Suaves golpes contra la puerta hicieron al hombre durmiente despertar.
Se removió entre las sábanas sintiendo su cuerpo adolorido, pesado.
Los últimos días el trabajo en la fábrica se había triplicado a razón de una reforma administrativa. Su trabajo consistía en cargar lotes de productos congelados, moverlos y organízalos de un lado a otro en varios cuartos refrigerados a temperaturas bajo cero. Técnicamente se podría decir que era un trabajo sencillo, pero en la práctica muy extenuante. El traje térmico nunca cubría lo suficiente haciendo de sus días eternos inviernos, dónde además debía soportar entumecimiento y dolor en manos, rodillas y pies, respirando a bocanas cuando se hacía la medianoche.
Aún así, solo podía aguantar.
La mitad del personal había sido reducido y la tensión entre los trabajadores restantes parecía cortarse con un soplo. La oferta laboral estos días no era buena, por lo que cada quién trabajaba arduamente tratando de mantener su puesto.
Incluso el supervisor Park.
—¡Dense prisa! ¡Debemos terminar este lote cuánto antes!
El hombre de mediana edad había sido reportado por faltas dos veces, por lo que su comportamiento se volvía cada vez más estricto.
Los trabajadores escucharon sus gritos y se miraron unos a otros, queriendo decir algo pero sin atreverse a hacerlo.
—Pero señor Park —un joven de baja estatura levantó la mano tímidamente y dijo—. Terminar hoy nos tomará varias horas extras. Mi madre está en casa y debo ir a darle sus medicinas, no puedo quedar-
—¡Patrañas! —El supervisor Park estalló con el rostro volviéndose rojo, interrumpiéndolo— ¡Se debe terminar lo que se debe terminar! ¡Quién no desee conservar el trabajo, simplemente que renuncie! ¡No puedo permitir recibir una queja más de los superiores! ¡Si quieres ser despedido, solo hazlo por ti mismo!
Un silencio se volcó en el cuarto refrigerado.
—Si, señor —los trabajadores respondieron por lo bajo, ocultando su inconformidad y volviendo lentamente a sus tareas.
El joven guardó silencio bajando la cabeza dentro del casco térmico, apretando las manos enguantadas en el agarre del carrito que empujaba. Si quería decir algo o no, no lo dijo.
—Solo vete a la hora que corresponde.
El joven salió de su ensimismamiento y levantó la mirada. Vio a un hombre alto y de contextura fuerte hablándole.
—¿Ah?
—Digo que cuando sea la hora solo ve a comprar la medicina, me encargaré de lo que haga falta.
—¿Qué, por qué usted…?
—Haré varias horas extras de todas formas, solo marcaré tu asistencia. No es problema.
—Yo… gracias.
El joven hizo varias reverencias respetuosas, prometiendo adelantar trabajo. Luego se disculpó y siguió su ruta.
El hombre miró la pequeña espalda empujando el carrito y volvió a lo suyo.
Fuera de la escasa oferta laboral también tenía una deuda que poco a poco iba disolviendo. Para saldar la deuda que sus padres habían dejado antes de morir había trabajado duramente durante años, por lo que en esta ocasión incluso llevaba algún tiempo trabajando dieciocho horas congelándose, siete días a la semana.
Si lo pensaba, el malestar en su cuerpo era algo a lo que debía acostumbrarse.
Los toques en la puerta aumentaron haciendo que las cejas negras del hombre se fruncieran ¡Quién era el maldito impertinente que hacía ruido cuando pretendía descansar! No tenía amigos, ni familiares y nunca hablaba a sus vecinos ¡Quién! ¡Quién podría llamarlo tan temprano por la mañana!
El hombre bufó y gruñó, abriendo los ojos, encontrando su rostro en el espejo de la pared.
Su mente sufrió un silencio profundo.
Estaba en una pequeña habitación, pero no en su pequeña habitación.
La luz del atardecer cambiaba tonos naranjas por violetas, oscureciendo a través de la ventana.
Le tomó un tiempo recordarlo.
Oh, es verdad, había trasmigrado.
