Lyra, Ik y Shori decidieron hacer una visita a su maestro al hospital, donde estaba siendo tratado por un especialista en exorcismo de energía zen. El tratamiento lo mantenía en cama desde hace un par de semanas. La atmósfera en la habitación era tranquila pero cargada de preocupación. Mado, aunque cortés, no parecía estar completamente contento con la visita. Su deseo de descansar y dormir luchaba contra la cortesía que debía mostrar a sus alumnos. Mientras los chicos charlaban animadamente entre ellos, Mado se retorcía incómodamente en la cama, tratando de ignorar sus conversaciones y encontrar un momento para conciliar el sueño.
Justo en ese momento, el joven Crissalid irrumpió en la habitación, trayendo consigo una mezcla de preocupación y alivio.
—¡Mado! Escuché que estabas en el hospital por tu última misión y me preocupé por ti —exclamó Crissalid, mostrando su genuina preocupación.
—Hola, Criss... Fue un Keiyaku postmortem, pero ya comenzaron el tratamiento para exorcizar el zen del maldito cobarde que me lo aplicó —respondió Mado, ajustándose incómodo en la cama del hospital para hablar con su amigo.
—Mado, ¿seguro que olvidaste que te di mi código de comunicación? ¿De qué sirve que lo tengas si nunca me escribes? —preguntó Crissalid con una pizca de angustia en su voz.
—Perdóname, Criss. Trataré de estar más atento al aparato comunicador —dijo Mado, extendiendo su mano para tomar la de Crissalid —. Sé que me has ayudado mucho con los chicos en el gremio, y ellos ya te conocen. Por eso quería pedirte que te encargues del entrenamiento del equipo "Treinta" hasta que me recupere por completo.
El joven amigo de Mado esbozó una sonrisa y luego volteó su mirada hacia los novatos.
—Pidan permiso en sus casas, mañana iremos a acampar en el bosque "EverGreen", al sur de la ciudad. Los uniformes no son necesarios. Los veré en la entrada del bosque a las tres de la tarde —indicó Crissalid con un brillo emocionado en sus ojos.
Los comunicadores eran un nuevo invento importado desde el estado de Pripyen en los Estados Altos. Se trataba de un dispositivo del tamaño de una billetera, con una pantalla larga que ocupaba la mitad superior frontal y debajo un cómodo teclado qwerty con letras y números. Aunque todavía carecía de símbolos y comas, lo que limitaba los mensajes a ser muy simples, la mayoría de personas lo utilizaban principalmente para hacer llamadas.
Al día siguiente, Lyra había empacado tres cambios de ropa en su mochila y estaba vestida con un short negro corto que tenía un detalle de tela a los costados simulando una falda, una musculosa color violeta oscuro ligeramente ajustada y unas sandalias de playa rojas con detalles negros de alta calidad que le había regalado Touko.
La camioneta de su amiga se estacionó afuera de su casa para llevarla al bosque EverGreen. Sin embargo, en esta ocasión no estaba Touko; solo se encontraba el chofer Finley y Shori, quien llevaba una playera con un diseño urbano estampado y bermudas cortas color caqui.
—¿Quieres que vayamos a recoger a Ik? —preguntó el rubio a su amiga, con una sonrisa amistosa.
—Le hablé antes de salir y me dijo que ya estaba saliendo para tomar el autobús, así que no creo que esté en su casa —contestó Lyra, ajustándose el cinturón de seguridad.
—Bueno, entonces lo veremos allá. Vamos, Finley —añadió Shori con entusiasmo mientras se acomodaba en el asiento trasero de la camioneta.
Una vez en el sitio, los chicos se encontraron con Crissalid, quien parecía sumergido en una conversación profunda con Mado a través del comunicador, mientras se apoyaba despreocupadamente contra la reja que marcaba la entrada principal del bosque.
—Hola, ya llegamos —anunció Shori, desembarcando de la camioneta con su mochila cargada hasta el tope.
—¡Hola chicos! Ahora solo tenemos que esperar a su compañero y podremos adentrarnos en el bosque —respondió Crissalid, mirándolos con una sonrisa acogedora. Los tres se acomodaron en las bancas rústicas de troncos talados, unidas por rocas que parecían haber sido colocadas con cuidado para formar el sendero principal.
