Al entrar al salón, la atmósfera estaba cargada de anticipación. Shori, Ik y Lyra se acomodaron en sus asientos mientras esperaban las palabras de Mado. El maestro, con su habitual expresión seria, les anunció la emocionante noticia de que su equipo tomaría una misión.
—¡Al fin! Pensé que estaríamos atrapados aquí entrenando por siempre —exclamó Shori, estirándose en su asiento con entusiasmo.
Mado les explicó que aún necesitaban una semana más de entrenamiento básico desde casa antes de que estuvieran listos para la misión. Entonces les entregó permisos para que sus tutores los firmaran. Estos permisos dejaban claro que, a pesar de que el maestro era responsable de ellos, todavía existía el riesgo de muerte, como en cualquier misión oficial del gremio.
Ik tomó el permiso y lo firmó de inmediato. Como un "joven independiente", término usado en la ciudad para los adolescentes refugiados o huérfanos que se consideran capaces de cuidarse a sí mismos, recibiendo una manutención del gobierno semanalmente, no necesitaba la firma de ningún tutor. Era un recordatorio palpable de su independencia y la responsabilidad que había asumido.
Al salir del gremio, Shori, Ik y Lyra se encontraron ante la pregunta inevitable de cómo pasarían el tiempo hasta que Touko saliera del gremio.
—Podemos volver en autobús —propuso Lyra.
—O podríamos ir al parque a pasar el rato —sugirió Shori con una sonrisa traviesa.
—No tengo nada que hacer, así que por mí está bien —respondió Ik.
Con la idea del parque en mente, se dirigieron hacia allí, que estaba a unas calles al norte. Una vez llegaron, se sentaron en una banca y comenzaron a charlar y bromear.
Después de un rato, notaron que tres niños pequeños, de unos ocho a diez años, se acercaban tímidamente hacia ellos.
—¿Ustedes son warriors? —preguntó uno de los niños, algo nervioso.
—Sí, somos novatos —respondió Lyra con una sonrisa amable.
—¡Ustedes se ven muy fuertes! Nosotros también queremos ser warriors cuando seamos grandes como ustedes —exclamó otro de los niños emocionado.
—¿Vienen aquí a montar skate? —preguntó Ik, señalando la patineta cruiser que uno de los niños llevaba.
—¡Sí, señor! ¿Usted también patina? —respondió la única niña del grupo, que llevaba un par de patines rosa y blanco.
—Tengo un longboard en casa, pero si alguno tiene una skateboard, puedo mostrarles —dijo Ik con entusiasmo. Uno de los niños le ofreció su patineta, a lo que el joven novato aceptó de buen grado.
El sol comenzó a despedirse en el horizonte, pintando el cielo con tonos dorados y rosados mientras el reloj del parque marcaba que faltaban veinte minutos para las siete de la noche. Con el tiempo justo, los tres novatos emprendieron el camino de regreso al gremio para esperar a que Touko saliera. Ik se despidió de ellos en la entrada, encaminándose hacia su hogar, mientras Shori y Lyra se quedaron esperando en la entrada del edificio. Poco después, la camioneta de Finley se detuvo frente al gremio y Touko salió apresuradamente para unirse a ellos en el camino de vuelta a casa.
Tan pronto como llegaron, Lyra entregó el permiso a su hermana, explicándole con sinceridad el contenido y el riesgo involucrado. A pesar de ello, Luna comprendió la importancia que tenía para su hermana ser una warrior, así que firmó el documento sin dudarlo.
Los días siguientes transcurrieron tal como Mado había indicado: los chicos entrenaron sus naturalezas en casa, aunque Shori dedicó gran parte de su tiempo a jugar con sus amigos. Finalmente, el miércoles llegó y los tres novatos se presentaron en el gremio con sus permisos firmados, listos para embarcarse en su primera misión.
Junto con su maestro, Lyra, Ik y Shori se dirigieron al aeropuerto para abordar un vuelo comercial con destino al remoto poblado de "Darmeno". Este lugar, oculto entre las majestuosas montañas de una cordillera, era un destino singular y apartado, alejado de la bulliciosa vida de los estados más poblados. El "Volador", que volaba hacia ese destino una vez por semana, sería su transporte hacia esta nueva aventura.