Se sentó sobre la cama viendo su pecho desnudo lleno de moretones en el espejo de la posada. Se había dormido de esta manera luego de ducharse e ignorar las quejas del Sistema y había terminado soñando un recuerdo de su vida anterior.
Minutos después aclaró la mente, puso los pies sobre el suelo frío y se levantó.
Los golpes en la puerta se habían detenido momentáneamente, quizás porque la otra persona escuchó sus pasos acercándose.
Seong Ho entreabrió la puerta y se apoyó en el marco, sosteniendo la manilla con una mano. Vio a un joven alto, de cabello cobrizo largo y enfermizamente delgado sosteniendo una cubeta y un trapeador en su mano.
—Señor, vine a avisarle que a su tiempo le queda una, no, media hora de estadía. Si desea puede agregar horas a su hospedaje o retirarse antes del tiempo estipulado. Gracias, con permiso.
La voz del joven fue suave, pero si se veía bien se podían notar un par de ojos verdes severos y fríos. Los ojos miraron el pecho golpeado del otro y el ceño se apretó inconscientemente. Al segundo siguiente las emociones calmaron, retrajo su cuerpo y se alejó.
Por supuesto, Seong Ho no notó esto, pero sí notó la similitud de estatura que había entre ambos. Un problema y una solución brilló en su mente.
—Un momento —dijo y su voz ronca hizo al otro detenerse— ¿Tiene algo de ropa que no use? He tenido un problema con mi camisa y mis zapatos. No tengo mucho dinero ahora, pero prometo pagar en el futuro.
El cuerpo del hombre se mantuvo en silencio, volteó la mitad del rostro.
—¿Qué le pasó?
Su pregunta fue tranquila, pero Seong Ho sintió que había cierta implicación detrás. No pudo adivinar cuál y el Sistema no parecía estar presente para preguntar. Solo esperaba la otra persona pudiese ayudar.
—Un tipo los robó y la camisa se rompió.
El hombre ahora se giró a verlo, sus ojos fijos sobre él.
—Lo vi llegar vestido antes ¿cómo se rompió su camisa?
—Un accidente.
En realidad la camisa no se había roto, pero en la madrugada no se habían notado las grandes manchas de sangre cubriendo la tela blanca. Y pese a que se trababa de su propia sangre, al salir sabía no pasaría mucho tiempo antes de que la policía lo detuviera por presunto homicidio ¿Cómo es que eso ayudaría a la imagen del carne de cañón psicópata violador?
—¿Qué tipo de accidente? —el hombre miró la expresión seria del otro y sus ojos se hundieron. Luego cerró los ojos, pensó en algo, abrió los ojos y dijo— Esta bien. Buscaré algo.
—Gracias.
El hombre dijo que esperara en la recepción y se marchó.
Por el aspecto humilde de la posada se podía adivinar que la adquisición no era muy alta, tampoco parecían haber más clientes ni otros empleados. Había encontrado esta posada en medio de la autopista luego de dejar al chico y caminar sin rumbo hasta casi desmayarse. Tanto por la noche como por la mañana, el lugar se mantenía en un eterno silencio, solo cortado por el sonido de los árboles cuando se mecían por la brisa y el tic tac de un reloj de péndulo colgado en la pared.
—Que hombre tan joven y buenmozo ¿estas casado?
Seong Ho se incorporó al escuchar la voz senil de un anciano pequeño y arrugado que acababa de levantar la cabeza del cubículo que tenía un letrero que decía "Caja".
Vio al anciano ladear la cabeza hacia él, como si fuese un niño viendo algo que le resulta curioso.
—No —respondió.
—Oh, que bueno. Tengo una hermosa hija que esta en edad de casarse. Es beta y se llama Luo Mingue ¿quieres conocerla?
Seong Ho escuchó una palabra fuera de lugar, pero antes de plantearse si preguntar algo o no, una voz llegó desde el pasillo.
—No le prestes atención, por favor —el hombre caminó hacia él y le entregó una bolsa, luego miró al anciano—. Abuelo, Mingue no puede casarse porque esta en la universidad.
—¿Universidad? —el anciano miró incrédulo al hombre— Pero no tenemos tanto dinero ¿cómo fue a la universidad?
