Chapter 19 - XIX.

Al día siguiente – quien sabe a qué hora – comenzaron a transportarnos. Todos terriblemente adormilados, ya fuese por la droga o por estar cansados. Yo no estaba seguro de cómo o cuando nos habían puesto esa droga que te volvía un bobo. Me sentía horrible, pero ni con la sensación de cansancio y debilidad que tenía, podía olvidar el mapa que me había mostrado Niño.

Ahora no estaba seguro como poner el plan en marcha. Todo me daba vueltas, podía ser la droga o que ahora estaba en movimiento. Noté que ahora había muchos más Imblors que antes, pues de tres niños que veía diariamente, ahora veía como cien, tal vez más. Niños y niñas, todos inconscientes o a punto de estarlo. No estábamos exactamente como sardinas en lata, nos habían colocado de tal forma que no estuviéramos apretujados. También teníamos unas ataduras que nos mantenían en nuestro sitio, eran como unas esposas suaves que llevábamos en las manos, atadas muy firmemente en el suelo; además, nos habían colocado otra más en la cintura para mantenernos erguidos en un espaldar.

Sabía que tenía que hacer, tomaría ventaja de cómo nos revisaban a cada rato. Tal vez se estuviese haciendo más complicado controlar mi temperatura, pero no imposible. Justo ahora no estaba ni tibio, así que me concentré y me entibié un poco, lo suficiente para que pensaran que tenía fiebre de nuevo. Debía lograr que me sacaran de allí.

- Este tiene mucha fiebre. Sería mejor que lo separáramos del resto. Vamos a ponerlo en cuarentena hasta que lleguemos. Agárralo Bruno - decía un hombre de bata blanca y gafas a uno con armadura - Desátalo y cárgalo...

- Como usted diga doctor. ¿Es un efecto secundario? - preguntaba el uniformado al doctor, ya conmigo en brazos.

- Puede ser. No estoy seguro. Tal vez tiene una infección que no hemos visto, pero sus niveles de todo han salido normales.

El medicamento no pasaba su efecto pronto. Yo simplemente intentaba resistir dormirme el tiempo suficiente como para ponerme en pie. No recordaba en qué momento había terminado allí, cuando me habían amarrado o siquiera qué había pasado desde la noche anterior... Sólo sabía que tenía que escapar, recordaba lo que Niño me dijo, que sí me descubrían me pondrían con los otros Firewall, y eso era algo que yo no quería, para nada (me daba miedo). Deseaba con todas mis fuerzas liberar a todos los niños, pero el extraño niño me dijo que no todos lo lograrían según sus pronósticos, así como también me advirtió que había contenido mucho mi fuego, pero sería algo perfecto para escapar. A los otros Firewall los habían metido en especie de un cuarto frigorífico, donde todo el día expulsaban calor involuntariamente, así no se acumularía, y mucho menos lo haría si les quitaban sus poderes de forma seguida, además que los privaban uno o dos días seguidos de alimento para que se mantuvieran débiles.

Empecé a sentir el calor de alguien conocido. No era exactamente bueno diferenciando a la gente en este estado, en condiciones normales tal vez sí. Si no me equivocaba, ese calor provenía de Aaron, había vivido con él desde que era un bebé, era prácticamente la única persona que siempre reconocería por sobre cualquiera. Al alzar ligeramente la cabeza, sentado en la camilla, vi a Aaron frente a mí, encerrado en una jaula como un animal. No estaba dormido, sólo parecía molesto.

- ¡¡Saquenme de aquí!! Cuando mi papá venga los matará a todos - gritaba casi ronco, pero ninguno de los dos hombres le prestaba atención. Aaron percibió que yo estaba allí, y se puso de pie - ¡Déjenlo! ¿Qué le van a hacer?, ¡ya está raro como el resto!

- ¿Por qué no lo sedaron o algo así? - preguntaba el uniformado sin siquiera voltear a ver a Aaron.

