Al día siguiente, la luz del sol se filtraba suavemente por las ventanas del salón, iluminando el polvoriento suelo de madera. Lyra, Ik y Shori se encontraban sentados en el suelo, formando un pequeño círculo en el centro de la habitación, mientras observaban con atención al maestro Mado, quien entraba con paso sereno.
—Buenos días, chicos. Espero que hayan practicado su Ora el día de ayer —saludó Mado con calma antes de tomar asiento en la única silla disponible. Los tres novatos asintieron con gestos serios, demostrando su compromiso con el aprendizaje.
—El Ora tiene tres principios básicos que cualquiera que conozca algo del zen debería conocer. El primero de estos es el Armor; el Armor se puede decir que es el estado más básico del Ora, que a su vez es el estado más básico del zen —explicó el maestro con una voz serena y autoritaria, captando la atención de sus estudiantes —. En un principio, el Armor es el aura alrededor del cuerpo del usuario, conformada de Zen. Básicamente, si el Ora nunca ha recibido entrenamiento, será muy débil y delgada. Cuando el Armor se entrena, puede llegar a ser tan fuerte y pesado que pasa a estar en el plano físico, siendo completamente visible y tangible. El Armor, como su nombre lo dice, está por todo el cuerpo y sirve para amortiguar el daño recibido y potenciar el daño generado.
—¿Entonces lo que manifestamos ayer fue el Armor? —preguntó Lyra con curiosidad, buscando comprender mejor el concepto.
—Sí, el Ora es el concepto general de la energía zen usada por los humanos, pero en términos técnicos se le debe llamar "Armor", "Repartir" y "Ocultar", dependiendo de lo que la persona esté haciendo —aclaró el maestro antes de continuar con su explicación —. El Repartir es la evolución del Armor y consiste en distribuir o juntar Armor en una o más partes específicas. Esto sirve para potenciar ataques físicos o defender con más fuerza un área en específico. Mientras el área en la que se concentre el Repartir sea más pequeña, el efecto será más fuerte, ya que toda la Ora manifestada se dirigirá a ese punto —ilustró su explicación manifestando su Ora en el plano físico y usando Repartir en su dedo índice, mostrando así la práctica del principio que acababa de explicar.
Los chicos quedaron maravillados al poder ver el Ora por primera vez en su vida. Era una especie de vapor retenido por una luz parecida a un láser blanco que rodeaba el cuerpo del maestro a un par de centímetros de distancia. Luego, esa energía fue disminuyendo en todo el cuerpo del maestro hasta concentrarse en su dedo índice, donde la energía creció exponencialmente, mostrando la destreza y control que tenía sobre su Ora.
—El Ocultar consiste en esconder el Ora tanto para fines de sigilo como prácticos. Por ejemplo, un warrior de nivel novato siempre está emanando su Ora, por lo que para esconderse de usuarios con la suficiente habilidad para detectar el Ora, estos pueden ocultarlo momentáneamente. Pero esto no solo lo esconde a la vista, lo oculta totalmente, lo que les impide usar zen y tampoco les permite usar sus naturalezas ni Jibun —explicó Mado antes de usar el Ocultar para hacer desaparecer su energía zen, demostrando la práctica del último principio básico del Ora.
—¿Qué son las naturalezas? —preguntó Shori, demostrando su interés en el tema.
—¿Y qué son los Jibun? —añadió Ik, compartiendo la misma curiosidad.
—Por ahora, ustedes se van a enfocar en el entrenamiento del Ora. Cuando dominen eso por completo, comenzaremos el entrenamiento de las naturalezas —respondió el maestro en tono calmado, mostrando su enfoque en el proceso de aprendizaje de sus alumnos —. El día de hoy continuaremos la práctica del Armor que empezamos ayer, pero para eso será mejor ir al patio trasero.
Los tres novatos asintieron en señal de entendimiento y siguieron al maestro al patio trasero en fila, mostrando su disposición para aprender y mejorar. Mientras descendían por las escaleras y atravesaban el recibidor, Lyra se percató de la presencia de Criss, quien le sonreía desde el otro extremo del espacio. Devolvió la sonrisa con amabilidad antes de continuar su camino, sintiéndose animada por el apoyo del chico.