Los voladores, el pináculo de la modernidad en transporte aéreo comercial, se erigían como una majestuosa fusión entre tecnología y funcionalidad. Su imponente presencia dominaba el paisaje urbano, proyectando una silueta robusta y futurista que se alzaba hacia el cielo. Aquella cabina de dimensiones imponentes, que recordaba a la de un autobús pero triplicada en tamaño, prometía un viaje confortable para los ciento treinta pasajeros que podía albergar. Sostenida por un gigantesco globo de aire caliente y flanqueada por un par de alas que acunaban hélices propulsoras en su parte inferior, la aeronave parecía desafiar las leyes de la gravedad con su diseño innovador.
Según el reporte de la misión, el pacífico poblado de Darmeno se había visto sometido a la sombra de la intriga y el peligro. La invasión de un grupo de ex-warriors desertores había sumido a la comunidad en una incertidumbre palpable. El propósito de la incursión aún permanecía en las sombras del misterio, pero las sospechas señalaban hacia oscuros negocios relacionados con el narcotráfico. Se rumoreaba que los renegados planeaban establecer laboratorios clandestinos de metanfetamina, sembrando el terreno fértil de la corrupción y el crimen.
—Bien chicos, nos prepararemos para la infiltración a través de las montañas, pero eso presenta un pequeño inconveniente. El aeropuerto se encuentra al otro lado de las montañas —explicó Mado en un tono sereno, aunque cargado de determinación, mientras se ponía de pie.
—¿Significa eso que tenemos que abandonar el vuelo antes de llegar? —preguntó Lyra, visiblemente confundida por la situación. Mado, sin embargo, despejó cualquier incertidumbre al extraer tres mochilas de debajo de su asiento y entregárselas a sus pupilos, antes de hacerles una señal para que se levantaran también.
—Estimados pasajeros, por órdenes del gremio Warrior les solicitamos que abrochen sus cinturones y utilicen las máscaras de aire que acaban de desplegarse. También les recomendamos guardar sus maletas y objetos de valor en los compartimentos bajo sus asientos —anunció una azafata a través de los altavoces, instando a la acción. En un frenesí de movimientos, los pasajeros se apresuraron a seguir las indicaciones de seguridad, preparándose para lo inesperado. De repente, la puerta de emergencia junto a los asientos de Lyra y sus compañeros se abrió bruscamente, lanzándolos al vacío.
—¡Maldito enfermo! —exclamó Lyra con furia mientras caía, lanzando un improperio hacia su maestro.
—¡Lyra, abre tu paracaídas! —gritó Ik, quien se encontraba a su lado. Ambos agarraron las correas de las mochilas que les había proporcionado Mado y activaron los paracaídas justo a tiempo.
La zona de aterrizaje improvisada se extendía en un claro en el costado de una de las montañas. Un espectáculo natural se revelaba ante ellos: una majestuosa cascada se precipitaba desde lo alto, alimentando un sereno lago que fluía hacia un barranco. Lyra, Ik y Shori cayeron torpemente en el agua, empapando sus uniformes, mientras que Mado descendió con gracia, aterrizando con elegancia en el césped del claro.
—Sigan ese sendero montaña arriba y caminen unos metros hacia el este. Allí encontrarán una posada donde podrán secarse y pasar la noche. Yo me dirigiré a la base de los desertores para llevar a cabo labores de investigación y vigilancia —ordenó Mado antes de desaparecer entre las montañas, saltando ágilmente de roca en roca.
Los novatos salieron del agua, empapados y molestos por la inesperada caída, y siguieron el camino indicado por Mado hacia la posada.
—Buenas tardes, novatos. Su profesor les ha reservado tres habitaciones en el segundo piso. Por favor, suban —les recibió la recepcionista con amabilidad al verlos entrar al lugar. Los tres chicos intercambiaron miradas antes de apresurarse a tomar las llaves de sus habitaciones, donde pasarían la noche.
A la mañana siguiente, la recepcionista les llevó el desayuno a sus habitaciones y les informó que Mado los esperaba en la recepción. Después de terminar de desayunar, los novatos bajaron a encontrarse con su maestro.
—A partir de ahora, comienza verdaderamente la misión. Síganme —les dijo Mado al verlos bajar por las escaleras. El maestro salió del lugar seguido de sus alumnos, y una vez que se aseguró de que lo seguían, comenzó a correr. Los novatos tardaron un momento en reaccionar, pero pronto comenzaron a seguirlo de cerca.
—Hay cinco desertores y alrededor de una docena de obreros. La mayoría parece estar fuera de la base. Yo me encargaré de la vigilancia exterior —indicó Mado sin disminuir el ritmo mientras corrían.