- Estaba dormido la última vez que lo revisé. Es mitad humano, el tiempo de la droga le pasa más rápido a él, por eso está en la jaula. No molestará a nadie allí dentro. En un rato le administraré un sedante y quedará noqueado otra vez

El doctor aquel me subió la manga hasta el hombro, y acto seguido me colocó una aguja en el brazo. Ya me estaba acostumbrando a que me pincharan todo el tiempo: muestras de sangre, sedantes, intravenosas y esa aguja que me ponía la mujer que pasaba por nuestra habitación todos los días; ya me parecía algo corriente a lo que no había que prestar tanta atención.

- Vigílalo, ya vuelvo. Dudo que te cause problemas. Si alguno los causa, sólo haz lo que tengas que hacer, ninguno puede hacerte daño.

Aaron intentaba comunicarse conmigo por medio de lenguaje de señas, con la intención que el guardia no lo escuchara seguir hablando: "-¿Estás bien Alister?" Yo asentí mirándolo fijamente. "-¿No te han descubierto, cómo lo hiciste?" me encogí de hombros, no podía hablar con mi boca o con mis manos, no quería que el tipo armado me viera comunicándose de ninguna forma "- ¿Puedes sacarme de aquí?" miré un momento el sitio asintiendo positivamente.

- ¿Acaso estás hablando con él, pedazo de mierda? - preguntaba severamente viéndome fijamente.

- No - dije moviendo la cabeza negativamente

- Ya me he percatado de eso. Todos ustedes hablan un lenguaje en señas - decía apuntando su arma hacia mí. Aunque ya me había acostumbrado a eso también - respóndeme una cosa: ¿Cómo se siente ser un monstruo? - preguntó rozándome la cabeza con la punta del rifle - Te haces el duro, ¿ah? Eso no te va a ayudar mucho aquí.

- ¡Tú eres el monstruo! - grito Aaron dando golpes a la reja de la jaula - ¡Él es pacífico! ¡No un bradot como tú!

*Bradot: alguien demasiado brusco, incluso más que un animal

- ¿Y tú quién te crees enano? - inquiría burlándose de Aaron, levantando el rifle hacia él ahora - Me dijeron que eres el único que no podemos matar bajo ninguna circunstancia, pero no hay nada respecto a tu amigo. ¿Quieres ver sus tripas en el suelo? - preguntó sonriendo maliciosamente.

El soldado hablaba enserio, me iba matar para darle una lección a Aaron, quizás le parecía que tenían demasiados Imblor de todas formas. Yo aún ni me inmutaba, tal vez por mi personalidad por lo general tranquila o porque frenar el balazo ameritaba concentración, pero la verdad era que había contenido demasiado tiempo mi fuego y el controlar una chispa me estaba resultando difícil. Siempre había controlado bien mis llamas, era la primera vez que esas flamas querían salir solas. Mi papá me había dicho desde que era muy pequeño que tenía que usar mis habilidades de manera seguida y que solo subir un poco de temperatura no era suficiente como para evitar que algo ocurriera, pues claro que también funcionaba subir la temperatura de cualquier manera, pero en un mínimo de 60°, de no usar mi calor de ninguna forma en varios días, yo sería peligroso.

El estrés que me generaba ese hombre, la presión de escapar y el mantener mis poderes los más ocultos posible era abrumador. Todo eso junto me estaba jugando en contra, ya no podía resistir mucho más el fuego que tenía en mi interior... Sentía que por primera vez en los diez años que llevaba de existencia, mis poderes me controlarían. Mi temperatura se elevó bastante, el tipo aún no lo notaba, pero cuando estuvo a punto de halar del gatillo o más bien cuando lo hizo, no salió una bala, el arma explotó estrepitosamente quemando gravemente al soldado, quien se quitaba el casco y la armadura. Se estaba quemando vivo, gritando y maldiciendo hasta que menguó y se quedó muy quieto, estaba muerto, yo lo había hecho. Me miraba las manos y también a Aaron quien estaba altamente sorprendido por lo que acababa de presenciar. Estaba espantosamente chamuscado, y yo lo había hecho "¿cómo se siente ser un monstruo?" me había preguntado momentos antes… Ahora podía responder con toda certeza, que se sentía… No lo sé, no existe una palabra para describirlo, solo sabía que había ejecutado a un hombre.

