Puesto sobre una mesa un poco empolvada, estaba un antiguo pequeño cofre que no estaba muy adornado, pero era algo curioso.
Hecho con alguna madera resistente a la humedad y las plagas, pues se veía casi intacta a pesar de los años desde su fabricación.
Alguien tomo y abrió el cofre que al parecer ya no estaba más cerrado, no había una llave a la vista y no era ya necesario.
Al abrirlo se encontraba una pequeña manta rojiza que tapaba el interior, y al retirarla se mostró como una especie de piedra, parecía ser un jaspe negro, pero la forma era irregular.
El color también era sorprendente pues parecía que dentro, en su interior, estaba una concentración nublosa como una densa niebla que se paseaba en el centro de aquella cosa; era como si estuviera vivo.
La persona que sostenía esta piedra la regresó de donde la había tomado y cerró el cofre.
«Oscuro Deseo … ¿Por qué estaba esto conmigo?» pensó aquella persona en lenguas extrañas.
Luego de esto, se retiró del lugar; se fue caminando por los pasillos junto con aquel cofre hasta llegar a la habitación donde reposaba una joven señorita.
Pasado el evento en aquella habitación, Alicia estuvo durmiendo durante días casi una semana y, durante ese tiempo, aquel joven que la acompañaba en el castillo comenzó a pasearse por todos los lugares del interior.
Parecía ser que no necesitaba de comer, pues durante esa semana solo se alimentó un par de días de lo que encontraba; el ultimo día antes de que Alicia despertara, se fue a ver aquella habitación donde estado 'durmiendo'.
Al llegar a la entrada, ingresó y comenzó a revisar con mayor detenimiento todas las cosas que había en el lugar.
«Estos féretros … aunque los vuelva a ver, no recuerdo nada de ellos.» reflexionaba el joven «Ni recuerdo siquiera haber estado en este lugar … no recuerdo … nada.»
Parecía sufrir amnesia, pero eso no lo detuvo de seguir revisando todo lo demás.
«Ciertamente mi ataúd no fue abierto hasta que desperté … pero, entonces … ¿Quién me trajo hasta aquí?» trataba de entender el varón de negro «Además … esa piedra … ¿acaso no la destruí? … pero ¿Por qué ahora ha aparecido en este lugar?»
El joven sacudió su cabeza como si dejara entender que no le haría ningún bien el seguir pensando sobre el asunto, pues ya tenía mucho que pensar sobre su llegada a aquel castillo.
Pasó el día y la muchacha había despertado.
La agitación, el dolor, el sudor y todo síntoma de su enfermedad se había desvanecido, era como si todo lo de aquellos días hubiera sido solo un mal sueño.
Alicia se levantó de golpe y se sentó sobre la cama. Comenzó a ver su cuerpo empezando desde sus manos hasta sus pies. Por obvias razones, el sentimiento de tranquilidad, paz y alegría inundaba su corazón.
La muchacha se levantó con gran alegría y emoción. Aunque no sabía cómo, la mujer estaba confiada de su condición.
- N-No puede ser … yo … de verdad … - comenzó a decir la joven.
Pero, al contrario de su pensamiento, empezó a sentirse débil y comenzó a desvanecerse.
La repentina desesperación opacó todo bello sentir que tenía, pero una luz aclaró lo que le sucedía.
- Será mejor que no hagas movimientos bruscos … aunque te hayas sanado de tu enfermedad, sufres de malnutrición. - dijo el joven quien ingresó a la habitación de la mujer.
Aren, quien sostenía un plato de comida y una pequeña mochila que era de aquella señorita, ayudó a Alicia a sentarse en la cama.
Esta vez dejo que Alicia comiera por sí misma.
Se estabilizó la joven mientras comía, no dijo ni una sola palabra hasta terminar de comer. Era el mismo plato de la vez pasada, una especie de papilla fácil de digerir.
La joven notó que otra vez sus ropas eran distintas, es decir que había recibido otro cambio de ropa más y que estaba bien aseada, pero esta información ya no le importaba mucho.
Entonces, con cierta inseguridad, comenzó a hablar.
- Así que … estoy sana. - la joven comenzó a lagrimear un poco.
- …
- ¿Cuánto tiempo dormí? - preguntó la muchacha mientras trataba de limpiarse los ojos y ponerse fuerte.
- Casi una semana.
- ¡¿Qué?! … Y ¿Cómo he sobrevivido sin comida ni agua? - exaltadamente preguntó la joven.
- … Tengo … mis métodos … - respondió desviando su mirada.
Suspirando aquella señorita, decidió no preguntar por el tema - Bien … dejando eso aun lado … creo que ya es tiempo de que me digas … ¿Cuál es tu nombre? - por ende, lo cambió a un tema que le era de mayor interés.
El joven no respondía y la joven no volvió a preguntar, pero la mirada en Alicia era de tal forma que presionaba e instigaba a que le respondiera.
- … Me llamo … - quiso responder, pero fue interrumpido de inmediato.
- En español. - aclaró la joven.
Suspirando el joven de negro - … Me llamo Aren Elrod D. Arias … - respondió.
- Ya veo … ahora explícame, ¿Cómo es que ya vivías en este castillo? - La actitud de la joven se tornaba como si fuera de una madre pidiendo explicaciones a su hijo.
El joven no contestó.
