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Chapter 5 - Capitulo 5 Obligación

Sire invertía las tardes en su labor, como era su costumbre, mientras que por las noches reflexionaba sobre las palabras de Jargal. Pronto, alcanzaría los trece años, y después, los catorce, sumando uno más con cada ciclo anual. Un día, inexorablemente, dejaría atrás la infancia.

Su cabello crecía no solo como un adorno, sino también como un escudo contra el gélido frío. Aunque deseara que el tiempo detuviera su avance, este seguía su marcha implacable, alterando las cosas sin contemplaciones.

En la celebración del tercer rito, Harl, su padre, danzó con Moft, una mujer viuda de figura pequeña y generoso busto. La fiebre granulada había arrebatado a su marido e hija unos años atrás, pero ella había sobrevivido. Aunque su mirada aún guardaba rastros de tristeza, esa noche, danzando alrededor del fuego, la felicidad la envolvía, y así también sucedía con Harl.

Sire experimentaba emociones encontradas. Se preguntaba si Harl había olvidado a su difunta madre o si, tal vez, había encontrado en Moft una vía para evadir la ausencia, al menos momentáneamente.

Aunque intentara, no lograba recordar a su madre. Harl le narraba historias sobre ella, describiéndola como algo maravilloso que sucedía mientras él dormía.

—Es injusto —susurraba con frecuencia. Recordaba cosas que no le interesaban, fragmentos inconexos, momentos al azar de conversaciones escuchadas al pasar. Todas esas cosas resultaban molestas al despertar, como desear algo y obtener lo contrario.

Sire se encontraba en los hornos del templo, rellenando los moldes de los cinceles con los que solía escribir. Cada tablilla de piedra tenía un hueco que terminaba en forma de punta. Una vez llenos de tinta, el horno los endurecería tras el proceso de horneado.

Mientras esperaba, volvió la vista al templo, repleto de gente a pesar del crudo invierno. Las barcazas, antes fascinantes, ahora ya no despertaban en él la misma admiración.

Jargal, sumido en la lectura de pergaminos en su salón privado, revelaba una angustia evidente cada vez que concluía. Sire intuía que algo trascendental afectaba al Vicus, algo que movilizaba a la población, aunque nadie se atrevía a hablar del asunto.

Cuando llevó los cinceles a Jargal, este observaba por la ventana como si esperara ver a alguien. Sire dejó los objetos sobre la mesa y aguardó en silencio.

—¿Tienes algo que decir? —inquirió Jargal con voz fatigada.

—¿Se pueden controlar los sueños?

—Sueños... —Jargal volvió la cabeza con una mirada desconcertada. —¿Dónde aprendiste esa palabra?

Sire buscó en su memoria y respondió: —En un sueño —. La confusión de Jargal igualó la de Sire. Antes de reaccionar, Sire fue tomado por los hombros, y el rostro del Ductor quedó a la altura de sus ojos.

—Recuerda. ¿Dónde aprendiste esa palabra?

El temor se apoderó de Sire por un instante. El rostro amable de Jargal se volvió tan severo como cuando impartía juicios. Cerró los ojos, reviviendo el recuerdo.

—Estaba caminando por el templo. Un joven llevaba una caja en brazos y me dijo: 'Has leído el dialecto de los sueños de Crus Britil. Según él, los sueños son la conexión entre tu yo pasado y futuro. Todas las personas tienen sueños pero los olvidan al despertar. Por eso, una vez que llegues a dominarlos...' Y el sueño terminó ahí.

—Por Maél Solaris, Sire, ¿cada cuántos días tienes estos sueños?

—Todos los días —respondió Sire. Jargal se puso en pie con una sonrisa en el rostro.

—¿Conocías a ese joven? —Sire negó con la cabeza —. ¿Por qué nunca dijiste nada?

—Creí que era algo normal.

—De hecho, la gente olvida los sueños al despertar. Por eso ya nadie usa esa palabra, porque al dormir solo hay silencio y oscuridad —Jargal guardó silencio, desconocía a Crus Britil, pero alguien así debía ser importante para el Vicus, debería estar en la lista de nombres del Acus que todo Ductor debía memorizar. Conocía el tipo de personas que eran los soñadores, él también era uno de ellos.