Alarmas comenzaron a sonar y a lo lejos se oían pesadas pisadas de botas. Me limité a sentarme en el suelo y aguardar que vinieran por mí. No es lo mismo decir que vas a arremeter contra los humanos que hacerlo, para nada. Creo que nunca estuve preparado para lo que eso significaba, tendría que matar para huir ¿Valdría la pena? No sabía, solo sabía que el tipo chamuscado tal vez tenía una mamá o un papá o quizás hijos, y yo se los había arrebatado. Aaron seguía gritándome desde su jaula, yo no le prestaba mucha atención, solo esperaba.

- ¡Alister! ¡Sácame de aquí! ¡Te van a matar! - Gritaba él, yo no le respondía - ¡Ese tipo era malo! ¿Qué importa si está muerto?, ¡tenemos que irnos antes de que lleguen! ¡Están cada vez más cerca! – me advertía Aaron, pero yo no dejaba de mirar la horrenda escena. Sabía que estaba llorando, pero mi temperatura era tan alta que mis lágrimas se evaporaban al rozar mi piel

Decidí levantarme para liberar a Aaron. Toqué la puerta de la jaula y derretí el seguro, ya la intravenosa que tenía en el brazo se me había caído cuando el arma del tipo explotó. Mi ropa se estaba comenzando a prender ahora, sólo el suéter, por lo que me lo quité. Ahí estaba lo que tanto quise esconder: esos ojos rojos, tan rojos como mi cabello. La pulsera que Ana me obsequió, estaba indudablemente rota, me sentía mal por haberla dañado, pero ya estaba hecho. Volví a sentarme en el piso que ahora estaba tibio por mi culpa también, esperaba que Aaron me dejara y se fuera, pero era muy terco para eso.

- ¡Ven Alister! - decía Aaron buscando una salida por una pequeña ranura de aire, pero yo no lo seguía - ¡Ven! No tiene tornillos ni nada, por aquí podemos ir.

- Vete sin mí - dije al fin, con lágrimas humeantes aun rodando por mis mejillas.

Ya era tarde, ya estaban allí, como treinta hombres y mujeres armados hasta las metras. No era la misma armadura que tenía el tipo que en su mayoría era carne quemada ahora, esta era más no lo sé ¿resistente? ¿rara? No importa. Todos le apuntaban al niño de ojos rojos, o sea yo. Por su distancia hacia mí, sabía que estaban horrorizados por su compañero que seguía tirado ahí humeando.

Aaron se colocó frente a mí, cubriéndome de las armas. Creo que se sentía atemorizado por toda esa gente, estaba aguantando el llanto, lo sabía, él estaba temblando. Yo nunca había sido un niño de pelear con otros, pero cuánto más crecía más intentaba defender a Aaron de las trifulcas en las que él mismo se metía. Pese que rara vez metería un puñetazo a otro niño, siempre intentaría recibir los golpes por Aaron. No éramos hermanos de sangre, ni siquiera nos parecíamos, sin embargo, nos queríamos, después de todo seguíamos siendo familia.

- Váyanse - dijo Aaron con una calma que no era característica en él - Mi hermano no hizo nada, todo fue culpa del hombre.

- Sólo quítate mierdecilla. Si se porta bien no lo mataremos - advertía una voz femenina y severa.

- Tienen que pasar primero sobre mí para llevárselo - proseguía Aaron.