- Vamos … puede que no sepas nada de mí, pero ya me has visto todo, ¿no es así? - expresó Alicia con cierta sonrisa que escondía su fastidio y luego agregó - ¿no crees que al menos me debas responder esto?
No era la consciencia, sino la expresión de aquella joven que presionaba a Aren, y, siendo así, se dispuso a contarle lo único que sabía.
La intención de Alicia era clara, quería saber todo lo que pudiera de aquel hombre que la había salvado.
Diligentemente, Aren contestaba a sus preguntas sin revelar nada que él no quisiera; además la mujer tampoco era insensible y, por ello, sabía hasta donde preguntar. Después de la charla o, mejor dicho, interrogatorio, el joven se retiró del cuarto pues ya era de tarde y quiso descansar.
Alicia se quedó sola y en silencio dentro del cuarto.
«Amnesia … esos ataúdes … esa piedra … nada tiene sentido, es como si todo fuese una especie de cuentos de hadas o más bien de magia oscura.» viendo como solo se generaban más dudas e incoherencias en su mente dejó el tema.
- Será mejor entenderlo poco a poco … sí … aún tengo tiempo. - habló en alto la joven mientras se estiraba - Además tengo que recuperarme por completo … mientras tanto, me tomaré el tiempo para saber más de él, siento que me oculta muchas cosas … pero por el momento quisiera comer algo. - exclamó mientras se levantaba de la cama y comenzaba a dirigirse fuera de la habitación.
Mientras comenzaba a caminar por el pasadizo fuera de su cuarto se le escuchó decir - Qué suerte que sea bilingüe … ¿? … ¿Qué es ese aroma? … huele delicioso.
Aren había estado cocinando y, siendo así, la joven muchacha fue buscarlo.
Aquel día empezaba a anochecer, mientras que en aquel deteriorado castillo siguió hospedando a aquella pareja durante algún tiempo más.
Pasaron los meses y años, la fortaleza seguía igual más los animales ya habían tenido sus crías.
Era muy de temprano y se veía a lo lejos cerca del castillo la silueta de una mujer que, habiendo recogido algo de agua, estaba regresando al castillo.
Dentro de la cocina, estaba aquella mujer, quien aparentaba tener unos 20 años de edad, preparando un ligero desayuno. La joven mujer de cabello castaño claro comenzó a tararear una canción mientras terminaba de alistar todo.
Vestía unos jeans que parecían estar a la moda, pero con una blusa violeta claro como si tratara de expresar madurez.
En una habitación cercana, se mostraba la presencia de un joven alto de largos cabellos que vestía un chaleco sin manga junto con una camisa y pantalón de vestir. Aquel hombre tenía en su enfrente una piedra negra dentro de un cofre; fue entonces que, cuando trató de tomarla, una voz se escuchó por los pasadizos hasta llegar a donde estaba. ̶ ¡Aren, ven! ¡Ya está listo!
Aquel joven tomó aquella piedra en sus manos y ésta desapareció misteriosamente dejando rastros de una densa aura oscura. Los rastros de esa esencia quedaron adheridos por algunos segundos en las manos de aquel varón.
Yendo hacia donde estaba la mujer que lo llamaba, se reunieron en la cocina donde la pareja terminaba de desayunar.
Entonces, ¿ya terminaste de prepararte? - preguntó Alicia.
Aren asintió con la cabeza y ambos salieron del lugar para tomar algunas cosas que pudieran tener algún valor y, luego, equiparon todas sus mochilas. Las trajeron a la entrada principal de aquel castillo mientras que el sol aún estaba por llegar a su cima.
- Bien … llegó la hora. - dijo Alicia - Cuantos años y cuantas aventuras tuvimos aquí, ¿no es así? - agregó.
El joven de traje, cuya apariencia no había cambiado en absoluto, solo se quedó mirando el panorama frente a él, pero aun así la joven podía reconocer que él estaba sentimental, después de todo habían estado viviendo juntos por unos 5 años.
Con un tono un tanto triste y nostálgico, la joven expresó - Desde que te conocí, he pasado buenos momentos contigo y te lo agradezco, nunca olvidaré todos estos años … pero ahora es tiempo de que cada uno vaya por su lado.
Aren volteó su mirada hacia la joven observándola con su imperturbable y serena mirada.
- Es una pena que no tengas un teléfono … de verdad desearía que nos mantengamos en contacto. - mencionó Alicia y, luego, volvió a decir. - Como prometí, no revelaré nada de lo que ha ocurrido, espero que tú tampoco lo menciones.
El hombre asintió con la cabeza más parecía no ponerle tanta importancia.-̶ Bueno … esto es una despedida creo. - mencionó con un tono triste aquella mujer - Entonces, ¡vamos! … te acompañaré hasta Luesia, de ahí podrás tomar un tren que te lleve a Madrid. - agregó.
La joven mujer volteó hacia el castillo y con voz alta exclamó - ¡Gracias por todo! - luego volteó a ver al hombre que estaba a su lado y dijo en voz baja - a ti también.
Fua así que, mientras la mujer hablaba, los dos tomaron sus maletas y se fueron de aquel castillo que los había acogido y visto crecer durante varios años, dejando atrás las tierras de Loarre.
Desde una ventana que junta a ella estaba un pequeño cofre se mostró la silueta de una persona quien veía como se iba aquella pareja.