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Chapter 4 - Capitulo 4 Ritos

La pira de leña, una imponente pirámide en el corazón del ritual funerario, capturaba la atención de Sire. Los cuerpos envueltos en pieles impregnadas de aceite aromático reposaban en su interior, un sombrío recordatorio de la brutalidad del ataque.

Jargal ascendió majestuosamente las escaleras del túmulo, seguido por doce cazadores portando antorchas que formaban un círculo alrededor de la pira. Khala y Nur llevaron una caja hacia Jargal, de la cual extrajeron un largo cilindro de madera con nueve cuerdas tensas.

Con una reverencia, Jargal se arrodilló, acariciando las cuerdas con una delicadeza que resonaba en el silencio de la ceremonia. Nur y Khala alzaron las manos al cielo, inhalando profundamente. Quienes presenciaban el ritual comenzaron a sincronizar sus respiraciones con el lento y pausado sonido de las cuerdas. Una extraña calma se extendió por el lugar después de la noche de horrores.

Frente a Harl, Sire seguía los pasos del ritual. Según las antiguas enseñanzas, existían nueve ritos, entre ellos, el primero para dar la bienvenida a los vivos y el segundo para despedir a los muertos. La realización de estos ritos estaba sujeta a circunstancias especiales, bajo la consideración del Ductor o por orden directa del Dux.

La melancólica música impregnaba el ambiente, dotando al ritual de una solemnidad única. Había escuchado a Jargal tocar aquel instrumento en el templo, interpretando melodías más alegres. Sire no comprendía cómo un objeto aparentemente simple podía transmitir emociones tan complejas.

Las llamas devoraban la madera, envolviendo los cuerpos mientras el aroma a salitre impregnaba las primeras filas debido a los aceites. Concluido el rito, la gente se dispersó hacia el templo. En el pasillo, 72 cráneos de Valak eran exhibidos; la limpieza de aquel macabro trofeo ocupó la mañana.

Las bestias regresaron a sus chozas, donde cadáveres a medio comer yacían. Capturar a Jargal y a los cazadores resultó menos complicado. Tras asegurarse de la ausencia de amenazas, todos fueron convocados en el templo para colaborar en los preparativos.

Jargal fue el último en ingresar al templo. Cuando se sentó, un silencio respetuoso lo envolvió.

—Hoy es un día de lamentos —anunció Jargal—. Mañana enviaré exploradores al bosque para rastrear las bestias. El resto permanecerá en el asentamiento hasta nuevo aviso. Ahora, todos pueden regresar a sus casas.

Terminado el discurso, Jargal dejó el salón con pasos lentos y cansados. Nadie formuló preguntas; los servus escuchaban y obedecían, pues esa era su razón de existir.

—Padre, si me convierto en un Ductor, ¿deberé luchar contra las bestias? —preguntó Sire, susurrando.

—Deberás... Tienes que cuidar a tu gente.

Esa era la tarea de los Ductor, según las órdenes del Dux.

La noche no fue tan tranquila como Sire imaginaba. Lamentos resonaron en el asentamiento, y abrazó a Harl mientras intentaba dormir. La campana del amanecer lo llamó nueve días después del ataque, marcando el retorno a la rutina.

Jargal llevó a Sire y Nur al muelle, donde aguardaron la llegada de la barcaza. Sorprendentemente, en lugar de las tres habituales, descendieron veinte barcazas. Solo una se detuvo; el resto continuó su viaje.

Una mujer de unos 23 años, Renatus Pryll, se presentó ante Jargal. Sire sintió que podría conocer su nombre con solo mirarla.

—Mi nombre es Renatus Pryll. Usted debe ser el Ductor Jargal —dijo, recibiendo el informe de Jargal.

—Soy Jargal. Este es mi informe del ataque al asentamiento.

—Aquí también —suspiró Pryll—. Vamos al templo mientras cargan los suministros. Hay cosas de las que debemos hablar.

Jargal caminó un paso detrás de Pryll mientras los escoltas los rodeaban formando un cuadrado. En el templo, Nur preparó agua caliente con hierbas y un tazón de miel.

Sire permaneció detrás de Jargal mientras llenaba los cuencos. Los escoltas, como estatuas silenciosas, los rodeaban.

Pryll miró a Sire antes de hablar.

—Es mi aprendiz. Confío en él —dijo Jargal, notando la situación.

—Si usted lo dice —respondió Pryll, leyendo las órdenes del Dux Maggies.

Mientras Nur guiaba a Pryll a las habitaciones de invitados, ella se detuvo y volvió la vista.

—¿Memoria excepcional? —preguntó, mirando a Sire—. ¿Qué tan excepcional?

—Puede recordarlo todo —dijo Jargal, empujando a Sire hacia su lado.

Pryll analizó al niño de arriba a abajo.

—Hablaremos de ello mañana —dijo antes de seguir a Nur.

—Sire, no le temas. No te hará daño. Confía en mí —dijo Jargal, y el niño asintió—. Ve al puerto y diles que busquen más personas para transportar el cargamento. Antes del atardecer, quiero todo listo.

Al día siguiente, Sire observó la barcaza seguir el río. La charla del día anterior lo hizo reflexionar sobre el ataque, y unas palabras que se repetian constantemente: "Perdido o aniquilado", por alguna razon desconocida, un ascentamiento perdido era mejor uno aniquilado. Las dudas sobre si su asentamiento tendría algunos de estos destinos lo atormentaban.

Los días, semanas, meses y otro año pasaron. A los once años, terminaba la anotación de las cosechas. El temor de otro ataque durante las Gélidas persistía.

"Aniquilados". Cada vez que recordaba esa palabra, un escalofrío le recorría la espalda. Sire decidió apartar esos pensamientos y concentrarse en el presente. Jarg

al le aconsejó no preocuparse por lo que no sucedió y enfocarse en lo que podía hacer ahora.

Las barcazas continuaron atravesando el asentamiento. Jargal aumentó el número de cazadores y mejoró las defensas. El trabajo durante el invierno fue arduo, por lo que la gente apreciaba cada momento de descanso.

En una conversación con Harl, Sire mencionó el nuevo aserradero y la orden del Dux de construirlo. Surgió la palabra "Acus", quienes obedecían únicamente al Dux, y Jargal explicó que, cuando se convirtiera en Ductor, podría tener que luchar contra las bestias. Harl desconocía esa palabra, pero la conversación terminó cuando Jargal indicó que se prepararan para una fiesta.

En el segundo mes invernal, Sire caminó con Jargal por el nuevo aserradero. Jargal le propuso tomar el examen para convertirse en Ductor. Si lo lograba, tendría que abandonar el asentamiento para ejercer su autoridad. Sire guardó sus dudas, pensando en el asunto.

—¿Cómo aprendió a usar el objeto que hace sonido? —preguntó Sire, desviando la conversación.

—Lo llaman cuerdas de armonía. Lo enseñan en la catedral de Maél Solaris —respondió Jargal, recordando que aún no habían realizado el primer rito en años—. Regresemos al templo. Era hora de preparar una fiesta, y la gente también debe celebrar. Nada mejor que el tercer rito para levantar los ánimos. El rito de la unificación, celebrando los lazos que unían a la humanidad: la familia, la amistad, la sangre y las emociones.