A unas cuadras de la estación, se situaba una serie de bancos y, dentro de uno de ellos, se formaba una cola de clientes quienes realizaban sus trámites.
Sentados en las bancas de espera, estaba la pareja quien había ya terminado de registrarse en aquella entidad.
- Escucha bien, Aren. Estas dos tarjetas no las pierdas de vista por nada en el mundo. Uno es tu documento de identidad mientras que el otro es tu tarjeta de débito; ambos son importantes en cualquier lugar que vayas. - explicaba seriamente Alicia.
- Entiendo.
La joven terminaba de explicar algunos detalles más sobre el manejo de todo lo básico e indispensable para vivir en aquel país, pues su separación estaba cerca.
Algunos minutos después, salieron del establecimiento en búsqueda de un lugar para hospedarse, ya era un poco tarde y aún no habían encontrado lugar donde reposar, pero felizmente habían podido vender casi todas las joyas que habían encontrado en el castillo de Loarre.
- Aunque el tipo era astuto, al final, pudimos venderle sin tantos problemas … pero debo decir que ese lugar no era muy seguro … creo que fue por eso que no hubo que hacer tanto papeleo ni presentar certificados … - comentaba alegremente Alicia.
- ¿Certificados? - preguntó Aren con cierta ignorancia.
- Sí … además de que verifiquen las joyas, usualmente te piden papeles que certifiquen que sean bienes legales … que no lo hayan robado o algo por el estilo … pero, afortunadamente, me alegro que ese lugar no haya cambiado. - explicaba la joven.
- ¿Qué quieres decir?
- Solo fui un par de veces hace años, pero esa casa de empeño es conocida por hacer fácil las cosas, si tienes algo de valor, te lo compran y listo. No importa tu origen, ni de donde lo sacaste … mientras tengas algo 'interesante' que ofrecer, entonces le pondrán un precio. - finalizó de explicar.
- … Ya veo.
El par siguió caminando hasta que hallaron un hospedaje siendo ya casi de noche.
En la recepción, un varón de traje semi formal salió a recibirlos y los atendió amablemente; la petición era simple: una habitación doble con baño incluido. Entonces, habiendo recibido las llaves, antes de retirarse, Alicia preguntó - ¿El sr. Sakamoto está ausente?
El recepcionista se sorprendió un poco al saber que aquella joven conocía ese nombre, pues aquel hombre era el dueño del local.
- Lamento avisarles que el sr. Sakamoto no se encuentra; ha salido de viaje hace una semana, pero tengo entendido que estará de regreso en seis días. - respondió el recepcionista.
Siendo así, la pareja se despidió y se dirigió a su habitación.
- Tú … ¿conocías ya este lugar? - pregunto Aren con cierta precaución.
- Sí … yo solía trabajar aquí. El sr. Sakamoto fue como un padre y cuidó de mí por unos tres años. - respondió con alegría - … aunque parece que tendré que esperarlo unos cuantos días hasta que llegue.
Aren la observó por un instante, pues sintió como si el ánimo de Alicia se hubiera entristecido un poco. Sin embargo, no preguntó más.
Pasaron el día desempacando lo necesario y descansaron después de ello.
Al siguiente día, desde temprano, Alicia y Aren salieron a las calles de la ciudad. La joven comenzó a enseñarle varios lugares; cabe mencionar que no se preocupaban por el dinero, pues, tal como lo había dicho Alicia, tenían lo suficiente para vivir por varios meses sin ninguna preocupación.
Aquel día, Alicia había programado enseñarle a Aren lugares esenciales, pues sabía que su compañero desconocía todo.
«Sí, claro … ¿Cómo alguien pudo haber vivido en ese catillo por casi toda su vida?» cuestionaba la joven en sus pensamientos sobre aquel varón, luego suspiró, «Aunque no era mentira que no tuviera sentido común ni supiera cosas obvias … ya no sé qué creer»
Despejando su mente de aquellas dudas, siguieron recorriendo el lugar. Lamentablemente, el paseo parecía ser interrumpido al darse cuenta de algo.
Alicia al observar entre las gentes pudo notar la presencia de un varón con atuendos japoneses tradicionales que pasó por una tienda de artículos asiáticos. La mujer pensó haberse confundido y repentinamente aquel hombre desapareció de su vista.
