Chereads / LYRA: El ascenso de los novatos / Chapter 6 - Capítulo 6: Preparativos.

Chapter 6 - Capítulo 6: Preparativos.

Al día siguiente del emocionante campamento, el sol doraba la plaza del centro de la ciudad cuando Lyra se reunió con Touko, Ik, Shori y Licka. Habían prometido encontrarse para almorzar en un restaurante y, de paso, completar los papeles de inscripción para el torneo del Ming que se avecinaba.

Lyra, con su característica sonrisa cálida, agradeció a las chicas del equipo veintiséis por unirse al torneo. 

—Estoy emocionada por ir al torneo, pero debo advertirles que mi destreza no es la mejor —confesó Licka con una nota de modestia en su voz.

—No te preocupes, Licka. Estamos aquí para apoyarnos mutuamente —añadió Touko con un tono de solidaridad.

—Exacto. Además, Criss nos aseguró que con saber los tres principios básicos, estamos listos para competir —comentó Ik, tomando un sorbo de su refresco antes de dejar el vaso sobre la mesa. Lyra colocó la carpeta con las cartillas de inscripción en el centro de la mesa, lista para que cada uno de sus amigos tomara la suya.

—¡Rayos, olvidé mi bolígrafo! —exclamó Lyra frustrada.

—Voy a ver si tienen alguno en la barra —anunció Shori, levantándose ágilmente de su asiento y dirigiéndose hacia la barra. Allí, una chica con un cabello esponjado y un delantal atendía con diligencia.

—Hola, ¿tienes algún bolígrafo disponible o los venden aquí? —preguntó Shori mientras se acomodaba en uno de los taburetes frente a la barra.

—Déjame verificar, pero creo que nos hemos quedado sin bolígrafos —respondió la chica de la barra, ocupada terminando de organizar los vasos antes de retirarse a buscar.

Mientras aguardaba, Shori notó cómo una mujer elegante, un par de años mayor que su amigo Criss, se sentaba en el asiento a su derecha. Observó distraído mientras ella sacaba una carpeta con documentos y comenzaba a escribir una carta con un bolígrafo. Cuando la mujer se levantó para dirigirse al baño, una idea fugaz y poco sensata cruzó la mente de Shori. Echó un rápido vistazo a sus amigos, asegurándose de que nadie estuviera mirando, y se inclinó para leer la carta, buscando indicios sobre su estado civil. Sin embargo, al leerla, se dio cuenta de que carecía de sentido alguno. Decidió entonces dejar unas monedas sobre la barra a cambio del bolígrafo que la mujer había dejado.

—Tengo el bolígrafo, pero necesitamos irnos de inmediato —murmuró Shori en voz baja, con un dejo de urgencia en sus palabras.

—¿Lo robaste o qué? —inquirió Touko, frunciendo el ceño con curiosidad.

—No hemos ni siquiera ordenado la comida aún —añadió Lyra, desconcertada por la situación.

—Lo explicaré después, pero confíen en mí —insistió Shori, urgente.

Aunque desconcertados, sus amigos accedieron y salieron rápidamente del establecimiento.

Mientras tanto, la elegante mujer salió apresurada del baño al percatarse de haber dejado sus documentos en la barra.

—Por favor, ¿podría ver las grabaciones de seguridad? —inquirió la mujer a la empleada de la barra, tras verificar que las cámaras estaban en funcionamiento.

—Claro, ¿ocurrió algo con ese joven? —preguntó la empleada, notando la preocupación de la mujer.

Ambas se dirigieron a la pequeña oficina detrás de la barra, donde la mujer comenzó a revisar detenidamente las grabaciones. En la pantalla, vieron claramente a Shori tomando el bolígrafo y dejando unas monedas en su lugar.

—Retroceda un poco más, por favor —solicitó la mujer. La empleada obedeció, y en la grabación se apreciaba claramente a Shori leyendo la carta de la mujer.

—Detenga ahí, por favor. Pausa —ordenó la mujer, antes de tomar el teclado del ordenador y teclear algunos comandos, haciendo que la impresora emitiera una captura del video.

—No sabía que se podía hacer eso —murmuró la empleada, impresionada, pero al levantar la vista, notó que la mujer ya no estaba allí.

Al día siguiente, Crissalid, habiendo enviado todos los papeles necesarios para la inscripción, reunió al equipo en el pintoresco parque central de la ciudad para darles la emocionante noticia. Touko y Lyra, disfrutando de un día de paseo juntas, se llevaron la camioneta, dejando a Shori con la opción de tomar el autobús.

