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Chapter 8 - Capitulo 8 Solicitudes

La imagen del descenso de Maél Solaris sorprendió a todo el Vicus.

Cuando el carruaje llegó frente a la gran pirámide, la gente estaba alrededor inclinando la cabeza, los tambores retumbaban por toda la urbe, los gritos de alabanza provenían de todas las direcciones.

La pirámide, que desde la distancia era imponente, ahora estaba frente a Sire. El camino estaba cubierto por ladrillos de oro y plata reflejando el cielo; las piedras cristalinas brillaban en diversos colores, mientras las nubes seguían ardiendo en espiral.

Las escaleras se extendían por más de cien metros llegando a un tercio de la pirámide. Con cada escalón, los pasos eran más pesados y la sangre era más espesa; por algún motivo podían sentirlo, estaban siendo observados por todo el Vicus. Por un momento, se detuvieron y volvieron la vista hacia la gran urbe, descubriendo a la distancia pilares de luz elevándose al cielo.

—Adelante —la voz provino de todas partes. Sire lo reconoció inmediatamente, apresurando el paso, descubrió que era el único en avanzar.

—No se asusten, le gusta jugar trucos —dijo Sire frunciendo el ceño. En las batallas dentro del arbitrium, solía confundirlo con ilusiones y ataques furtivos, aunque tenía la intención de calmarlos, solo hizo que las cosas empeoraran.

—No son trucos, se llama estrategia, pequeño insolente —la voz los envolvió en un viento que empezó a empujarlos.

—Solo te aprovechas de mi inexperiencia —respondió Sire, estando algo cansado por el excesivo esfuerzo para subir la pirámide—. ¿Eran necesarias tantas escaleras? No podrías darnos una mano.

—Si unos pocos escalones son suficientes para agotarte, ¿Cómo esperas cumplir tu promesa? —había cierto toque de diversión en cada palabra.

Antes de que Sire pudiera replicar, el aire se volvió espeso intentando empujarlos.

Al ser tomados con la guardia baja, retrocedieron unos pasos, antes de ser completamente derribados, Sire activó la effigies. Las venas brillaron como oro fundido y de las piernas brotaron raíces doradas aferrándose a los escalones mientras otras sujetaban a los acompañantes. Después de todo, fue su réplica lo que causó este desastre.

Una vez estabilizados, los tres activaron su marca de arbitrium. Antes de poder decirle a Sire que los soltara, las raíces avanzaron como una marea llevándolos en pocas respiraciones hasta la cima.

Llegaron a una plataforma cuadrada donde una mujer envuelta en seda purpura y dorada los esperaba, llevaba una corona de plata con nueve obeliscos en cuya punta brillaban diversas piedras preciosas.

Una vez en la cima, Sire soltó a Pryll, Miss y Val.

Mirando a la mujer completamente cubierta por aquella tela transparente y difusa, no pudo distinguir su edad ni nombre. Era algo que todos los conectados al arbitrium podían hacer, con solo mirarlos revelarían su nombre, todos los humanos estaban conectados en cierta forma.

—Bienvenidos —la mujer dio media vuelta caminando hacia una entrada en forma de arco tallado en la pirámide, desde el cual la luz brotaba como el sol en la mañana —. Maél Solaris los está esperando.

—Gracias —dijo Sire. Descubrió que sus compañeros lo miraban horrorizados, con la pregunta ¿quién eres? escrita en sus rostros. Dudaron por un momento antes de seguir las órdenes.

Una vez atravesado el arco, ingresaron a un gran salón, con las paredes talladas con diversas figuras desconocidas. Algunas de ellas eran personas sembrando, pescando, cortando árboles o cazando animales. En el centro del salón, una gran mesa estaba llena de alimentos: carne, verduras y frutas, suficientes para alimentarlos por una semana.

—Adelante —. Esta vez la voz vino del final de la mesa. Un hombre esperaba apoyado en una silla de pino lo suficientemente grande para dos personas, cubierto por una seda dorada de pies a cabeza, sin revelar completamente su figura. Sentada a la derecha, la misma mujer que les dio la bienvenida los observaba.

