Las vastas llanuras más allá de Aeloria, teñidas por la sangre del crepúsculo, se convirtieron en el escenario del exilio autoimpuesto de Thalrion. Su traición a Aeloria y su desprecio por los humanos, a quienes consideraba inferiores, habían guiado sus pasos hacia una senda oscura. En su huida, el destino lo llevó a las inmediaciones de un pacífico pueblo humano, el tipo de lugar que despreciaba profundamente. Sin embargo, su soledad se vio interrumpida por la aparición de una sombra, la misma figura encapuchada que había dejado una estela de muerte a su paso, conocida por Lyria y Alex.
Esta presencia, con un aura que emanaba poder y terror, forzó a Thalrion a postrarse mediante una abrumadora magia de gravedad. La voz de la figura, gélida y despiadada, se clavó en Thalrion como el acero más frío. "Tu cobardía es repugnante, pero tu traición ha servido para un propósito. Con la caída de Ignis, el rey demonio ha visto un nuevo uso para ti, uno que requerirá… transformación."
Ante el horrorizado Thalrion, la figura se hirió, permitiendo que su sangre oscura fluyera libremente. Forzado a consumir la esencia corrupta, Thalrion experimentó una agonía que desgarró su ser, reformándolo en una grotesca fusión de elfo y demonio. Su elegancia anterior fue reemplazada por una forma monstruosa, con cuernos retorcidos y una apariencia que horrorizaría a cualquiera.
"Ahora portas un nuevo poder, uno que debes utilizar para eliminar a Aldrich y detener a Aria antes de que se convierta en una amenaza mayor. Prueba tu fuerza con estos simples mortales si lo deseas," declaró la sombra antes de desvanecerse en la oscuridad de la noche.
Mientras los aldeanos se acercaban, movidos por la preocupación y la curiosidad, la transformación de Thalrion alcanzó su aterradora culminación. Al levantarse, su nueva y temible forma causó pánico y terror, enviando a los residentes a una frenética huida. Sin embargo, impulsado por su recién adquirido desprecio por la debilidad y su misión de sembrar el caos, Thalrion liberó su furia demoníaca sobre ellos. Sus poderes, ahora amplificados y corrompidos, no dejaron esperanza a aquellos que intentaban escapar.
La masacre en el pueblo fue un reflejo oscuro del alma corrompida de Thalrion: un ser que había renunciado a todo vestigio de honor o compasión por un poder malévolo. Esta nueva senda, marcada por la sangre de inocentes y la oscuridad de su pacto demoníaco, era solo el Comienzo. Con Aldrich y Aria en su mira, Thalrion se convirtió en una sombra de muerte, un instrumento del rey demonio cuya existencia estaba dedicada a la destrucción y el caos.