—¿Recuerdas que ella quería estudiar Hotelería? Reunimos lo suficiente y se fue a la ciudad. Te dijo que quiere convertir este lugar en algo grande ¿Lo has olvidado?
—Oh —el anciano pareció entenderlo y aplaudió suavemente— ¿Y cómo es, cuándo volverá? ¿Por qué no me ha llamado?
—Pues…
—¿Y quién eres tú? ¿Por qué me dices abuelo? ¿Te conozco? —el anciano vaciló, luego levantó las cejas canosas y añadió— Debes ser el amigo extranjero de Mengmeng, ese… cómo se llamaba ¡Ah, sí, este… Bocchan!
Seong Ho terminó de ponerse la camiseta oscura y de probarse los tenis. Afortunadamente no se había equivocado y la talla era la correcta. El hombre apodado Bocchan le dijo al anciano sobre la cena y tomó las asas de la silla de ruedas.
—Si no necesita nadas más, puede retirarse.
El hombre se dio la vuelta y el anciano giró la cabeza a Seong Ho.
—Pequeño Bocchan ¿él es tu amigo? No seas maleducado ¿por qué no lo invitas a cenar?
—Él no es un amigo, abuelo, es un huésped y ya se va.
—¿Tiene tarjeta? No sé si vuelva a este lugar, pero le depositaré el dinero.
La voz ronca de Seong Ho irrumpió el caminar del hombre. Aunque en su vida anterior hubiese sido pobre, siempre ha devuelto lo que toma. Si de repente le quitaba la ropa a este pobre hombre enfermo quién cuidaba de un anciano en un lugar tan desolado con este ¿en qué se diferenciaba de un oportunista y un ladrón?
En cuanto al por qué tomó dinero del chico del antro, no sintió culpa porque la actitud del joven fue altamente irresponsable. Simplemente tomó un préstamo, la próxima vez que lo viera lo devolvería.
—No tenemos tarjeta, solo tómelo como un obsequio —Esta vez el hombre de cabello cobrizo no se giró a verlo.
—Oh, Bocchan es tan bueno.
—Aun así, seré insistente. Le pagaré en el futuro, por favor, deme su tarjeta —Seong Ho bajó la cabeza en una reverencia. No podía simplemente aprovecharse de la bondad de estas personas.
—Como le dije, no tenemos tarjeta.
El hombre se volteó, se veía irritado. Parecía tener la intención de quejarse, pero su expresión se perturbó al ver al hombre de cabello negro y aspecto imponente haciendo una reverencia.
—Entonces un número, algo a lo que pueda contactarlo.
—Oh, Bocchan, este chico es tan amable —El anciano tiró del chaleco del más joven y dijo alegremente.
El hombre apretó la mano en las asas, frunciendo el ceño y cerrando los ojos para calmarse. Pasaron segundos antes de que finalmente moviera los ojos y dijera una palabra.
—Bien.
Despegó las manos de la silla de ruedas y se dirigió a la cabina de cobranza. Buscó en un cajón, arrancó un trozo de papel y escribió un número en él. Seong Ho lo recibió y agradeció con otra reverencia. La mano en el aire del hombre tembló, después de entregarlo retrajo la muñeca rápidamente.
El papel tenía escrito:
[Número de teléfono xxxx – xxxxxxx.
Luo Bingwen]
Seong Ho leyó, guardó el papel en uno de los bolsillos del pantalón, dio las gracias y se despidió.
—Ñam, ñam ¡Buenas noches, huésped! —una voz robótica y alegre se disparó en su cabeza— ¿Qué hacemos, ñam ñam, por qué estamos en la calle? ¿Es un plan para conquistar al protagonista? ¡Te ayudaré, conquistémoslo juntos, ñam!
Seong Ho escuchó los crujidos en las palabras del Sistema y su propio estómago rugió. No recordó comer algo desde que había trasmigrado dos días atrás, por lo que su primera línea de pensamiento fue preguntar:
—¿Estás comiendo?