Creo que la mujer que estaba en el frente dio una señal para quitar a Aaron, no la estaba viendo, yo solo miraba el suelo. Aaron se resistía como una fiera, intentaron quitarme de detrás suyo con una extraña vara que tenía un aro en la punta, se suponía que allí debía estar mi cuello, pero Aaron hacía hasta lo imposible. Se soltó de quienes lo oprimían, tiró la vara de un golpe y de nuevo me protegía con su cuerpo. Estiraba los brazos tanto como podía para ser especie de un escudo humano. Yo siempre lo cuidaba, siempre estaba con él, jamás lo dejaba solo, me empecé a sentir como un cobarde. No dejaría que me capturaran otra vez, tampoco tendrían a mi hermano. Salí de mi trance y de mi culpa, en cuanto vi que uno de ellos le había dado un cachazo a Aaron con su arma, él no se quitaba, ni aunque lo golpearan o le apuntaran, esos sedantes que usaban en nosotros, prácticamente no tenían efecto en él.

- Aléjate de mi hermano o sentirás mi fuego - dije fuerte y claro levantándome del suelo, mientras me terminaba de limpiar las últimas lágrimas con el antebrazo.

Todos me apuntaban al mismo tiempo con esas armas que tenían sedantes, Aaron estaba cautivo por dos tipos - de los cuales no sé cómo se zafó y logró colocarse detrás de mí -. De allí, todo pasó muy rápido. Expulsé una cantidad exagerada de llamas para distraer a esos soldados, - intentaba no pensar en que podrían morir -. Creo que quemé todo el pasillo, pero bueno, era la única manera, entendía que no era hora de llorar, era hora de luchar…

Aaron escapó por la ventila que había divisado desde un principio y me hizo señas para que lo siguiera, pero yo no podía, aún tenía un plan que seguir. No podía borrar la ruta de mi mente aunque quisiera. Yo seguía expulsando flamas por mis manos para pasar entre ese montón de gente, igual ya varios yacían en el suelo. "No están muertos, no están muertos, no están muertos" me repetía una y otra vez, sin voltear a verlos.

- ¡Vete Aaron! ¡Después me encontrarás con tu nariz! – le grité antes de irme.

Yo era un niño listo por lo general, tenía abuelos Imblor y también un tío, sabía qué hacer – más o menos -. Los uniformados restantes se echaban hacia atrás, eso me permitió escapar con cierta ventaja, dejando atrás esa habitación llena de humo y fuego, así como el pasillo por el que escapaba. El soltar mis llamas me había regresado el control por fin. Quemé uno de los pasillos por los cuales no iba a escapar, dejando así, un rastro falso por dónde parecía que había huido. Lo hice varias veces para despistarlos, ni yo mismo sabía de donde me salía tanto fuego.

Algo que no esperaba, era encontrar al mismo médico que me había atendido antes, eso era bueno, pues faltaba una parte del plan: la tarjeta de acceso que sólo tenían los guardias de más alto rango y el personal médico. Vi tras de mí un momento para asegurarme que nadie me seguía y luego otra vez hacia el doctor. Él me estudiaba con la mirada, yo no tenía camisa y mis pantalones estaban negros por culpa del humo, al igual que mi rostro, lo que probablemente acentuaba lo rojo de mis ojos.

- Dame la tarjeta - dije severamente sosteniendo una bola de fuego en una de mis manos – por favor.

- Ya veo - decía acomodándose las gafas - Estabas oculto entre los listos. Nunca tuviste fiebre, sólo eran tus llamas - rio sin gracia - No te daré nada. Pero te diré algo, eres el iluminado con fuego control más fuerte que he visto.

No tenía tiempo para eso. Lancé una llamarada leve hacia el hombre que al caer para rodar en el suelo dejó caer su tarjeta. La tomé y seguí corriendo. Volteé una vez más para ver aquel sujeto, quien había apagado el fuego y hablaba por un radio.

- Alerta. Se escapó uno. Repito. Se escapó uno. Fuego control. Repito. Fuego control. Estoy herido, es altamente peligroso, proceder con precaución.