—Soy él Dux Maggies, si es lo que se están preguntando —. La mujer sirvió una jarra de vino en una cuenca cristalina dejándola frente al hombre —Él es Maél Solaris. Adelante, sírvanse, tenemos mucho de lo cual hablar.

Sire avanzó tomando un asiento cerca de la cabecera, mirando fijamente al hombre que bebía el vino en silencio.

—Estoy siendo demasiado indulgente contigo, muchacho. Si sigues mirando así, te arrojaré desde la cima de la pirámide.

—Lo siento —respondió Sire, pero no desvió la mirada —. ¿Por qué no puedo verlos?

Maggies sonrió. La figura bajo la seda era transparente y difusa.

—Lo sabrás a su debido tiempo. También he preparado una para ti —dijo Maél Solaris —. Ustedes, niños, acérquense. Están aquí para disfrutar de la cena, no para ser estatuas.

—Deberías aprender de ellos — dijo Maél mirando a Sire.

—Eres tú quien me está enseñando en estos meses, no culpes al alumno de los errores del maestro. Ley número 42 del Vicus de Maél Solaris —respondió Sire, mientras cortaba la carne de cerdo, la cual nunca había probado.

Esta vez Maggies dejó salir una carcajada al ver resoplar a Maél.

—El joven tiene razón —dijo Maggies intentando dejar de reír —, seguramente ustedes tienen muchas preguntas, pero dejemos esas cosas para más tarde, ahora disfrutemos de la cena y luego hablaremos.

Maggies aplaudió cuando un grupo de personas apareció repentinamente. La música y la danza llenaron el salón, alegrando el ambiente y sorprendiendo a Sire con la belleza de cada movimiento.

—Jargal me dijo que podría aprender en la catedral sobre cómo hacer música. No sé por qué me llama tanto la atención esos instrumentos —comentó Sire, observando con fascinación los músicos.

—No tienes el talento para eso —dijo Maél Solaris, lo cual le valió una mirada confusa de Sire —. La música es una forma de transmitir nuestras emociones y tus emociones son un desastre. Ya hemos perdido mucho tiempo — agitó las manos y las personas desaparecieron tan rápido como llegaron —. Como todos saben, últimamente las bestias están corriendo en manada hacia los asentamientos humanos. Algo en las tierras brumosas las está espantando a nuestro territorio. Debido a un pacto de sangre antiguo, no puedo ingresar a los territorios de otros Solaris. Por eso, enviaré un grupo de expedición a buscar el origen de la bruma y, de ser posible, eliminar aquello que está causando este desplazamiento.

El mundo cambió repentinamente. Las llamas crearon una plataforma, y esta vez, no solo estaban los seis, sino otras personas también los rodeaban.

—A todos los miembros de la orden del Acus, yo, Maél Solaris, les tengo una solicitud urgente. Buscar el origen de este mal y proteger a mi heraldo Renatus Sire en el viaje de exploración. En seis meses, todos deben reunirse en el paso de Olgat. Desde allí partirán a las tierras brumosas.

Todos los presentes colocaron las manos sobre el corazón.

—Por Maél Solaris —dijeron al unísono.

El mundo volvió a la normalidad, y en aquel salón ahora estaba únicamente él Dux Maggies, mientras Maél había desaparecido.

—Jóvenes, les espera un largo viaje, y no tengo nada que decir al respecto más que desearles buena fortuna — dijo Maggies —. Tengo otro recado para ustedes. Debido a la neblina, invocar el arbitrium dentro de la tierra brumosa es demasiado peligroso. Por eso, todos deberán llevar estas túnicas que los protegerán de la corrupción. No sabemos qué hay más allá, así que sean vigilantes y cautelosos. El valor ciego no debe interponerse en la misión. Sire, eres quien tiene la bendición de Maél Solaris. Tu deber es sobrevivir a toda costa. El Vicus depende de ello.

El salón quedó en silencio, y el resto de los presentes comprendieron las implicaciones.

—Sigamos disfrutando del banquete un poco más. Mañana les espera un largo viaje —él Dux Maggies levantó una jarra de vino, y los demás acercaron los cuencos para que ella les sirviera.