—Entonces, ¿nosotros iremos por otro lado? —preguntó Ik, que corría a su lado.
—Exacto. Ustedes se infiltrarán por dentro de una cueva que conecta con la base por este camino. Solo he sentido cuatro presencias dentro. Ninguna parece ser lo suficientemente fuerte como para causarles muchos problemas. Al llegar, me encargaré del guardia de la entrada. El problema es el siguiente: dentro de la cueva hay tres caminos distintos. Necesitaré que se separen para cubrir más terreno. Confío en que los he entrenado lo suficientemente bien como para que se las arreglen por su cuenta. De todas formas, cuando lleguen al final de su camino, revisen alguno de los otros por si alguno necesita ayuda —explicó el maestro, dando instrucciones claras antes de que se dividieran para la misión.
Mado noqueó al guardia de un solo golpe, como había prometido a sus alumnos, y así dio inicio a la misión.
—Las presencias dentro son muy similares a la del guardia, pero recuerden, novatos, no tienen permitido matar. Cuento con ustedes —advirtió Mado antes de irse saltando por el exterior de la montaña.
—¡Sí! —exclamaron los tres novatos al unísono. Luego, entraron a la cueva y cada uno se internó por un camino distinto, siguiendo las instrucciones de su maestro.
Lyra caminaba por un oscuro pasillo, pensando en lo que podía encontrarse más adelante.
"Espero no encontrarme con ninguno de los desertores. No creo que esté lista para enfrentarme a alguien así. Por otro lado, si me toca contra un pueblerino, podré pasar sin problemas", reflexionó.
Shori, con su característica inmadurez, pensaba en probar su fuerza contra alguien decente.
"Espero que ninguno de ellos tenga problemas", pensó Ik mientras avanzaba hacia una puerta al final del pasillo que recorría.
Lyra llegó a una sala oscura que parecía un almacén vacío. Decidió continuar, pero de repente, un hombre sentado frente a una mesa oculta en la penumbra le habló.
—¡Oye tú!, ¿a dónde crees que vas? —preguntó. Lyra intentó responder, pero se encontraba paralizada por el miedo. Podía percibir maldad en aquel hombre; era uno de los desertores.
—¿Quién eres?, ¿qué haces aquí?, ¿eres una novata, verdad?, ¿el gremio nos subestima tanto como para mandarnos a simples novatos? —interrogaba el hombre mientras se ponía de pie lentamente. Lyra intentó articular una respuesta, pero fue interrumpida por un puñetazo que la lanzó hacia atrás, dejándola en el suelo, aturdida y dolorida.
—¿Qué pasa contigo? Ni siquiera te estás defendiendo de mis golpes —preguntó el agresor, luego de lanzarle un par de patadas en el suelo. Lyra se levantó entre quejidos y pequeños espasmos de dolor, mientras el hombre le daba un breve respiro.
—Vamos, si no pones de tu parte, me sentiré mal luego de matarte —dijo el hombre burlonamente. Lyra apenas pudo secar las lágrimas de dolor que caían de sus ojos.
Mientras tanto, no muy lejos de allí, Shori también estaba sufriendo una paliza. El hombre con aspecto de pirata con el que luchaba era mucho más alto y fuerte que él, lanzándolo contra las rocas de la cueva una y otra vez.
—¡Esta cosa del zen que nos enseñaron los jefes es muy útil! ¡Ahora puedo lanzar más fuerte y más lejos a los mocosos como tú! —exclamó el chico burlándose de Shori, quien luchaba por activar su naturaleza para recuperar la ventaja.
El día en que descubrieron sus naturalezas zen, Lyra e Ik se quedaron junto al arroyo para meditar y desarrollar su nueva Armadura oscura. Mientras tanto, Shori entrenaba con Mado y Crissalid su naturaleza de fuego, una de las más complicadas de dominar.
—¡Así no, mocoso! Recuerda que no solo estás llevando tu mano derecha a tu pecho, tienes que ubicarla en tu corazón; de ahí viene el calor de tu cuerpo. Tienes que sentirlo y canalizarlo en todo tu cuerpo —regañó Crissalid a Shori, corrigiendo su postura. A pesar de sus esfuerzos, Shori no lograba canalizar el calor que sentía en la palma de su mano por todo su cuerpo.
Una patada en la mandíbula sacó a Shori de sus pensamientos mientras buscaba desesperadamente activar su naturaleza.
—Hace un momento balbuceaste algo sobre el calor corporal, ¿eso tiene que ver con el zen? —preguntó su oponente mientras lo sostenía del cuello de su playera.
