Las manos de Lyra acariciaban con suavidad las delgadas sábanas de la enfermería, sintiendo la textura áspera y fría contra su piel mientras gradualmente recobraba el conocimiento en aquella sala impregnada del aroma penetrante de desinfectante.
"¿Dónde estoy?... ¿Gané?", se cuestionaba Lyra en medio de la neblina de la confusión, su voz apenas un susurro en el silencio que envolvía la habitación.
—Al fin despiertas, hermosa —resonó la voz de Touko, interrumpiendo la quietud con su tono jovial, mientras soltaba el hombro de Sombra, quien reposaba en una cama cercana.
—No me digas que me perdí tu pelea —musitó Lyra, luchando por mantener los ojos abiertos mientras su mente luchaba por aclararse.
—Oh, sí, me sentí terriblemente desamparada sin tu ánimo en las gradas —replicó Touko con un brillo travieso en los ojos, aunque su sonrisa se desvaneció al percibir el pesar en la mirada de Lyra —. No te preocupes, aún tienes la oportunidad de presenciar la pelea de Ik. De alguna manera, le debes eso más a él que a mí —añadió, tratando de aliviar la tensión en el aire.
—¿Por qué dices eso? —inquirió Lyra, su curiosidad despertando a medida que la bruma de la confusión comenzaba a disiparse.
—Porque estuvo a tu lado mientras estabas inconsciente —explicó Touko, observando con ternura cómo el rostro de Lyra se tenñia de un rubor sutil, sus ojos brillando con una mezcla de gratitud y sorpresa.
Decidida a no dejarse vencer por la debilidad, Lyra se levantó con cuidado y se encaminó hacia el baño de la habitación, donde se cambió de ropa con movimientos lentos y meticulosos. Una vez lista, se dirigió con determinación hacia las gradas de la arena, ansiosa por presenciar la batalla de Ik y devolver así el favor que le había sido concedido en su momento de necesidad.
—Bien, ya se fue. ¿Ahora sí me puedes contar? —inquirió la rubia con tono suave, acercándose a Sombra, quien permanecía recostado en silencio, con la mirada perdida en algún punto distante, su semblante ensombrecido por la tristeza que pesaba sobre él como una losa.
La madre de Sombra, una presencia constante en su vida, había luchado contra una enfermedad terminal durante años, una batalla que los había consumido física y emocionalmente. El tratamiento para su condición era exorbitantemente costoso, una carga que Sombra había llevado sobre sus hombros desde su más tierna infancia. La figura paterna había sido una ausencia dolorosa desde el momento en que Sombra llegó al mundo, abandonándolos a él y a su madre a su suerte.
Desde entonces, Sombra había asumido el rol de sostén de la familia, trabajando incansablemente desde una edad temprana para pagar los medicamentos que mantenían a su madre con vida, así como para cubrir los gastos básicos del hogar, ya que su madre estaba incapacitada para trabajar debido a su precario estado de salud.
Hace apenas unas semanas, el destino cruel había decidido jugar una nueva carta en su partida, transformando la enfermedad de la madre de Sombra en una variante más agresiva y devastadora. El tratamiento necesario para enfrentar esta nueva etapa era aún más costoso y exigente, elevando la carga financiera sobre los hombros de Sombra hasta límites insostenibles.
Fue en medio de este torbellino de dificultades que Sombra había vislumbrado una oportunidad, una pequeña luz en la oscuridad que parecía prometer un respiro momentáneo. Había conseguido reunir un equipo y entrar en el torneo, con la esperanza de alcanzar la gloria y, sobre todo, el premio monetario que podría salvar a su madre. Ciento cincuenta mil lanas, una suma que resonaba en su mente como un salvavidas en medio del océano de desesperación en el que se encontraba atrapado.
