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Chapter 11 - Capítulo 11: Improvisando.

Lyra se encontraba confundida y desorientada en medio de la neblina y las cenizas. El aire estaba cargado de un olor a quemado y el suelo crujía bajo sus pies mientras intentaba avanzar. Cada paso era una lucha, como si el mismo entorno estuviera conspirando para mantenerla atrapada. Tropezaba y caía repetidamente, su desesperación creciendo con cada intento fallido de acercarse a las siluetas borrosas que se alejaban.

Entre la bruma densa, una figura se destacaba, permaneciendo imperturbable en medio del caos. Lyra parpadeó, luchando por enfocar su visión, y entonces lo vio claramente: Ik. Su corazón latió con fuerza, lleno de esperanza, y se esforzó por alcanzarlo. Cada paso era una carrera contra el tiempo, pero el destino parecía burlarse de ella, manteniendo a Ik justo fuera de su alcance.

Justo cuando Lyra estaba a punto de tomar la mano de Ik, un escalofrío recorrió su espalda. Un miedo paralizante se apoderó de ella cuando una figura oscura y demoníaca emergió de las sombras, sus ojos brillando con una malicia insondable. Con un movimiento rápido, la figura arrebató a Ik de su lado, dejando a Lyra petrificada por el terror.

—¡No te lo lleves! —gritó Lyra con desesperación, su voz resonando en la oscuridad mientras luchaba por alcanzar a su amigo. Sin embargo, antes de que pudiera hacer algo, la realidad se desvaneció, y Lyra se encontró abruptamente en la sala médica del estadio, el eco de su grito aún resonando en sus oídos.

—Lyra, me alegra verte despierta. He estado preocupado por ti. Lo siento mucho —dijo Crissalid con un tono cargado de culpa, mientras permanecía junto a ella en la sala médica.

—No se preocupe, maestro. No tiene la culpa de lo que pasó —respondió Lyra, reconociendo el pesar en la voz de su entrenador.

—He sido imprudente. Puse en riesgo a todos ustedes, y ahora Ik ha sido secuestrado... Tú, Licka y Touko deben regresar a la Ciudad del Zen. Yo me encargaré de encontrar a Ik Orochi —declaró Crissalid con determinación, asumiendo la responsabilidad de sus acciones.

—Por favor, maestro Crissalid, permítame acompañarlo. Fue mi debilidad lo que permitió que se lo llevaran. No pude hacer nada para protegerlo —suplicó Lyra, con la voz temblorosa por la rabia y la frustración que sentía.

—Yo también voy a ir contigo —intervino Touko, ingresando a la habitación con decisión, lista para unirse a la búsqueda de Ik.

—Entonces así será... En ese caso, necesitaré que Licka vaya a la ciudad para informarle al gremio y dar testimonio de la situación —dijo Criss, a lo que Licka asintió con la cabeza, asumiendo su nueva tarea con seriedad.

Después de cambiarse de ropa en la habitación de las chicas, Lyra llamó a su hermana para informarle del cambio de planes y ponerla al tanto de la situación.

—Está bien, Lyra. Cuídate mucho y obedece a Crissalid —aconsejó Luna, mostrando preocupación por su hermana menor después de escuchar los detalles del torneo.

—Entiendo. Lamento hacerte extrañarme tanto.

—De hecho, es mejor que estés lejos. Las cosas en la ciudad están un poco tensas desde ayer que falleció el restrisor Kim —comentó Luna, tratando de suavizar la gravedad de la situación en la ciudad.

—¿Cómo que falleció el restrisor? —preguntó Lyra, sorprendida por la noticia inesperada.

—Te pondré al día cuando regreses —respondió Luna, evitando profundizar en el tema.

—Entonces te dejo, hermana. El equipo de rescate me está esperando —dijo Lyra, despidiéndose con determinación mientras colgaba la llamada, lista para enfrentar los desafíos que se avecinaban.

Al llegar a la recepción del estadio, Lyra se encontró con Crissalid, Touko y Licka, quien ya la estaba esperando para despedirse, ya que ella se iría a la ciudad. Pero antes de que alguna de las dos pudiera soltar una palabra, la atención fue desviada hacia el chico de la cara vendada que antes había peleado con Touko.

El joven se encontraba de rodillas, suplicando ser parte del equipo.

—Por favor, déjenme ir con ustedes —rogó, con la voz cargada de desesperación.

