Tras la tumultuosa victoria y la repentina huida de Thalrion, la ciudad comenzaba lentamente a recuperarse del asedio demoníaco. El amanecer traía consigo una luz de esperanza, iluminando las calles que aún humeaban por la devastación de la noche anterior. Los ciudadanos, aunque marcados por el miedo y la pérdida, se unían en un esfuerzo común por reconstruir lo que había sido destrozado.
Elren, Lyria y Alex, agotados pero resueltos, se reunían en lo que quedaba de la plaza central, ahora un símbolo de resistencia y unidad.
Elren, con la mirada perdida en el horizonte, reflexionaba en voz alta. "Esta victoria es solo el comienzo. Thalrion volverá, y debemos estar preparados. La unión y el coraje que hemos mostrado son la clave para proteger nuestro futuro."
Lyria, aún envuelta en la luminiscencia de su vínculo con el búho de las nieves, asentía. "El valor de cada persona aquí presente ha salvado nuestra ciudad. Debemos fortalecer nuestros lazos y prepararnos para cualquier amenaza futura."
Alex, sosteniendo la espada de Eldor con una mezcla de orgullo y melancolía, añadía, "Hemos vengado a los caídos, pero el precio ha sido alto. Deberemos honrar su memoria convirtiéndonos en los guardianes que esta ciudad necesita."
En ese momento, un grupo de magos de la torre, liderados por el sabio Alaric, se acercaba para ofrecer su ayuda en la reconstrucción. Alaric, sintiéndose apenado por la traición de Thalrion y considerándose parcialmente responsable por no haber detectado sus verdaderas intenciones a tiempo, prometió su apoyo incondicional. "Nosotros, los magos de la torre bajo el liderazgo del sabio Alaric, lamentamos profundamente las acciones de Thalrion. Ofrecemos nuestra magia y conocimiento para ayudar a reconstruir Aeloria."
El rey de los elfos, agradecido, aceptaba su ayuda con un gesto de nobleza. "Vuestra humildad y oferta de ayuda en estos tiempos difíciles son muy valoradas. Aceptamos vuestra ayuda con gratitud."
Mientras tanto, en las afueras de la ciudad, los enanos, liderados por su rey, Durgan Puñofirme, llegaban en caravanas cargadas de suministros y herramientas. "¡Los enanos son amigos de los valientes!", proclamaba Durgan. "¡Reconstruiremos juntos, piedra a piedra!"
Y entonces, un navío impresionante hacía su entrada en el puerto de Aeloria. Era un barco humano, enviado por el rey en respuesta a la ayuda previamente brindada por Elren contra las fuerzas demoníacas. Lleno hasta el tope con suministros, madera, herramientas y alimentos, el navío representaba la solidaridad de los humanos con los elfos en estos tiempos de necesidad. "El rey envía sus saludos y su apoyo a la noble ciudad de Aeloria", anunciaba el capitán del navío. "Que estos suministros ayuden a levantar de nuevo lo que ha sido destruido."
Y así, mientras la ciudad se levantaba de sus cenizas, un nuevo día nacía lleno de promesas y desafíos. La batalla había terminado, pero la guerra contra las sombras estaba lejos de concluir. Sin embargo, en ese momento, lo que prevalecía era el espíritu indomable de aquellos que se negaban a ser vencidos.