Lyra se acomodó en la primera fila de las gradas justo cuando la melodía vibrante de la música de presentación comenzó a llenar el aire. De uno de los costados de la arena emergió Akino Riot, una figura imponente de la nación Kaji, una año mayor que los integrantes del equipo de Lyra. Akino lucía una delgada blusa sin mangas en tono celeste salpicada con manchas blancas, combinada con unas licras ajustadas de color negro. Sin embargo, lo que más llamaba la atención de la joven era su cabeza, completamente rapada, un rasgo distintivo que imprimía una aura de singularidad y determinación.
En contraparte, desde el otro extremo de la arena se perfilaba Ik, ataviado con un pantalón corto que rozaba sus rodillas sobre las licras de su uniforme de campo caluroso. Su camiseta negra ostentaba una calavera con un sombrero de paja bordada en el lado izquierdo de su pecho, un detalle que añadía un toque de irreverencia a su apariencia.
—¡Comienza el combate! —rugió Osvaldo, el presentador, mientras una cascada de fuegos artificiales iluminaba el cielo y los vítores entusiastas de la multitud inundaban el estadio con un fervor ensordecedor.
Con determinación palpable en sus movimientos, Ik adoptó una postura defensiva, mientras que Akino simplemente se dejó caer al suelo de la arena, cuya superficie comenzaba a secarse tras la lluvia de la mañana.
—Cuando quieras, príncipe —desafió la chica con un tono burlón, recostándose en el suelo en una pose provocativa que evocaba las imágenes de las supermodelos de las revistas de moda.
"Me siento un poco nervioso por pelear en público", reflexionó Ik, sintiendo un leve cosquilleo de ansiedad mientras se aproximaba con cautela a Akino. En un abrir y cerrar de ojos, la joven se alzó de un salto repentino y se lanzó hacia él con determinación. Ik apenas tuvo tiempo de reaccionar para bloquear el poderoso golpe de Akino, que elevó su contador de daño al 7%. Tras el impacto, ambos contendientes retrocedieron en un ágil salto, buscando distancia y una oportunidad para evaluar la situación.
—Por todos los cielos, es extraño ver un solo golpe superar el cinco por ciento. Akino Riot es formidablemente fuerte —comentó Manolo, sorprendido por la fuerza impactante de la oponente de Ik.
Ik se mantuvo en posición defensiva, su mente trabajando a toda velocidad para idear su próximo movimiento estratégico. Sin embargo, antes de que pudiera decidir su siguiente paso, el tiempo pareció detenerse por un instante cuando parpadeó y vio a Akino correr hacia él con ferocidad renovada. En un abrir y cerrar de ojos, la joven guerrera lanzó una poderosa patada, envuelta en llamas ardientes, que impactó de lleno en la mandíbula de Ik con fuerza devastadora. Instintivamente, Ik canalizó toda su Armor oscuro en el puño, contraatacando mientras el golpe de Akino lo lanzaba hacia atrás, ambos cuerpos cayendo al suelo en un torbellino de movimiento.
—¡Buen golpe, Ik! —exclamó Lyra desde las gradas, su voz apenas audible entre el clamor ensordecedor de la multitud que rugía con emoción desbordada.
Los marcadores de daño de ambos combatientes aumentaban vertiginosamente. El porcentaje de Akino se detuvo en 22%, mientras que el de Ik alcanzó el 28%, evidencia palpable del intercambio feroz que se estaba desarrollando en la arena.
—Ambos luchadores muestran una habilidad zen sorprendente —comentó Osvaldo, impresionado por el equilibrio entre los contendientes.
—Cierto, Osvaldo, en este momento es imposible predecir quién saldrá victorioso —confirmó Manolo, su voz llena de anticipación.
—No obstante, Akino Riot demuestra una velocidad extraordinaria en sus ataques con las piernas, lo que podría dificultar que Ik Orochi utilice su Armor para defenderse —añadió el comentarista más experimentado, evaluando la situación con perspicacia.
Con la tensión en el aire palpablemente densa, Akino comenzó a cargar su técnica Repartir con una intensidad ardiente en su pantorrilla, mientras Ik respondía preparando su propio Armor en el brazo, listo para enfrentar el próximo embate con determinación inquebrantable.