—Lo siento, chico, pero no puedo dejar que gente ajena al caso se involucre —respondió Crissalid, con firmeza en su tono.

—Ese maldito demonio irrumpió en el estadio, derribando las paredes. Eso dejó a uno de mis compañeros en cuidados intensivos y a mi mejor amiga con una contusión de la que aún no despierta. ¡Así que, si me va a rechazar, por favor, que sea por otro motivo, porque a mi manera de ver las cosas, yo tengo mucho que ver con el maldito caso! —exclamó Lewa, con la voz temblorosa y una evidente frustración en sus palabras. Crissalid soltó un largo suspiro antes de darse la vuelta un par de segundos para pensar en la situación.

—Por ley, no estoy en la responsabilidad de cuidar de ti, así que espero que sepas cuidar de ti mismo. Cámbiate de ropa si es que lo necesitas. Nos vamos en diez minutos.

Tal como habían acordado, al pasar diez minutos, Criss, Lyra, Touko y Lewa estaban abordando una camioneta negra que se estacionó justo en la entrada principal del estadio.

—Lo último que supimos del hombre que secuestró a Ik Orochi es que robó un vehículo en la entrada del estadio, pero el control vehicular lo ubicó abandonado en la entrada del gran bosque nacional "Fuyuka", al norte del estado.

—Ese bosque tiene frontera con la nación Kaji. Si pasan a territorio de Kaji, tendremos que esperar doce horas para que los warriors de mi estado actúen y nos dejen actuar en su territorio —agregó Lewa, quien estaba sentado junto a Criss mientras este explicaba la situación.

—Eso es verdad, pero ya estoy mandando unos comunicados con la sala blanca para que eleven el caso a categoría internacional. Con eso podremos actuar con libertad en la nación Kaji, aunque parece que están ocupados con asuntos más importantes, por lo que será mejor que lo atrapemos antes de que cruce la frontera —dijo Crissalid mientras tecleaba en su comunicador.

Touko pudo notar que Lyra estaba distraída. Todo el trayecto se lo había pasado mirando por la ventana con un rostro de melancolía que no podía ocultar.

—No fue tu culpa. No podías hacer más —dijo Touko mientras asentaba su mano sobre la pierna de su amiga.

—Lo sé, pero... no sé por qué me siento así por Ik. Siento que soy lo único que tiene y le fallé.

—No le fallaste. Aún puedes... podemos ayudarlo —respondió la rubia mientras abrazaba a Lyra.

Luego de un par de horas, la caravana se estacionó en la entrada del gran bosque Fuyuka, abriendo las puertas para que la brigada de rescate improvisada pudiese bajar. El aire fresco del bosque llenó sus pulmones, y el sonido de los pájaros y el susurro de las hojas movidas por el viento crearon una atmósfera de calma en contraste con la tensión que sentían. Las sombras de los árboles se extendían sobre ellos, oscureciendo el camino que tenían por delante. 

—No se separen, chicos. El bosque es gigantesco y puede ser fácil perderse.

—Nunca había estado en esta parte del bosque. De pequeño, apenas recorrí un par de kilómetros con mi padre —comentó Lewa mientras admiraba el paisaje.

—Bueno, tomémonos de las manos para no perdernos —dijo Touko, luego de tomar la mano de Lyra mientras le extendía la mano a Lewa, quien aceptó sin pensarlo mucho. "Las manos de esta chica son muy suaves a pesar de ser tan fuerte", pensó Lewa, mientras acariciaba con su pulgar la mano de Touko, quien parecía estar cómoda con el gesto.

—Si caminamos cinco kilómetros al noreste, encontraremos un claro donde podemos acampar. Algunos kilómetros más adelante, se encuentran un par de pequeños pueblos rurales —explicó Crissalid, mientras observaba el mapa que le había dado el chofer de la camioneta. El sol se filtraba entre las copas de los árboles, proyectando rayos dorados sobre el camino cubierto de hojas secas y musgo. Un ligero susurro del viento jugueteaba con las ramas, creando una melodía natural que acompañaba sus pasos en la tranquila travesía por el bosque.

Mientras todo esto ocurría, en algún lugar, se encontraba Ik completamente solo, hundiéndose lentamente bajo el agua hacia un abismo absolutamente oscuro.

"¿Qué me pasó? ¿Dónde estoy?... ¿Quién soy?" se preguntaba el joven perdido, al ver cómo la luz de la superficie se alejaba poco a poco. "Estoy bajo el agua, pero puedo respirar, no me duele… siento paz".