Unos minutos más tarde, un autobús se detuvo frente a ellos, y de él bajó Ik. Lucía una playera gris ajustada sin estampado, pantalones joggers negros con múltiples bolsillos y unas zapatillas deportivas que parecían listas para cualquier desafío.
—Hola, Ik, te ves bien —saludó Lyra, levantándose para recibir a su amigo.
—Gracias, Lyra. Tú también estás muy linda —respondió Ik, mostrando un ligero rubor en sus mejillas.
—¿Y yo? ¿Cómo me ves? —intervino Shori, golpeando su puño contra el de Ik con complicidad.
—Como un niño rico, pero te queda bien —replicó Ik con una sonrisa juguetona.
—Bien, chicos, vamos a estar acampando en el bosque durante una semana, donde realizarán entrenamiento de combate y supervivencia. Si alguien trajo agua o comida, es mejor que me lo entregue ahora —anunció Crissalid, extendiendo su mano con un gesto de autoridad.
Shori entregó una bolsa de papas fritas, Lyra una bolsa de dulces, e Ik una bebida hidratante. Crissalid guardó todo en su mochila con destreza y los condujo a través del bosque hasta un amplio claro cerca de un sereno lago. Allí, entre la brisa susurrante y el aroma fresco del follaje, Crissalid montó las cuatro carpas donde pasarían las próximas noches.
Una vez instalados, Crissalid se sentó en una roca al borde del claro, observando con orgullo a los chicos mientras correteaban y jugaban, imbuidos por la emoción del momento. El sol comenzaba a teñir el horizonte con tonos cálidos, pintando un cuadro idílico de paz y camaradería en medio de la naturaleza salvaje.
—Novatos, ayer coloqué diez cintas como estas en las ramas de varios árboles. El que me traiga más cintas se ganará toda la comida que les confisqué, y los perdedores tendrán que encargarse de prender la fogata, pescar y buscar frutas para la cena —anunció Crissalid, mostrando una cinta de tela blanca con patrones verdes, que ondeaba ligeramente con la brisa del atardecer.
—Pero falta menos de una hora para que anochezca —objetó Shori, con un gesto de preocupación en su rostro.
—Entonces deberías apurarte, como están haciendo tus compañeros —contestó Criss, señalando hacia donde Lyra e Ik ya se habían adelantado sin él. Con determinación, Shori se puso en marcha de inmediato para buscar los listones en el bosque, con la urgencia palpable en cada paso que daba.
"Espero que no se pierdan, no les hice firmar un permiso de riesgo", pensó Crissalid, algo preocupado, observando cómo los novatos se dispersaban en la densidad del bosque.
—¿No crees que sería más fácil encontrar más cintas si nos separamos? —preguntó Ik a Lyra mientras corrían juntos, buscando entre los árboles con miradas agudas y ávidas.
—Tú eres el que me está siguiendo. Yo seguiré buscando por esta zona —respondió Lyra con determinación. En respuesta, Ik giró bruscamente hacia la derecha, adentrándose entre los árboles para buscar por su cuenta, con la determinación reflejada en sus ojos.
"El bosque es enorme, será un golpe de suerte si encuentro una cinta", pensó Lyra mientras escalaba un árbol para tener una mejor vista. "Eso allí parece blanco con verde", se dijo a sí misma al ver algo en movimiento en una rama cercana. Rápidamente descendió del árbol y se apresuró hacia donde vio la cinta moverse. Sin embargo, al llegar a la base del árbol donde estaba la cinta, se percató de que Shori se acercaba desde la izquierda, saltando por las ramas de los árboles con el mismo objetivo.
—¡Aléjate, Shori, esta cinta es mía! —gritó Lyra, su voz resonando entre los árboles mientras se aferraba al tronco y comenzaba a trepar con determinación. Pero Shori no se detuvo, sino que aceleró su paso con una determinación feroz, decidido a alcanzar el listón antes que su amiga.
Mientras tanto, Ik ya había encontrado dos cintas en la misma zona del bosque, su mente astuta deduciendo la estrategia detrás de la colocación de las cintas. "Las puso cerca para que compitamos por ellas", reflexionó el joven novato antes de continuar su exploración con determinación.
Lyra y Shori se encontraban en una especie de ridícula persecución, donde cada vez que uno lograba arrebatarle la cinta al otro, salía corriendo para ser perseguido en un juego frenético de persecución y escape alrededor del mismo listón. La noche caía lentamente sobre el bosque, envolviendo la escena en una penumbra misteriosa, pero Lyra seguía persiguiendo a Shori con una determinación inquebrantable, aferrándose a la esperanza de atrapar su objetivo.
