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Chapter 26 - : El Engaño Descubierto y el Enfrentamiento Decisivo

El tenso silencio de la reunión entre el Rey León, Elrendar, y sus consejeros se rompió abruptamente por una alarma alarmante. Thalrion, oculto bajo la falsa identidad de un mago venerable, proclamó con urgencia una mentira calculada: un ejército de demonios se aproximaba, supuestamente en marcha para asediar la Torre de los Magos. La semilla del pánico germinó rápidamente, dispersando a los presentes en un frenesí de preparativos defensivos, dejando al Rey León, Elrendar, y Aldrich, el guardián ancestral, expuestos y aislados.

Fue en este instante de vulnerabilidad cuando Thalrion lanzó su ataque sorpresa contra el Rey León, desenmascarando su verdadera forma no solo como traidor sino también como una amenaza infernal. Aldrich, cuyos reflejos habían sido templados en el fragor de innumerables contiendas, se interpuso entre el monarca y el asalto, absorbiendo el impacto destinado a su señor. La colisión entre el protector y el traidor resonó por la estancia, augurando el inicio de una confrontación épica.

Sin necesidad ya de mantener su engaño, Thalrion descartó su disfraz, revelándose en toda su grotesca gloria demoníaca. Sus ojos, llenos de un fuego malévolo, y sus garras, empapadas en la esencia de la oscuridad, amenazaban con desgarrar el tejido mismo de la realidad. "Veo que no eres un héroe por nada," siseó con desprecio, encarando a Aldrich con una ferocidad despiadada.

Aldrich, con la serenidad que solo los verdaderos guerreros poseen, desenvainó su espadón ancestral, una reliquia bañada en la luz de mil amaneceres, concebida como el anatema de la oscuridad. "Eres un traidor a tu reino, además de vender tu alma por poder y ser corrompido. Pondré fin a tu existencia ahora," declaró Aldrich, su voz impregnada de una resolución inquebrantable y la promesa de retribución.

La batalla que se desató fue un cataclismo de fuerzas antagónicas. Thalrion, armado con el arsenal infernal de un demonio, desató hechizos catastróficos, buscando subyugar a Aldrich con una tormenta de furia demoníaca. Sus garras, cada una un instrumento de corrupción, buscaron incansablemente vulnerar la defensa del guerrero.

Aldrich, por otro lado, era un bastión de resistencia. Cada movimiento de su espadón no solo repelía los avances de Thalrion sino que también tejía un tapiz de luz, un escudo contra la oscuridad que buscaba no solo preservar su propia vida sino el futuro de todo el reino. Con cada estocada, el espadón liberaba pulsos de energía purificadora, destinados a erosionar la esencia corrupta de Thalrion.

Más que una mera lucha de fuerza contra fuerza, este enfrentamiento era un choque de voluntades, una contienda entre la luz y la oscuridad, el sacrificio y la sed de poder. El Rey León y Elrendar, aunque sorprendidos inicialmente, pronto se sumaron al combate, apoyando a Aldrich con su magia y valor en un frente unido contra la traición.