—¡Suficiente! Descansaremos aquí por hoy… aunque tú no lo necesitas —comentó el secuestrador, sin siquiera mirar al cuerpo de Ik, quien actuaba bajo sus órdenes como una marioneta sin alma, moviéndose con acciones erráticas y con una mirada completamente vacía. El lugar estaba envuelto en una atmósfera inquietante, el único sonido era el sutil murmullo del agua que rodeaba a Ik mientras se sumergía más y más en las profundidades del abismo.

Cuando el equipo de rescate llegó a la zona de descanso en el pequeño claro del bosque, ya había comenzado a atardecer. Lyra y Criss se quedaron levantando el campamento, mientras que Touko y Lewa fueron a un río cercano para pescar algo para cenar.

—No sé cómo explicártelo. Ni siquiera yo lo comprendo aún —dijo Criss, mientras caminaba de un lado a otro frente a Lyra, quien se encontraba sentada junto a la fogata que ambos habían armado—. Existe una super arma biológica conocida como el "Tiger beast". Nadie sabe de dónde vino ni quién la creó. Hay teorías que dicen que es una especie de Keiyaku con cierto grado de conciencia…

—No entiendo lo que quieres decir. ¿Por qué me cuentas esto a mí? —preguntó Lyra, interrumpiendo a Crissalid, quien soltó un leve suspiro para sentarse junto a ella.

—Esta arma aparece de manera totalmente aleatoria en algún recién nacido y pues… durante el torneo pude notar que está dentro de ti.

—¿Dentro de mí? ¿Qué significa eso? ¿Me va a afectar?

—Lo mejor será que no se lo cuentes a nadie, al menos no hasta que puedas controlarlo. Habrá gente que querrá aprovecharse de tu ignorancia sobre el tema para usarte como arma.

—Entonces… ¿Cómo funciona?

—Es algo así como la eurenia pero mucho, mucho más fuerte. El Tiger beast fue visto por última vez durante la última guerra. Las historias decían que el último portador podía acabar con un ejército él solo. Aunque algo que da tal poder no es a cambio de nada… Todo lo que sé es que siempre que lo veíamos en la base estaba en cuidados intensivos.

—Dices que fue durante el torneo cuando notaste que esta cosa estaba dentro de mí, ¿fue cuando gané la pelea contra Kano y unos feos raspones aparecieron en mis brazos? —preguntó Lyra, luego de hacer un poco de memoria.

—Sí, usaste el Tiger beast para ganar ese encuentro y ese fue el precio.

—Pero ninguna de esas heridas dejó cicatriz.

—Probablemente sólo sean temporales. Estuviste varias horas en cama, a pesar de que solo lo usaste por un instante —dedujo Criss, luego de escuchar a la joven de cabello rosa.

Mientras tanto, no muy lejos de ahí, Lewa se encontraba recogiendo la caña que acababa de usar. La asentó junto a un balde lleno de pescados y se dirigió hacia donde estaba Touko, quien se encontraba sentada en una gran roca cerca de Lewa.

—¿Crees que siete peces sean suficientes? —preguntó el chico de la cara vendada, a lo que Touko sin voltear a verlo respondió:

—Sí, con eso es suficiente.

—Sabes, en la nación Kaji casi nunca llueve —dijo Lewa mientras observaba el cielo nublado que por momentos era iluminado por leves relámpagos.

—En la ciudad no es tan rara la lluvia, pero definitivamente llueve mucho menos que en la Ciudad Central, ahí casi siempre está nublado —comentó Touko para continuar la conversación —. Vamos a quedarnos un rato más.

—Bien, Touko Fujimori ¿cierto? —preguntó Lewa mientras se sentaba a un lado de la rubia.

—Ese es mi nombre.

—¿Cuántos años tienes?

—Yo… tengo catorce años, ¿y tú? —le preguntó la rubia devuelta.

—Yo tengo quince años, aunque también soy un novato, ya que entré un año tarde al gremio de mi estado —respondió Lewa mientras se echaba ligeramente hacia atrás.

—¿Te puedo preguntar algo? —preguntó Touko un tanto ruborizada, a lo que Lewa simplemente asintió con la cabeza, luego de acercarse discretamente a ella.

—Tu cara, ¿por qué la escondes?, ¿eres tan feo que te avergüenzas de ella? ¿O es que eres tan guapo que la tienes que ocultar para que las chicas no se te echen encima?