Caminando hacia la parada del autobús, a un par de calles de su casa, Shori comenzó a sentir una incómoda sensación de ser observado. Giraba la cabeza cada pocos pasos, una extraña inquietud le recorría la espalda, como si pudiera palpar el peligro en el aire. Por eso, aceleró el paso, tratando de alejarse de esa inquietante percepción. Sin embargo, cuando estuvo a punto de alcanzar la parada del autobús, sintió como si hubiera retrocedido varios metros. Confundido y alarmado, Shori avanzó de nuevo, pero al llegar al mismo edificio de ladrillo rojo, experimentó la misma sensación de estancamiento. Era como si estuviera atrapado en un bucle, incapaz de avanzar más allá de ese punto.

Cada vez más inquieto, Shori miró a su alrededor en busca de algún testigo de lo que estaba ocurriendo, pero la calle se encontraba desierta y silenciosa, como si el mundo entero estuviera suspendido en un momento de quietud ominosa.

—¿Qué leíste en la carta? —una voz firme resonó detrás de Shori, provocando un escalofrío que le heló hasta los huesos. Se volvió lentamente para encontrarse con un hombre de presencia imponente, con una estatura de aproximadamente un metro ochenta, cabello largo y ondulado, tan negro como la medianoche. Su musculatura marcada se insinuaba a través de la ajustada playera negra que vestía, combinada con unos jeans desgastados y zapatos de vestir. Pero lo más impresionante eran sus ojos violeta, que parecían atravesar la mismísima alma de Shori con su mirada penetrante.

Shori intentó retroceder, pero se encontró inmovilizado, como si estuviera atrapado en un sueño terrorífico. Quería huir, pero una sensación paralizante lo mantenía clavado en el suelo, incapaz de moverse.

—Te lo preguntaré una vez más. ¿Qué leíste en la carta? —la voz del hombre resonó con una intensidad que cortaba el aire, acercándose peligrosamente a Shori.

Con el corazón palpitando desbocado en su pecho, Shori luchaba por articular una palabra, pero sus labios se negaban a obedecer. El hombre tomó su brazo con una fuerza descomunal, y con un movimiento rápido y preciso, fracturó los huesos como si fueran ramitas secas. Shori cayó de rodillas, envuelto en una agonía indescriptible, pero ni un solo gemido escapó de sus labios. La mirada del hombre transmitía un mensaje claro: el silencio era la única opción.

—No dirás una palabra —sentenció el hombre antes de alejarse, dejando a Shori retorciéndose en el suelo, sumido en un dolor insoportable. Solo cuando los gritos del joven llenaron el aire, algunas personas acudieron en su auxilio, llevándolo de urgencia al hospital. Pero desde ese día, Shori se negó rotundamente a salir a la calle solo, consciente de que aquel encuentro había cambiado su vida para siempre.

Al día siguiente, Lyra e Ik se dirigieron a la casa de Touko tan pronto como recibieron la noticia. Al entrar en la habitación de Shori, lo encontraron recostado en la cama, con el televisor zumbando en segundo plano. Ante su llegada, Shori apagó rápidamente el televisor y retiró su mano sana de debajo de las sábanas, recibiendo a sus amigos con una sonrisa forzada.

—Venimos en cuanto Touko nos contó lo sucedido —expresó Lyra, su tono cargado de preocupación mientras se acercaba a la cama de Shori. Ik, por otro lado, rápidamente captó la situación y comenzó a reírse discretamente tras la espalda de Lyra, quien, al darse cuenta, cambió su expresión de preocupación por una mueca de disgusto.

—¿Estás seguro de que quieres que asistamos al evento sin ti? —preguntó Ik después de un rato de conversación sobre el tema, tratando de mantener un tono ligero.

—Sí, ya hablé con Criss. Me aseguró que los organizadores del torneo aceptarán un cambio de última hora, así que tienen hasta las diez de la noche para encontrar a alguien que me reemplace —respondió Shori, con un tono serio que contrastaba con su habitual alegría y bromas.

Lyra e Ik asintieron, aceptando la situación con resignación, y se despidieron de Shori antes de dirigirse al gremio en busca de un warrior que pudiera sustituir a su compañero en el torneo. Aunque preocupados por su amigo, sabían que debían centrarse en encontrar una solución rápida para no decepcionar al equipo.