—Te lo diría, pero un sucio campesino como tú no tiene el cerebro para entenderlo —respondió Shori antes de escupir en la cara de su oponente, ganándose un golpe que rompió su nariz.
Ik, por su parte, había perdido uno de sus zapatos y su pantalón estaba lleno de agujeros de quemaduras. A diferencia de sus compañeros, Ik estaba aplicando lo que había aprendido con Mado. Había activado su Armor oscuro con la habilidad Repartir en sus brazos y piernas expuestas, lo que le permitía protegerse mejor del fuego de su oponente. Aun así, se dedicaba a evadir las ondas de fuego que su rival lanzaba por el suelo.
—Te estás volviendo muy escurridizo —dijo el hombre, con tono irritado.
—Si solo usas el mismo estúpido ataque, es normal que me sea más fácil predecirlo —contestó Ik desafiante.
—¡Enano imbécil! ¡Si me estoy conteniendo es para no quemarte hasta los huesos! —exclamó el hombre, mientras las llamas que lo rodeaban se intensificaban. Decidió lanzarle una patada en la cabeza a Ik, quien la esquivó con dificultad, solo para encontrarse con un puñetazo cargado de llamas ardientes que no pudo evitar. Lo único que pudo hacer el novato fue enviar con Repartir toda su Armor al pecho, para no recibir un golpe fatal.
Habían pasado treinta minutos desde que inició la operación y los novatos ya estaban exhaustos; el futuro no pintaba bien para ellos. Lyra nunca había golpeado a nadie en su vida y ahora estaba paralizada de miedo, recibiendo golpes sin zen que podrían matarla si no reaccionaba pronto. Shori se olvidó de cómo activar su naturaleza zen al tomar como vacaciones el tiempo de entrenamiento que les dio Mado antes de la misión. Mientras tanto, Ik se enfrentaba a un maestro de la naturaleza de fuego que ya se había cansado de jugar con él. Mientras tanto, Mado se encontraba ascendiendo por el exterior de la montaña, neutralizando a los campesinos que los renegados usaban como peones.
Un vago recuerdo llegó a la memoria de Lyra mientras yacía en el suelo, retorciéndose de dolor y tratando de recuperar aire. Ella se encontraba en aquel sitio de nuevo, como si estuviera viendo su vida pasar frente a ella antes de morir.
Una pequeña Lyra de tres años estaba viendo fijamente una mariquita posada en una de las hojas del rosal en su jardín, cuando de repente el insecto extendió sus alas para salir volando hacia ella. Asustada, Lyra corrió a los brazos de su hermana, que estaba sentada en el césped acariciando a un gato callejero que la visitaba cada tarde.
—¡Hermana, la catarina quiso picarme! —exclamó Lyra entre lágrimas y sollozos, mientras abrazaba a su hermana mayor.
—No temas, hermanita. Estoy segura de que la mariquita no quiso asustarte. Ya estás conmigo, yo te protegeré siempre —dijo Luna, acariciando el cabello de Lyra para calmarla.
—Hermana, ¿tú no le tienes miedo a nada? —preguntó Lyra alzando la mirada.
—Yo le temo a muchas cosas, Lyra, pero cuando siento que el miedo me supera, recuerdo lo que mamá me enseñó cuando yo tenía tu edad —respondió Luna con una cálida sonrisa.
—¿Y qué es lo que te enseñó?
—Ella siempre decía que "ser valiente no significa no tenerle miedo a nada, ser valiente es tener miedo y aún así superarlo". Mi meta siempre será protegerte, hermanita, por eso cuando mamá murió y papá nos abandonó, superé todos mis miedos para darte la mejor vida que podía —contestó Luna, mientras un par de lágrimas caían de su mejilla.
Lyra salió de sus recuerdos al sentir el frío suelo de aquella sala donde estaba experimentando uno de los peores dolores que había sentido. "Aunque no estás aquí, me sigues protegiendo, ¿verdad, Luna?", pensó Lyra, mientras se ponía de pie con esfuerzo. "Tengo que superar este miedo, Mado ya me lo dijo, yo puedo derrotar a este sujeto, mi presencia es más fuerte que la suya".
—¿Lista para el sexto round? Creo que eres un buen saco de entrenamiento a pesar de que te quejas mucho —dijo el hombre, volviéndose a burlar de la niña que apenas se sostenía en pie.