- Son ellos. - se escuchó decir a través de un intercomunicador portátil a aquel hombre de traje japonés que se ocultaba entre el público.
- Mientras ellos no lo noten … no hagas nada aún. - respondió la voz de una mujer por el intercomunicador.
Alicia caminaba como si nada pasara; sin embargo, no podía quitarse aquella imagen de lo que había visto y, por tanto, se dispuso a ir a cierto lugar dejando encargado a Aren de comprar unos panecillos de melón que vendía una panadería famosa del lugar.
Aunque la idea agradó a Aren, su sorpresa fue que había una tremenda cola de espera. Cuando el joven volteó la mirada, Alicia ya se había ido.
- Bueno … todo o nada. - expresó el joven.
Otro mensaje fue recibido, la chica se había separado y dejado al hombre en aquella panadería.
- ¿La seguimos? - preguntó un hombre de traje negro y lentes oscuro que estaba cerca del lugar.
- Sí … y no pierdan de vista al otro. - respondió la voz de una mujer.
Repentinamente un par de hombres de traje se pusieron en la cola detrás de unas cuatro personas que estaban después de Aren esperando en silencio.
Era un parque bastante concurrido, donde había familias divirtiéndose, el lugar donde una joven mujer de alrededor de 24 años que vestía una camisa y pantalón negro con un par de botas oscuras, junto con un varón de edad con un porte caballeroso y ropas que lo describían como tal, estaba sentada observando el panorama.
- ¿No crees que le das mucha vuelta? - preguntó el varón de traje quien tomaba una taza de café.
- No … en estos momentos, también estoy siendo vigilada … debo ser paciente. - contestó la mujer de al lado.
- Dejar que Hayato esté de vigilante es algo … humillante, ¿no crees?
- Bueno … ustedes dos quisieron venir conmigo, así que aguántense. - respondió la mujer con un ligero sarcasmo.
- Por otro lado … conociéndola ¿crees que se haya dado cuenta?
- ¿Qué quieres decir? - cuestionó la mujer.
- Pues Hayato fue visto, ¿no es así?
La desconocida mujer se quedó en silencio por unos cuantos segundos y luego fijó su mirada hacia al frente con cierta preocupación.
- No … no lo creo. ̶ respondió.
El varón de traje sonrió y tomo de su taza.
- Pues parece que no me conoces lo suficiente, ¿no crees? - refutó la voz de otra mujer quien estaba detrás de ellos.
La mujer sentada volteó su mirada y reconoció quien era.
- H-Hola, Alicia … ¿Cuánto tiempo? - respondió la joven mientras observaba como si fuese un rostro sin vida la expresión de enojo de aquella mujer.
Mientras tanto, Aren seguía esperando en la cola al igual que los dos hombres de traje detrás de él; y, aunque no era posible identificar aun si eran aliados o enemigos, un mismo sentir los unió.
«¿Cuánto tiempo tendremos que estar esperando?»
Pasaron cerca de veinte minutos, en aquel parque donde Alicia había encontrado a aquel par que fácilmente podrían ser confundidos como un padre y su hija. Sentada al lado de aquellos dos, se llevaba una charla no tan amena.
- Así que ¿por seguridad, eh? - mencionó Alicia con sarcasmo e incredulidad.
- Sí … después de todo somos amigas, ¿no? - respondió aquella mujer.
- …
- Además no solo fue por ti, también lo fue para tu amigo.
Alicia reaccionó con seriedad cuando hablaron sobre Aren.
- ¿Qué pasa con él? - preguntó
La joven de su lado dudó en seguir hablando ̶ Mira, este no es un buen lugar para decírtelo todo, pero no has llegado en un buen momento.
Alicia con cierta precaución preguntó el porqué.
- Ha habido una serie de crímenes desde hace más de cuatro meses y, si lo has notado, la cantidad de oficiales en lugares públicos ha aumentado.
El hombre de al lado de las chicas quien solo escuchaba la conversación se quedó con la cabeza baja, sacó unos lentes oscuros y se los puso.
Aunque fue una breve conversación, los minutos pasaban como segundos.