Al llegar al patio trasero, el maestro Mado se sentó debajo de un árbol e invitó a sus alumnos a hacer lo mismo, buscando un ambiente tranquilo y apartado para la práctica. El suave murmullo del arroyo cercano creaba una atmósfera relajante, ideal para la meditación.
—Aquí estamos lo suficientemente lejos del edificio principal, no hay ruido más que el del arroyo detrás de este árbol. Quiero que se queden aquí meditando sin abrir los ojos hasta que yo se los ordene. Mientras meditan, quiero que alcen las manos como ayer y visualicen un Ora al menos un centímetro separada de su cuerpo. Ahora mismo su aura es tan débil que parece simple sudor evaporándose a su alrededor —ordenó Mado antes de retirarse, dejando a sus alumnos inmersos en la tarea.
Lyra, Ik y Shori comenzaron a meditar en completa paz, entregándose a la serenidad del momento y visualizando la capa de aura a su alrededor. Sin embargo, la tranquilidad se vio interrumpida cuando Shori, incapaz de contener su aburrimiento, emitió un sonido de flatulencia falsa, desatando la risa en el pequeño grupo.
—Por favor, cállate —pidió Ik en voz baja, molestándose por la interrupción.
—¡Nina!, qué asco —susurró Shori entre risas, incapaz de contenerse.
—¡Shori, cállate y ponte a meditar! —reprendió Lyra, sintiéndose avergonzada por el comportamiento de su amigo.
—Yo no fui, tal vez fue el arroyo —bromeó Shori, provocando más risas en sí mismo.
La paciencia de Ik se agotó y se levantó, desafiando a Shori con un gesto. Lyra abrió los ojos, preocupada por el posible conflicto que se avecinaba, pero también intrigada por ver las habilidades de sus compañeros en una confrontación.
Shori lanzó el primer puñetazo con furia, pero Ik lo esquivó con una agilidad impresionante. Sin embargo, el joven rubio no se rindió y continuó con su ataque, lanzando una serie de golpes con ambas manos en un intento desesperado por alcanzar a su oponente. Ik se mantuvo impasible, esquivando cada uno de los golpes con facilidad, sin mostrar señales de esfuerzo.
—¿Cómo es que pasaste el examen físico?, no puedes conectar un solo golpe —se burló Ik, exacerbando aún más la furia de Shori, quien redobló sus esfuerzos con aún más determinación.
Cegado por la ira, Shori continuó lanzando golpes con ferocidad, pero esta vez de manera más desordenada y menos precisa. En su embate descontrolado, dejó una abertura que Ik aprovechó al instante, conectándole un certero golpe en el estómago que lo dejó sin aliento, retorciéndose en el suelo.
Lyra, preocupada por la situación, intervino de inmediato, ayudando a Shori a levantarse y poniendo fin al enfrentamiento antes de que la situación escalara aún más.
—Ya es suficiente —dijo Lyra con firmeza mientras miraba a Ik, instándolo a detenerse.
Ik, sin perder la compostura, volvió a sentarse para meditar, ignorando los intentos de Shori por provocarlo nuevamente. Lyra suspiró, frustrada por la actitud de su amigo, y le susurró unas palabras de reprimenda mientras lo ayudaba a levantarse. Shori, en silencio, se puso de pie y se sentó de nuevo, reflexionando sobre lo sucedido.
Justo cuando Lyra se disponía a retomar su meditación, vio cómo Shori intentaba lanzar un ataque sorpresa a Ik por la espalda. Alarmada, gritó su nombre, deteniendo el intento de agresión. Shori se detuvo en seco, desistiendo del ataque ante la mirada de disgusto de Ik.
Las horas transcurrieron entre momentos de concentración interrumpidos por los insultos de Shori hacia Ik, quien se mantenía imperturbable, ignorando las provocaciones cada vez que Lyra intervenía para calmar la situación.
—Veamos cuánto han avanzado —dijo Mado, acercándose al árbol mientras mordía una jugosa manzana, dando inicio a la evaluación.