Me sentía culpable lanzando llama tras llama, pero no había otra forma de lograrlo. Al menos solo incendiaba pasillos y ya... No quería matar a nadie más, eso fue un accidente, no volvería a ocurrir o tal vez sí, prefería no pensar en eso hasta que fuera hora. Yo era un Firewall no un monstruo, y mucho menos un arma (eso quería pensar). Aunque tenía miedo, sabía que debía salvar a mis amigos. No había otra opción, lo entendía, sólo rogaba que no me atraparan, solamente eso y nada más… ¡Ah! y tampoco a Aaron, en quien por alguna razón se encontraban realmente interesados. Antes de encontrar siquiera a las Hiugas debía al menos liberar a una parte de los niños. Neon y también Niño dijeron que lo intentara con los que estaban en mi ruta, yo lo haría, ojalá unos cuantos pudieran ponerse en pie.

Cuando vi la primera puerta, encajé la tarjeta en la ranura, causando que la misma se abriera lentamente, entonces me metí dentro y la cerré de nuevo. Sentía claramente como más guardias venían a buscarme, su calor era casi palpable. Escuché sus pasos, pero siguieron de largo, no revisaron dentro, ni siquiera me vieron pasar. Sabía qué tipo de niños estaban allí, miré a mí alrededor e inmediatamente lo supe. Eran un montón de Carbions, era obvio, no por el color de sus ojos, sino porque todos eran pájaros en jaulas diminutas. No sólo eran pajarillos, eran pajarillos muy delgados. También habían unos pocos que no eran aves, sino aún niños, probablemente eso era porque no eran del tipo de Carbion que era un pájaro, sino de los que comían cabellos o se transformaban en cualquier otro animal. Me apresuré a abrir una de las jaulas con los pájaros, pero ninguno salía, así que los saqué uno por uno. Les habían cortados las plumas para volar, por ende les asustaba salir. Al estar fuera, se convirtieron en niños a medias, tenían unas alas gigantes en la espalda y plumas que cubrían parte de su cuerpo.

- ¿Alister? ¡Te escapaste! - preguntaba un Carbion de mi edad que conocía - Nos van a capturar o a matar Ali, ¿tienes un plan?

- Angel eres tú - me alegré de verlo, se había perdido hace casi un mes y era un leal amigo de la Braca - La verdad tengo un plan que podría o no funcionar. Si no funciona, estamos mal. Si lo hace, algunos podremos volver a casa. No puedes volar o ¿sí?

Angel abrió sus grandes y gráciles alas, notando la falta de muchas plumas, pero no importaba, podía hacerlas crecer nuevamente en esa forma entre ave y niño. Cerró los ojos, y su plumaje - por decirlo de alguna manera - refloreció. El resto de niños lo siguieron sin dudarlo, haciendo crecer sus plumas. Era casi lo primero que les enseñaban en la braca, hasta los que tenían luna roja podían hacerlo, tal vez no tan bien como los más grandes, pero lo intentaban.

- Por supuesto que sí. Soy un cambiaforma Rojo, sé recuperar mis plumas. – Me contestó después de hacerlas crecer - Sólo que esos malditos globners no nos dejaban transformarnos de nuevo a nuestra forma híbrida, sólo a la normal como para quitarnos nuestras habilidades.

- ¡Ven, vamos! ¡Necesitamos sacar más niños! Dime qué hueles en el camino.

- ¡Espera! Hay que ayudar a los demás, les dieron algo para dormir. No los puedo dejar aquí así.

Angel tomó a uno de los niños inconsientes y lo cacheteo repetidas veces hasta que éste reaccionó. Le susurró algo en la oreja y le metió unas plumas en la boca para que lograra transformarse en un pájaro y al menos así huyera con ellos cuando se levantara.

- Dejaré un rastro de plumas, sólo sigue el aroma y nos encontrarás, ¡pero rápido! Los guardias vendrán y serán un problema serio.

Los niños se convirtieron nuevamente en pajarillos que ahora sí eran capaces de volar y me siguieron, también habían otros que eran otros animales, como serpientes, Elgros y Rafieles, (solo por nombrar algunos). Entré de nuevo a otra puerta y sabía exactamente lo que había: Los Tudy, tenían un montón, y los mantenían atados justo como a los Imblors, entre la multitud divisé a Ana, ella no estaba del todo dormida ni despierta.

- ¡Hey Ana! ¡Ven vamos! ¡Tenemos que irnos!

