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Chapter 5 - La Ejecución

Sonidos de trompetas, la muchedumbre aglomerada y la presencia de más de un centenar de oficiales eran testigos de lo que pronto iba a suceder.

En casos particulares como éste, en la ciudad de Luesia, a los ciudadanos reunidos en la plaza central se les permitía ver desde no muy lejos lo que acontecería dentro de una mansión que estaba frente de la plaza.

Se podía escuchar como las gentes exclamaban quejas a gran voz.

- ¡Sabemos que están dentro! ¡Sáquenlos!

- ¡Háganlos pagar por lo que nos hicieron!

- ¡Devuélvame a mi esposo! - gritó una mujer.

Otros más agregaron terribles exclamaciones mezclándose entre el tumulto de pobladores que estaban presentes en aquella plaza de Luesia.

- ¡Esa niña no sirve para nada!

- ¡Sí! ¡Tráigannos su cabeza también!

- ¡Sabemos que el chico es una hermosura, dénnoslo primero para que nos divirtamos con él! - gritaba un grupo de mujer de aspecto no tan agraciado.

La fachada de la mansión ostentaba un color blanco oscuro con elegantes diseños que eran resaltados por el jardín que lo bordeaba y una cerca metálica de protección.

Los oficiales de apaciguamiento que rodeaban el lugar fuera de la cerca metálica, armados con escudos y armas ofensivas no letales, estaban preparados para resguardar el lugar.

Estaban presentes vehículos tanto de oficiales como de la prensa; pero, más interesante aún, era la presencia de ciertos vehículos que estaban dentro del terreno de aquella mansión con un garaje lo suficientemente grande como para albergar unos 25 vehículos.

La entrada del garaje, al igual que el interior de la mansión, estaba cubierto de más oficiales quienes cuidaban del interior.

Más autos llegaban e ingresaban a aquel lugar y, al salir de los vehículos, se mostraban un grupo de personas elegantemente vestidas, parecían ser personas de gran importancia.

Los alrededores de la plaza y la mansión estaban acompañados de diversas edificaciones de diferentes rubros tales como clínicas, áreas comerciales, restaurantes entre otros; mas, aquel día, todas éstas estaban cerradas al público.

Dentro de la mansión, en un gran patio ubicado en la parte trasera, estaba situado una tarima de madera y asientos a su alrededor como si fuera un escenario de algún show. Los distinguidos invitados se acomodaban en aquel lugar mientras que se saludaban unos a otros.

Pasaban los minutos y finalizando los preparativos, todo el público observaba como en aquella tarima estaban tres oficiales posicionados cerca de cierto dispositivo. Uno de ellos comenzó a hablar presentándose como 'el caballero de Luesia'.

La vestimenta de aquel varón era diferente a la vestimenta de los demás oficiales; portaba con una gabardina un poco oscura y un cordón de brigadier.

Aquel varón anunció la razón de la asistencia de los presentes: la ejecución de dos criminales por el presunto secuestro de aproximadamente 50 personas y el asesinato de más de 14 personas.

Los invitados hablaban más que antes y decían entre ellos rumores que habían escuchado antes de llegar.

- ¿Es verdad que una mujer asesinó a más de 9 personas?

- Parece ser … pero lo que más sorprende es que dicen que aún es menor de edad.

- No, te equivocas … ya es mayor, pero en realidad dicen que a quien realmente encontraron en el lugar de los hechos fue a su cómplice.

- Sí … pero, ¿realmente es posible que esos dos pudieran hacer todo eso?

- Bueno, en realidad dicen que pertenecen a una organización criminal. Seguramente tenían a otros que los apoyaban desde las sombras.

- Pienso lo mismo, sino ¿Cómo es que en tantos meses no pudieron hallar nada sobre ellos?

Los presentes seguían conversando tratando de hablar lo más bajo posible, pero la multitud era cerca de 40 personas lo cual no permitía que el lugar quedara en silencio, entonces fue cuando se escuchó una voz.