—Le dije que estarían aquí —comentó Ik, su voz tranquila resonando en el aire mientras observaba con astucia la contienda entre el rubio y la pelirrosa, quienes llevaban más de una hora enzarzados en una disputa por el mismo listón.
—¡Ya basta, novatos! Han estado peleando por un solo listón mientras su compañero encontró los otros nueve restantes —exclamó Crissalid, su tono firme y autoritario resonando en el claro del bosque, poniendo fin a la riña entre Lyra y Shori. Ambos, finalmente, aceptaron soltar la cinta a regañadientes.
Todos regresaron al campamento y se reunieron alrededor de la fogata, donde el crepitar de las llamas parecía susurrar historias ancestrales. Crissalid, con su figura femenina pero imponente destacando entre las sombras danzantes del fuego, anunció solemnemente la sentencia para los perdedores:
—Lyra y Shori, uno de ustedes vendrá a pescar conmigo y el otro irá a recoger algunas frutas de los árboles cercanos para la cena —declaró, su voz resonando con autoridad en la quietud de la noche.
—¡Yo iré por las frutas! —exclamó Lyra con determinación, su mirada decidida desafiando la oscuridad que envolvía el claro. Shori, por su parte, la observó con una expresión imperturbable, aunque interiormente, lamentaba no haber tenido la oportunidad de opinar o decidir.
Crissalid condujo a Shori hasta el lago, donde el reflejo plateado de la luna se deslizaba sobre las aguas tranquilas. Junto a ellos, un par de cañas de pescar hechas a mano aguardaban pacientemente, testigos silenciosos de las historias que estaban por escribirse en aquella noche. Ik, decidido a apoyar a su amiga, uniéndose a ella en la tarea, ofreciendo su ayuda en la recolección de frutas para la cena.
Juntos, Lyra e Ik recogieron las frutas con habilidad y rapidez, trabajando en armonía con la naturaleza que los rodeaba. El tiempo parecía desvanecerse mientras se sumergían en la tarea, y pronto completaron su misión en la mitad del tiempo esperado. De regreso al campamento, la fogata lanzaba destellos dorados que iluminaban sus rostros sonrientes mientras compartían el banquete que habían preparado con tanto esmero.
Después de cenar, Ik compartió las provisiones adicionales que había conseguido, añadiendo un toque dulce al final de la jornada. Mientras el calor reconfortante de la fogata los abrazaba, el grupo se sumergió en conversaciones animadas y risas, compartiendo historias y creando vínculos que perdurarían mucho más allá de aquella noche en el bosque.
Al día siguiente, la aurora aún no había teñido el cielo con sus tonos dorados cuando los tres novatos fueron despertados por el estridente sonido del silbato de Crissalid, resonando a través del claro del bosque.
—¡Son las seis de la mañana! —reclamó Shori a su mentor con voz somnolienta, estirándose perezosamente y dejando escapar un bostezo profundo que rompió el silencio matutino.
—Hoy realizaremos un entrenamiento de peleas amistosas, todos contra todos. El ganador podrá disfrutar de un merecido descanso, mientras que los perdedores tendrán la tarea de armar cuatro carpas más —anunció Crissalid, su voz firme y autoritaria resonando en el aire fresco del amanecer.
—Si es todos contra todos, ¿cómo determinarás al ganador? ¿Será el último que quede en pie? —preguntó Ik con curiosidad, observando atentamente a su mentor en busca de respuestas.
—Usaré un nuevo sistema de puntos inventado por mí —respondió Criss con un destello travieso en sus ojos, revelando una pizca de emoción por lo que estaba por venir.
Los chicos se alejaron del campamento, con la determinación brillando en sus miradas mientras se preparaban mentalmente para el desafío que les esperaba. Con cuidado de no tropezar con las carpas, tomaron posiciones de combate en el claro, listos para enfrentarse unos a otros en una competencia que pondría a prueba no solo sus habilidades físicas, sino también su ingenio y estrategia.
—Recuerden, es una pelea sin zen, nada de Armor ni naturalezas —advirtió Criss, su voz resonando con autoridad antes de dar la señal para que comenzara el combate.