- ¿Alister? - dijo débilmente, mientras yo quemaba lo que fuese que sostenía sus manos para liberarla.

- Sí, soy yo. Levántate, tal vez podamos ayudar al resto de Tudy - ella asintió torpemente, levantándose del suelo con dificultad - ¿Puedes caminar?

- Que globner eres... Aún tengo piernas, sólo tengo sueño, pero no voy a dormir - dijo decididamente abofeteándose a sí misma.

Liberamos a los que pudimos. No todos podían andar y no había tiempo de cargar a nadie. Mientras tanto, yo me preguntaba dónde estaba Aaron, y algo todavía más alarmante… Y ¿los guardias? esto estaba resultando aterradoramente fácil. En fin, abría las puertas que podía,- las que estaban en el camino para ser exactos -. Tal vez tenía poco más de una semana atrapado, pero de resto, habían niños que llevaban meses aquí, soportando la incertidumbre de si volverían a sus casas. Era un misterio si tal vez algunos ya habrían muerto o no, víctimas de aquel procedimiento terrible. Los efectos secundarios eran horribles, así que la muerte no era algo descabellado.

Ya había pasado por varias habitaciones/celdas: los Carbion, los Tudy, los Tindler, los Wargua, los Firewall y mis amigos los Imblor claro, solo restaba una puerta y eran los Yatra. Niño había hecho una buena ruta para que encontrara a mis amigos, si algún día lo volvía a ver, le daría las gracias. Cuando entré con los Yatras, no me esperé esa escena. Había cadáveres por doquier, no de los niños, sino de los humanos. Las armaduras desgarradas, los rostros mutilados y sangre por todas partes. No era un experto en Yatras, pero no podían hacer eso. Entonces vi a Alison, ella lloró cuando me vio.

- ¡Alison! - grité muy contento, quizás no era el lugar o el momento para estar feliz, pero no podía ocultar el alivio que me producía hallarla - Te encontramos.

- Sácame de aquí, por favor. Van a volver - sollozaba Alison. Me acerqué a ella rápidamente con mi tropa de niños de todos tamaños y poderes tras de mí. Derretí lo que fuese eso, teniendo cuidado de no quemarla.

- ¿Qué pasó aquí? - Pregunté viendo la escena de muerte que había en cada esquina.

- Aaron lo hizo. No sé cómo, pero no hay tiempo, tenemos que liberar al resto de Yatras – yo asentí y la ayudé, así como otros Firewall que había encontrado al abrir una puerta cercana. También los Carbion contribuían, algunos tenían picos, colmillos y garras sorprendentemente fuertes para abrir esas cosas. Hasta Tindlers, escupían en su mano y luego pasaban la baba negra por los grilletes, causando que estos se deshicieran rápidamente.

Como de costumbre, según había visto, siempre había niños que no podían levantarse víctimas de la debilidad que les causaba aquella droga, quitarle sus poderes y la hambruna. Había algunos que llevaban meses allí, esos resultaban ser los más afectados.

Finalmente, la puerta que faltaba encontrar para concretar el plan: la de las Hiugas... La abrí y en efecto, sólo encontré unas trillizas de ojos violeta, que miraban fijamente el muro blanco que estaba frente a ellas. Neon decía que las conocía, así que dejé que se acercara a ellas, parecía que alguien les había absorbido el alma.

- Nandy, Mandy, Nardys. ¿Están bien? - dijo el Imblor, acercándose más y más, sin recibir respuesta.

Las niñas en palabras simples estaban… ¿cómo decirlo? reseteadas, no decían nada, ni hacían nada, sólo miraban inexpresivas, en serio parecía como algo a lo que le habían borrado todo. Si no salían de ese estado, todo lo que hicimos para huir sería en vano. Ana se estaba desesperando e intervino, ya su personalidad tosca estaba regresando y los mareos eran menores.

- Reaccionen no hay tiempo - les gritó Ana dándole una cachetada a una.

- No hagas eso Ana, tal vez les hicieron algo para acabar así – le dije apartándola a la fuerza.

