Alzado sus ojos, las dos miradas se interceptaron.
La figura de una adolescente de alrededor de unos 16 años se mostraba en la entrada frente al varón de negro.
Esta joven poseía una larga cabellera castaña y ondulada que combinaban con el color de sus ojos; una esbelta figura que podría un poco inclinarse a la malnutrición y un vestido ligero pero largo de color celeste claro la cubría.
El hombre de negro se conmocionó por un instante, pero mantuvo su rostro sereno todo el tiempo.
- ¿Qué haces en este lugar? - volvió a preguntar con un tono de preocupación aquella joven.
- …
El varón no respondía a sus preguntas solo se quedaba mirando.
La muchacha se percató de esto y su preocupación aumentaba hasta llegar casi a la desesperación, pues su razonamiento llego a creer que aquel hombre era alguna especie de degenerado.
Mas ese pensamiento estaba lejos de la realidad, pues el joven maestro que seguía observando en silencio había notado algo extraño: la apariencia de la joven estaba bastante desgastada como si estuviera en un estrés constante y llena de dolores.
- Tú … quién … qué cosa … - la joven comenzó a hablar incoherencias con un tono agotado y comenzó a tambalearse.
Su mirada se tornaba borrosa y su sudor era bastante notable en su vestido. A los segundos, aquella joven se desmayó.
«Bueno … lo veía venir.» fue lo que pensó al ver el desmayo de aquella joven.
- Entonces … ¿Qué hago ahora? - expresó el varón de negro.
Era la tarde del siguiente día, dentro de una habitación del castillo, se veía como reposaba una joven en una amplia cama que había sido limpiada adecuadamente para su descanso.
Siendo el tiempo, la joven comenzó a despertar y notó que estaba en una habitación considerablemente limpia a comparación del resto del lugar, pero lo que más le pasmó fue que las ropas que tenía puesta eran diferentes a las que ella se había puesto.
«¿Q-Qué … por qué mi ropa … ?» En un estado de confusión y pánico la joven trataba de entender lo que le pudo haber pasado desde que estuvo inconsciente.
Al menos, había entendido que sus maletas habían sido halladas por alguien.
Un extraño dolor de cabeza comenzó a apoderarse de ella; y, aunque tratara de pensar, el malestar anterior comenzaba a brotar nuevamente.
La joven se quedó recostada viendo los muros y techos, mientras notaba que no solo su ropa fue cambiada, sino que también fue aseada, ya que no había rastros de sudor ni suciedad en su cuerpo.
La situación se tornaba más crítica en su mente, pues quién era esa persona que había visto frente a la puerta del castillo. Acaso tuvo la amabilidad de tratarla y no abusó de ella en lo absoluto, era lo que quería creer la joven.
En un momento, mientras su respiración se volvía más pesada, se comenzó a preguntar dónde estaba aquel varón.
Pasaban los minutos, y el estado de la joven comenzaba a empeorar lentamente; parecía ser que iba a desmayarse nuevamente en cualquier momento. La desesperación se adueñaba de su corazón y la esperanza se escapaba del brillo de sus ojos.
Poco a poco todo se oscurecía, hasta que el sonido del rechinido de la puerta de su habitación hizo que despertara nuevamente.
La mirada moribunda de la joven recobró un poco de fuerza y se fijó en quien entraba en la habitación.
El perfil de un varón alto con ropas negras fue lo que presenció y como este iba acercándose trayendo consigo una toalla y un plato de comida recién preparado.
El joven tomó una silla y se sentó al lado de la cama.
Como si de un hermano mayor se tratase, el joven comenzó a secar el sudor de aquella jovencita sobre todo en el rostro, luego desabrochó la blusa que tenía y prosiguió con la parte superior del cuerpo. Para la muchacha era vergonzoso que esto pasara, pero no poseía ya más fuerzas como para resistirse, además le era incomodo el estado de su cuerpo.
Terminado el aseo, el varón hizo acomodarla sentándola sobre la cama para que pudiera comer. El platillo en si era como una especie de papilla no difícil de digerir; y él mismo comenzó a alimentarla.
Al comer todo, la recostó sobre la cama para que descansara. Se llevó el plato y la toalla, y salió de la habitación.
La muchacha no preguntó ni dijo algo pues se había quedado dormida.
Pasó un día entero y ya era el segundo día desde que aquel par se había encontrado.
La joven volvió a despertar casi a la misma hora que el día anterior; esta vez se sentía más fresca y un poco ligera, pero de igual forma estaba en una condición delicada.