Mientras que, en la panadería, Aren y compañía seguían esperando sin mucho avance.
- ¿Para cuando avanzará esta cola? - dijo uno de los hombres de traje, - si … además ya está haciendo su hambre … ¿no crees que debamos comprar algunos para nosotros también? - opinó el otro varón, a lo cual asintieron ambos.
Fue entonces que un tipo algo astuto quiso colarse, pero todos los presentes lo notaron e inmediato lo votaron, siendo también participe Aren como los dos hombres de traje; el sentimiento de unidad se consolidaba.
Pasaron otros veinte minutos más y siguiendo la conversación en el parque, algo sorprendió de mala gana a Alicia.
- ¿Mi historial? … Eso ya se solucionó, ¿no es así?
Aquel guardaespaldas que se había colocado los lentes se mantuvo en silencio enfocándose en sus alrededores, pues algo percibía como si estuvieran siendo observados.
- Sí, pero hay alguien quien está metiendo sus narices en esto … no diré nombres, pero quisiera que … - La mujer fue detenido por su aparente guardaespaldas quien estaba a su lado, pues avisó que 'ellos' estaban viniendo.
Repentinamente un grupo de hombres de traje y lentes oscuros, como unos seis, aparecieron ante ellos.
Tanto Alicia como su amiga quedaron en silencio.
- Un gusto conocerlas, Srta. Lois Valdelomar y srta. Alicia Enid … somos oficiales de la municipalidad bajo las órdenes de srta. Victoria D. Hans. - habló uno de ellos con un tono monótono y formal.
«¿Victoria?» se preguntaba Alicia.
- Oh, ya veo … es un gusto igualmente, pero ¿Qué asuntos tiene la presidenta de la alcaldía con nosotras? - preguntó a la defensiva aquella quien fue llamada Lois Valdelomar.
- Ciertamente, ahorraremos su tiempo, la srta. Victoria les hace la entrega de dos invitaciones para una reunión por la celebración de su vigésimo segundo cumpleaños que se realizará en dos días. - respondió aquel hombre de traje.
Tanto Lois como su guardaespaldas se veían algo confundidos, pero más lo estaba Alicia quien no parecía entender lo que estaba sucediendo.
Lois y aquel varón de su lado se miraron por un momento y posteriormente aceptó la mujer las dos invitaciones. Sin embargo, aquel sujeto que les estaba entregando aún no soltaba aquellas cartas.
El ambiente se tornaba agresivo repentinamente, de forma que el guardaespalda enderezó su cabeza como si estuviera listo para cualquier cosa.
- Debo mencionarles que estas invitaciones son algo especiales … no son para que asistan al evento público, sino para una reunión privada al término de la celebración … solo se les permitirá ir con un 'acompañante' si creen necesario. Por favor, no falten. - procedió a explicar aquel hombre.
Como si aquella intimidación no surtiera efecto, la amiga de Alicia, Lois simplemente asintió con la cabeza y una sonrisa gentil.
Después de esto, aquellos hombres se marcharon.
- No resultó como se esperaba. - habló uno de aquel grupo de hombres que se retiraba.
- Ya no importa, lo principal era la entrega de las invitaciones … eso es todo. - contestó otro.
Terminado en un posible fracaso con el otro grupo, y habiendo pasado algunos varios minutos, en la panadería donde estaba Aren, salieron los dos hombres de traje que lo habían estado siguiendo con una bolsa de panes recién horneados. Ambos estaban bastante contentos por el resultado de su paciencia.
Al salir del lugar se toparon con su grupo. El resto veían lo felices que aquel par estaba y uno de ellos preguntó.
- ¿Y el tipo que seguían?
Uno del par contestó sorpresivamente.
- Ah sí … está justo acá. - señaló un lugar en donde no había nadie, pues el joven ya se había ido.
El tipo que parecía ser su líder volvió a preguntar - ¿Dónde dicen que está?
Pasado unos segundos y al ver que Aren ya no estaba, aquello dos hombres solo llegaron a una conclusión.
- Chale, la cagamos ¿no?
Pasó un día desde el encuentro de Alicia y Lois, y dentro de la habitación donde se hospedaban estaban Alicia y Aren conversando.