Los chicos permanecieron con los ojos cerrados mientras el maestro caminaba alrededor de ellos, evaluando su progreso. Tras un tiempo de observación, Mado expresó su evaluación, señalando que, si bien esperaba un poco más de avance, al menos ya no necesitaba usar Repartir en los ojos para ver su Armor.
—¡Shori, Ik, puedo ver su Ora! —exclamó Lyra emocionada al abrir los ojos y observar el aura de sus compañeros.
—¡Nina, tu Ora también la puedo ver! —respondió Shori, sorprendido por la revelación.
Mado confirmó que, aunque su Armor aún no tenía ni un centímetro de distancia, ya era posible verlo sin necesidad de usar Repartir. Explicó que casi cualquier persona tiene el potencial de usar el zen en el Ora, y que ellos habían desarrollado un Armor lo suficientemente fuerte como para manifestarlo en el plano físico.
Lyra se sintió poderosa, como si pudiera derribar una montaña, al experimentar por primera vez el poder del Armor. Mado les indicó que a partir del día siguiente vendrían directamente al patio trasero a meditar, con el objetivo de aumentar su Ora hasta que estuviera al menos un centímetro separada de sus cuerpos. Los novatos asintieron con determinación antes de retirarse del gremio, ansiosos por continuar su entrenamiento.
La camioneta en la que Touko se movía era de ella desde los once años, un regalo de sus padres que, inmersos en sus ocupaciones, no tenían el tiempo suficiente para acompañarla a ciertos lugares. Por ello, le entregaron las llaves del vehículo y le asignaron a su mayordomo personal, "Finley", la tarea adicional de ser su chofer.
Touko y Shori provenían de una familia adinerada. Su padre, el Sr. Fujimori, era el dueño de las renombradas Granjas Fujimori, proveedoras de carne para varias cadenas de comida en todo el continente. Por otro lado, su madre destacaba en el mundo de la moda como una reconocida diseñadora, siendo también propietaria de una parte de la prestigiosa marca de alta costura "Virnan".
Así, cada día transcurrió en el gremio con la misma rutina: al llegar, Lyra, Ik y Shori se dirigían directamente al patio trasero junto al arroyo para meditar y fortalecer su Armor. Con el pasar de los días, las esporádicas disputas verbales entre Ik y Shori se fueron desvaneciendo, transformándose en una rivalidad que los impulsaba a superarse mutuamente en el dominio del Ora.
—Un centímetro, casi un centímetro y un centímetro —anunció Mado, señalando sucesivamente a Ik, Shori y Lyra.
—Por favor, maestro, mida correctamente. Estoy seguro de que tengo un centímetro igual que ellos —protestó Shori, con indignación. Lyra e Ik lo miraron sorprendidos por su audacia, pero Mado simplemente suspiró y se interpuso entre Ik y Shori, empujándolos del hombro. Ik sintió una gran presión, pero con esfuerzo logró detenerse a escasos centímetros. En cambio, Shori salió disparado varios metros hasta caer en el arroyo.
—Entiendo... perdón, maestro —se disculpó Shori, derrotado y completamente empapado.
—Un solo milímetro de Armor puede marcar la diferencia entre un rasguño y un golpe fatal —explicó Mado, ayudando a Shori a levantarse. Luego de ese incidente, los tres jóvenes se retiraron del gremio, satisfechos con los resultados de su entrenamiento.
Al día siguiente, Lyra se despertó sabiendo que no tenía clases en el gremio, por lo que decidió dedicar la mañana a meditar para seguir practicando con su Ora. Sin embargo, su concentración se vio interrumpida constantemente por el fanatismo que sentía por la serie animada "Jinx"; el deseo de no perderse un solo capítulo la distraía una y otra vez.
—¡Lyra, por favor, ve al supermercado por la despensa! —gritó Luna desde la planta baja. Lyra frunció el ceño y bajó a la cocina para replicar.
—Luna, es mi día libre, ¿no podrías ir tú? —se quejó la joven con pereza.
—A diferencia de ti, yo no tengo días libres. Puedo ir de compras, pero entonces tú te encargarás de cocinar, bajar la ropa, plancharla y doblarla —respondió Luna mientras cortaba un filete de cerdo.
