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Chapter 13 - El Observador

Era de noche, los pasajeros comenzaban a subirse en aquel tren parado en la estación de Luesia. Los avisos de los asistentes indicaban que solo faltaban cerca de veinte minutos para la partida. Algunas familias iban apresuradas para registrar algunas maletas adicionales dentro del transporte mientras que otros iban tranquilamente subiendo al vehículo.

Uno de los pasajeros veía en su celular parte de las noticias recientes. Nuevos hallazgos y la liberación de los que habían sido los supuestos criminales de los secuestros y asesinatos.

- Tch … nadie de ellos saben hacer bien su trabajo … por mí que se vayan todos al demonio. - comentó fastidiado aquel hombre de edad quien subía al tren.

A su detrás, aparecía la silueta de un joven de largos cabellos quien vestía de terno acompañado de un sombrero y gafas negras como si tratara de ocultar su identidad.

Aquel varón ingresó igualmente al tren y se dispuso en buscar la cabina que le correspondía. Comenzó a caminar viendo sus alrededores; era como si fuera la primera vez que viaja en tren; sin embargo, una asistente reconoció el estado de aquel hombre y le ofreció su ayuda para ubicarse.

Durante el trayecto, se pudieron escuchar los comentarios de varios pasajeros que hablaban de la situación de Luesia antes de partir.

- Espero que nos vayamos rápido de esta ciudad de locos. Puede que se vea placentera, pero todos los ciudadanos están mal de la cabeza.

- Tienes razón; aunque sea como un lugar turístico, actualmente es muy peligroso por la ola de crímenes.

- Yo escuché que incluso condenaron a un par de jóvenes como los responsables de los secuestros rumoreados … vaya grupo de idiotas … como ese par pudo haber hecho todo eso sin ser descubiertos en varios meses.

- ¡Cállate! Si quieres hablar de eso, espera a que nos vayamos primero.

La asistente se detuvo frente a una puerta refiriéndose a que este lugar era donde correspondía estar aquel joven según su boleto de viaje.

- Al parecer está vació por el momento, pero esta cabina será compartida con tres personas más. Espero que no tenga ningún inconveniente. -informó amablemente la asistente mientras le entregaba su boleto de viaje.

En el momento en que el joven hombre sacó su mano derecha de su bolsillo del pantalón para recibir el boleto, una pequeña tarjeta cayó de él hacia el piso.

La mujer por cortesía trató de recogerlo para entregárselo cuando se dio cuenta de que en realidad era una fotografía. La mujer lo observó por un momento y luego se lo entregó a aquel hombre.

El varón no demoró en ingresar a su cabina, mientras que la asistente se despidió mientras se retiraba.

«Supongo que serán amigos suyos.» pensó la mujer cuando vio aquella fotografía.

Estando ya dentro, el hombre se acomodó en el lugar, pues dejaba a su lado una pequeña maleta que traía consigo.

El varón se recostó sobre la ventana donde podía observar cómo los últimos pasajeros iban ingresando apresuradamente.

Entonces, recordó aquella persona acerca de un presente dejado por alguien quien recién había conocido. Abrió su maleta y vio como tenia una bolsa que contenía cinco productos de sopa instantánea de diferentes sabores cada una.

El joven sonrió al verlos.

- Ese hombre … parece ser un buen tipo … no lo olvidaré. - habló en voz baja aquel joven.

Posteriormente, aquel hombre sacó su boleto y miró un número que era 224 el cual se refería al número de la cabina que le tocaba estar durante el viaje. Luego se fijó en aquella fotografía que se le había caído antes.

La sensación que transmitía los alrededores de aquel joven se volvía tenso cada vez que el tiempo pasaba observando la fotografía.

Aquel objeto mostraba a dos sujetos quienes parecían caminar sin haberse dado cuento de que fueron fotografiados.

Uno de ellos era un hombre maduro sin cabello, pero de contextura robusta o algo de músculos. La mirada de aquel hombre era como si siempre se mostrara ser pasivo, pero con carácter. Este varón vestía de traje a diferencia de quien estaba a su lado caminando.