—¿Esto?... es un entrenamiento para la respiración. Los usuarios de aire necesitamos controlar la respiración para usar el viento con más precisión. Si quieres, me lo puedo quitar —respondió Lewa mientras comenzaba a quitarse los vendajes del rostro. Touko se mantenía atenta a descubrir la cara de su nuevo compañero, quien al terminar de quitarse las vendas reveló su rostro, el cual era bastante simétrico, con la mandíbula un tanto pronunciada, rasgos finos y con el iris del ojo color ámbar que hacía juego con los mechones color naranja rojizo que adornaban su cabello.

—¿Qué opinas?

—Estás… bien —dijo la chica, antes de voltear la mirada para esconder su sonrojado rostro, ya que de otra manera sería imposible ocultarlo debido a que su piel era sumamente pálida por naturaleza.

—¿Me quieres preguntar algo más? —preguntó Lewa, asentando las vendas a su lado.

—Bueno, ahora que empezamos a ser amigos, te quiero hacer una pregunta que le he hecho a mis compañeros de equipo en el gremio: ¿si no te hubieras unido al gremio, a qué te hubiera gustado dedicarte?

—Yo creo que me hubiera unido a la marina. Me gustaría comprobar por mi propia cuenta si es que en realidad la gran niebla es el fin del mundo —respondió Lewa, un tanto nervioso al sentir cómo Touko se recostaba en su hombro.

—A mí me hubiera gustado tener una florería.

En los confines del megacontinente Aari, el vasto océano está enmarcado por una imponente cortina de niebla, una muralla natural que rodea la tierra conocida. Para muchos, esta niebla representaba el límite del mundo, un misterio insondable que ha desafiado la exploración durante generaciones. Las leyendas que circulan entre los habitantes de Aari hablan de este lugar como el fin de todas las cosas, un abismo de oscuridad y misterio. Las expediciones enviadas por los gobiernos mundiales para desvelar los secretos de esta niebla han tenido un destino incierto; las últimas flotas jamás regresaron. Los marines apostados en los límites de la niebla han informado sobre sonidos extraños y desconcertantes avistamientos, alimentando aún más la leyenda de este lugar como un reino de bestias monstruosas y catastróficas.

La tierna luz de la mañana filtrándose a través de las hojas de los árboles despertó a Touko de su sueño, pero cuando buscó la calidez reconfortante de Lyra a su lado, solo encontró el vacío de la tienda de campaña. Con un gesto de preocupación, se incorporó rápidamente, preguntándose dónde podría estar su amiga.

Siguiendo el sonido de la voz de Crissalid, Touko salió de la tienda y se encontró con una escena intrigante. A lo lejos, Lyra intentaba mantenerse a flote en el río bajo la guía de Crissalid, quien le daba consejos tranquilizadores mientras observaba con atención cada uno de sus movimientos. Lewa estaba cerca, observando silenciosamente la escena, su expresión seria mostraba una mezcla de curiosidad y preocupación.

—¿Qué están haciendo? —preguntó Touko, con la voz ligeramente ronca por el sueño y la preocupación.

Lewa se volvió hacia ella, sus ojos mostraban una sombra de desconcierto mientras señalaba hacia el río. 

—Están ahí desde la madrugada —respondió de manera concisa.

Al llegar al lugar, Touko presenció a Lyra chapoteando en el agua, mientras Crissalid la guiaba con consejos tranquilizadores.

—Para usar esta fuerza, tienes que estar en completa paz. Intenta encontrar un recuerdo que te haga feliz —aconsejaba el entrenador, atento a cada movimiento de la joven.

Lyra, sin embargo, se veía frustrada, interrumpida por cualquier pequeño contratiempo.

—Lo siento… perdón, fue un pez, me rozó la pierna —se disculpó, luchando por mantener la calma.

Mientras tanto, Touko y Lewa observaban desde la orilla, ansiosos por comprender el propósito de aquel entrenamiento.

El tiempo pasaba y Lyra seguía sin lograr su cometido. Las horas se desvanecían en vano, mientras la joven luchaba contra la corriente y contra sí misma. Cada interrupción, cada distracción, eran pasos atrás en la búsqueda de su potencial oculto, y con cada fracaso, el tiempo para rescatar a Ik se deslizaba inexorablemente entre sus dedos.