"Ambos han concentrado toda su energía zen en un único punto para atacar, lo que significa que no tendrán Armor para defenderse", reflexionó Lyra mientras daba un sorbo a su bebida, observando con atención el desarrollo del combate desde las gradas.
Akino e Ik se lanzaron uno hacia el otro con una determinación palpable, sus movimientos veloces como el rayo mientras convergían en el centro de la arena. En el instante preciso en que estuvieron lo suficientemente cerca, Akino desencadenó su poderosa patada envuelta en llamas ardientes, mientras Ik extendía el brazo que contenía toda su energía zen, preparado para el choque inevitable que se avecinaba. Una explosión de fuerza los lanzó en direcciones opuestas, sus cuerpos impulsados varios metros por el impacto brutal, mientras los marcadores de daño comenzaban a ascender rápidamente. El porcentaje de Ik se disparó hasta el 74%, mientras que el de Akino se detuvo en el 71%, dejando claro el costo que ambos estaban dispuestos a pagar por la victoria.
—¡Damas y caballeros, estamos siendo testigos de un cataclismo de energía zen! —exclamó Osvaldo, su voz resonando en el estadio con una mezcla de asombro y emoción.
Un cataclismo de energía zen, explicaba la voz de fondo del estadio, ocurre cuando se produce un choque directo entre ataques de energías con polos compatibles. Las naturalezas de energía, divididas en positivas y negativas, determinan la dinámica de estos enfrentamientos. En el primer grupo se encuentran las naturalezas como planta, fuego, aire, escarcha y volátil, mientras que en el segundo se incluyen las naturalezas sombra, agua, tierra, psíquico y mentalista. La colisión de estos poderes esenciales crea un estallido de fuerza y espectáculo, un fenómeno que solo los más avezados guerreros pueden controlar y manejar en la arena del combate.
Los dos jóvenes se pusieron de pie casi al instante, sus cuerpos vibrando con la adrenalina y la determinación palpable en cada fibra de su ser.
—¡Suficiente, ríndete, no quiero lastimarte más! —proclamó Ik, su voz resonando con autoridad mientras concentraba el aura oscura en su brazo izquierdo, preparado para lo que vendría a continuación.
—Qué divertido que tengas tanta confianza en tu habilidad para desafiarme, un warrior de la nación Kaji —replicó Akino con un tono arrogante, encendiendo llamas en ambas piernas antes de lanzarse hacia Ik con una velocidad impresionante, su determinación ardiente como el fuego mismo.
En un abrir y cerrar de ojos, Akino descendió sobre un desconcertado Ik, quien apenas tuvo tiempo para reaccionar antes de recibir una patada ardiente en la frente, dejando una leve quemadura en su piel.
—Los warriors del zen nunca serán ni la sombra de los de la nación Kaji —sentenció Akino con desdén, mientras Ik se retorcía en el suelo, su marcador de daño ascendiendo rápidamente hasta el 93%.
—¡Si el peleador Ik Orochi no se pone de pie en diez segundos, se considerará que no puede seguir peleando! —anunció Osvaldo, su voz resonando en el estadio mientras Manolo comenzaba la cuenta regresiva:
—Diez, nueve, ocho, siete...
—¡Estoy bien, aún puedo seguir! —gritó Ik con determinación, levantándose con dificultad y enfrentando a su rival con una mirada cargada de ira y determinación.
—Lewa y yo restauraremos el honor de la nación Kaji que Kano perdió al ser derrotado por esa niña de la ciudad del zen —proclamó Akino con fiereza, sin percatarse de los movimientos discretos de Ik mientras enviaba energía oscura desde la punta de sus dedos, formando una esfera de energía ominosa que había dominado en las montañas del poblado Darmeno.
—Me das un poco de lástima. Serás el primero de tu equipo en caer y no avanzar de ronda... ¿Qué estás tramando? —inquirió Akino ingenuamente al notar la habilidad Jibun de su oponente.