El otro era un joven vestido a la moda. Una chaqueta larga, un polo gris y un pantalón jean negro. La mirada de este sujeto era pícara y astuta; su cabello era largo acomodado con una cola de caballo y debajo de su ojo izquierdo se mostraba un pequeño tatuaje.

El varón sentado dentro de la cabina volteó la foto y vio escrito un mensaje que decía lo siguiente:

Lamentablemente la búsqueda ha fallado, no lo hemos encontrado. En cambio, hemos percibido la presencia de una extraña organización que está reuniendo cadáveres sin discriminar género. Adjunto esta fotografía como pista y posible evidencia de algunos de los integrantes de aquel organismo. Aun no hemos descubierto sus objetivos, pues no fuimos mandados a averiguar sobre ellos; sin embargo, si los que leen esto tienen la determinación para investigar sobre ellos, puede ingresar al siguiente enlace:

https://distribuidora_farmaceutica_Le_Front.ce

Atentamente, El Observador.

 

«¿Le Front?» pensaba aquel hombre al leer el mensaje «Esa mujer … ¿será parte de esta organización?»

 El tren estaba a punto de partir cuando repentinamente ingresó estruendosamente una pareja de enamorados quienes se sentaron frente al joven de lentes oscuros.

Aquel par estaban bastante acaramelados y, aunque el espacio de la cabina daba lugar para más de seis personas, el ambiente parecía sofocante a causa de esos dos.

El tren comenzó a arrancar siendo antes avisados por un parlante que se ubicaba en la parte superior de una de las esquinas de cada cabina que todos los pasajeros se acomodaran rápidamente antes de empezar el viaje.

El joven hombre guardó sus papeles y, por unos minutos, solo quedaron dentro de la cabina aquellos tres. De forma maleducada, la pareja no saludo a aquel hombre, pues parecían estar en su mundo, pero fue entonces que la cuarta y última persona que estaría viajando con ellos hizo su aparición.

 La apariencia de un joven albino de talvez unos 17 años que solo vestía un polo negro de manga larga con unos jeans, correa y zapatos oscuros fue lo que se mostró ante ellos.

Su cabello era entre liso y ondulado, y sus ojos de color rojo oscuro. Como si fuera un niño educado se presentó ante los demás respetuosamente; sin embargo, aquella pareja lo miró de reojo y hicieron señas de burla.

Por otro lado, el joven de sombrero oscuro respondió a su saludo.

- Así que te llamas … ¿Arias Elrod D. … Aren? - reafirmó aquel joven albino.

- Sí … un gusto … Daniel.

 Aunque el joven llamado Daniel no quiso ser atrevido preguntó por que era que Aren llevaba un sombreo y gafas oscuras.

- … Porque soy … un hombre de negro. - respondió con firmeza.

Esto causo algo de extrañeza, pero a la vez una pequeña risa.

- Eres alguien peculiar, pero no me molesta … Por otro lado, ¿a dónde te diriges? - preguntó Daniel curiosamente.

- … A Madrid.

- ¿A la capital? Igualmente yo. Entonces seremos compañeros de viajes hasta el fin. - afirmó el joven albino alegremente.

Como una sensación de nostalgia llenó el corazón de Aren, pues aquellas palabras dichas por Daniel le hicieron recordar a Alicia.

 Sin embargo, la amena charla fue interrumpida por el hombre de aquella pareja.

- ¡¿Quieren callarse de una vez?! … ¡¿No ven que son una molestia para los demás?!

La mujer de su lado asentía con una mirada afilada y astuta a todo lo que decía su pareja.

De por sí, ya era incomodo estar con ellos; no obstante, se volvió insoportable estar con ellos al ser victimas de su falta de educación y modales añadiendo la prepotencia de aquel hombre de cabellos rubios al igual que su pareja. Por tanto, Aren sugirió irse y buscar otra cabina.

- E-Está bien … - respondió Daniel algo intimidado por el suceso.

- Sí sí … ¡Ya váyanse! - hablaba la mujer altaneramente.