—¿Qué? —escuchó al pequeño Sistema golpearse el pecho y respirar quejumbrosamente— No. Los Sistemas somos mecanismos que funcionamos a partir de la energía espacial del Núcleo, je, je, ya sabes, tecnología de la consciencia universal muy complicada para si quiera explicarla, seguro te aburrirás.
—¿Seguro?
—¡Por supuesto! ¿Por qué dudas de mí? —el Sistema chilló sintiéndose indignado y replicó— ¡Soy el maravilloso Sistema! ¡El soporte del huésped! ¡El que ayudará a conquistar al protagonista y recibirá una estrella! ¡Como lector deberías saber que soy lo único en lo que un trasmigrado puede confiar! ¡Muy bueno! ¡El mejor de todos!
—Hmm —Seong Ho no insistió, en cambio, dijo—. No voy a hacer tal cosa.
—¡Qué! ¡No! ¡No es posible! ¡Debes hacerlo!
Por lo que había leído en los textos entregados por el Sistema, había decidido no quería seguir la trama del libro.
La novela llamada «Un loto blanco recorre el camino del amor y la fama» seguía la vida un joven llamado Jeon Qi, el hijo mayor de una familia adinerada. Jeon Qi era un joven talentoso, hermoso y amable quien decide seguir sus sueños de ser actor. La trama se centra en sus estudios universitarios y en cómo su carrera se desarrolla hasta alcanzar la fama mundial tras graduarse.
Por otra parte, también narra cómo van apareciendo intereses amorosos que intentan ganar el amor del joven. El primer interés es el amor de infancia y su prometido, un joven de familia millonaria llamado Rong Wei. El segundo es su ex novio Seong Ho, también heredero de una familia millonaria y rival de Rong Wei. El tercero es un deportista millonario y de renombre, y el cuarto un joven empresario que llevó al éxito su propia empresa de entretenimiento.
Cada una de estas personas tenía personalidades únicas, fama, dinero, belleza y poder, sin embargo ¿Con quién se quedaría Jeon Qi al final?
La primera vez que había hablado con el Sistema, este dijo que había tenido problemas con la trasmigración y la descarga del libro, por lo que incluso luego de obtenerlo, estaba incompleto.
Aunque de tenerlo ¿Qué importaba?
En el libro se suponía debía estar siendo reprendido suavemente por su madre, y debían estar buscando una solución que terminó con el problema en secreto. Sin embargo, el problema no solo se hizo público, sino que incluso primer día le habían quitado el título de heredero. A estas alturas ¿cómo podría Seong Ho seguir siendo un rival para Rong Wei, y cómo podría desarrollar esos encuentros "accidentales" con Jeon Qi?
Hablando de eso, aun si el Sistema insistía con "la misión", no le interesaba.
Como lector solía ser entrometido, por lo que como trasmigrado tenía suficiente experiencia en este tipo de casos. Entre los lectores del género era bien sabido que nada bueno saldría de enredarse con los protagonistas, los secundarios o los villanos que al final mueren patéticamente.
¿Salvar la cara del carne de cañón? Primero debía intentar no ir a prisión.
Luego de la ruptura cinco años atrás, el ex novio carne de cañón había desarrollado una obsesión por el protagonista, cometiendo acciones cada vez más graves. La última fue la gota que derramó el vaso, por lo que había terminado de esta manera.
¿Llevar al éxito a Geeshan? ¿Al menos sabía los conceptos básicos sobre inversiones?
¿Enamorar al protagonista? No, gracias.
La única trama que había leído sobre Jeon Qi le había dado la sensación de ser un loto blanco que solo servía para llamar la atención y ser adorado. Si podía evitar hablarle y así evitar la muerte, lo haría.
En ese sentido, recordó la patada que aquel chico había propinado al hombre e inconscientemente una sonrisa movió sus labios.
Él no era un loto blanco, no necesitaba serlo.
—¡No me escuchas! ¡Te dije que tienes que enamorar al protagonista! ¡La! ¡Misión! ¡Es! ¡Importante! ¡Seong Ho!
Seong Ho ignoró los chillidos y contó el poco dinero que le quedaba de haber robado a aquel chico.
Entró en la ciudad y buscó algo de comer.