—¡Esfera Sombra! —exclamó Ik con determinación, lanzando la esfera de energía oscura hacia Akino con un golpe certero en el estómago, utilizando su habilidad con maestría para cambiar el curso del combate en un instante.
Con un estallido final de fuerza, el marcador de daño de Akino se elevó hasta alcanzar el 107%, dejando claro el impacto devastador del último golpe de Ik. Intentó ponerse de pie, pero sus fuerzas flaqueaban, agotadas por el furioso intercambio de golpes. En un instante, Ik se elevó sobre ella, colocando su mano en el rostro de Akino y arrodillándose sobre sus brazos, asegurando su posición de dominio.
—Ya ríndete, por favor —rogó Ik entre jadeos de cansancio, su voz resonando con una mezcla de determinación y súplica mientras miraba a su rival con una intensidad penetrante.
Agotada y herida, Akino comprendió que ya no le quedaban fuerzas para continuar la lucha. Dejó de resistirse rápidamente, consciente de la gravedad de sus heridas y del inevitable desenlace que se avecinaba.
—Quítate de encima, por favor —murmuró Akino, su voz sofocada por la mano de Ik que descansaba sobre su rostro. El joven asintió con comprensión y se apartó unos pasos, permitiendo que Akino se incorporara lentamente, su cuerpo tembloroso mientras se sentaba en el suelo, resignada ante la derrota.
—Espero que llegues a la final, para que Lewa te destroce… Me rindo —declaró Akino con una mezcla de frustración y admiración, levantándose con esfuerzo del suelo y retirándose de la arena con paso firme, aceptando con dignidad su derrota.
—¡El ganador de este emocionante encuentro es Ik Orochi! —anunció Osvaldo con entusiasmo, su voz resonando en el estadio mientras la multitud estallaba en vítores y aplausos, celebrando la valentía y habilidad del joven guerrero.
El ambiente relajado del restaurante del centro comercial proporcionaba un respiro bienvenido después de la intensidad del torneo. Mientras esperaban la próxima pelea de Same, el grupo disfrutaba de una cena tranquila, compartiendo momentos de camaradería y reflexión.
—Me alegra que también hayas pasado a la siguiente ronda. Tu pelea fue realmente difícil —comentó Lyra, su voz suave mientras tomaba un pequeño trago de agua para refrescarse.
—Gracias, Lyra. No iba a dejar que me superaran fácilmente. Todos los combates han sido un verdadero desafío, pero eso es lo que nos hace mejores —respondió Ik con una sonrisa de gratitud, reconociendo el esfuerzo de sus compañeras.
—Ahora solo falta que Same y Licka también pasen de ronda para tener la ventaja de desempate por equipo completo. Same es increíblemente fuerte, así que confío en que lo logrará sin problemas —añadió Lyra, su confianza en su compañero irradiando en sus palabras.
—Es verdad, ¿dónde se habrá metido Same? No lo he visto desde hace un rato. Estaba buscándolo para que se uniera a nosotros a cenar —comentó Touko, mirando alrededor con curiosidad en busca de su amigo ausente.
—Hablando de desaparecidos, tampoco he visto a Crissalid desde que nos registró en la recepción del torneo. Es un tanto extraño que ambos estén ausentes al mismo tiempo —añadió Ik, frunciendo ligeramente el ceño mientras cortaba un trozo de suculento filete de res.
La preocupación comenzaba a burbujear en el grupo, una sombra de intriga tejiéndose entre ellos mientras se preguntaban dónde podrían estar sus compañeros desaparecidos en un momento crucial como este.
En un cuarto oscuro, perdido en algún rincón del bullicioso estadio, Same y Crissalid se enfrentaban en un tenso encuentro, la atmósfera cargada de tensión y secretos ocultos.
—Tardaste en darte cuenta, agente especial Crissalid Star —bromeó Same, manteniendo su mirada fija en su adversario, sin dar un solo paso atrás ante la fría seriedad que emanaba Crissalid.