El warrior desertor se acercó corriendo a Lyra, así que ella aprovechó para tirarle una patada a la cara. El hombre la esquivó, pero aun así, el pie de Lyra quedó sobre su hombro y antes de que el hombre pudiera reaccionar, Lyra se apresuró a subir el otro pie a sus hombros para hacerle una llave que derribó a su adversario. Una vez en el suelo y antes de que se pusiera de pie, Lyra activó su Armor con Repartir en sus puños para golpear a aquel hombre en la cabeza sin darle oportunidad de recuperarse. El revestimiento de aura oscura en los puños de Lyra volvía sus golpes el triple de fuertes; el hombre que la había estado golpeando yacía en el suelo, pataleando e intentando agarrarla, estirando sus manos detrás de la cabeza. Finalmente, el hombre logró conectar un codazo en el pecho de Lyra, haciéndola retroceder para recuperarse.
Apenas vio que el hombre se estaba levantando, Lyra tomó la decisión de hacer a un lado el mechón de pelo que cubría su eurenia. Un destello de determinación brilló en sus ojos mientras se preparaba para el siguiente ataque. La adrenalina se apoderó de ella, haciendo que olvidara por un momento el dolor de sus heridas y le diera la energía que necesitaba para enfrentar al adversario.
Con movimientos rápidos y precisos, Lyra comenzó a conectar una serie implacable de golpes a su oponente. Veinte impactos seguidos sin que este pudiera hacer mucho más que proteger su cabeza, que ya había sufrido un gran daño por el primer ataque de la niña. La fuerza de los golpes de Lyra era impresionante, potenciada por su determinación y por la energía oscura de su eurenia.
Finalmente, el hombre cayó al suelo, fuera de combate. Lyra respiró agitadamente, sintiendo el peso del esfuerzo en cada músculo de su cuerpo. Volvió a cubrir su eurenia con el mechón de pelo, cerrando el acceso a la energía zen que emanaba de su ojo. Sin embargo, al hacer esto, el efecto estimulante de la eurenia también se desvaneció, y Lyra resintió de golpe todo el dolor de la batalla.
Shori recibió una fuerte patada en el estómago que lo hizo retroceder un par de pasos, luchando por recuperar el aire perdido por el impacto. Mientras sus piernas temblaban por el dolor, un sonido familiar comenzó a resonar en su cabeza: "Tick-Tack". Shori luchó por recordar el significado de ese sonido, y de repente, la memoria regresó como un rayo.
—Tick tack, tick tack, marca el ritmo de tu corazón con este sonido, novato. Te voy a dar este pequeño reloj que hace tiempo no marca la hora correcta, pero algo que siempre va a hacer es sonar cada vez que los viejos engranajes del segundero se muevan. Solo tienes que prestar atención al tick tack —dijo Mado en los recuerdos del joven rubio.
—¡Eso es! —exclamó Shori, sintiendo una chispa de esperanza. Sacó el pequeño reloj de su bolsillo con una sonrisa determinada—. ¡Qué bueno que no he lavado estos pantalones! —exclamó mientras sostenía el reloj frente a su oído.
El oponente de Shori, intrigado por la repentina confianza del novato, se mantuvo al margen, observando con cautela. Shori se volteó y se agachó, colocando una mano sobre su corazón y sosteniendo el reloj frente a su oído con la otra.
—Tick tack, tick tack… ¡tick tack! —recitó Shori, dejando que el sonido del reloj inundara su mente y su ser.
De repente, el joven rubio se sintió envuelto en una ardiente aura de poder. Una intensa llama comenzó a danzar a su alrededor, crepitando con fuerza y determinación.
—¿Qué es esto? —preguntó su oponente, con los ojos abiertos de par en par ante el espectáculo.
—¡Te lo mostraré! —rugió Shori, avanzando hacia su contrincante con el fuego ardiendo en sus ojos, listo para devolver cada golpe recibido con una furia incontenible.
Por alguna extraña razón, un anillo de fuego danzaba alrededor de los pies de Ik, siguiéndolo con cada paso que daba. Cada movimiento era como una danza peligrosa, causándole varias quemaduras superficiales a medida que las llamas lamían su piel. Con cada ardiente lamida, Ik se veía obligado a desplegar su técnica de Repartir, haciendo que el aura oscura brotara de sus pies y piernas, formando una barrera protectora contra las llamas. Era una lucha constante, una batalla entre su resistencia y la ferocidad del fuego que lo rodeaba, pero Ik estaba decidido a no ceder ante la intensidad del combate.