Al observar los alrededores del cuarto, quedó un poco sorprendida de ver que aquel varón estaba sentado al costado de una de las ventanas observando el paisaje. Repentinamente, al verlo ahí, un sentimiento de tranquilidad comenzó a llenar el corazón de la debilitada muchacha.
- Me llamo Alicia … Enid … ¿Podrías decirme … tu nombre? - preguntó con un tono bajo y delicado, pues no deseaba gastar más su fuerza.
El varón que se encontraba sentado volteó su mirada hacia aquella joven más no respondió su pregunta.
- Sé que no soy quien para exigir … pero quisiera saber el nombre de quien me ayudó antes de que muera. - volvió a intentar aquella mujer.
- Aren ... Aren Elrod D. Arias - respondió por primera vez y en una extraña lengua aquel hombre.
La mujer no entendió que lengua era esa; supo entonces que aquel hombre era extranjero, pero aun así la había ayudado. Pero más aun, había una tristeza en la joven en el no poder entender ni comunicarse.
- Mi nombre es Aren. - fue lo siguiente que escucho la joven.
La sorpresa llenó su corazón, pues pudo entender esta vez lo que dijo. Una pequeña sonrisa se trazó en su rostro y comentó estar alegre de que pudieran comunicarse.
Pero después, la tristeza y preocupación absorbieron su mente nuevamente. Su condición era muy desfavorable y, tal como ella había dicho, su vida estaba frente a las puertas de la muerte; pero, parecía ser que, lo que más le preocupaba no era eso.
Su aspecto decía que ya era muy tarde, tan solo podía esperar a su inevitable muerte. Tal vez en unas pocas semanas, días o solo en algunas horas sucedería.
- Descansa … vendré más tarde. - fueron las palabras de Aren.
La joven de nombre Alicia trató de no preocuparse más por lo que padecía pues solo le traía pánico y terror; entonces, haciendo caso a las palabras de su benefactor, cerró sus ojos y durmió.
Sucedió que esa noche, un fuerte dolor se apoderaba del vientre de Alicia. Sus gemidos comenzaban a intensificarse y su rostro lloroso se tornaba rojizo.
Parecía ser que el momento de su fin estaba a unos cuantos minutos. Fue entonces que, la puerta de su cuarto se abrió dejando pasar a quien la había ayudado antes. Aquel joven, quien ingresó repentinamente como si supiera lo que estaba sucediendo desde antes, se acercó a la joven sentándose a su lado nuevamente.
La respiración de Alicia comenzaba a estabilizarse un poco, pero su condición era como si estuviera desahuciada. Por tanto, comenzó a hablar entre lágrimas con una suave voz.
- Ya … ya no puedo soportarlo más … antes de irme, quisiera saber ¿Quién eres? … ¿Por qué has venido a este lugar? - fueron las peticiones de aquella pobre mujer.
- … te puedo decir es que … yo ya habitaba en este lugar desde hace algunos años. - respondió Aren
La joven quedó incrédula y pasmada de aquella afirmación.
- Ahora yo preguntaré. - prosiguió el joven - Esta enfermedad que tienes … no ha sido reciente, parece ser que lo has padecido desde ya hace algunos años … tú ya deberías haber fallecido, ¿no es así? ¿Cómo has logrado sobrevivir todo este tiempo?
La mujer seguía asombrándose más aún casi al nivel del espanto. Quiso indagar en como aquel hombre lo sabía, pero ella entendía que ya no le quedaba mucho tiempo.
- Seguro que has encontrado mis maletas … pero … hay algo que escondí, un cofre … había una piedra oscura dentro … emanaba un poder que permitía sanarme por un tiempo … pero ahora ya no tiene más efecto … aunque esa piedra se tornó más oscura … solo eso. ̶ de forma sincera, como si no quisiera ocultar nada, explicó Alicia.
- ¿Piedra negra? … ¿Dónde encontraste ese cofre? - preguntó con seriedad el varón.
- Estaba … dentro de una habitación … un cuarto que estaba en la parte alta de una torre de este castillo … yo … iba cada semana a curarme hasta que … decidí emprender mi viaje. - dijo Alicia.
Aren suspiró con cierta pesadez.
- ¿Cómo era aquella habitación? - preguntó Aren.
- Era un cuarto extraño … como un mausoleo … había seis … no, siete ataúdes … detrás de aquel ataúd de en medio fue donde lo encontré … - explicó Alicia.
- ¿Dónde está el cofre ahora? - preguntó Aren.
