Las hojas caían formando una rústica decoración a los lados de los caminos de Loarre; los roedores se preparaban para el invierno y, aunque pareciere que no había más que campos y pequeños bosques alrededor, se presentaba en medio de ellos una gran representación de épocas pasadas que se alzaba con gran altivez.
Un antiguo y deteriorado castillo cuyo ambiente rememoraba aquellos tiempos donde los aristócratas y nobles se reunían en sus celebraciones y festines.
La edificación presentaba un extenso jardín exterior; elegantes diseños en sus puertas; altas torres y amplios pasadizos; y numerosas habitaciones y salas; sin embargo, todo estos estaban tristemente empobrecidos por todo el polvo y suciedad que los cubría.
Todo el lugar se mostraba carente de cuidado como si estuviese abandonado. Hasta se podría decir que había permanecido durante varios siglos estando deshabitado de cualquier vida humana o ¿tal vez no?
Los pequeños animales que vivían cerca de aquel lugar eran testigos, pues escuchaban pasos y sonidos provenientes de al menos una persona dentro de las murallas del castillo.
Por uno de los pasadizos, aparecía la silueta de una mujer que, al verla con mayor detenimiento, era tan solo una joven de unos 14 años de edad quien se paseaba por aquel lugar como si de su hogar se tratase.
Sola, aquella niña se encargaba de los quehaceres por su cuenta, desde los alimentos hasta la vestimenta. Sin embargo, nadie más parecía acompañarla. Solo estaba ella y nadie más; no obstante, la joven se mostraba como no importarle como si estuviera acostumbrada desde ya hace mucho.
Transcurrían los días y la joven mostraba destreza en el arte de sobrevivir, pero algo extraño comenzaba a percatarse en ella: un repentino cansancio y fatiga se podía ver en ella al pasar cierta cantidad de días.
Pasaron aproximadamente seis días desde que su condición juvenil y vigorosa se tornó en un considerable aspecto lleno estrés y sufrimiento.
Era de mañana y la joven con las fuerzas que le restaban comenzó a subir a una de las torres donde había habitaciones lo bastante amplias para ser consideradas como pequeñas salas. Al llegar a uno de los pisos más altos se puso frente a una de las habitaciones la cual estaban sus puertas semiabiertas.
La joven no dudó y se adentró a aquel lugar.
Cerrando las puertas, se quedó dentro sin salir de aquel sitio. De esta forma, llegó la noche y, con ella, el fin de aquel día.
A la mañana siguiente, siendo temprano, un eco resonó dentro del castillo; el chirrido de una puerta moviéndose. Las puertas de aquella habitación en que la fatigada niña había ingresado comenzaron a abrirse y se mostraba la silueta de la joven salir de aquel lugar.
Increíblemente, algo cambió en ella; su apariencia había vuelto a mostrar vigor y juventud nuevamente. Pero ¿Qué es lo que había sucedido dentro de aquel lugar? Y además ¿Qué era lo que le había sucedido antes?
Sin más, la joven nuevamente volvió a sus actividades rutinarias como si nada hubiese pasado y, así, pasaron los días, las semanas y meses donde cada seis días debía de volver a aquella habitación ingresando en un estado desastroso y saliendo al siguiente día con fuerzas.
Al pasar el año, la joven había cumplido ya los 15 años y, como le era usual, realizaba sus actividades desde temprano.
Siendo ya mediodía, la niña, que se encontraba en una cocina con ciertos rastros de suciedad, pero aún funcional, empezó a preparar el almuerzo más se percató que no le restaban muchos víveres para la semana.
- Bueno, ya era hora … supongo que me alistaré. - comentó con un suspiro, la pequeña quien observaba los almacenes del lugar.
Al terminar de almorzar lo poco que le quedaba, extrañamente la joven alistó un par de maletas no muy grandes llenas con ropa, dinero, herramientas y lo que le sobraba de comida.
No parecía ser una simple salida por algo de comida, sino algo más grande.
Al día siguiente, muy temprano en la mañana, la niña se situaba cerca de la puerta principal del castillo; con todas sus maletas listas y un conjunto de ropas ligeras puestas partió de aquel lugar a un rumbo desconocido.
Mientras comenzaba a irse del lugar, la joven sacó un cofre de una de sus mochilas la cual, al observarlo por un momento, hizo que volteara su mirada a aquella torre donde se encontraba la misteriosa habitación a la que usualmente iba.
Una reverencia o una respetuosa despedida fue su siguiente acción hacia aquel lugar que la había acogido por un tiempo.
- No creo que me tome más de un año. - mencionó con cierta tristeza aquella joven.
Finalmente, suspiró brevemente como si tomara fuerzas y se enrumbó a su destino sin mirar atrás.