—Siempre el mismo estilo de cabello. Comencé a sospechar en cuanto te vi. Y cuando me concentré en tu presencia, aunque la suprimiste instantáneamente, pude percibirla. Onaji Nikami, fundador de la secta de los Sacros. Pensé que la armada de "Gun" los había erradicado —respondió Crissalid con una calma glacial, su voz resonando en la oscuridad del cuarto.
—La gente de Gun no habría podido hacer nada contra nosotros si la Ciudad del Zen no hubiera intervenido —replicó Same, su tono cargado de resentimiento por el pasado que los había llevado a encontrarse en aquel lugar.
—Si me reconociste desde el principio, ¿por qué aceptaste venir? —inquirió Crissalid, su presencia desplegándose por todo el espacio con una intensidad abrumadora, envolviendo a Same en una atmósfera opresiva y angustiante.
—Creí que finalmente podría deshacerme del bastardo que ha estado molestando desde que se enteró de mi existencia —respondió Same, su mirada desafiante clavada en la de Crissalid, quien no pudo evitar sentirse perturbado por la determinación implacable de su adversario—. Estás solo, no desperdicies tu vida así. Simplemente quería confirmar que la presencia de esa chica era la del "Tiger Beast" —comentó Same, provocando una reacción inesperada en Crissalid, cuya furia se dejó sentir en el aire con una intensidad palpable.
—Cuando vi lo que sucedió en el combate de Lyra, informé a mis superiores. La Ciudad del Zen ahora está al tanto de esto —añadió Crissalid, su tono impregnado de urgencia mientras luchaba por mantener su compostura ante la presión de la situación.
—Estoy seguro de que sabes que podría matarte fácilmente —dijo Same con calma, sin un ápice de arrogancia en su voz, simplemente afirmando un hecho innegable, como quien declara que el sol sale por el este. La simple afirmación dejó a Crissalid sin aliento, su corazón latiendo con fuerza en su pecho.
—¿Entonces por qué no lo haces? —preguntó Crissalid, su voz temblorosa con una mezcla de miedo y desconcierto, incapaz de comprender las motivaciones de su enigmático adversario.
—Sería un desperdicio. Estás muy bien entrenado. A pesar de tu miedo, no bajaste la guardia ni por un segundo —respondió Same con un destello de respeto en su mirada, antes de retirarse con una serenidad que desconcertó a Crissalid, quien se quedó sin palabras ante la partida de su enemigo, impotente para detenerlo.
En la arena, la expectación era palpable mientras los chicos ocupaban sus lugares en las gradas, ansiosos por presenciar la próxima pelea, aunque con un dejo de temor por la posibilidad de que Same no se presentara.
—Después de la espectacular pelea de Urale, las expectativas están por las nubes para el enfrentamiento entre Victor Miselay y Demian Satoru —anunció el locutor, su voz resonando en el estadio con un tono cargado de emoción.
Same emergió en la arena con la misma indiferencia que había mostrado frente a Crissalid, vistiendo su uniforme escolar con los pantalones arremangados y una sencilla playera negra. Mientras tanto, Victor Miselay lucía una camisa blanca y pantalones de mezclilla, su confianza palpable en su postura relajada.
—¡Comienza el combate! —anunció el árbitro, dando inicio al esperado enfrentamiento.
Victor comenzó a hacer estiramientos extravagantes, mientras Same permanecía imperturbable, con las manos en los bolsillos, observando a su oponente con una calma inquebrantable.
—¡Oye, panzón! ¿Por qué no tomas la iniciativa? Solo asegúrate de no aplastarme —bromeó Victor, provocando risas entre el público con su humor mordaz, pero Same ignoró sus palabras, manteniendo su compostura sin inmutarse mientras Victor realizaba un ridículo baile de burla.