- ¡Tráiganlos!

El público quedó en silencio de inmediato.

Desde una de las entradas de la mansión, era traída una mujer esposada quien era acompañada por dos oficiales. Uno al frente y el otro detrás de ella.

El público no lo creía; aquella mujer portaba una agraciada y hermosa apariencia en contraste a los horribles crimines a los que se le atribuía.

- Oh … quién lo diría, así que era verdad … qué desperdicio.

- Vamos, si lo hubiera sabido antes, habría tenido un encuentro con ella.

- Qué dices hombre, acaso tu esposa no te colgaría del cuello si se enterara.

- Se dice que las esposas son para el matrimonio y las amantes para el amor.

- Opino lo mismo, además ya no iba a vivir mucho más; así que de qué pecado se nos culparía.

Comentaba el público masculino que veía como aquella mujer de joven apariencia subía hacia la tarima donde le esperaba una cita con la guillotina, dispositivo que estaba al lado de los oficiales.

Estando ya puesta de rodillas frente al atemorizante aparato, la joven pudo escuchar a los oficiales decir ̶ Parece que el intendente Rubén desea terminar con esto rápido aunque, aun así, debe complacer a estos tipos.

- Si … la señorita Victoria no quiere que alarguemos más esto, la orden de acabar antes del mediodía podría ser difícil de hacer. - comentaba el otro oficial.

- Solo nos queda alrededor de veinte minutos … y aún no han traído al otro. 

- Si .. al parecer, la jefa no quiere seguir alimentando el morbo de esta gente … de por sí ya es difícil restringir la entrada de los ciudadanos.

Mientras los oficiales seguían conversando, la mujer arrodillada en la tarima, con un semblante de gran preocupación alzó su mirada y se preguntó - ¿Cómo fue que llegamos a esto?

Fue entonces que se escuchó otro grito - ¡Traigan al otro! - que hizo que nuevamente todos quedaran en silencio.

Al igual como había entrado la mujer, el segundo condenado salió de la mansión, con sus dos manos esposadas detrás de su espalda, y era acompañado por dos oficiales.

Esta vez era un hombre alto y de contextura delgada, pero de aspecto algo desordenado quien se mostraba ante el público. Todos quedaron pasmados de la apariencia de aquel varón de largos cabellos.

Pasó algunos segundos mientras que el convicto caminaba hacia la tarima frente a él, mas el silencio quedó deshecho cuando se dio el comentario:

- ¡¿E-Es en serio?!

Posteriormente, una serie de preguntas y dichos hablado por mujeres se manifestaba opacando todo el lugar.

- ¿Q-Quién es ese? ¡¿De dónde viene?!

- ¡Qué hermoso!

- Oye, esto no puede ser verdad … ¿Cómo puede un hombre así ser un criminal?

- ¿De qué hablas?

- Me lo quiero llevar a casa.

- Ay … si tan solo no estuviera casada.

Diferentes opiniones y exclamaciones eran expresadas por la mayoría de mujeres presentes en el lugar, y ciertamente los varones se mostraban con cierto desagrado por aquel hombre.

Las mujeres llegaron al extremo de querer lanzar diversas prendas como señal de sus intenciones pasionales por aquel hombre de vestidos formales, pues traía un oscuro saco sin mangas, una camisa y un pantalón de vestir.

Los oficiales a su lado trataban de pedir que el público se comportase mientras que llevaban al condenado al lugar de su ejecución.

- ¡Oye, apresura el paso! - exclamó uno de los oficiales que escoltaba al segundo preso.

- ¡Silencio, por favor! - usando un megáfono, habló el caballero de Luesia.

Aquel varón, aunque juzgado como criminal, caminaba solemnemente hasta llegar al lugar donde esperaba su compañera. 

Eran las once horas con cuarenta y seis minutos cuando los dos sentenciados habían ingresado al estrado.

La pareja fue puesta de rodilla sobre el estrado y frente a ellos estaba la guillotina en su espera.

