Dormir era algo relajante para la mayoría de personas, desconectar tu cerebro un rato del mundo y olvidarte de todo lo que te rodea se siente bien, en la mayoría de los casos al menos. Yo soy hijo de una Jerck, puede que no haya varones Jerck, pero por ser ella mi madre, yo tenía en ciertas ocasiones sueños, pero no simplemente "sueños", sino con cosas que ocurrían, es decir proféticos. Claro, no todos se hacían realidad, solo una parte, por eso me daban miedo las pesadillas. Esa noche tuve una, una que me asustó mucho
No recuerdo todos los detalles, pero sé que usaba mis llamas para liquidar a un montón de personas. Escuchaba sus gritos, sentía el olor a carne quemada casi como si fuera real. Estaba rodeado por un infierno que había creado y no sabía porque. Me aterroricé bastante, hasta que desperté o más bien Aaron me despertó.
- ¿Estás bien pequeño Rojo? – me preguntó Aaron preocupado
- Sí. Gracias por despertarme, ya ni me acuerdo que soñé – mentí antes que me preguntara.
- Como digas. Si te orinas encima te juro que me burlaré de ti un año entero - contestó volviendo acostarse. Yo decidí hacer lo mismo, no seguí soñando nada.
*
Al día siguiente, me desperté por una discusión de mamá y papá, ellos nunca peleaban entre ellos, así que esto era raro. Las gemelas seguían dormidas en su cuarto, mientras Aaron ya estaba levantado y con la oreja casi que adherida a la puerta para intentar auscultar a nuestros padres, después de todo no había nadie con un oído más sensible que el suyo.
- ¿Qué escuchas? – le interrogué. Me miró un momento con sus ojos bicolores, antes de contestar
- Creo que no es tan importante, se les pasará después – contestó restándole importancia al asunto.
Yo hubiera hecho lo mismo, hasta que escuché mi nombre de los labios de alguno de los dos – o tal vez de ambos -. Entonces, miré con gravedad a mi hermano para que me confesara la verdad, él suspiro y me lo dijo.
- Discuten, porque papá dice que ya es hora de que entrenes como despertar, tú ya sabes que eso está confirmado; pero mamá no quiere enviarte, tiene miedo de que te pierdas como el resto si estás lejos de casa.
- Ya me había olvidado de eso, este año comienza el "no volver a verlos" – dije poco feliz
- Caminaré hasta la Aldea de ese anciano extranjero y le daré una paliza si no me deja verte.
- No podrías ganarle a un Padre Yhorgol – dije burlándome de él.
- ¿Tú qué sabes? ¿Lo has intentado? – inquirió sin tomárselo enserio
Todo quedó callado en casa, fue allí cuando mi hermano y yo decidimos salir de nuestro cuarto a lavarnos los dientes y ver si ya estaba listo el desayuno. No lo niego, el ambiente estaba tenso, mamá tenía lágrimas en los ojos y papá una cara de frustración tremenda. No sabía cómo romper ese silencio sepulcral, que invadía mi cocina. Pensaba que con mi presencia bastaría, pero ni así, por lo que después de una leve conversación en señas entre nosotros dos, concordamos saludarlos al mismo tiempo, a ver si aligerábamos un poco la tensión.
- Hola – dijimos al unísono
- Hola niños, ya casi termino el desayuno – dijo mamá intentando sonreírnos – ¿Tienen hambre? – asentimos.
- ¿Durmieron bien? - musitó papá – Ali debemos hablar de una cosa importante – "aquí vamos", pensé
- Yo ya dije que no – sentenció mamá sirviéndonos huevos de Bribon y pan tostado con queso.
- No es tu decisión – le replicó papá muy serio – Los ancianos de otras aldeas deben entrenar a los despertares.
- Pues que tengan a sus propios hijos y entrenan a esos, ¡no al mío! – bramó con un nuevo brote de lágrimas.
- Sé cómo te sientes Arty, pero es obligatorio y ya lo hemos postergado mucho, no se va a perder – concluyó papá
Mamá no respondió nada, solo sirvió el desayuno y se sentó a comer, estaba enojada, por lo que en este momento cualquier cosa que diga o haga podría hacerla enojar más, así que me limité a comer y Aaron hizo lo mismo, al igual que papá. Yo tenía la esperanza de no recibir el "honor" de ser un despertar y ascender a ese cuarto nivel de habilidad que casi nadie alcanza, pero no tuve suerte y a finales del año pasado lo confirmaron, luego que discutí con unos Firewall ligeramente mayores que yo. Fue culpa de mi hermano, él los hizo enojar o viceversa, diría mejor que fue un cincuenta a cincuenta, hasta yo me enojé.
