```
Al oír las palabras del Príncipe Dante, que no estaban exentas del apuro en que se había metido, Anastasia no sabía si se suponía que debía estar feliz porque él le estaba perdonando la vida en ese momento, o preocuparse por el temor que iba a seguir cerniéndose sobre su cabeza, esperando que alguien descubriera.
—Te lo dije, ¿no? —Dante ya había comenzado a alejarse de donde ella seguía parada con su espalda presionada contra los libros—. Hay castigos más crueles que la muerte.
Incapaz de contener su pregunta, Anastasia le preguntó:
—¿Qué sucede después de que alguien se entera?
Dante detuvo sus pasos.
—¿No es obvio? —preguntó, girando su cabeza hacia un lado—. Antes de irse, preguntó:
—¿Cómo aprendió una criada a bailar en la pista de baile como una dama? —Giró su cabeza aún más para encontrarse con sus ojos.
—Tenía mis fuentes... —Anastasia dudó al responder, sin querer poner en peligro.