—Bueno, si quieres, puedo empezar yo, pero te aseguro que te dejaré fuera de combate con un solo golpe... Público, levanten sus brazos y presten un poco de su energía —exclamó Victor, apelando al apoyo del público mientras desplegaba su extraño Keiyaku con contrato de poder.
Same retiró la mano izquierda de su bolsillo con una rapidez asombrosa, sujetando el cuello de Victor en un abrir y cerrar de ojos. A pesar de los intentos de Victor por liberarse, los golpes en el brazo de Same solo lograban aumentar la presión de su agarre, elevando el marcador de daño del oponente al 31%. Con un movimiento certero, Same arrojó a Victor contra la pared, aumentando su daño al 59%.
Mientras Victor yacía en el suelo, intentando recuperarse, Same se abalanzó sobre él con una ferocidad despiadada, arrastrándolo por la arena con un salto poderoso. El marcador de daño seguía aumentando, alcanzando el 91%, mientras Same continuaba su brutal asalto. Antes de que los comentaristas pudieran intervenir, Same comenzó a pisotear a Victor, quien yacía inconsciente en el suelo, su boca manchada de sangre, dejando al público atónito ante la violencia de la escena.
La mañana siguiente, Touko decidió llevar a sus compañeros a desayunar fuera del complejo, en un restaurante ubicado a pocas calles del estadio.
—Mi padre tiene una granja aquí en Ming, por eso solíamos venir a comer aquí con frecuencia. Una vez me trajo a este lugar y se convirtió en mi favorito de toda la ciudad capital del Ming —explicó Touko, tomando asiento en una de las rústicas mesas del acogedor establecimiento.
—No puedo imaginar a tu padre disfrutando de un lugar sin aire acondicionado, manteles en las mesas y todas esas cosas... —comentó Lyra, mientras se abanicaba con la mano para mitigar el calor del ambiente.
—¿Los ventiladores están ahí solo para adornar el techo? ¿Por qué se mueven tan lento? —preguntó Licka, apoyando su rostro en sus manos con gesto de cansancio.
—Mi padre me contó que uno de sus socios, llamado David Myers, le mostró este lugar. Al igual que ustedes, mi padre lo odió apenas puso un pie aquí, pero todas sus quejas desaparecieron en cuanto la comida llegó a la mesa —respondió Touko con una sonrisa mientras dos meseras se acercaban con los platos de comida de los chicos.
Así que, sin perder tiempo, los novatos probaron la comida frente a ellos para comprobar si las palabras de Touko eran ciertas.
—¡No lo puedo creer, esta milanesa empanizada es la mejor que he probado en mi vida! —exclamó Licka, completamente fascinada por el sabor de su plato.
—Igualmente, nunca pensé que estos camarones serían tan deliciosos —añadió Ik, sorprendido por el exquisito sabor de su comida.
—Es un platillo típico de "Vista Hermosa", se llama Ceviche de Camarón —explicó Touko, compartiendo un poco de su conocimiento local con sus amigos.
—Claro, no se llamaría ceviche de pollo, ¿verdad? —bromeó Lyra, levantando uno de los camarones con la mano en un gesto juguetón, aunque su chiste no provocó risas entre los demás.
—Gracias por traernos a este lugar, Touko. La comida es simplemente deliciosa —agradeció Lyra, con una sonrisa de satisfacción.
—Pero sigue haciendo mucho calor —se quejó Licka, inclinando la cabeza hacia atrás en un intento de escapar del sofocante clima.
—Sus bebidas, jóvenes —anunció una de las meseras del lugar, trayendo una bandeja con cuatro copas de flauta llenas de un líquido burbujeante y helado de color salmón.
—Jugo de naranja tropical, mi favorito personal. Espero que les guste, amigos —dijo Touko con una sonrisa amable, mientras la mesera servía las bebidas.
Los chicos no tardaron en dar sorbos a sus refrescantes bebidas, disfrutando del sabor refrescante y exótico del jugo de naranja tropical. Lyra estaba a punto de expresar su fascinación por el sabor, pero su atención fue rápidamente capturada por el televisor que estaba sintonizado en el canal del estadio.