Al principio, Ik dudó en golpear a Lyra, pero pronto se dio cuenta de que contenerse sería un insulto hacia ella. Lyra estaba luchando con todo su esfuerzo contra ellos, y contenerse sería subestimar su fuerza y habilidad en combate.
Entre la lluvia de golpes y patadas, Lyra logró conectar un fuerte golpe en la mejilla de Shori, haciendo que retrocediera unos pasos. Sin embargo, aprovechando la apertura que dejó expuesta Lyra, Ik lanzó un puñetazo preciso al costado de su amiga, haciéndola caer con un chapuzón en el lago cercano.
—Shori, menos un punto por el daño. Lyra, más un punto por el golpe. ¡Oh! Lyra, menos un punto por el golpe de Ik. Ik, recibes un punto por conectar, otro más por aprovechar la apertura y uno extra por hacerla caer al agua —anunció Crissalid, con una seriedad meticulosa mientras tomaba notas en su libreta, registrando cada movimiento y resultado del combate con precisión milimétrica—. Vamos Lyra, si no sales pronto de ahí, en menos de diez segundos te descontaré otro punto. Ik, menos un punto por fallar tres golpes seguidos.
Bajo la superficie del agua, el mundo se volvía borroso y distante para Lyra, mientras luchaba por recuperar el aliento y reunir sus fuerzas. Mientras tanto, en la superficie, Ik lanzaba una patada dirigida al rostro de Shori con fuerza desmedida. Apenas a tiempo, Shori logró bloquear el ataque con el brazo, aunque no sin esfuerzo. Con un gesto preciso, Crissalid anotó un punto a favor de Shori por su habilidad defensiva.
—¡Vamos Shori, tienes la oportunidad de dar un golpe! ¡Lyra, ya te tardaste, un punto menos! —exclamó Criss con energía, sus palabras resonando en el claro del bosque mientras seguía meticulosamente anotando los puntos en su libreta, su mirada aguda siguiendo cada movimiento de los combatientes.
Lyra emergió del agua con determinación, expulsando el líquido que había tragado antes de lanzarse hacia Ik con furia desatada, completamente decidida a tomar el control de la situación. Mientras él se enfrentaba a Shori, Lyra embistió a su amigo por sorpresa, su enfado palpable en cada movimiento que ejecutaba. Una vez en el suelo, Lyra descargó una serie de golpes certeros en el rostro de Ik, quien se vio momentáneamente desorientado, incapaz de protegerse adecuadamente.
Crissalid observaba con atención, su pluma moviéndose con rapidez sobre el papel mientras anotaba cada punto ganado y perdido en la contienda. Nueve puntos fueron otorgados a Lyra, uno por cada golpe conectado, más uno extra por la embestida sorpresiva que dejó a Ik momentáneamente vulnerable.
Después de liberarse de la furiosa embestida de Lyra, Ik se vio atrapado en una lucha desigual, tratando de defenderse mientras Lyra continuaba su asalto implacable. Shori, por su parte, se mantuvo al margen, consciente de que intervenir en el enfrentamiento entre sus dos amigos solo complicaría las cosas aún más.
El entrenamiento llegó a su fin con las últimas puntuaciones registradas por Crissalid: Shori con cuatro puntos, Ik con doce puntos y Lyra con quince puntos.
—Pueden ir a cambiarse de ropa, jóvenes. Voy a preparar el desayuno —dijo Criss, su voz resonando con calma mientras pelaba hábilmente unas naranjas, el aroma cítrico llenando el aire fresco de la mañana.
Los novatos asintieron con gratitud y se dirigieron a sus carpas para cambiarse de ropa, sus mentes aún zumbando con la emoción del entrenamiento recién concluido. Una vez listos, regresaron alrededor de la fogata donde Crissalid los esperaba, su semblante sereno mientras continuaba con sus labores culinarias.
—Este entrenamiento estuvo genial —comentó Shori con entusiasmo, su voz vibrando con emoción contenida.
—Gracias, sabía que les gustaría un poco de competencia —respondió Crissalid con una sonrisa, su mirada reflejando el orgullo de un mentor satisfecho.
—¿En dónde se le ocurrió un sistema de calificación así? —preguntó Lyra, su curiosidad palpable en su voz.
—Creí que ya se habían dado cuenta, es una versión un poco modificada del sistema de puntuación usado en el torneo del Ming —respondió Criss con sinceridad, su tono revelando una chispa de nostalgia por los recuerdos del pasado.