- Así que … irás a una fiesta de alguien que no conoces … pero irás con alguien que si conoces … … ¿Estas jugando a los trabalenguas? Porque yo tengo uno muy bueno. - preguntó el joven.
Alicia lo miró con un rostro de seriedad y suspiró.
- No me queda opción … lo peor es que Lois no me dijo nada más luego de que esos tipos se fueran … pero, ¿Por qué cambio de idea tan de repente? Es como que ahora quisiera que fuera sin saber nada … Sí, una muy buena amiga. - esto último lo dijo con gran sarcasmo.
La joven no quiso contar más cosas de su amiga ni de los tipos de traje que había conocido antes, mas, aunque ella no lo supiera, Aren parecía darse cuenta de algunas cosas.
Mientras que Alicia seguía pensativa, Aren tomó una carta; y al leerla decía en una de sus indicaciones que claramente especificaba que el invitado podía llevar un acompañante como máximo.
- Ya lo leíste, ¿no es así? Así que prepárate y vayamos a comprar ropa. - dijo Alicia sin titubear.
Esto lo decía pues una de las indicaciones era presentarse con vestimenta formal.
El joven suspiró de cansancio.
Llegó el día; era la celebración en una mansión de elegante diseño que frente a ella estaba una gran plaza. Siendo de tarde, los automóviles llegaban dejando ingresar a personas de alto estatus. Aunque era una celebración, la cantidad de personas eran restringidas junto a oficiales que mantenían el orden y la seguridad.
El lugar estaba bastando decorado, pero no era ostentoso a la vista, todo balanceado.
Por otro lado, mientras que se escuchaba el bullicio y las pláticas en la gran sala de la mansión, en una habitación lo suficientemente espaciosa para considerarse una sala de tamaño medio con muebles y algunos aperitivos esperaban un par de agraciadas mujeres que portaban vestidos de gala esperando de pie.
- ¿En serio lo trajiste también? - preguntó Lois con algo de incredulidad.
- Creo que era mejor traerlo … algo me decía que no era bueno dejarlo solo. - contestó Alicia con cierta pesadez - cambiando de tema, esta vez viniste con Hayato.
- Sí … era eso o tendría que ver una pelea interminable entre ellos para decidir quién me acompañaría. - respondió Lois.
Mientras que estas dos conversaban a la espera de la 'anfitriona', en un cuarto contiguo estaban presentes dos personas más. Eran los dos acompañantes de las señoritas; el acompañante de Lois Valdelomar era aquel hombre que había visto Alicia, pues portaba un diseño diferente pero las mismas ropas de estilo japonés; al verlo con más detalle también era un hombre de cierta edad, pero con el pelo ya gris y una mirada afilada y penetrante. Ambos estaban sentados frente a frente en silencio como si estuviesen meditando.
Fuera de las dos habitaciones, estaban oficiales en las puertas como si resguardaran el área hasta que finalizara la celebración.
Pasado unos minutos, en la habitación donde se encontraban Alicia y Lois, se pudo escuchar la voz de una mujer decir ̶ Espero no haberlas aburrido demasiado.
Había ingresado a la habitación una mujer de aspecto ligeramente serio, pero aun así cortés.
Una figura esbelta y cabellos semi ondulados que llegaban hasta un poco más de la cintura y, al lado de su rostro, una flor; con una mirada algo madura para su edad y un vestido que se podría considerar desatinado con respecto a la celebración, pues era un vestido antiguo que parecía ser de luto.
Aquel vestido era de un color oscuro y con mangas anchas, medianamente largo con insignias en su basta. En el interior había como un vestido blanco ligero que se mecía al caminar.
Las dos señoritas reconocieron de inmediato la presencia de aquella mujer, pues no era difícil de entender que era la anfitriona y personaje central de esta celebración al ver aquellas insignias en su basta.
- Encantada de conocerlas, como sabrán, mi nombre es Victoria D. Hans, la actual acalde de Luesia. - se presentó aquella mujer con un tono amable pero con cierta seriedad.
Lois respondió - Sí … la estábamos esperando. - con una confiada actitud.
Pare ese entonces, Aren había salido de la habitación sin que Alicia lo suspira, ya que no había comido en todo el día y ya hacía hambre.