—Has resistido muy bien. Tengo que admitir que, a pesar de ser un novato, tienes mucho potencial… ¿No te gustaría unirte a nosotros? —le propuso el hombre con el que estaba peleando, buscando reclutarlo para su causa.
—No —respondió Ik con firmeza, su voz resonando con determinación mientras le dedicaba una sonrisa burlona y levantaba el dedo medio en señal de desafío.
—¡Entonces muere! —rugió el hombre con furia, lanzando un puñetazo cargado de energía de fuego directo hacia Ik. Con reflejos agudos, Ik se lanzó hacia un lado justo a tiempo, esquivando por poco el mortal ataque. El golpe del hombre impactó contra la pared de la cueva con una fuerza descomunal, haciendo que una parte de la roca se desmoronara y un gran agujero se abriera hacia el exterior, inundando la cueva con la brillante luz del sol.
Mado, desde su posición en lo alto de la montaña, pudo percibir la explosión distante que resonó en la cueva. Aunque su instinto le pedía regresar de inmediato para asegurarse de que sus alumnos estuvieran a salvo, sabía que este era un momento crucial para su desarrollo como warriors.
"De no haber esquivado eso, ni el Armor oscuro me habría salvado", reflexionó Ik, sintiendo el ardor de las quemaduras leves en su pecho descubierto. La tela de su uniforme estaba desgarrada, apenas quedaba una manga y un remanente en el cuello, testigos mudos de la feroz batalla.
—Qué desperdicio de potencial —murmuró el oponente de Ik, preparándose para lanzar otro devastador ataque. Pero Ik también estaba listo. Recurriendo a una técnica que había descubierto durante sus entrenamientos en casa, comenzó a cargar un ataque propio.
Usando Repartir en la punta de sus dedos, Ik canalizó su aura sombra, formando una esfera de energía oscura entre sus manos. Aunque apenas podía contenerla debido a su inestabilidad, se preparó para el ataque. Sus piernas separadas, los músculos tensos, estaba listo para saltar hacia su oponente.
El hombre se distrajo ante el inminente ataque de Ik, lo que provocó que su propio ataque se cancelara. Aprovechando la oportunidad, Ik se abalanzó sobre él, impactando con fuerza la esfera de energía oscura en su pecho. El golpe fue contundente, dejando al hombre inconsciente mientras se estrellaba contra la pared de la cueva.
—¿Por qué Mado no nos dijo que esto se podía hacer con nuestra naturaleza? —murmuró Ik para sí mismo mientras abandonaba la cueva, dejando atrás el caos que había desatado.
Ik y Shori, con sus uniformes desgarrados y rostros marcados por el esfuerzo, se reunieron en la sala donde Mado libraba su propia batalla. Shori, con una sonrisa orgullosa, fue el primero en llegar, seguido de cerca por Ik, quien mostraba preocupación por su maestro.
—¿Lo ayudamos? —inquirió Ik, señalando a Mado, quien luchaba con ferocidad contra su ágil oponente en medio de la imponente cámara llena de formaciones rocosas.
Shori, en su posición de guardia, negó con la cabeza.
—No, Mado nos ordenó que no interviniéramos. Nos pidió que nos quedáramos aquí y esperáramos a que llegaran los demás —explicó Shori, volviendo a sentarse con tranquilidad en una gran roca cercana.
Ik asintió, entendiendo la razón detrás de la orden de su maestro.
—Entonces iré a verificar cómo está Lyra —decidió Ik, girándose para partir hacia donde había dejado a su compañera.
Pero antes de que pudiera moverse, Shori lo detuvo con una afirmación.
—Mado dijo que no deberíamos ir. Sintió que la presencia del oponente de Lyra se calmó, así que es probable que ella haya logrado dejarlo fuera de combate —informó Shori, transmitiendo la confianza que tenía en su compañera.
—Si dices que está bien… Necesito un descanso, me duele todo —dijo Ik, dejándose caer exhausto en una roca cercana a Shori.
—Y… ¿por qué no tienes playera? —preguntó Shori, curioso, mientras observaba a su compañero.
—Sí tengo, mira —respondió Ik con una sonrisa traviesa, alzando un poco la única manga que le quedaba de su uniforme.
—Así que te tocó contra un hermano de fuego —dedujo Shori, generando una pequeña llama en la palma de su mano para mostrar su comprensión.