Los pequeños animales veían como la presencia de aquella mujer que cohabitaba con ellos se marchaba lentamente hasta desaparecer entre el bosque.
Había pasado alrededor de nueve meses, la apariencia de aquel castillo no había cambiado casi en nada pues desde ya hace mucho tiempo la maleza y plantas silvestres se habían adueñado de aquel desolado lugar.
La fortaleza abandonada había comenzado a albergar a unos cuantos animales más que hace un año.
Era de mañana, el día transcurría con normalidad; los animales se alimentaban de lo que encontraban, las plantas crecían por todos lados. Sin embrago, en un momento, eso sucedió a vista de todos.
Un repentino temblor retumbó dentro del castillo y a sus alrededores.
Los animales comenzaron a agitarse y correr fuera del área del edificio hacia lugares más descampados.
El epicentro provenía claramente dentro de la fortaleza y, aunque la magnitud no era muy elevada, los animales y todo ser viviente se alejaron con angustia del lugar.
Después de algunos segundos, el temblor se calmó.
Todo animal volvió a la calma observando aquel castillo de lejos. Poco a poco, cada quien volvía a lo que hacía. Mientras tanto, una ardilla, que estaba en la cima de un árbol tratando de romper una nuez que tenía entre sus patas, movió una de sus orejas como si hubiera escuchado algo.
El roedor giró su cabeza hacia el castillo y una extraña imagen se reflejaba en sus pupilas.
Un destello carmesí en lo alto de aquella fortaleza; específicamente una luz rojiza como sangre se desprendía de la parte superior de una de las torres. Esta luz salía de las ventanas que se situaban en uno de los pisos superiores.
Aunque el aspecto era desconcertante, la sensación que emanaba aquel destello no era de miedo sino de fascinación para los animales que lo veían y que se acercaban lentamente al lugar.
No obstante, la admiración se convirtió en terror, una repentina ráfaga de aire manifestada en una onda expansiva alrededor del castillo se desató como si tratase de expulsar a cualquier individuo cercano.
Los animales corrieron desesperadamente, probablemente este suceso era más peligroso que aquel temblor.
Algunos animales se salvaron de ser impactados por aquel viento, mientras que otros no tuvieron la misma suerte, pero ninguno resultó herido de gravedad.
El sitió quedó en silencio después de eso.
Pero ¿Qué era lo que había sucedido en aquel castillo? Y ¿Cuál era el significado de aquella luz que provino de lo alto de la torre?
Adentrándose en la deteriorada construcción, subiendo por las empolvadas escaleras hasta llegar a una de las torres e ir hasta uno de los últimos pisos superiores, se encontraba una serie de puertas según la cantidad de habitaciones.
Aquel piso era justamente el lugar donde se percibió la salida de aquel destello carmesí de hace unos instantes.
De aquel conjunto de habitaciones, se encontraba una con las puertas abiertas a diferencia de las demás, dentro estaba totalmente oscuro y no parecía tener ventanas en su interior.
Repentinamente se veía destellos de luz; cierta cantidad de velas un poco derretidas avivaron sus llamas inexplicablemente permitiendo así observar con un poco más de claridad el interior, pero lo más extraño no era eso, sino lo que contenía la habitación.
Como si se tratase de un mausoleo, había unos cuantos féretros en el lugar.
De elegantes diseños, estaban situados tres al lado de cada pared y uno en medio de ellos frente a la puerta. Era como si los seis ataúdes fueran escolta del que estaba en medio de ellos.
Este séptimo ataúd sobresalía de los demás, pues, el diseño era majestuoso, poseía una base de piedra que sostenía el féretro y al lado un candelabro, además de que estaba a sus lados oscuras hojas rojizas enraizadas.
Cortinas deterioradas y empolvadas cubrían las paredes y ocultaban las ventanas de la habitación.
En cada féretro, habían grabados en placas de piedra las cuales decían de extrañas lenguas:
Para aquellos que sacrificaron su vida noblemente
Que el único los reciba y recompense
El mundo será testigo
Por otro lado, el séptimo féretro mencionaba un escrito más.
Casa Arias
El significado del porqué estaban estos sarcófagos en aquel alto lugar no era conocido e incluso el cómo las velas se habían encendido de tal forma. Pero, más inexplicable aún era lo que estaba por suceder.
En aquel ataúd de en medio, en la parte inferior de la placa de piedra comenzó a ser escrito dos nombres.
Corvino - Argent
Sucedido esto, las velas se apagaron y las puertas quedaron cerradas.
Aquel día, nada más se suscitó después de este acontecimiento. Los animales y todo ser viviente olvidaron aquel suceso como si nada hubiese pasado; de esta forma, pasaron los días, las semanas y los meses.
Habiendo pasado un año y medio desde que el castillo quedó abandonado, en una radiante mañana, contestaron el llamado.