—¿Entonces, solo vamos a simplemente pasear por aquí hasta encontrar al mejor peleador? —preguntó Lyra a Ik, mientras caminaban juntos por el gremio, escudriñando a los demás warriors con atención.

—Podríamos comenzar revisando los equipos de nuestra generación. Ellos son los que cumplen con los requisitos de edad para el torneo, pero puede que no sean tan poderosos como Shori —respondió Ik, con una mirada reflexiva, antes de dirigirse al patio trasero del gremio para observar a los novatos de su generación que estaban entrenando allí.

—Echa un vistazo a esos chicos allá —sugirió Lyra, señalando a un grupo que entrenaba cerca de donde ellos solían hacerlo. Uno de ellos era alto y musculoso, con una calvicie que resaltaba su aspecto imponente. Junto a él, una chica de aspecto delgado con pecas salpicadas en su rostro, y un chico regordete de su misma edad, con una apariencia notablemente inocente. Su cabello ondulado caía sobre su frente, ocultando parcialmente sus cejas, y en lugar de los zapatos especiales del gremio, llevaba unas sandalias estilo "crocs".

Lyra e Ik se acercaron sigilosamente, observando cómo los dos jóvenes del grupo se preparaban para un combate amistoso.

—¡Ya deja de intentarlo, Alexander, nunca le podrás ganar a Same! —exclamó la chica con un tono de resignación, mientras veía cómo sus compañeros se estiraban en preparación para el enfrentamiento.

—Disculpa, ¿ese chico de allí es tu compañero de equipo? —preguntó Lyra en voz baja, acercándose a la chica y sentándose a su lado.

—Sí, ese es Same, y el otro es el tonto de Alexander. Él sigue creyendo que puede vencer a Same si se esfuerza lo suficiente —respondió la chica de cabello corto con un suspiro. Ik, que observaba en silencio, notó la mirada compasiva de Lyra hacia el joven regordete. Parecía que la chica no tenía muchas expectativas sobre las habilidades de Alexander.

El musculoso Same se lanzó rápidamente hacia el inocente Alexander, quien aún estaba concentrado en sus estiramientos. Lyra apartó la mirada, presintiendo el desenlace inevitable. Sin embargo, para su sorpresa, Alexander demostró una gran agilidad al esquivar cada golpe que Same lanzaba.

—¿Entrenaste boxeo? —preguntó el joven de cabello ondulado mientras sujetaba las manos de su oponente, sin darle oportunidad de responder. Con un rápido movimiento, lo derribó con un rodillazo en el estómago seguido de un golpe certero bajo la mandíbula. El chico musculoso cayó al suelo, y el regordete comenzó a pisotear su pecho con determinación, sorprendiendo a los espectadores con su repentina agresividad.

—¡Ya es suficiente, Same! ¡Creo que Alexander ya ha aprendido la lección! —gritó la chica de las pecas, levantándose y colocando una mano en el hombro de su agresivo compañero.

—¡¿Ese era Same?! —exclamó Lyra, visiblemente sorprendida por la revelación. Ik, con una expresión de asombro, se preguntaba cómo era posible que el joven regordete demostrara tal fuerza y agilidad.

—Oh, hola, chicos. ¿Cómo están? —saludó Same con una sonrisa amable, como si no hubiera estado aplastando a su compañero momentos antes.

—¿Por qué no nos lo dijiste antes? Same es bastante impresionante —comentó Ik, aún tratando de asimilar lo que acababa de presenciar.

—La verdad es que me sorprendiste, Same. Soy Lyra —dijo la pelirrosa, extendiendo la mano hacia Same. Él la observó por un momento antes de aceptar el gesto y devolverle la sonrisa.

—Un placer, Lyra. Soy Same —respondió él con cordialidad, mostrando una faceta amigable que contrastaba con la intensidad de la pelea momentos antes.

—¿Y qué los trae por aquí? —preguntó la chica con curiosidad, mientras observaba a Lyra e Ik acercarse con determinación.

—Bueno, queríamos saber si Same estaría interesado en unirse a nuestro equipo para participar en el torneo del Ming —respondió Ik, avanzando con cautela hacia el joven regordete.

—¡Yo también quiero participar! —exclamó Alexander, levantándose detrás de Same. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo más, Same se volteó y le conectó un fuerte puñetazo en la barbilla, dejándolo inconsciente en el suelo.

