El bandido, con astucia y habilidad saco de su bolsillo un frasco el cual al lanzar desató una tormenta de arena, había logrado escapar hábilmente de la persecución de Alex y el gusano gigante, dejándolos atrás en medio de la tormenta de arena que él mismo había desatado. Mientras la arena envolvía el aire con su remolino, Alex luchaba por mantener la visión clara, cada paso en la dirección equivocada aumentando la sensación de desesperación que lo envolvía.
La tormenta rugía con fuerza, azotando el desierto con ráfagas de viento y levantando nubes de polvo que reducían la visibilidad a apenas unos pocos metros. Alex se esforzaba por abrirse camino a través del remolino de arena, sus sentidos alerta en busca de cualquier indicio del paradero del misterioso bandido.
En medio del caos, el gusano de arena gigante emergió una vez más, su colosal cuerpo retorciéndose y contorsionándose en la tormenta. Sus enormes fauces se abrieron de par en par, emitiendo un gruñido amenazador mientras se lanzaba hacia Alex con ferocidad.
Con determinación férrea, Alex se preparó para enfrentarse al monstruo del desierto. Sus músculos tensos, su mente enfocada, se lanzó hacia el gusano con un coraje que desafiaba a la adversidad. Espada en mano, se abalanzó sobre la bestia, esquivando sus embestidas y contraatacando con golpes precisos y certeros.
La batalla entre el intrépido guerrero y el colosal gusano de arena se desarrollaba en medio de la tormenta, cada movimiento de Alex una danza de destreza y valentía. Con cada golpe, con cada esquive, se acercaba un paso más a la victoria, desafiando al monstruo con una determinación que no conocía límites.
Mientras tanto, en la distancia, el bandido se alejaba rápidamente, aprovechando la confusión y el caos de la tormenta para desaparecer en las sombras del desierto. Con cada paso, su figura se desvanecía en la oscuridad, convirtiéndose en poco más que una sombra fugaz en el horizonte distante.