En ese momento en que Aren y Daniel recogían sus cosas, fue cuando Daniel se tropezó al tomar su maleta con Aren que hizo que se cayeran el sombrero y las gafas de este al tratar de evitar el tropiezo del joven.

La pareja se dio cuenta al verlo descubierto. La apariencia hermosa y deslumbrante de aquel varón de traje hizo que aquel par se quedara asombrado, más aún la mujer quien quedó cautivada por él.

Tomadas las cosas, sin que Daniel se haya percatado de la apariencia de Aren, los dos comenzaron a retirarse del lugar; no obstante, la mano de Aren fue tomada fuertemente por la mujer quien trató de detenerlo.

- ¡E-Espera! … T-Te puedes quedar … no eres … ninguna molestia.

Aren volteó a verla con una mirada indiferente e hizo que le soltara su mano; esto no fue de ningún agrado para el enamorado de aquella mujer.

- ¡Oye! ¡¿Qué tanto lo miras?!

Comenzó a exclamar y quejarse aquel hombre, pero la mujer no se quedó atrás y también le respondió.

- ¡¿Y qué quieres que haga?! … ¡Si tan solo fueras la mitad de guapo que lo es él, no me importaría seguir contigo! ¡Hasta pasaría por alto tus salidas en las noches cuando vas a reunirte con tus 'amigas'!

- ¡¿De qué hablas ahora, mujer?! - respondió agresivamente el varón rubio.

De lo acaramelado que estaban se tornó a una pelea que dejaba ver los trapos sucios que cada uno escondía en su relación. Sin embargo, esto no era de ningún interés para Aren y Daniel; por ello, se retiraron en silencio dejando solos a aquel par.

Mientras ambos caminaban viendo la manera en cómo ingresar a otra de las cabinas, un asistente vio a ambos caminando como si estuvieran perdidos, por tanto, les preguntó si requerían alguna ayuda de su parte.

Aunque ninguno de ellos quería difamar sobre la pareja que habían dejado atrás, Daniel pidió con cierta timidez si estaba disponible algún otro lugar para ellos dos.

El asistente se cuestionaba el porqué de su petición hasta que por los parlantes del pasadizo se escuchó el aviso sobre un problema en la cabina 224 y el envío de un grupo de asistentes para mantener el orden.

Por el intercomunicador que portaba cada trabajador del tren, aquel hombre fue informado con mayores detalles sobre lo que pasaba en aquella cabina. 

- ¿Esa era la cabina de dónde vienen? - preguntó el asistente serenamente.

Los dos jóvenes asintieron.

El empleado suspiró -Bien, síganme, por favor. 

Caminando dentro del mismo vagón, afortunadamente el asistente pudo brindarles un lugar para ellos, pero aquella cabina parecía ya estar siendo ocupada por otras personas.

- Bien … aquí los dejo; nos disculpamos por los inconvenientes, pero tendrán que compartir el lugar con dos pasajeros más. Esperamos que no les incomode. - comentó aquel varón.

«¿Otros dos?» pensaban algo fastidiados aquel par recordando a la pareja de antes.

Siendo así, el empleado se retiró.

Estando al frente de la puerta, se comenzaron a escuchar como murmullos dentro del lugar y, antes de ingresar, tomando la manija para abrir la puerta, pudieron escuchar más claramente los ruidos que provenían de aquella cabina. 

- Oye, solo una vez … ¡Vamos! - parecía ser la voz de un joven.

- Ya te dije que no … ya no insistas. - respondió la voz que parecía ser de un niño, pero a la vez parecía algo maduro.

- ¡Qué tacaño eres! … ¡No te va a matar enseñármelo un rato!

- ¿Acaso hablo en chino? - respondió la voz del supuesto infante.

Aren y Daniel suspiraron como si trataran de sobrellevar las cosas e ingresaron a la habitación.

- De verdad que eres alguien bastante aburrido para tu edad, ¿eh? - afirmó vacilantemente aquel joven que parecía tener unos 20 años. Aquel varón portaba una sonrisa vigorosa y astuta, además portaba con un traje sport.

