—¿Por qué el Emperador de repente la ha hecho la compañera del Príncipe? —preguntó Victoria mientras le servía una taza de té a su esposo. Martín no respondió, siguió leyendo los documentos que necesitaban su firma.
—Escuché que la Princesa Isabel quería convertirse en la compañera del Duque esta vez. ¿Crees que eso va a dañar la relación que tenemos con los norteños? —continuó preguntando. Quería saber toda la información para poder planear sus próximos movimientos.
En este momento, las prioridades de Victoria estaban alineadas con las de Rosalind, pero era bien consciente de que no era un arreglo permanente. Además, ella tenía sus propios planes.
En el momento en que Rosalind abandonara la mansión, sería el fin de su vida.
—No tienes que involucrarte en este asunto —dijo Martín con severidad.
—¿Todavía estás molesto?
—¿Has pensado en tus errores? —contratacó él.
—Yo