—¿Y cuál es ese torneo? —inquirió Ik, sus ojos brillando con interés mientras esperaba la respuesta.
—¿No conocen el torneo del Ming?... Bueno, es un torneo juvenil internacional que se organiza dos veces al año en el estado Ming —explicó Crissalid, su voz teñida de nostalgia mientras rememoraba sus propias experiencias en el evento—. Asisten muchos cazatalentos y gente adinerada que buscan luchadores para sus agencias privadas, ya sea como protección o incluso para mafias. Es una oportunidad única para demostrar habilidades y abrir puertas hacia un mundo de oportunidades.
—Me gustaría participar, ¿cómo me puedo inscribir? —preguntó Ik intrigado, su voz resonando con emoción y determinación.
—Para entrar al torneo se debe inscribir un equipo de cinco peleadores. Todos deben controlar como mínimo los tres principios básicos del zen y con ellos debe estar un warrior de rango recluta o superior como entrenador del equipo para inscribirse. Si al terminar el campamento reclutan a un equipo, yo mismo seré su entrenador para el torneo, como recompensa por aguantar mis entrenamientos —propuso Crissalid, sus palabras resonando con una promesa de aventura y desafío que encendió la chispa de la ambición en los corazones de los novatos.
Los ojos de los jóvenes brillaron con entusiasmo y determinación mientras absorbían cada palabra de Crissalid, visualizando el camino que tenían por delante y la oportunidad única que se les presentaba.
—Ya que están todos aquí, les tengo una noticia. Las carpas que van a poner después de comer son para otro equipo de su generación que se unirá a su entrenamiento —anunció Crissalid, su tono revelando una pizca de emoción contenida.
—¿Qué equipo es el que se va a unir? —preguntó Lyra con curiosidad, sus ojos centelleando con intriga.
—Es el equipo veintiséis. La maestra de ese equipo es una amiga mía, la invité porque ella me dijo que se había quedado sin ideas para entrenar a sus novatos —explicó Crissalid, su voz resonando con una mezcla de emoción y complicidad.
—¡Es el equipo de mi hermana! —exclamó Shori, su rostro iluminado por una sonrisa llena de sorpresa y alegría, mientras dirigía una mirada llena de complicidad hacia la chica de cabello rosa.
—¡Sí!, Touko vendrá.
Después de un reconfortante desayuno, Ik y Shori se pusieron manos a la obra levantando las carpas para dar la bienvenida a los novatos del equipo de Touko. Mientras tanto, Lyra disfrutaba de un merecido descanso, habiendo ganado el ejercicio de práctica y asegurándose así un tiempo para relajarse. Sin embargo, después de un rato, el aburrimiento comenzó a acecharla, y decidió unirse a sus amigos en su labor.
Una hora más tarde, los chicos del equipo treinta divisaron a lo lejos la llegada del equipo veintiséis. Touko Fujimori encabezaba el grupo, con una presencia que irradiaba confianza y determinación. Vestida con una blusa de tirantes a rayas amarillas y blancas, unas sandalias elegantes y las licras cortas de su uniforme de campo, Touko se destacaba entre sus compañeros con una elegancia natural.
Licka Bennet seguía detrás de Touko, su apariencia singular llamando la atención de todos. Con un corte de pelo similar al de Ik. Licka lucía un parche negro con una calavera dibujada en el lado derecho de su rostro donde su cabello lacio le llegaba hasta la mitad de la mejilla. Sus ojos estaban adornados con largas pestañas postizas y un marcado delineado negro, que acentuaba su expresión perpetuamente cansada o aburrida. Licka vestía una camisa negra de manga larga, que parecía ser al menos una talla más grande de lo que debería, resaltando su delgada figura. Debajo de la camisa, llevaba un top deportivo que dejaba al descubierto su abdomen. Completando su atuendo, lucía unos pantalones negros muy cortos pero holgados y unas llamativas botas góticas de cuero que ascendían casi hasta la rodilla, añadiendo un toque distintivo a su estilo único.
Junto a Touko y Licka, caminaba Neutra Licone, completando el trío de nuevos reclutas del equipo veintiséis. El único chico en el equipo de Touko destacaba por su extravagancia, para decir lo menos. Su peinado era un imponente tupé pompadour que llamaba la atención desde lejos. Para cubrir su eurenia, lucía un antifaz que cubría su ojo derecho, adornado con un detalle de color blanco que contrastaba con su atuendo. Vestido con la playera del uniforme de campo caluroso y unos pantalones deportivos negros, su estilo único lo convertía en el centro de todas las miradas.