El intendente se posicionó detrás de ellos y comenzó a leer, apoyado de un micrófono, un pequeño libro que portaba en su mano desde antes; aquel libro contenía una serie de actos a los que se le culpaban a aquel par.

 

En este día, 28 de febrero de 2096, se llevará a cabo la ejecución de dos criminales encontrados en fraganti que por más de cinco meses han desatado una serie de horribles crímenes en contra de nuestra comunidad.

La alcaldía y la municipalidad de Luesia liderado por la alcaldesa Victoria D. Hans y el jefe del Departamento de Información y Seguridad han decretado, según las tradiciones y el voto popular, el método de ejecución y de hacer público la ejecución considerando que los principales testigos son personas que han contribuido en los últimos años a la restauración de la ciudad.

Prosiguiendo con el protocolo, se detallará la serie de actos por los cuales se les acusa a la mujer conocida como Alicia Enid Fonseca que ya cuenta con un historial vandálico desde la temprana edad de 11 años y el hombre conocido como Arias D. Aren quien tiene la observación de haber falsificado documentos de identidad.

 

Después de haber leído alrededor de ocho sentencias, el caballero de Luesia, el intendente Rubén Blades, prosiguió a agregar una acotación final.

 

Cabe mencionar que, por la gravedad de los crímenes y las evidencias demostradas, se les ha negado parcial y/o totalmente los siguientes derechos:

Derecho de asistencia legal

Derecho a presentar una defensa

Derecho de presunción de inocencia

Derecho contra la autoincriminación

Derecho de apelación si los derechos procedimentales y de debido proceso del acusado no fuesen respetados.

 

El varón terminó de hablar e inmediatamente ordenó colocar primero al hombre en la guillotina; sin embargo, las mujeres presentes exigieron que primero sea la mujer.

Por la presión de la muchedumbre, la mujer fue colocada primero.

- Oye … esto no es nada divertido. - comentó en voz baja, Alicia.

- …

- ¡¿Por qué te quedas callado?! - volvió a preguntar la mujer.

Uno de los oficiales exclamó - ¡Silencio! - dando un golpe sobre la cabeza a aquella mujer.

- … Lo siento, Aren … pero si pudieras hacer algo … por favor. - Alicia, entre la resignación y la esperanza, hizo una petición.

Mientras era llevada a la guillotina, la mujer volteó su vista hacia su atrás donde estaba aquel varón de largos cabellos que presentaba una mirada serena viendo el piso. Alicia volvió a poner su mirada hacia el frente y fue puesta su cuello en la abertura que la inmovilizaría al momento de bajar la gran cuchilla.

La joven suspiró - … Supongo que este es el final … - y comentó mientras el caballero de Luesia mencionaba la hora de la ejecución mientras que otro oficial se colocaba al lado del equipo donde había una palanca que activaría el mecanismo.

Se escuchaban las voces y griterío de los ciudadanos que estaban fuera de la mansión viendo lo que podían desde el exterior de las rejas de seguridad.

Fue entonces que una voz se escuchó en medio de todo el bullicio - … dime con quién andas y te diré quién eres. 

Como si fuese una indirecta, Alicia reaccionó - ¿Eh? ¡¿Qué?! ¡¿Tienes alguna queja o algo?! ¡Vamos dímelo antes de que me fileteen! - y expresó con enojo. Nuevamente fue prendida por el oficial.

Suspiró el joven y agregó - Con dignidad … hasta el final. 

- ¿Dignidad? ¡Tu dignidad te la voy a meter por el … ! - al contestar nuevamente, esta vez el oficial la golpeo con un bastón que tenía a la mano.

Ya no se demoraron más, cuando se dio la orden a través de un gritó que indicaba que jalasen la palanca.

Alicia estaba comenzando a lagrimear mientras que Aren alzó su mirada y dijo.

- Ahí te voy San Pedro. 

La cuchilla velozmente descendió y un disparo se escuchó.

La ejecución se había realizado a las doce horas con un minuto.