—Apaga eso o te arrepentirás, Shori —advirtió Ik con tono bromista, acomodándose mejor en la roca para descansar—. Lyra ya se tardó, espero que esté bien. Quiero ir a ver cómo está.
—Estoy bien, gracias por preocuparte —dijo Lyra, tocando el hombro de Shori y revolviendo suavemente el cabello de Ik.
—Me alegro de que no tuvieras muchos problemas, Lyra —comentó Ik, sintiendo el rubor en sus mejillas al darse cuenta de que había hablado en voz alta y que Lyra lo había escuchado.
Mientras tanto, en medio de la intensa lucha física, Mado y su oponente continuaban su enfrentamiento. Sin embargo, la pelea tomó un giro extraño cuando el líder de los renegados dejó de evadir los golpes de Mado y se acercó repentinamente a él, hasta envolverlo en un abrazo inesperado.
—¡Abrazo maldito del oso pardo! —rugió el hombre barbudo con una cicatriz en el ojo, su voz resonando en la caverna. Su acto repentino tomó a Mado por sorpresa, pero su entrenamiento rápido y sus reflejos afilados le permitieron liberarse del abrazo con destreza. Sin embargo, el líder de los renegados no parecía detenido; en cambio, extrajo una daga de su bota con determinación, preparándose para clavarla en su propio cuello en un acto de suicidio.
Mado, con una agudeza notable, notó el movimiento y reaccionó instantáneamente. De su espalda brotaron siete tentáculos oscuros, extendiéndose con agilidad para interceptar la mano del suicida.
—Este es mi Jibun sombra "Aiuto dall inferno", ahora es tu turno de decirme qué es lo que hace tu Keiyaku —declaró el maestro con firmeza, su voz resonando con autoridad en la caverna.
—De cualquier manera no importa, es un Keiyaku post mortem; en cuanto yo muera, el abrazo maldito del oso pardo drenará tu vitalidad hasta dejarte como una pasa. Sé que solo me estabas cansando y que no te podría ganar ni en tres vidas —replicó el hombre con una risa desafiante, revelando su naturaleza ruin.
—Entonces siempre fuiste una rata, un Keiyaku post mortem no sirve para nada más que para hacer el mal, ya que básicamente estás dando tu vida para arruinar la de otra persona —sentenció Mado con voz serena pero inflexible, mientras los tentáculos oscuros apretaban con más fuerza, sofocando a su oponente hasta su último aliento, que fue recibido con una sonrisa malévola en sus labios pálidos.
Todos se acomodaron en el volador, respirando aliviados tras el enfrentamiento. Mado, con el ceño fruncido y la mirada perdida en la distancia, apenas respondía a los gestos de preocupación de sus estudiantes. La enfermera del aeropuerto, con manos hábiles y cuidadosas, trató las heridas de los novatos mientras conversaban animadamente sobre el vuelo.
—¿Está todo bien, maestro? —Lyra rompió el silencio, ofreciéndole a Mado un vaso de jugo que había tomado del frigobar del volador.
—Sí, no te preocupes, Lyra. Es solo que voy a tener que estar en cama por varios días mientras me hacen el tratamiento para exorcizar el Keiyaku de ese sujeto —respondió Mado con amabilidad, aceptando el gesto con una leve sonrisa de agradecimiento.
—¿Qué es un "Keiyaku"? —Ik se sumó a la conversación, mostrando interés en el término desconocido.
—No creí que fuera necesario enseñarles esto aún, pero veo que actualmente la mayoría de usuarios posee un Jibun y, o un Keiyaku. ¿Cómo lo puedo explicar de manera fácil? —murmuró Mado, pensativo, antes de comenzar a explicarles a sus alumnos, sumiéndolos en una lección improvisada mientras el volador surcaba los cielos hacia su hogar.
Mado explicó detalladamente a sus estudiantes el concepto de Jibun, desglosando sus características y funcionamiento. Les enseñó que un Jibun es una técnica creada por el usuario, estrechamente relacionada con su naturaleza zen. Señaló que, al crear un Jibun, este debe estar en armonía con la naturaleza del usuario, lo que significa que un individuo con afinidad al fuego no podría desarrollar un Jibun relacionado con el agua o la tierra.
Con ejemplos claros, Mado ilustró que los Jibun suelen ser extensiones de las habilidades básicas que se pueden realizar con las naturalezas en su forma base. Además, destacó que, dado que los Jibun están influenciados por la naturaleza zen del usuario, es común que dos personas con naturalezas similares desarrollen Jibun muy parecidos o incluso idénticos.