La maestra de este equipo, que los guiaba hacia el claro del bosque con paso seguro, era una mujer de unos treinta años, de constitución robusta y cabello pelirrojo rizado. Al igual que Crissalid, ella también llevaba su respectivo uniforme del gremio, su presencia imponente reflejando la autoridad y experiencia que poseía como líder del equipo veintiséis. Juntos, el equipo avanzaba con determinación, listos para unirse a sus nuevos compañeros en una jornada llena de desafíos y camaradería.
Touko corrió emocionada a abrazar a su amiga apenas la vio, envolviéndola en un cálido abrazo que reflejaba la alegría de reencuentro. Al terminar el largo abrazo, se volvió hacia Ik y le dio un abrazo más formal, expresando su saludo con cortesía. A Shori, por su parte, le dio un leve empujón en la frente con la mano, un gesto juguetón que mostraba su familiaridad con él.
—Veo que ya conocías a estos muchachos —comentó la maestra de Touko con una sonrisa, antes de saludar a Crissalid con un beso en la mejilla, demostrando la cercanía entre ambos.
—Sí, este es mi hermano menor, ella es mi mejor amiga y a él lo conocí hace unos días —respondió Touko con orgullo, señalando a cada uno de los miembros del equipo treinta con cariño.
—Será mejor que se vayan conociendo para hacer más divertido este campamento —comentó Crissalid con jovialidad, ofreciendo a su amiga un poco de la ensalada de frutas que había preparado para el desayuno, su gesto amistoso invitando a la camaradería entre los dos equipos.
—Me llamo Licka —declaró la joven con apariencia punk, su voz firme y segura mientras se acercaba para saludar a cada novato del equipo de Lyra, su presencia vibrante y única dejando una impresión duradera en todos.
—Saludos, equipo inferior. Mi nombre es Neutra Licone —anunció el joven del antifaz, haciendo una reverencia con gracia y elegancia, su tono de voz revelando una gran confianza en sí mismo.
—Yo me llamo Ik, ella es Lyra y él es Shori —respondió Ik con cortesía, presentando a sus compañeros con una sonrisa amable, listo para comenzar una nueva amistad y colaboración con los recién llegados.
—Bueno, muchachos, ahora vamos a hacer una competencia culinaria. La competencia será de chicos contra chicas. Los dos equipos buscarán animales y frutas por el bosque para crear el mejor platillo que puedan conseguir —ordenó la maestra de Touko, su voz resonando con autoridad mientras un bolso mágico se materializaba en sus manos. Con un gesto hábil, Petra sacó del bolso varios utensilios de cocina: dos parrillas relucientes, una bolsa de carbón, un frigobar y un generador de energía para mantener frías las bebidas en la hielera que había en su interior—. Los platillos sin carne serán automáticamente descalificados. Si bien aún son novatos y no tienen permiso para matar, en algún punto tendrán que hacerlo, así que empiecen con animales para sus platillos.
—Ay Petra, sabía que no aguantarías una situación como esta —comentó Crissalid, llevándose la mano al rostro en una mezcla de sorpresa y diversión al ver las comodidades que Petra había traído consigo usando su habilidad Keiyaku.
—Para este tipo de situaciones creé mi Keiyaku, nene —respondió la maestra con una sonrisa traviesa—. Además, ¿quién dijo que el placer y el trabajo no pueden ir de la mano? —añadió antes de sacar del bolso un camastro plegable en el que se recostó con gracia, disfrutando del sol que filtraba entre las copas de los árboles.
El "Bolso Infinito" era el nombre de la habilidad Keiyaku de Petra, una habilidad extraordinaria que le permitía invocar un bolso en el que podía meter una cantidad ilimitada de objetos inanimados sin importar su tamaño. Con un simple gesto, podía sacar del bolso todo lo que necesitara, simplemente pensando en lo que deseaba obtener. Una habilidad verdaderamente impresionante que demostraba la versatilidad y el ingenio de Petra como maestra.
