ¡Pareces bastante capaz!
Todos los presentes se acercaron a Abel y le acariciaban la cabeza o le daban palmadas en la espalda, Abel solo pudo sentirse algo tímido en este alboroto. Entonces Leo apartó a todos y lo levantó por el cuello de su ropa, otra vez.
- Ya déjenlo, lo están abrumando.
- Jajaja, pero si eres tú el que lo está ahorcando.
- Tráelo por aquí Leo, hay que invitarle una cerveza al nuevo.
- ¿Acaso no ves que es un niño?
- ¿Qué? Si es mercenario entonces puede beber jajaja
El ambiente era demasiado animado, se podían escuchar muchas conversaciones sin sentido y burlas por todo el lugar, pero a Abel no le molestó, ni siquiera le importaba que lo llamaran mocoso o niño y así, cargado por el cuello, Leo lo llevó por el lugar hasta una puerta en el segundo piso.
- Son muy animados...
- Por supuesto, acabamos de conseguir un nuevo miembro.
- Tienes razón...
Abel se decayó por un momento al escuchar esto, ya que recordó brevemente a su familia. A pesar de ver esto Leo no preguntó, ya que él más que nadie sabía que todos tenían un pasado o algún tema del que preferirían no hablar, entonces tocó la puerta frente a ellos.
- ¿Qué hacemos aquí?
- Bueno, cuando te unes a una organización o familia tienes que presentarte ante el jefe, ¿Verdad?
- ¿Sí?
Abel entendió superficialmente a que se refería, pero no se preocupó por ello, solo pensó que preguntaría y estudiaría más sobre el Reino de Duar.
- Adelante.
- ¡Entrando!
La puerta se abrió y un humo emergió de la habitación. El olor a tabaco era demasiado denso como para respirar tranquilo y la cantidad de humo nublaba la vista. Dentro de la habitación había papeles, libros, pergaminos, cajas, estantes y un escritorio, donde el responsable de todo el humo se encontraba apoyando los pies mientras exhalaba humo por su nariz.
Un hombre robusto, de tes oscura, con cicatrices por toda su piel expuesta, este hombre que para Abel se veía como un matón líder de una mafia parecía ser el jefe de este lugar, ya que Leo, quien no mostro ninguna vacilación a Trovan, actuaba respetuoso frente a él.
- Leo... escuché un alboroto ahí abajo, ¿Está todo bien?
- ¡Por supuesto! Solo fueron problemas menores, ya todo está resuelto.
- Ya veo... y ¿Quién es este mocoso?
El hombre no bajo sus piernas del escritorio, solo exhalo humo mientras miraba a Abel en silencio.
- Pues...
- Habla de una vez... no tengo tiempo.
Abel lo miraba muy relajado, de hecho, se tomaba su tiempo para hablar mientras fumaba, pero no había razón para decirlo, así que solo se limitó a ver sabiendo que Leo pensaba lo mismo.
- Este niño se acaba de unir al Gremio.
- ¿Uh? ¿Como dices?
- Vera...
Leo procedió a contar todo lo sucedido hace unos minutos, el hombre bajó sus pies del escritorio mientras oía y sinceramente no parecía muy feliz, pero no dijo ni una sola palabra hasta el final, el cual llegó al mismo tiempo que terminó de fumar su habano.
- Que problema...
- ... Losiento, jefe...
El hombre miró a Abel una vez más y por fin soltó el humo en sus pulmones, entonces se levantó de su asiento y se acercó a ellos mientras hablaba.
- Bueno, entiendo por qué lo hiciste...
Leo era grande, media por lo menos un metro ochenta, además el tamaño de sus músculos definidos lo hacían ver muy imponente, pero el jefe... no solo era grande, Abel tuvo que luchar por no consumir factores cuando el jefe dio un paso en su dirección, ya que el aire que lo rodeaba y la imponente figura lo hicieron temblar. El jefe medía por lo menos dos metros, además, a su lado Leo parecía alguien delgado, aunque a pesar de eso no se notaba para nada grotesco, demostrando lo fiel a su régimen entrenamiento.
El jefe puso una mano en el hombro de Leo y habló tranquilamente, aliviando la tensión de su cuerpo.
- No te preocupes, no creó que el Rey sea tan tonto como para buscar problemas con nosotros, solo llámame si algo llega a pasar, yo me haré cargo.
Acto seguido se puso de cuclillas frente a Abel, él aún tuvo que levantar la vista para verlo a los ojos.
- Por otro lado... ¿Cuál es tu nombre?
- Abel.
- ... ya veo, tienes un cuerpo interesante, Mocoso, ¿Hace cuanto que eres un Potenciador de Cuarto Nivel?
- ¡...!
Leo se sorprendió a escuchar las palabras de su jefe, sabía que el niño no era normal pero nunca imaginó que esto fuera posible, aunque el más sorprendido era Abel, él aún no entendía o, mejor dicho, no diferenciaba los Niveles de un Potenciador, pero ya se había dado cuenta de las intenciones de sus padres y lo raro que era, por eso su sorpresa cuando el jefe se dio cuenta de esto con solo una mirada.
- ¿Cómo...?
- ¿Cómo lo supe? bueno, tus ojos, tu cabello, tus sentidos, el aire que te rodea... conforme uno vive adquiere sabiduria, ¿Entonces?
Abel miró su cuerpo, sí, la verdad es que su cuerpo no era el cuerpo normal de un niño de cinco años, ya que se notaba entrenado, pero fuera de eso no entendió lo que el jefe dijo. Abel no estaba seguro de que responder, debido a su falta de conocimiento, además recordó la promesa con sus padres, pero el hombre a su costado lo había salvado y el hombre frente a él, fuera de su mortal presencia, desprendía una sensación en la que podía confiar.
- No estoy seguro... pero puedo usar los Factores de Mejora hace poco más de un mes.
- ... Ahora entiendo
Leo a su costado casi se desmaya y el jefe mostró una cara de sentimientos confusos, pero solo se limitó a suspirar y asentir.
- Bueno pequeño, deberás completar unos papeles para completar tu registro, pero oficialmente te doy la bienvenida a la sede de Mercenarios del Reino de Sgrowl.
- ¡Gracias!
Parecían que los problemas se habían resuelto por el momento, y esta vez el destino había actuado a su favor, aún había muchas cosas por venir, pero no tenía sentido pensar en eso de inmediato y, mientras Abel completaba los papeles para su registro como Mercenario, su mejor amigo se encontraba gritando mientras caía de las ramas de enormes arboles como edificios.