—Ahora con ustedes está la tabla de encuentros de la segunda ronda para el día de mañana —anunció la voz de Manolo desde el televisor. En un instante, tanto Lyra como Touko quedaron petrificadas, sus miradas se encontraron y en ese momento solo pudieron intercambiar una mirada llena de sorpresa y determinación.
—Me toca pelear contra ti —se dijeron ambas al unísono, dejando que la realidad de la situación se asentara en sus mentes. Sin embargo, antes de que la tensión pudiera apoderarse por completo de la situación, Lyra rompió el silencio con una sonrisa.
—Me alegra, no pude ver tu pelea. ¿Qué mejor que enfrentarnos las dos en un combate amistoso? —propuso Lyra, extendiendo una rama de olivo hacia su amiga en medio del caos que se avecinaba.
Al escuchar las palabras de Lyra, Touko sintió un alivio inmenso y devolvió la sonrisa antes de abrazar a su amiga con todo el cariño que podía ofrecerle.
—No entiendo, somos del mismo equipo, ¿por qué las enfrentan entre ustedes? —preguntó Licka, confundida por la situación.
—La carta lo decía. Los equipos solo se piden como requisito para que se llene el cupo de cuarenta participantes. Pero cuando el torneo dé comienzo, los participantes pelearán de manera individual, aunque la victoria se comparte con todo el equipo —explicó Touko, compartiendo un poco de información importante con su amiga para aclarar las dudas.
—Pues se lo toman bastante bien, chicas. A mí me tocó pelear contra una tal Urale Mirai —comentó Ik, sin dejar de saborear su comida.
—¡¿Tú eres Ik Orochi?! —exclamó una voz femenina desde una esquina del local. Los chicos voltearon para identificar la procedencia de la voz, encontrándose con el equipo de la misteriosa chica de la máscara de hierro que había llamado tanto la atención en la reunión previa al torneo.
—Sí, ¿te puedo ayudar en algo? —respondió Ik con indiferencia, sin moverse de su asiento, mientras la chica se acercaba con determinación a su mesa.
—Yo soy Urale Mirai. Vi tu pelea. Déjame decirte que estoy bastante decepcionada, esperaba enfrentarme a alguien que realmente fuera un desafío —declaró Urale con franqueza, sin temor a expresar su opinión.
—Oye, ¿qué te sucede? No puedes simplemente venir y hablarle así —intervino Lyra, levantando la voz en defensa de su amigo.
—Está bien, Lyra. Solo hay que ignorarla —intervino Ik, tratando de calmar la situación con su habitual calma.
—Lyra Yoto, también vi tu pelea. Qué patético desempeño —agregó Urale, desafiante, provocando la ira de Lyra.
Touko decidió concentrarse en su comida, intentando evitar el conflicto, mientras Licka se levantaba lentamente de su asiento con una excusa para alejarse.
—Voy a pedirles a los meseros que nos preparen la comida para llevar —anunció Licka, buscando una salida para la incómoda situación.
Mientras tanto, Lyra se puso de pie frente a Urale, visiblemente enojada, lista para confrontarla.
—Chicas, cálmense —intentó mediar Ik, pero antes de que pudiera hacer más, Touko intervino, sujetándolo del hombro para evitar que se levantara de la mesa y empeorara la situación.
Mientras la tensión crecía en la mesa, en la pantalla del televisor se anunciaba el inicio de la primera pelea de la primera ronda en el segundo grupo del torneo.
—Mejor te vas de aquí —advirtió Lyra, su tono cargado de amenaza.
—¿Por qué no me sacas tú? Me gustaría verte intentándolo —respondió Urale con desafío, justo cuando la voz de Osvaldo resonó desde el televisor:
—¡Comienza el combate!
Las dos chicas se prepararon para enfrentarse, adoptando posturas defensivas, a punto de lanzarse al ataque. Pero antes de que pudieran hacerlo, Ik se interpuso entre ellas, y los compañeros de Urale que estaban presentes en el local la tomaron de los brazos y se la llevaron, evitando así un enfrentamiento directo.