- Está en … - la joven dudó en responder - la habitación que usaba antes … está en el segundo piso encima de la sala principal por el pasadizo izquierdo.
Aren se preparó para ir en busca de aquel cofre; sin embargo, fue detenido por una pregunta.
- Espera … ¿Cómo es que has vivido en este castillo por años y yo nunca te he visto antes? - preguntó con cierta indiferencia aquella mujer.
El joven antes de irse respondió con la verdad.
- Ciertamente, no nos hemos visto antes … pero no te mentí al decir que estuve viviendo aquí … más bien, estuve durmiendo.
- ¿Durmiendo? - preguntó con desconfianza la moribunda mujer.
El joven suspiró - Era yo quien dormía en aquella habitación que tú describiste; en el ataúd en medio de ellos, yo descansaba. - respondió, Aren, con firmeza.
Alicia quedó pasmada y atemorizada, aunque había gran incredulidad en su corazón, ella quiso entender las palabras del joven que se iba.
- Descansa … nuestra conversación aún no ha terminado. - dijo el varón mientras se retiraba.
La muchacha quedó echada en cama, y como si la enfermedad hubiese quedado pasmada también, la joven quedó pensativa olvidando su dolor.
Pasaron las horas y aquella mujer había quedado dormida nuevamente más fue despertada por el joven al ingresar de nuevo a su habitación juntamente con el cofre en sus manos.
Durante sus reflexiones, Alicia había tratado de entender quién era aquel varón y que tan verdadero eran sus afirmaciones; sin embargo, no llegaba a concluir nada sensato.
- Dime … ¿Por cuánto tiempo usaste esta piedra? - preguntó el joven
- Creo que … por unos cinco años. - respondió Alicia.
Trató el hombre de negro preguntarle algo más, pero nuevamente los síntomas de la enfermedad comenzaron a aparecer más fuertes que antes.
Aren se sorprendió un poco al ver como la joven comenzaba a sudar y jadear. Las señales de dolor y las lágrimas de aquella muchacha brotaron y no se detenían, sino que aumentaban más y más.
Solo habían pasado algunos segundos, pero la joven deseaba que su sufrimiento terminara ya.
Se escuchaban algunos murmullos provenir de la mujer, peticiones de perdón dirigido hacia varios nombres como si tratase de enmendar errores pasados.
Ella ya solo estaba en la espera de que su vida terminara junto con este dolor, aunque aún no llegaba su hora.
El sufrimiento solo se alargaba más, era como si la muerte estuviese jugando con ella y la mujer solo pedía que finalizara todo ya.
Fue entonces cuando aquel joven se acercó hacia ella y alzó una pregunta.
- ¿Aun quieres vivir?
La joven puso su mirada en él y, entre lloros y dolores, dudó por un instante, pero el dolor hizo que asintiera con su cabeza.
- ¿Crees que puedes sanarte? - volvió a preguntar el varón.
La joven ansiaba la muerte no entendía la pregunta, pero respondió ̶ sí ̶ a los pocos segundos como si se aferrase con esperanza en aquel joven.
Aren vio su sufrimiento y dijo - pues que así sea.
Entonces, mientras que el dolor no dejaba de incrementar en el vientre de la joven hasta el punto de dejarla inmóvil en la cama, el varón que estaba a su lado alzó su mano derecha y la puso en la frente de la mujer y habló suavemente.
- Sánate.
Pasó los segundos, e, inesperadamente, la joven se calmó y quedó dormida.
Todo era oscuro, pero la consciencia de Alicia estaba despierta; no sabía en donde estaba. Ciertamente todo era escalofriante, era como estar dentro de un abismo, no se llegaba a ver nada; la mujer pensó que había muerto y se deprimió en aquel lugar.
Sin embargo, a los pocos instantes, escuchó un sonido extraño; no podía identificar que o quien era.
A lo lejos vio un pequeño destello de luz. Ella supo que de ahí provenía aquel extraño sonido. La joven intentó ir y alcanzar aquella luz, pero era en vano, no podía. Alicia se deprimió aún más pues creía genuinamente que había muerto.
No obstante, volvió a escuchar aquel extraño sonido, pero esta vez no intentó moverse, sino que cerró los ojos y puso toda su atención a aquel ruido.
- Alicia.
- Alicia.
- ¡ALICIA!
La joven abrió sus ojos y vio como aquella luz a lo lejos se acercó con gran velocidad hacia ella y la atrapó.
Alicia había despertado de su sueño.