—Lo siento, Luna... Está bien, voy. Dame la lista de compras —contestó Lyra, sintiéndose un poco avergonzada. "Maneja tan bien su ceguera que a veces olvido que la tiene", pensó Lyra, decepcionada consigo misma.
En el supermercado, mientras caminaba por el pasillo de las frituras después de haber completado todas sus compras de la lista, Lyra decidió darse un gusto con algo que compraría con su propio dinero. Fue entonces cuando vio a Ik en el pasillo siguiente, eligiendo productos de limpieza. Recordando su ofrecimiento de amistad el primer día, decidió superar su timidez y acercarse a su compañero.
—Hola, ¿cómo estás? —saludó Lyra con una sonrisa nerviosa.
—Hola, Nina. Solo vine a comprar algunas cosas para mi baño —respondió Ik mientras añadía un paquete de jabones a su canasta.
—Me llamo Lyra, ese es solo un estúpido apodo que me puso Shori cuando éramos niños —se apresuró a corregir Lyra, sintiéndose un poco avergonzada.
—Oh, perdón. Nunca me atreví a preguntarte tu nombre y me quedé con el que te llamaba Shori —se disculpó Ik, tomando una botella de champú.
—No te preocupes, es comprensible —respondió Lyra, tratando de disimular su nerviosismo.
—Tal vez solo debas comprar la mitad de eso —bromeó Lyra, haciendo referencia al particular peinado de Ik. Este solo soltó una risa sarcástica que terminó en una sonrisa, indicando que no le molestaba el comentario.
—Perdón, es broma —añadió rápidamente Lyra, dándole un suave golpe en el hombro por los nervios.
Lyra acompañó a Ik en el supermercado mientras hacía sus compras, y él le devolvió el favor acompañándola a la parada de autobús. Sin embargo, justo cuando cruzaban el estacionamiento, comenzó a llover. Lo que al principio parecía ser una llovizna pasajera se convirtió poco a poco en un aguacero.
—Mi casa está cerca, podemos resguardarnos allí mientras pasa la lluvia. Pero si prefieres, puedo acompañarte aquí en la parada —sugirió Ik, buscando una solución para la inesperada tormenta.
—Está bien, vamos. De todas formas, no tengo prisa —respondió Lyra con una sonrisa, intrigada por conocer el hogar de su nuevo amigo. Además, prefería resguardarse en un lugar cómodo antes que esperar bajo la lluvia en una cabina de autobús.
Juntos salieron de la cabina y comenzaron a correr hacia el departamento de Ik, llevando las bolsas entre los dos. Pronto llegaron al edificio, que estaba convenientemente cerca del supermercado. Ik abrió la puerta de su departamento con sus llaves y dejó que Lyra pasara primero. Una vez dentro, le pidió que esperara en la entrada mientras él se dirigía a su habitación para cambiarse de ropa y buscar unas toallas para secarse un poco.
—¿Quieres que te preste una playera mientras meto tu blusa en la secadora? —preguntó Ik, algo apenado, mientras sostenía una playera negra con estampado de una banda de metal.
—Sí, gracias —respondió Lyra, sonriendo mientras aceptaba la prenda.
—El baño es la puerta junto a la de mi habitación —indicó Ik, mientras preparaba un par de tazas de café.
—Aquí está mi blusa, la exprimí un poco en la ducha —dijo Lyra, ofreciéndole su prenda mojada. Ik la tomó y la metió en la secadora junto con su ropa, mientras Lyra se sentaba en el sofá antes de estirarse para tomar un marco de fotos que estaba junto a una lámpara en un buró que quedaba en el espacio que dejaban sus dos sofás acomodados en forma de "L".
—¿Este es tu perro? —preguntó Lyra, observando la foto de un beagle en el marco.
—La foto venía con el marco —explicó Ik, acercándose al sofá con un par de tazas de café.
—¿Sabes que las fotos que vienen con el marco se suelen sustituir por las tuyas? —replicó Lyra de forma sarcástica.