Los chicos se agruparon, apresurándose hacia el oeste del bosque con determinación en sus pasos, mientras las chicas optaron por caminar tranquilamente, aprovechando el tiempo para conversar y fortalecer sus lazos mientras avanzaban. A medida que se adentraban en el espeso follaje del bosque, los chicos se detuvieron en seco al avistar a lo lejos un majestuoso ciervo, su presa elegida para la competencia culinaria.
—¿Tú dominas tu naturaleza? —inquirió Ik a Neutra, su voz cargada de curiosidad mientras evaluaba las posibilidades que tenían como equipo.
—Sí, soy de naturaleza tierra —respondió Neutra con confianza, preparado para poner en práctica sus habilidades en el desafío que tenían por delante.
—¿Y qué es lo que puedes hacer con ella? —preguntó Ik, su mente maquinando estrategias mientras consideraba las capacidades de cada uno de sus compañeros.
—Puedo deformar la tierra y las rocas a mi alrededor en un rango de un metro a la redonda —explicó Neutra.
Mientras tanto, las chicas ya habían puesto en marcha su propia estrategia de caza. Gracias a la habilidad botánica de Touko, las ramas de los árboles se convirtieron en aliadas, atrapando a las aves con destreza mientras estas volaban despreocupadas. Con la eficacia de un equipo bien coordinado, las chicas recolectaron cinco aves de tamaño mediano en poco tiempo, preparándose para la siguiente fase de su plan culinario. Con la experiencia adquirida a través de su entrenamiento con la naturaleza, Touko guió al grupo en la búsqueda de plantas y especias, aprovechando sus conocimientos en herbolaria para encontrar los condimentos perfectos que realzarían el sabor de su creación culinaria.
Por otro lado, los chicos se enfrentaban a desafíos en su búsqueda de presas, viéndose frustrados al haber dejado escapar cinco ciervos entre la maleza del bosque. La falta de organización y coordinación dificultaba sus esfuerzos, y solo lograban ahuyentar a las presas en lugar de atraparlas.
—¡Estoy harto! Si esa señora quiere carne, voy a cortarme el brazo y se lo voy a servir con veneno —exclamó Shori, su frustración palpable en sus palabras mientras contemplaba la situación con desesperación.
—Vamos, chicos, que no decaiga el ánimo. Aún podemos cazar algo antes de que se oculte el sol —les animó Ik, tratando de infundirles determinación y esperanza en medio de la adversidad.
En ese momento, Neutra regresó de entre los árboles con una energía renovada, anunciando un descubrimiento sorprendente.
—¡Es un milagro, Yavhe se apiadó de nosotros! —exclamó Neutra, su voz llena de entusiasmo mientras hacía gestos para que los demás lo siguieran.
Intrigados, los chicos siguieron a Neutra hasta un pequeño claro en el bosque, iluminado por un rayo de luz que parecía un regalo divino. En el centro del claro, una vaca pastaba tranquilamente, completamente ajena a la sorpresa que causaba su presencia en ese lugar remoto.
—¿Cómo llegó una vaca al bosque? —se preguntó Ik, confundido por la extraña situación. Sin embargo, sus compañeros optaron por no indagar más y simplemente decidieron aprovechar la oportunidad que se les presentaba, llevando el cuerpo de la vaca de regreso al campamento para comenzar a prepararla.
Al llegar al campamento, se encontraron con que las chicas ya habían colocado dos de las aves en el asador para entregar a Petra, mientras que Lyra y Touko trabajaban diligentemente moliendo especias para sazonar las tres aves restantes.
Después de un par de horas, el sol cedió su lugar a la luna que ascendía lentamente en el cielo, marcando el final del día y el inicio de la evaluación de los platillos preparados por los novatos.
—Oh, qué presentación tan encantadora, chicas. Espero que sepa tan bien como se ve —comentó Petra con una sonrisa mientras recibía el plato de las chicas, su mirada brillante de anticipación reflejando su entusiasmo por probar el resultado de su esfuerzo culinario. Crissalid, por su parte, observaba con interés, listo para evaluar el sabor del platillo.
—Tiene muy buen sabor, felicidades —manifestó Criss después de saborear un bocado del plato, sus palabras llenas de elogios genuinos hacia el trabajo de las chicas. Sin embargo, las chicas permanecieron en silencio, aguardando ansiosamente la calificación final de Petra, quien hacía algunas muecas mientras masticaba la carne.