—Quédense aquí, voy a preguntar en los pueblos cercanos si alguien ha visto a Ik o al tipo que se lo llevó —dijo Criss, con determinación, mientras ajustaba la mochila sobre su hombro, listo para partir en busca de pistas, dejando a los chicos atrás.

El tiempo pasaba lentamente para Touko, Lyra y Lewa, quienes habían retomado sus fuerzas con un poco de comida después del agotador entrenamiento de la mañana. Sentados bajo la sombra de un frondoso árbol, el silencio se había adueñado del ambiente, hasta que un susurro rompió la quietud.

—No digan nada, pero detrás de nosotros hay alguien. Sus pisadas son demasiado sigilosas para ser un civil —susurró Touko, con un tono de alerta que cortó el aire.

—Es verdad, yo también lo acabo de sentir —agregó Lewa, su tono de voz reflejando la seriedad del momento.

—¿No es Crissalid? —preguntó Lyra, con un deje de inocencia en su voz, tratando de encontrar una explicación lógica.

—No, esta presencia es más débil —respondió Touko, con los sentidos aún alerta, mientras los tres jóvenes se preparaban para actuar.

—Concéntrate, esta presencia es diferente —dijeron Lewa y Touko al unísono, instando a Lyra a enfocarse en la situación, antes de que los tres comenzaran a usar sus habilidades de Ocultar para esconder sus presencias y prepararse para cualquier eventualidad.

—¿Qué es lo que ves? —preguntó Touko, mientras observaba a Lewa, quien se asomaba entre los arbustos para observar al extraño.

—Es un extraño hombre. No tiene más de veinte años, pero está vestido con una camisa hawaiana y pantalones cortos. Lleva lentes, una gran mochila y sandalias de playa. Me da muy mala espina —respondió Lewa, con un dejo de intriga ante el peculiar aspecto del hombre.

—Será mejor que no se entere de que estamos aquí —dijo Touko, analizando la situación y tomando una decisión rápida.

—¡Pero ya me enteré! —gritó el extraño, rompiendo el silencio y sorprendiendo a los tres jóvenes, quienes instintivamente adoptaron una posición defensiva. Antes de que pudieran reaccionar, el hombre tomó a Lewa del brazo y lo sacó de su escondite. Las chicas, atónitas por un instante, reaccionaron rápidamente y salieron de su escondite para seguir a Lewa, preparadas para lo que pudiera venir a continuación.

—¡Déjalo ir ahora! —exclamó Lyra, su determinación resplandeciendo en sus ojos mientras se enfrentaba al extraño. Touko, por su parte, cubrió sus puños con duras cortezas secas, listas para el combate, adoptando una pose defensiva para respaldar a su amiga.

—Saludos… mi nombre es "Momo Strange". Soy un mercader ambulante, cómico y mago callejero —dijo el hombre, haciendo una reverencia después de darle un par de tirones a Lewa, a quien no dudó en aventar hacia los brazos de Touko. Touko sostuvo a Lewa con firmeza, manteniendo su mirada fija en el extraño. "Puede que su presencia sea más débil que la de Crissalid, pero aun así, ni siquiera los tres juntos podríamos hacerle algo", pensó, sin dejar de prestar atención a la situación.

—¿Y qué quieres de nosotros? —preguntó Lyra, su voz resonando con un tono desafiante.

—Hace un momento… nada en realidad, pero ahora tengo ganas de jugar un rato con ustedes —respondió Strange, mientras asentaba su mochila en el suelo para sacar de ella un bastón plegable y una garrafa de vidrio con tapa de corcho, llena de alrededor de cinco litros de sangre. Los chicos se prepararon para pelear, aunque ninguno tenía el valor para atacar al extraño. Lewa, sintiendo náuseas ante la grotesca escena, no pudo evitar un comentario mental de asco.

—"Bloody Mary" es mi Keiyaku. Me permite controlar la sangre de seres sin vida a cambio de la vida de un ser vivo que dependa de mí —explicó Momo, mientras los novatos lo observaban con asombro. Vieron cómo la mano izquierda del extraño daba comandos al líquido para elevarse poco a poco hacia el cielo, mientras que la derecha sostenía elegantemente el bastón en el que tenía apoyado su peso.

Momo Strange relató que se pasaba rescatando animales callejeros, como perros, gatos y ratones, hasta que no cupieran más en su remolque. Esto lo hacía simplemente para usarlos como el sacrificio de su contrato. Cuando Strange quería usar la sangre que cargaba, sin importar dónde estuviera, una de sus mascotas fallecía de un paro cardíaco para permitir que su dueño pudiera usar su Keiyaku. Los novatos escuchaban horrorizados, sin poder apartar la mirada de la escena ante ellos.