—¿Entonces aceptas, Same? —preguntó Lyra, manteniendo su sonrisa amable a pesar del incidente. Same asintió con la cabeza en señal de acuerdo. Lyra sacó de su bolsillo la cartilla de inscripción vacía y se la entregó al joven regordete para que la llenara.

—¿Podrían ayudarme a llevarlo a la enfermería? —solicitó la chica, levantando los hombros de Alexander mientras Same se dirigía al gremio para llenar la cartilla.

—Por supuesto, yo me encargo —respondió Ik, acercándose para ayudar a llevar al novato inconsciente.

—Entonces, este es Alexander, ¿verdad? —preguntó Lyra, quien caminaba junto a ellos.

—Sí, ese es. El pobre siempre termina lastimado por querer retar a Same. Por cierto, me llamo Natsumi, un placer conocerte —respondió la chica con un tono de resignación.

—¿Puedo hacerte una pregunta, Natsumi? —preguntó Ik, notando el tono duro de la chica hacia Alexander.

—Claro, ¿qué quieres saber? Estoy dispuesta a responder cualquier cosa sobre Same —contestó Natsumi.

—No se trata de Same, es sobre ti. ¿No crees que eres un poco dura con Alexander? Suena un poco cruel cuando le hablas —señaló Ik con delicadeza.

Natsumi bajó la mirada con tristeza antes de responder: —Alexander es mi amigo de la infancia. Solía estar enamorada de él cuando éramos más jóvenes, pero nunca me prestó atención. Supongo que por eso empecé a tratarlo de forma ruda, y simplemente se convirtió en un hábito. No quiero que salga lastimado —confesó Natsumi, revelando un lado más vulnerable de sí misma.

Los cuatro jóvenes entraron al edificio del gremio y se dirigieron a la enfermería para atender a Alexander.

Después de unos minutos en la sala de espera del gremio, Same apareció con su característica sonrisa cálida, entregando los documentos ya firmados.

—¿Si te llamas Same, por qué escribiste aquí que te llamas Demian? —preguntó Lyra al nuevo integrante, echando un vistazo rápido al documento. Same se preparaba para responder, pero Natsumi intervino.

—Same no es su nombre real. Él se llama Demian, pero prefiere que lo llamen por su apodo.

—Es un apodo que me puso mi madre —añadió Same, con cierta timidez.

—¿Qué significa? —preguntó Lyra, intrigada.

—No lo sé. ¿Y tú qué significa tu nombre? —respondió Same, devolviendo la pregunta con una sonrisa. Ik permaneció en silencio, perdido en sus propios pensamientos, y optó por evadir la pregunta como si fuera retórica.

—Entonces, nuestro maestro te enviará la ubicación del punto de encuentro para ir al estado Ming mañana por la tarde. ¿Podrías darnos tu número de teléfono? —preguntó Lyra.

—No tengo teléfono aún, pero tengo uno de esos nuevos comunicadores. Te puedo dar mi código de comunicación —respondió Same, sacando el dispositivo de su bolsillo.

—Cuando Touko me dio un comunicador, pensé que era solo una moda pasajera, pero parece que se está volviendo cada vez más común. Dime el código, por favor —solicitó Lyra, ofreciendo su brazo para que Same pudiera escribir en él.

Lyra e Ik se dirigieron al hospital de la ciudad para encontrarse con Crissalid, quien pasaba gran parte de su tiempo libre visitando a su amigo Mado.

—Así que Demian Satoru, ¿eh? Bien, el equipo está completo. Mañana les enviaré la ubicación para partir a la sede del torneo —explicó Criss, después de revisar la nueva ficha de ingreso.

—Entendido. Si todo está en orden, me retiro. Tengo algunas cosas que empacar —respondió Lyra, con determinación.

—De acuerdo, vayan a preparar sus maletas. Recuerden que el torneo dura aproximadamente cuatro días, así que asegúrense de llevar lo necesario —añadió Mado, desde la cama del hospital donde descansaba, con unos largos brazaletes en ambos brazos. De ellos sobresalían tres jeringuillas llenas de un extraño fluido azul fosforescente.

—¿Qué es eso en tus brazos, maestro Mado? —preguntó Ik, visiblemente intrigado por la escena.

—Para contrarrestar un Keiyaku post mortem se necesita otro Keiyaku post mortem. Durante la última guerra territorial, muchos warriors valiosos murieron por este tipo de Keiyakus. La asociación médica mundial creó un tratamiento para exorcizar estos males usando convictos condenados de la prisión de máxima seguridad en la isla de Alkadar —explicó Mado, antes de quedarse dormido debido a la medicación.