A la mañana siguiente, Sire despertó con dolor de cabeza. Era la primera vez que bebía alcohol. La luz del salón era tenue, y habían dormido sobre unas mantas de pieles en el piso. Un brazo lo envolvía por la cintura, lo cual lo llevó a voltear la cabeza. Un rostro cubierto por una seda trasparente estaba frente a él. Por un momento, estuvo tentado a mirar debajo del velo.

—Tienes curiosidad —susurró en su oído.

—Dux Maggies, yo no... —respondió nervioso, intentando explicarse sin saber qué era lo que debía explicar.

La delicada mano desenganchó un broche dorado bajando el velo para revelar los ojos rojos con pupilas verticales que brillaban sedientos de sangre en aquella oscuridad.

"Pudicitia Maggies".

Al conocer su nombre, un escalofrío le recorrió la espalda. Una mano le acarició el rostro, dejándolo inmóvil, todo el cuerpo gritaba peligro, deseando huir y congelado al mismo tiempo.

—No temas —Maggies abrazó a Sire con más fuerza, besando su frente —. Debes completar la misión, pase lo que pase. Sé que te estoy pidiendo demasiado, pero no tengo otra opción.

—Lo prometo —susurró Sire, cerrando los ojos y volviendo a dormir.

Al mediodía, los cuatro subieron a una carreta tirada por dos toros, seguida por una larga caravana.

—El viaje hasta Olgat llevará unos tres meses, si tenemos suerte —dijo Pryll.

—Creí que iríamos en barcaza —cuestionó Sire.

—Los ríos no son adecuados para las barcazas. El paso de Olgat es un lugar montañoso —explicó Pryll, buscando un lugar cómodo donde arrojar una manta —. Además, los toros son fuertes pero lentos, y el camino es largo y complejo.

Val y Miss buscaron un rincón y colocaron las mantas, dejando a Sire con el único espacio disponible.

—Eres pequeño, no necesitas mucho espacio —dijo Val, una vez que encontró una buena posición para dormir.

—Puedes dormir conmigo si sientes miedo —susurró Miss, guiñando un ojo —, aunque si mojas la cama, te arrojaré de la carreta, por mucho que Maél Solaris nos haya pedido cuidarte.

—Yo no... —quiso replicar Sire, pero el resto sonrió demostrando que solo se burlaban de él.

—¿Viste el rostro del Dux? En la cena fuiste el primero en caer dormido después de beber un poco de vino —dijo Miss, al tiempo que se desvestía de la larga túnica de piel, quedando solo unas telas que le cubrían el pecho y la cintura.

Sire volvió la vista al piso, preparando el lugar para dormir.

—Pudicitia Maggies, es su nombre. Sentí que podría pulverizarme con solo un golpe.

—Está en la segunda forma —dijo Val, sorprendiendo a los tres.

—Escuché una vez a Motus Zul decir que para avanzar a la segunda forma hay que superar las pruebas del arbitrium, es allí donde la mayoría muere o mucho peor —comentó Pryll, dejando el ambiente en un silencio incómodo —. Apenas estamos en la primera forma, todavía debemos alcanzar el rango Carnalis, y luego Motus; pensar en los problemas de llegar a la segunda forma es una pérdida de esfuerzo.

—Escuché que una vez que llegas al rango Carnalis estás caliente todo el tiempo —dijo Val —. Tal vez soy un Carnalis natural.

—¿Caliente? —preguntó Sire.

—Lo entenderás una vez que te llegue la pubertad —respondió Miss, mientras succionaba el jugo de una naranja —. Val aún no ha superado esa etapa —dijo haciendo un gesto de arriba y abajo con la mano libre —. Es lo único que le sale naturalmente.

—El trabajo no me da tiempo para buscar consuelo. Tal vez si me prestas esa mano o esa boca... —replicó Val, quien fue golpeado por los restos de la naranja.

—Ya déjenlo en paz, solo tiene 13 años —dijo Pryll —. No hace falta que lo corrompan con sus vulgaridades.

El sonido del látigo y el balanceo lento del carruaje les indicó que el viaje había comenzado.