Finalmente, Lyra se armó de valor y arremetió con todo en dirección a Strange, quien dio un par de saltitos hacia atrás antes de conectarle tres golpes en la cabeza con el bastón a la chica. El sonido de los golpes resonó en el claro del bosque, acompañado por el lamento de Lyra al recibir los impactos. A pesar del dolor, no se rindió y se levantó con determinación, dispuesta a continuar la lucha.

Sin embargo, su valentía se vio truncada cuando Strange presionó un pequeño botón en el bastón, convirtiéndolo en una sombrilla. Lyra quedó desconcertada ante el repentino cambio, pero antes de que pudiera reaccionar, un fuerte ardor surgió en su brazo. Una quemadura se manifestó repentinamente, como si una gota de aceite hirviendo hubiera caído sobre su piel. Era la sangre hirviendo que Strange estaba comenzando a dejar caer sobre los novatos en forma de lluvia.

—¡Lyra, la sangre! —gritó Touko, su voz llena de preocupación y desesperación, mientras se abalanzaba sobre su amiga para cubrirla con su propio cuerpo. La sangre caliente caía con fuerza sobre ellos, provocando un dolor intenso en la piel y una sensación de asfixia en el aire.

Por suerte para ambas, Lewa reaccionó rápidamente y canalizó su habilidad, creando un torbellino infernal que disipó la lluvia de sangre hirviendo. El viento furioso giraba a su alrededor, desviando las gotas de sangre y creando un escudo protector para las jóvenes, dejando a Momo asombrado por la demostración de poder.

—No cabe duda de que conforme más pasa el tiempo, las generaciones son más talentosas… Esta es la verdadera fuerza de la juventud —dijo Momo entre aplausos, su voz resonando en el claro del bosque como una extraña melodía. Lyra quiso aprovechar la distracción de aquel hombre para continuar con su ataque, pero cuando llegó a estar lo suficientemente cerca de Strange, éste le conectó un rápido golpe con el paraguas en la mejilla, dejando a Lyra aturdida y desconcertada por la velocidad y precisión del movimiento.

—¡No te atrevas a tocarla! —exclamó Touko, su voz cargada de furia, mientras corría hacia Momo con determinación, lista para enfrentarlo. Sus puños se cerraron con fuerza, listos para descargar todo su poder sobre el extraño mercader. Momo bloqueó el golpe de Touko con habilidad, pero los guanteletes de madera que protegían sus manos hicieron que la piel desnuda de Strange se rasgara ligeramente, revelando pequeñas heridas que comenzaron a manar sangre.

Al presenciar la lucha entre Touko y Momo, Lewa aprovechó el momento para canalizar su energía y desatar un segundo Torbellino Infernal. La poderosa técnica golpeó a Momo de lleno, arrastrándolo con fuerza y provocando múltiples cortes en su piel. "No puedo creer que esto sea un Jibun, es demasiado fuerte", pensaba Momo mientras luchaba por mantenerse en pie frente al impacto del torbellino.

El Torbellino Infernal, el Keiyaku de Lewa, mostraba su verdadera naturaleza mientras desataba su poder. Aunque causaba daño a su oponente, no lograba ser tan efectivo como debería, ya que su fuerza se veía reducida a la mitad debido a su uso previo para disipar la lluvia de sangre. Lewa había optado por este Keiyaku para engañar a sus oponentes haciéndoles creer que era un Jibun, aprovechando las infinitas posibilidades que ofrecía un contrato de poder. 

"Me confié y ahora no tengo sangre para seguir peleando, no hay manera de ganarles a estos niños sin matar a uno de ellos", reflexionó Strange mientras observaba las heridas que Lewa le había infligido. Con un suspiro resignado, admitió la derrota:

—Ustedes ganan, se terminó el juego por hoy.

—¿Esto no es más que un juego para ti? —inquirió Touko, su frustración palpable en cada palabra.

—Señorita, piense bien en lo que me acaba de preguntar… ¡La vida es un juego! —exclamó Momo, su tono mezclando seriedad y un deje de ironía. Abrió su paraguas una vez más, haciendo que girara frente a los jóvenes antes de dejarlo caer al suelo, abandonando el lugar sin dejar rastro.