Dante había visto piernas de mujer antes, y hasta colocaría las de esta mujer como las de cualquier otra.
Pero era el hecho de que ella no se daba cuenta de que estaba mostrando sus piernas para su mirada como un ciervo ofreciendo su cuello a su presa lo que mantenía su atención. Cuando su pie tocó la superficie del agua, ella se estremeció.
—¿Planeando darte un chapuzón primero?
—¿Eh? —Sorprendida, Anastasia se volteó para mirarlo antes de ponerse nerviosa. Apresuradamente, desató la falda de su vestido y la bajó para ocultar sus piernas. —Yo—Yo iba a sacar el tapón del fondo.
Dante dejó el pergamino sobre la mesa y se levantó. Se acercó a donde ella estaba, sin romper el contacto visual. Al llegar a un extremo de la bañera, se inclinó y su mano alcanzó una cadena.
—Tira de esta cadena, que está conectada al tapón del fondo, y eso debería hacer el truco —le explicó Dante, pero no sacó el tapón, para que ella lo hiciera.
Anastasia asintió y dijo:
—¡Lo haré! ¡Gracias!