- Y tú eres tan infantil para la edad que tienes. - comentó algo fastidiado la persona que tenía la apariencia de un adolescente de tal vez unos 14 años. Este jovencito estaba vestido con un traje formal, pero ligeramente adaptado para no distanciarse demasiado de la edad de aquel muchacho. Como si fuese un adulto, el chico estaba sentado al otro extremo de donde estaba el otro joven mientras que leía.

Sin embargo, lo más interesante no era eso, sino lo que ocultaba en su rostro. Sus cabellos eran oscuros y lisos con una mirada afilada, y con un parche que tapaba su ojo izquierdo.

Aquel par que estaban dentro notaron la presencia de aquel par que se encontraba parado en la puerta.

Unos cuantos segundos quedaron en silencio al verse detenidamente unos a otros.

- H-Hola … ¿Qué tal? … Disculpen que los interrumpa, pero no nos mandaron aquí para quedarnos durante el viaje. Espero que no seamos una molestia. - habló Daniel.

- Ah … sí … no hay problema. - respondió el joven de cabello igualmente liso y ojos azules claros.

El niño suspiró como si de cansancio se tratara.

Habiéndose acomodado, el joven albino se presentó con los demás; era como si tratara de romper el hielo.

- Bueno … Me presento, soy Daniel Crain, tengo 18 años y vengo desde Roma.

- Oh, un gusto. Yo me llamo Glen Yoshida … Como verán vengo de Japón, pero mi madre era Inglesa y estoy por cumplir 21 este año.

Pasaron algunos segundos cuando Glen y Daniel miraron al joven muchacho del parche que indiferentemente seguía leyendo un libro.

- Y este de aquí se llama Liam Von Jarden … aunque tenga esa apariencia de niño, ya es todo un puberto de 15 años … solo que está chato. - presentó Glen de forma cómica a aquel muchacho de vestimenta formal.

Se podía ver como una vena comenzaba a hincharse en la frente de aquel llamado Liam quien miraba con enojo al joven llamado Glen; sin embargo, calmó su enojo y suspiró.

- Un gusto. - fueron las únicas palabras de aquel niño.

Aunque solo faltaba uno más, todos quedaron mirando a aquel joven de cabellos largos quien se distinguía por su apariencia. Algunos de ellos lo miraban disimuladamente de reojo; otros, no tanto. 

- Soy Arias Elrod D. Aren … tengo 23 años y vengo de Loarre.

- Oh … ¿de Loarre? ¿en serio?... ¿Y … dónde queda eso? - comentó Glen sin malicia e ignorantemente.

- Pues yo también quisiera saber … - murmuró Aren.

- ¿Cómo dices? - preguntó Daniel.

- No … nada. - respondió Aren inmediatamente.

El muchacho Liam se quedó mirando de reojo a aquel hombre de apariencia elegante.

«Ya veo por qué la chica de antes discutió con su enamorado.» Pensó Daniel al verlo detenidamente.

Poco a poco, mientras que el tren no paraba de moverse hasta llegar a su destino, aquel cuarteto se iba conociendo y conversando más amenamente. La edad de todos ellos era escalonada, pero no fue obstáculo que los limitara.

- Entonces … ustedes también van a Madrid, ¿eh? - preguntó Glen.

- Sí … creo que la mayoría de personas irán a la capital … en mi caso es porque voy a dar un examen a una prestigiosa academia. - comentó Daniel alegre y un poco orgulloso.

- ¿En serio? … Igual yo … también iré a dar el examen de admisión a una escuela de por allá. - comentó Liam algo interesado.

- ¿Exámenes? … Claro que no … yo voy para ganar algunos euros y luego viajar por todo el mundo. - exclamó Glen entusiasmadamente.

Liam volvió a suspirar.

Luego todos nuevamente voltearon a ver a Aren como si estuvieran esperando su respuesta.

- … Yo voy a ver … a un amigo.

Ya era muy tarde cerca de las once de la noche y el sueño se apoderaba de ellos; por lo tanto, todos se prepararon para dormir acabando así aquel día.