—La Princesa Isabel palideció mientras agarraba el brazo del asistente en busca de apoyo.
Habían estado caminando durante horas sin descansar. A diferencia de otros nobles, el Duque insistía en que caminasen a pie. Ya que fue la primera vez que el Duque le habló, ella se emocionó inmediatamente y aceptó hacerlo, a pesar de saber que no sería capaz de caminar tanto en su pesado vestido.
Aun así, perseveró pensando que el Duque la ayudaría.
Estaba equivocada.
—¡El Duque debió haber hecho algo así a propósito para avergonzarla o intentar dejarla atrás! —Ni siquiera la miró una vez desde que entraron al bosque, ni siquiera de reojo. A pesar de sus intentos por entablar una conversación, el Duque la ignoró y simplemente aceleró el paso.
La vergüenza que sentía era demasiado, ya no podía hablar. Se sentía como una tonta intentando hablar con alguien que claramente no la apreciaba. Sin embargo, la Princesa no era de esas cobardes que se achican frente a los desafíos.