El campo de entrenamiento, bañado por el resplandor dorado del atardecer, se convirtió en el escenario de una batalla que fue mucho más que un simple entrenamiento. Aria, agotada y tendida en el suelo después de su intensa práctica con Aldrich, miraba hacia el cielo, su respiración pesada cortando el aire frío. A pesar de la derrota, la determinación ardía en sus ojos, un testimonio de su inquebrantable voluntad.
Aldrich, con una mezcla de respeto y satisfacción, ofreció su mano a Aria, ayudándola a ponerse de pie. "Estás mejorando, Aria. Pero el camino aún es largo," dijo con una voz que, a pesar de su tono alentador, no ocultaba el peso de las batallas pasadas. Con su vista afectada por la ceguera de un ojo y el peso de los años haciendo mella en su agilidad, Aldrich aún poseía una habilidad incomparable, un legado de su tiempo como héroe.
La atención de Aldrich se desvió hacia Alex, que había observado la batalla con un interés que iba más allá de la mera curiosidad. "¿Qué te parece, Alex? ¿Listo para un desafío?" preguntó, invitándolo a unirse al entrenamiento. A pesar de las limitaciones físicas de Aldrich, su espíritu de lucha permanecía indomable, su presencia en el campo de batalla tan imponente como siempre.
Empuñando la Espada de Vientos, un regalo de su maestro que zumbaba con el poder del aire, Alex aceptó el reto. Frente a él, Aldrich blandía su espadón antiguo, una reliquia que resonaba con el eco de innumerables batallas. La práctica que siguió fue una mezcla de enseñanza y competencia, cada movimiento de Aldrich era una lección, cada respuesta de Alex, un paso hacia adelante en su camino como guerrero.
A medida que la práctica avanzaba, se hacía evidente que, a pesar de su ceguera parcial y su edad avanzada, Aldrich poseía una habilidad que desafiaba sus limitaciones físicas. Sin embargo, también era claro que había espacio para mejora, tanto en él como en sus jóvenes discípulos.
La batalla culminó en un momento de mutual respeto y agotamiento. Aria, recuperando el aliento, observó con una mezcla de admiración y reflexión. Aldrich, por su parte, reconoció el potencial de ambos. "Ha sido una buena lucha. Pero incluso yo, con mis años y mi vista mermada, puedo mejorar. Lo mismo va para ustedes," comentó, un recordatorio de que el camino del guerrero siempre ofrece espacio para crecer.
"Ahora, vayan. Descansen y coman algo. Yo debo hablar con el rey," dijo Aldrich, su tono indicando el final de la sesión. Mientras se alejaba, su figura imponente era un recordatorio de que, a pesar de las adversidades, la fuerza de un guerrero reside tanto en su espíritu como en su habilidad física.