Era normal que los Firewall jugaran a quemar cosas cuando aún eran jóvenes, el uso de poderes entusiasmaba a cualquier niño y mucho más cuando ya tenían un dominio un poco más avanzado, el caso es que este par de idiotas hacían algo con su fuego que yo catalogaría como malo. Creo que he mencionado en varias ocasiones que mi mundo resalta no sólo por su gente, sino por sus criaturas, algunas amistosas, otras no tanto, pero casi todas singulares. Estos niños, que me llevaban unas cinco lunas, tenían un Bundo, uno de los animales más poderosos de este lugar, aunque esta era cachorro y tenía una pata torcida, y sólo lloraba, pero no por la pata. Eso fue lo que nos atrajo, Aaron captó los chillidos de un animal desde lejos y nos guió hasta un lugar apartado de la aldea en el que ya no había Carbions, para vigilar.
¿Ves? Te dije que había un Bundo llorando – me indicó Aaron, en cuanto llegamos al encuentro
¿Qué le están haciendo? – Sentencié. El pobre animal estaba con la piel quemada en algunos lugares y sólo sollozaba.
No es tu asunto Alister, vete de aquí – dijo uno de ellos con los ojos centellantes.
Lo será si ustedes dejaron así al Bundo – Musitó Aaron con gran amargura, no es por nada, pero él amaba a los animales y alguien que intentase herir a uno, estaba en su lista de enemigos.
¿Quién habla contigo enano sin poderes? – Dijo el otro chico, dirigiéndose a Aaron.
Mi hermano carecía de paciencia, si alguien le parecía un completo Globner, no dudaba en demostrarlo y esta fue una de esas veces. A pesar de ser muy pequeño, era muy ágil, se aproximó hacia él con un rápido movimiento y brincó para darle un puñetazo en la cara, inclusive lo hizo sangrar. A veces no sabía cómo explicarle a este rubio que mientras él no tenía poderes, absolutamente todos los demás sí, algunos hasta eran letales; es que a veces actuaba como si fuese a prueba de todo y ese no era el caso, sus poderes se seguían desarrollando lento.
- Estás muerto – dijo el chico.
- Ay no – dije tras un suspiro - ¡esperen! ¿Cómo lo van a atacar? No tiene poderes, ni nada de eso.
- Quién dijo que lo atacaría a él – dicho eso infringió más calor en el animal que ahora lloraba más fuerte – Sino se van lo mato aquí y ahora.
- ¡¿Cuál es el punto de hacerle eso?! – gritó Aaron.
- Saber si mi fuego es tan ardiente como para quemar a un Bundo.
Esa era una de las características de esos animales… resistencia térmica, es decir, que es la cosa más complicada lograr que arda. No podíamos simplemente irnos y dejar que este par de locos siguieran quemándolo, solo para probar sus poderes. Como he dicho a lo largo de esta historia, soy un niño grande y paciente, pero estos tipos enserio me hicieron enojar bastante, agotando la paciencia que siempre me gastaba con mi hermano. Me le acerqué y lo empujé con rabia, no tenía sentido usar mis poderes contra él, teníamos el mismo, por lo que también era a prueba de fuego. Aaron se acercó e intentó golpear al mismo Firewall de la forma anterior, sim embargo, él se lo esperaba, y con su fuego pretendía no quemar, mejor dicho marcar a mi hermano. Hizo algo parecido a un látigo y poco le faltó para ponérselo al cuello, hasta que yo grité "Basta" y en un giro de acontecimientos el látigo dejó de ser controlado por él y digamos que su fuego, pasó a ser mío también. Una cosa que olvidé mencionar, este chico que empujé, era mucho más grande y fuerte que yo, entonces cuando me devolvió el empujón, me caí en la tierra y me golpeé con una piedra en la nuca en el proceso, algo que ahora me impedía enfocar bien la mirada y hasta cierto grado modular bien mi fuego. Como decía, ese látigo de fuego estaba bajo mi control, pero como mi control usualmente bueno se veía afectado por el golpe, hice crecer mucho mi fuego y sólo para resumir… los quemé a ambos, no los maté, fue algo leve, pero ¿un Firewall, que pueda quemar a otro? Eso ya es un claro indicio de un despertar según los adultos. Por si se lo preguntaban, el Padre Yhorgol no les dio un gran castigo, por ser muy jóvenes, pero sí bastante largo. Bloqueó sus poderes por un año entero y los ordenó limpiar los deshechos de su Elgro personal todos los días por tres años, me pareció bien, el excremento de un Elgro es tan grande que necesitas una pala gigante para ello, también dijo que de no cumplir con estos castigos, los enviaría al hoyo. Eso no es la gran cosa, es sólo un lugar como una cárcel, donde la gente que hace cosas muy malas, acaba allí por tiempo indefinido, dicen que es peor que la muerte. Papá dijo que de seguro lo del hoyo, fue mentira y era solo para asustarlos. En fin, en cuanto a mí, los Yatras me curaron donde me golpeé y también al Bundo, quien terminó siendo adoptado también por el anciano
En fin, volviendo en lo que estaba… tal y como papá prometió, nos sacó de la casa para buscar a Ana. Aunque ninguno de los tres se veía demasiado entusiasmado por eso, justo como Aaron predijo: ya no había rastro de nada, pero aún conservaba el probable olor a humano.