—Sire —dijo Jargal con un suspiro —. Mi deber con el Vicus está por encima de mi afecto por mis aprendices. Espero puedas perdonarme, pero ya no puedes seguir viviendo en Valak. Eres... peligroso. Regresa a casa y dile a tu padre que debo hablar con ambos.

Sire corrió a casa, temiendo lo que vendría. Al abrir la puerta de golpe, abrazó a Harl con lágrimas en los ojos.

—No dejes que me lleven, me portaré bien, papá, lo prometo. Seré obediente.

Harl tardó en calmar a Sire, quien finalmente le contó lo sucedido. Abrazándolo con fuerza, Harl pensó en abandonar el asentamiento, pero sabía que nadie podría sobrevivir solo en aquel mundo. ¿Fue un error enviarlo al Ductor, todo por unos simples sueños?

Harl intentó recordar sus propios sueños, pero nunca los tuvo. No entendía por qué su hijo los tenía.

No comprendía la razón, pero decidió quedarse con su hijo, a pesar de las palabras de Jargal. Si era necesario, pediría mudarse a otro asentamiento.

Durante la noche, el niño durmió tranquilamente hasta que golpearon la puerta. Al abrirla, Jargal estaba allí con el hacha en la mano.

—Mi hijo no... —Antes de terminar la oración, el cuerpo de Jargal brilló con una luz dorada envolviendo a Harl en un calor abrasador. Sire, que dormía, despertó sobresaltado, mirando horrorizado al hombre que ingresaba a pasos lentos en la choza.

—Lo sé —una vez adentro, Jargal dejó de emitir la luz. —Harl, a menos que desees que Sire termine como tu amigo Kul, lo mejor será que me escuches, que ambos me escuchen. Al amanecer, vayan al templo, allí hablaremos con más calma. —Jargal dio media vuelta y salió de la choza, mientras padre e hijo estaban sin palabras, la calidez de aquella luz los llamaba y a la vez demostraba cierta violencia capaz de quemarlos hasta los huesos.

Harl y Sire estaban sentados frente a Jargal, mientras este les daba a beber un té de hierbas.

—Lamento si los asusté, necesitaba llamarles la atención —dijo Jargal. —Lo que vieron es una bendición que porta mi hacha, esta me permite usar el poder de la luz y las llamas. Sire, eres lo que llaman un soñador, capaz de enviar tu conciencia a través de los recuerdos. Con el tiempo, si no logras dominar estos sueños, comenzarán a afectar tu forma de ser; podrías volverte loco, escuchar voces, sentirte observado, o como lo que te ha pasado, aprender de tus recuerdos algo que otros no sabían y, con el tiempo, podrías dejar de distinguir qué fue un sueño y qué fue realidad. Para alguien con tu memoria, sería bastante peligroso.

—No hay olor, ni sabor —susurró Sire.

—¿Qué? —preguntó Jargal.

—En los sueños no hay olor ni sabor, por eso sé que son sueños.

—Y... ¿el tacto? —preguntó Jargal, dejando al niño en silencio. —Mi intención no es expulsarte de este lugar, ni separarte de tu padre. Quiero que vayas al Acus, donde aprenderás a controlar estos sueños. Una vez que lo hagas, podrás volver aquí.

—¿Cuánto tiempo le llevaría? —preguntó Harl.

—Depende de Sire, algunas cosas llevan tiempo. A Kul le tomó 5 años controlar los sueños y creo que sabes en qué estado salió de este lugar; ahora se llama Renatus Kul.

—Sire, es tu decisión —dijo Harl, pero antes de seguir, le cortaron las palabras.

—Aún hay tiempo. Una vez terminada las gélidas, vendrá la gente del Acus. Allí será cuando presente tu caso —Jargal no quería darle falsas esperanzas al niño de quedarse. Lo mejor sería que empezara a mentalizarse en tener que abandonar el asentamiento. —Eres un niño obediente y aprendes rápido, tal vez solo te tome unos meses y podrás regresar si así lo deseas.

La última parte era una mentira. Era consciente de que jamás dejarían regresar al niño tan pronto con todos los problemas que enfrentaba el Vicus. Era una mentira que tal vez llegaría a ser verdad. Todo dependería de la voluntad del destino.

El Ductor liberó a Sire de las responsabilidades del templo por el mes siguiente para pasar más tiempo con su padre. La decisión ya estaba tomada y no podía hacer nada para cambiarla.