Llegó la tarde y la pelea de Licka estaba a punto de comenzar. A diferencia de sus compañeros, a ella le tocó quedar en el segundo grupo del Torneo, lo que significaba que no tendría que enfrentarse a ellos a menos que llegaran a la final.
Los chicos tomaron sus asientos en primera fila, ansiosos por presenciar la pelea de su compañera. Licka salió a la arena vestida con unos pantalones cortos y una larga camisa holgada de manga corta.
—Ahora tenemos el tercer encuentro de este segundo grupo. ¿Cuáles son tus expectativas, Osvaldo? —preguntó Manolo.
—Yo soy un hombre fácil de impresionar, Manolo, así que espero que Licka Bennet y Yesenia Martinez estén a la altura —respondió el comentarista en jefe, mientras las chicas se preparaban en la posición inicial.
—¡A pelear! —anunció Osvaldo.
Las dos chicas comenzaron a moverse por la arena, manteniendo siempre una distancia considerable entre ellas. De repente, un par de largas hojas de hielo surgieron de los brazos de Yesenia, quien poco a poco comenzó a acortar la distancia entre ellas, obligando a Licka a invocar un par de ráfagas de viento que comenzaron a cubrir las palmas de sus manos, apuntando hacia su contrincante.
—¡Yesenia toma la iniciativa y embiste a Licka con sus espadas de hielo!
—Pero Licka está evadiendo los ataques con un par de volteretas, parece ser muy ágil —añadió Osvaldo emocionado.
Justo después de esquivar el ataque de Yesenia, Licka intentó posicionarse detrás de ella. Sin embargo, antes de que pudiera acercarse, la chica de rizos plateados comenzó a girar sobre su eje con los brazos extendidos, convirtiendo sus espadas de hielo en mortales aspas que giraban a gran velocidad. Licka se vio obligada a retroceder y esperar a que su oponente terminara su ataque.
Una vez que Yesenia terminó de girar, se la veía algo confundida y mareada, una oportunidad que Licka aprovechó al máximo. Se acercó rápidamente, extendiendo las manos. Al contacto, una gran onda de choque se liberó, lanzando a Yesenia al otro extremo de la arena. El contador de daño de Yesenia se elevó al 12%, mientras Licka se lanzaba hacia ella para someterla. Sin embargo, Yesenia se recuperó rápidamente y saltó para ponerse de pie, reiniciando sus ataques giratorios en un intento de cortar a Licka, quien apenas logró esquivarlos, pero no sin sufrir algunos cortes en los brazos que utilizó para protegerse el torso mientras huía del alcance de los ataques.
El marcador de daño de Licka se elevó al 10%, y el sangrado comenzaba a infligirle daño adicional. Pero esta vez, Licka estaba preparada. Tan pronto como Yesenia cesó de girar, lanzó otra onda de choque al suelo para impulsarse y llegar rápidamente hasta su contrincante, quien aún se encontraba mareada.
—Licka es muy hábil con su naturaleza —comentó Lyra desde las gradas, admirando la destreza de su compañera.
—Ese es su Jibun "Impulse Pump". Utiliza el principio básico de la naturaleza del aire: atraer y empujar ligeramente con ráfagas de aire, pero maximiza el factor de empuje a expensas de desactivar la habilidad de atracción —explicó Touko, mientras disfrutaba de su soda congelada a través de la pajilla.
Cuando Licka aterrizó frente a la aún aturdida Yesenia, volvió a cargar su "Impulse Pump", apuntando directamente al rostro de la chica. Yesenia, sin otra opción, se vio obligada a derretir sus navajas de hielo antes de levantar las manos y rendirse.
—¡Me rindo! —gritó.
—¡La ganadora es... Licka Bennet! —exclamó Osvaldo, mientras ambas peleadoras se retiraban a través de las puertas por las que habían salido.