- No hay nada por aquí papá. Vámonos - dijo Aaron de mala gana
- Vámonos entonces - mientras los tres caminábamos de vuelta a casa, papá intentó averiguar si habíamos encontrado algo útil ayer – ¿Anoche conseguiste un rastro?
Él me miró, en busca de una señal de si hablaba o no, le hice un gesto con la mano que indicaba que le dijera del rastro.
- Sí, había un olor raro, creo que eran humanos ocultando su aroma, pero se sentía muy poco... De allí se llevaron a Ana, pero hoy ya no huele a nada, quizás debimos buscar mejor anoche.
- Agradece que no te ocurrió algo a ti o a tu hermano. No debieron ir allí tan tarde. Tuvieron suerte. Sólo espero saber cómo vinieron aquí los humanos.
Yo no podía dejar de pensar en si Richard había sido quien había avisado sobre nuestro mundo, porque hasta donde yo tenía entendido, el mundo Yhorgol era un mito o una leyenda para ellos. Aunque según decía Richard, había más de uno que siempre se esforzaba en decir que eran reales, que fueron ellos quienes hace siglos construyeron los muros y bla, bla, bla, pero al fin y al cabo eran pocos. Cuando era más pequeño me decían que los Yhorgol que viajaban, tendían a burlarse de ellos, pues los describían como animales con poderes sobrenaturales, sólo unos cuantos tenían la teoría que se escondían entre la gente, lo cual hasta cierto punto era cierto... Había impuros regados, pero eran distintos a Aaron, sus antepasados se habían mezclado hace mucho tiempo con los Yhorgol, por lo que esas habilidades sobrehumanas aparecían, pero no al instante, si no conseguían despertar sus poderes, se pasarían a sus hijos y así sucesivamente hasta que despierten en alguno o nunca lo hicieran por ya estar muy mezclados... Aquellos dones podían ser los ya conocidos por nosotros - pero un poco más débiles, volviéndose más fáciles de controlar y ocultar - o alguno que fuese nuevo. Se decía que si un Yhorgol y un humano con el "gen Yhorgol" (nadie lo llama así, pero para que se entienda), se unían, podría nacer un niño con la habilidad del Yhorgol tal como si viniera de padres netamente puros. Siempre me pareció extraña esa parte.
Llegamos de nuevo a casa, abatidos por no encontrar nada. Me recordó a cuando se perdió Alison, creo que ya lo dije, pero fue muy triste, ni siquiera encontramos un rastro, había pasado demasiado tiempo cuando nos dispusimos a buscarla. Además, ni siquiera estaba afuera, creo.
Las gemelas jugaban haciendo pasteles de barro en el frente de la casa, ya hasta la muñeca de tela estaba embarrada de tierra, junto con las niñas, que estaban casi tan sucias como su bebé. Mientras tanto, mamá las vigilaba como un Halcón sentada en una silla frente a ellas, así no las perdía de vista.
- ¡Volvieron! - ambas corrieron hacia papá y nosotros
- Arty no me abraces ahora – gruñí apartándola – estás muy sucia.