En resumen, Mado concluyó que cualquier habilidad que un usuario desarrolle más allá de lo esperado con su naturaleza zen base se considera un Jibun.
Por otro lado, los Keiyaku son completamente únicos y no están limitados por las restricciones de las naturalezas zen. El usuario tiene total libertad para decidir qué quiere lograr con un Keiyaku, y no se requiere un entrenamiento específico para controlarlo, ya que el usuario es quien diseñó la técnica en primer lugar. El único límite para un Keiyaku es el precio que se debe pagar por usarlo. La fuerza y efectividad de un Keiyaku están directamente relacionadas con el costo del contrato. Al firmar un Keiyaku, el usuario debe determinar qué tipo de contrato desea adoptar:
Contrato de Tiempo: Esta es la opción más común, ya que ofrece un equilibrio entre el costo y los beneficios. Se establece una condición de tiempo para usar el Keiyaku. Por ejemplo, un Keiyaku que se puede usar cada diez minutos será menos poderoso que uno que solo se puede usar cada veinticuatro horas.
Contrato de Poder: Este contrato utiliza el poder futuro del usuario para dar forma al Keiyaku. En otras palabras, el usuario sacrifica parte de su poder para usar el Keiyaku en ese momento. Por ejemplo, al activar un Keiyaku, el próximo ataque del usuario tendrá la mitad de su fuerza, sin importar cuándo se realice.
Contrato de Condición: Esta opción es menos común, ya que requiere una condición significativamente alta para que el Keiyaku sea poderoso. Por ejemplo, el usuario podría comprometerse a realizar un acto extraordinario o peligroso para activar el Keiyaku.
Contrato de Sangre: Este tipo de contrato es extremadamente raro y pocas personas lo han adoptado en la historia. En un contrato de sangre, el usuario debe ofrecer algo significativo, como felicidad, tiempo de vida, salud, sangre o incluso perder temporalmente uno de sus sentidos, a cambio del poder del Keiyaku.
Los estudiantes asimilaron la información, maravillados por la complejidad y las implicaciones de los Keiyaku en el arte del combate zen. Mado concluyó la lección, satisfecho de haberles brindado una comprensión más profunda sobre estas poderosas técnicas.
Ik reflexionó por un momento, dejando que la información sobre los Jibun y los Keiyaku se asentara en su mente. Luego, con determinación, comenzó rápidamente a formar la esfera de energía oscura utilizando Repartir en sus dedos antes de dirigirse a su maestro con una pregunta.
—¿Entonces, eso significa que tengo un Jibun? Durante mi pelea, usé esto que estuve practicando en los últimos días.
Mado asintió con una sonrisa de satisfacción al ver el progreso de su estudiante.
—Usa Ocultar —ordenó Mado a su alumno, quien lo obedeció de inmediato, desapareciendo la esfera.
—Sí, eres el primero de tu grupo en desarrollar un Jibun. Aunque todavía no lo dominas por completo, si lo sigues practicando, te resultará muy útil —confirmó Mado, reconociendo el esfuerzo de Ik.
—Eso es increíble, Ik —dijo Lyra, emocionada y admirando los avances de su amigo.
—Ustedes también pueden desarrollar sus propios Jibun, pero deben pensarlo detenidamente, ya que un Jibun es una elección de por vida y no se puede cambiar —advirtió su maestro mientras los novatos lo miraban con determinación, conscientes de la responsabilidad que implicaba el desarrollo de sus propias técnicas.
—¿Cómo puedo conseguir un contrato Keiyaku de esos? —preguntó Shori emocionado, mostrando un claro interés en explorar nuevas posibilidades.
Mado se tomó un momento para considerar la pregunta antes de responder con calma.
—Actualmente, en algunos pueblos de las montañas hay casetas de contrato, pero el lugar más seguro para encontrar uno es en la Avenida Keiyaku en la Ciudad Central... También hay muchas personas con Keiyaku creados específicamente para prestar servicios a otros, a un precio elevado —explicó Mado, ofreciendo a Shori una visión de las posibilidades que ofrecían los Keiyaku—. Sin embargo, ustedes aún no están listos para un Keiyaku. Lo mejor será que aprendan más sobre eso una vez sean reclutas. Por ahora, es recomendable que se concentren en mejorar sus habilidades naturales y tal vez en desarrollar un buen Jibun.
Las palabras de Mado dejaron a Shori pensativo, asimilando la información y comprendiendo la importancia de avanzar paso a paso en su camino como warrior.