—Compré una cámara instantánea, pero se me hizo egocéntrico tener fotos de mí mismo por la casa… no sabía cómo lo tomas así que lo hice negro y te traje un par de cápsulas de crema —respondió Ik, tratando de cambiar el tema hacia el café.
—Sé que dijiste que no tenías amigos, pero puedes poner fotos de tu familia —comentó Lyra sin pensar demasiado, antes de tomar una cápsula de crema para echarla en su café.
—Desde que llegué a la ciudad hace un par de años, he vivido solo —confesó Ik con un tono apagado e incómodo. Lyra se dio cuenta de que había metido la pata y decidió dar un sorbo a su taza de café mientras pensaba en cómo remediarlo.
—¿Es esa la cámara que me dijiste? —preguntó Lyra, señalando la cámara instantánea que estaba sobre el mueble que sostenía el televisor frente a ellos.
Ik asintió, y Lyra se levantó para coger la cámara instantánea.
—Tomémonos una foto para tu marco —propuso Lyra, abrazando a Ik para entrar ambos en el encuadre de la cámara antes de probar un par de muecas graciosas para la foto, aunque al final simplemente terminó sonriendo. Ik se notaba algo nervioso por la situación, pero se sentía bastante feliz de por fin tener una amiga. Luego de tomarse la foto, Ik sacó la imagen del perro del marco y puso la foto que acababan de tomar.
Como aún faltaban unos minutos para que se secase la blusa de Lyra, ambos decidieron ver una película mientras esperaban.
—¿Me prestas tu teléfono? Tengo que avisarle a mi hermana que estoy bien para que no se preocupe —explicó Lyra, a lo que Ik aceptó. Luna accedió a que Lyra pasase un rato en el lugar con la condición de hablar con Ik por teléfono.
—¿Estás pensando en mi hermanita de forma sucia? —preguntó Luna con seriedad.
—No, señorita, Lyra es solo mi amiga —respondió Ik con algo de miedo. Lyra pudo deducir qué clase de cosas estaba preguntando Luna, por lo que prefirió ir al baño para evitar el momento de incomodidad.
—Dile a Lyra que quiero que vuelva a casa cuando termine la película —dijo Luna luego de un breve silencio antes de colgar.
Ik se fue a sentar al sofá al mismo tiempo que Lyra salía del baño y se acercaba al televisor.
—¿Qué clase de películas tienes? —preguntó la niña mientras revisaba varios DVD acomodados en el mueble donde estaba la televisión.
—La mayoría son de crimen y Neo-noir —contestó Ik mientras prendía el televisor.
—Nunca he visto ninguna así, ¿cuál recomiendas? —dijo Lyra, aún husmeando por las cajas de las películas.
—"El conductor" es considerada de culto —respondió Ik mientras se levantaba del sofá para tomar la caja de la película.
—Pon esa. ¿Puedo usar un plato para poner las papas fritas? —preguntó la chica antes de ir a la cocina, a lo que Ik simplemente asintió con la cabeza mientras metía la película en el reproductor.
Ambos vieron la película bastante entretenidos, y al terminar, Lyra se cambió la blusa y volvió a su casa como se lo había dicho a Luna.
Al llegar a casa, todo estaba en silencio, por lo que Lyra decidió investigar en el primer piso, aprovechando así para dejar la despensa en la cocina.
—¿Te divertiste? —preguntó Luna, quien estaba sentada en el comedor.
—De hecho, fue bastante entretenido —respondió Lyra un poco enojada.
—¿Cuándo vas a invitar a tu novio a cenar? —volvió a preguntar Luna, mientras se levantaba para servirle la comida a su hermanita.
—Te dije que es un amigo. Lo acabo de conocer en el gremio y me avergonzaste haciendo esas preguntas —comentó Lyra, ya irritada por la actitud de su hermana. Luna terminó de servir los platos y le dio un beso en la mejilla a Lyra.
—Perdóname, hermanita, solo es que no quiero que alguien se aproveche de ti —susurró Luna al oído de su hermanita antes de abrazarla.
Lyra aceptó la disculpa y se sentó a cenar junto a su hermana, mientras veían su serie favorita como cada noche.