- No importa, juega con nosotras ven, ¡hacemos pasteles! - dijo la pequeña Arty halándome de la mano - ¡Ven también Aaron! Tú los pruebas - y también lo tomó de la mano. A él no le importaba comer tierra, hormigas o gusanos
- ¿Encontraron algo? - preguntaba mamá acercándose a papá
- Nada. Aunque anoche cuando se escaparon, Aaron dijo haber sentido un aroma extraño más el de Ana. Cree que es un humano escondido, dice que se sentía muy poco.
- Hoy se perdió otro niño... Otro Imblor, ni siquiera estaba fuera de su casa o al menos eso dijo su mamá cuando vino aquí.
- Nadie se llevará a nuestros hijos no te preocupes - le dijo él abrazándola por detrás.
Nosotros jugábamos con las gemelas, en donde yo luchaba por no ensuciar mi pantalón verde olivo, mientras que Aaron no intentó luchar en ningún momento, hace unos minutos que había llegado, y ya estaba tan sucio como sus hermanas.
- No te atrevas Aaron, esta es mi ropa favorita – le decía duramente, al ver que tenía una bola de barro dispuesto a lanzarla.
- Obsérvame - y me arrojó la bola de barro de todas formas, pese a que intenté agacharme no funcionó, ahora también estaba sucio y dispuesto a perseguir a Aaron para vengarme.
- Ven aquí Aaron, ¡te voy a embarrar justo en la cara! - vociferé persiguiéndolo alrededor de la casa - Puedes ser más rápido, pero yo soy más... - y me detuve en seco, Sentí algo muy raro.
- ¿Más qué? - se burlaba Aaron, entonces me desplomé en el suelo - ¡Alister! ¿Qué tienes? No es para tanto el barro.
Todo se volvió negro después. Nos habíamos alejado de casa, comenzamos corriendo alrededor de ésta, pero luego sin darnos cuenta corrimos más allá detrás de la misma. Había una extensión de malezas y vegetación detrás de esta, no estaba tan largo, pero si era muy amplio. Más de una vez papá nos había advertido que no jugáramos allí y no lo hacíamos, sin embargo, nos distrajimos tanto que terminamos corriendo por ahí. Aaron sintió el olor raro que había olfateado cuando buscábamos a Ana, ese olor que ocultaba al humano. Miró hacia todas direcciones y no vio nada, pero después olió algo que lo tranquilizó... A papá.
Yo solo sé que dormí casi una hora y cuando por fin desperté ni siquiera recordaba haberme dormido. Solo me molestó el hecho de descubrir que estaba en el sofá sobre el regazo de papá. Me sentía horrible, me dolía la cabeza y me temblaban las rodillas, ni siquiera sabía si algo me había picado o qué, pues sentía punzadas en mi pierna derecha. Le dije a papá que me dolía, me levantó el pantalón y tenía un moretón, él dijo que probablemente me lo hice al caer, pero no había nada con que golpearme allí. Mamá estaba con las gemelas, evidentemente las asustó mi reciente e inexplicable desmayo. Me fui a bañar, pues seguía enlodado por culpa de Aaron, también algo molesto, sin embargo, también me sentía débil, solo que no quise decir que me sentía mal, me llevarían a la Yara y no tenía ganas de ir, mamá se volvería loca, se iba a preocupar mucho. Esta situación de la desaparición de niños la tenía con los nervios de punta, eran casi la única pareja que no había perdido a ninguno de sus hijos.
- ¿Entonces sentiste el aroma de nuevo? – Le dije más tarde a mi hermano cuando ya era de noche - ¿Viste algo?
- No, pero creo que fueron ellos los que hicieron que durmieras - murmuraba Aaron.
- ¿Y por qué me querían llevar a mí y no a ambos?
- No sé... Creo que papá los asustó - hizo una pausa y siguió hablando - ¿Aún te duele?
- Un poco. ¿De qué color son mis ojos? – le pregunté
- Amarillo... De nuevo. Por qué no la quemas, así se va a desatascar
- ¡No! Ana me la regaló, no podría quemarla se va a romper. Después averiguaré como quitármela.
Aquel brazalete no se quitaba de mi muñeca ahora y a cada rato se cambiaba a amarillo, se estaba atascando mucho allí.
Durante la noche, volví a tener esa pesadilla o visión, de nuevo no recordaba mucho y Aaron me volvió a despertar. Quedó algo resentido al ver que no me sentía entusiasta de contarle mi sueño.