—A los condenados se les ofrece una gran suma para sus familias y, a cambio, firman un Keiyaku que convierte sus cadáveres en un galón de este líquido para exorcizar otras técnicas post mortem. Por eso mismo, este tratamiento es muy costoso, pero no se preocupen por Mado. El seguro del gremio lo cubrirá por completo —añadió Crissalid para concluir la explicación.

Lyra volvió a casa y, tras saludar a su hermana, se apresuró a subir a su habitación para comenzar a empacar. "Touko me recomendó llevar un conjunto para pelear y un par más para el día a día. Tengo que elegir bien cuál será el más cómodo", pensó Lyra, abriendo su armario lleno de ropa, en su mayoría regalos de Touko. "Esta blusa es bastante cómoda y se me ve muy bien", se dijo a sí misma, mientras se observaba en el espejo con una holgada blusa deportiva sin mangas color gris, con una venda que cubría su pecho debido a las aberturas laterales anchas. Después de un rato de búsqueda y con una gran pila de ropa en el suelo, Lyra se sentó agotada.

—Al final, el uniforme de campo caluroso parece ser la mejor opción —concluyó, sosteniendo las licras cortas del uniforme en sus manos.

Al día siguiente, recibió la llamada de Criss mientras disfrutaba de la merienda con su hermana. Lyra atendió el teléfono y, tras la breve conversación, se apresuró a darse una ducha. Luna entendió la situación y subió a la habitación de su hermana para dejar lista la maleta en el recibidor. Cuando Lyra salió del baño, se vistió con un conjunto de ropa casual y bajó para despedirse de su hermana.

—Ya te tengo registrada en mi comunicador, así podré contactarte incluso si no hay un teléfono cerca. ¿Ya aprendiste a usarlo? —preguntó Lyra.

—Sí, hermanita, no soy tonta. Cuídate mucho y, sobre todo, diviértete, pero no tanto. Si tienen que compartir habitación, quédate con Touko —respondió Luna en tono juguetón. Lyra aceptó las condiciones y se despidió de Luna con un cariñoso beso en la mejilla justo cuando la camioneta de Touko se estacionó en su entrada. Lyra subió rápidamente al vehículo después de que Finley ayudara a cargar su equipaje en el maletero, mientras ella se despedía de Luna desde el interior del auto.

—Vamos a pasar a buscar también a Licka —ordenó Touko al chofer, quien obedeció poniendo en marcha el vehículo. Después de unos minutos, llegaron a la casa de la chica, quien ya las esperaba sentada en una banca afuera de su casa.

—¡Licka, te ves increíble! —exclamó Lyra mientras Touko la ayudaba a subir a la camioneta.

—Gracias, Lyra. Ustedes tampoco se quedan atrás.

Licka lucía un conjunto de cuero negro ajustado, combinado con unas botas góticas altas y un chaleco del mismo material sobre una blusa blanca de tirantes.

Las tres llegaron al aeropuerto del sur de la ciudad, donde Same ya las esperaba sentado en la sala de espera, sumergido en la lectura de un cómic.

—Hola, Same, ¿cómo estás? Espero que no hayas tenido que esperar mucho tiempo solo —saludó Lyra al joven regordete.

—Mi mamá me trajo hace poco, así que no se preocupen —respondió Same con su característica sonrisa.

—Hola, un placer conocerte. Soy Touko. Gracias por aceptar asistir al torneo con nosotros —se presentó Touko, extendiendo su mano hacia Same.

—El placer es mío, señorita Touko —respondió Same, besando su mano con cortesía, lo que hizo que Touko mostrara una expresión de sorpresa. Licka observó la escena y también le dedicó una sonrisa a Same en señal de saludo.

Después de unos minutos más en la sala de espera, vieron cómo Crissalid e Ik entraban al aeropuerto.

—Aquí tienen sus boletos, chicos. En veinte minutos estaremos abordando el volador —anunció Crissalid apenas se acercó a los novatos. Todos tomaron sus boletos y se dirigieron hacia la puerta de embarque. De repente, una luz verde se encendió sobre la puerta, y desde los altavoces resonó la voz de una mujer:

—Pasajeros del vuelo "D-21" con destino al estado Ming, favor de abordar por la puerta seis.