—Está bien condimentado, aunque creo que le faltaba algo como una ensalada para complementarlo. Pero en general, está bastante bien. Pueden ir a descansar mientras probamos el plato de sus compañeros —explicó Petra, ofreciendo una evaluación equilibrada antes de permitir que los chicos presentaran su creación culinaria.
—Espero que sepa mejor de lo que parece —comentó Petra con una expresión de ligero rechazo al observar la carne de res, algunas partes quemadas y otras aún con sangre, despertando su curiosidad sobre su origen.
—¿De dónde consiguieron una res en el bosque? —preguntó Criss, perplejo ante la inesperada aparición del ingrediente principal en el plato de los chicos. Ante la mirada interrogante de los adultos, los chicos se voltearon para mirarse entre sí, evitando dar una respuesta clara.
—¿Ninguno de ustedes ha cocinado en su vida o qué? —exclamó Petra, dejando de lado su tono amable habitual para expresar su sorpresa y desconcierto ante la situación.
Como era de esperar, las chicas se alzaron con la victoria en la competencia culinaria, lo que les otorgó el merecido descanso en la siguiente etapa de la competencia.
Ik, preocupado por la situación con Lyra, decidió abordar el tema con Touko antes de retirarse a descansar. Con un gesto de determinación, se acercó a ella, buscando respuestas y consejo.
—Disculpa, te quería preguntar algo sobre Lyra, ¿eres su mejor amiga, verdad? —inquirió Ik con cautela, esperando obtener alguna perspectiva sobre la situación.
Touko asintió con una expresión comprensiva, como si ya hubiera anticipado la pregunta.
—Déjame adivinar, ¿te dejó de hablar? —respondió Touko con un tono de complicidad, indicando que estaba al tanto de la situación.
—Sí, durante un entrenamiento la ataqué y sin querer la lancé al lago —confesó Ik, sintiéndose culpable por lo sucedido y buscando entender mejor la reacción de Lyra.
Touko escuchó atentamente antes de ofrecer sus pensamientos sobre Lyra, revelando facetas de su personalidad que no siempre eran evidentes a simple vista.
—Aún no confía en ti. Si bien Lyra suele mostrarse amable y positiva, en realidad es rencorosa y un poco egoísta. Los primeros meses que conviví con ella me di cuenta, aunque nunca mostró esos comportamientos conmigo. Siempre peleaba con Shori. Es cuestión de que ganes su confianza con el tiempo. Por ahora, sería mejor que le pidas disculpas, aunque tú tengas la razón —aconsejó Touko, brindando una perspectiva sincera y sabia sobre la situación.
Con las palabras de Touko resonando en su mente, Ik asintió con agradecimiento antes de retirarse hacia su tienda de campaña, decidido a abordar el asunto con Lyra y trabajar en reconstruir la confianza.
La escena matutina junto al lago ofrecía un ambiente tranquilo y sereno, interrumpido solo por el sonido suave del agua y el susurro de la brisa. Mientras las chicas se encontraban lavándose la cara, Touko notó cómo Ik se acercaba hacia Lyra con una expresión de determinación en su rostro. Con un gesto comprensivo, decidió retirarse junto con Licka para brindarles un momento de privacidad.
—Oye Lyra, ayer me dio la impresión de que tal vez te molestó lo que pasó en el entrenamiento —expresó Ik con cierta timidez al acercarse al lago. Consciente de la situación, Touko ya había adelantado a Lyra que Ik quería disculparse, lo que llevó a la chica de cabello fantasía a simplemente sonreír antes de darle un rápido abrazo.
—Todo está bien Ik, vamos a desayunar —respondió Lyra con amabilidad, disipando cualquier tensión que pudiera haber existido entre ellos.
Mientras tanto, en el campamento, la rutina matutina continuaba con el desayuno. Sin embargo, la llegada de un anciano con aspecto de campesino llamó la atención de todos. Crissalid, siempre atento a su entorno, se levantó para atender al recién llegado.
—¿Puedo ayudarle en algo, señor? —preguntó Criss con cortesía, dispuesto a ofrecer su asistencia.
—No es nada importante, joven. Solo quería preguntarles si habían visto a Betsy —respondió el anciano con calma, su tono revelando una preocupación ligeramente contenida.
—¿Es su hija o algo así? —inquirió Criss, buscando entender la situación.
—No, es una de las vacas del rancho en el que trabajo. Está aquí detrás del bosque. Resulta que anoche dejé la puerta del corral abierta y se me escapó la condenada —explicó el anciano.