- La respuesta de Ana es completamente comprensible, Ali. He vivido frente a su casa la mayor parte de mi vida y nunca las había encontrado en tal estado, ni con la bofetada reaccionaron - Neon chasqueaba los dedos frente a ellas sin respuesta - Esto es raro, ¿por qué solo tres Hiugas?

Los muchos niños que había, se miraron entre ellos, incluyéndome. Era algo anormal que tuvieran a un montón de todos los demás, pero Hiugas sólo tres. Tal vez para evitar que se escaparan y alertaran o tal vez con tres era suficiente por alguna extraña razón. Neon se sentó en el suelo abatido, si las Hiugas no servían, no podríamos volver a casa, ahora nos buscarían y nos matarían o tal vez nos devolverían a ese sitio o nos llevarían a uno peor. Naki se sentó en las piernas del Imblor, ella era su hermanita, lo abrazó con lágrimas en sus ojos, lo había extrañado mucho, era una Tudy y los días en los que iba a su cuarto para alimentarlos, nunca lo podía abrazar o hablarle. Todos tenían miedo de no poder enfrentar a los humanos. Las habilidades de la mayoría no funcionaban precisamente bien, no tenían la fuerza como para hacer cosas que hacían antes. En el caso de los Firewall que estaban allí, sus llamas no se extendían mucho y el usar su calor para ayudar a liberar a los Yatras resultó agotador. Lo mismo con los Tindler, por lo general a manera de defensa, podían abrir la boca y liberar un humo violeta lleno de veneno, pero estos Tindler estaban tan débiles que si acaso y podían escupir, expulsar humo no era una opción por el momento, aunque tal vez había una forma de remediar aquello, pues esta raza Yhorgol se caracteriza por guardar una reserva que solo sería usada en alguna medida extrema. Seguro los humanos no sabían eso.

- Nos las llevaremos y ya. Si conseguimos guardias, el único Firewall funcional se encarga - dijo uno de los niños. Era un Carbion, pero no se convertía en pájaro sino en algo parecido a un tigre, pero mucho más pequeño. Se convirtió en un niño para poder hablar, puesto que era algo que simplemente no hacía bien transformado en un animal.

- ¿Hacia dónde nos vamos Rojo? – me preguntó Neon

- Mmm... ¿Y las trillizas? ¿Crees que podrán regresarnos a casa? Todos sabemos lo que ocurrirá si nos encuentran.

- Cuando estaba en la braca, una vez leí un libro que decía que los Hiugas entraban en un estado de inconsciencia casi total al estar mucho tiempo encerrados o aislados - recordó Neon entre el desastre que ahora era su memoria -. Recitaría el texto completo, pero después de perder mis poderes olvidé casi todos los libros que había memorizado. El punto es que hay que sacarlas

- Entonces... Vámonos de aquí de una vez por todas. Pero advierto una cosa – les dije firmemente a todos - He quemado muchos cables de cámaras y he dejado muchos rastros falsos de por dónde fui. Si la salida es por donde creo, seguramente intentaran matarnos, nos esperarán ahí. Y si salimos no sé hacia dónde ir – admití, aún no estaba seguro si las Hiugas despertarían o no.

Los niños asintieron, todos ellos con un semblante extremadamente serio en el rostro. No logré abrir todas las habitaciones... Sólo las que estaban en mi ruta. Me sentía aliviado de saber que Armin no estaba allí, no sabía en qué sitio se encontraba específicamente, pero cualquier cosa era mejor que aquí. Armin aún era pequeño, era sólo un niñito, me asustaba que hubiera muerto fuera de los muros. Al menos liberé al resto de Warguas que estaban encerrados, pero sólo los que podían andar, casi todos se veían resecos y débiles. Los Wargua eran Yhorgol fuertes, sin embargo su debilidad era el agua, privarlos de ella ocasiona que comiencen a secarse alarmantemente rápido, se les agrietan los labios, les aparecen marcas agrietadas en la piel y a veces hasta pierden el conocimiento, por ello, siempre necesitan agua, ya sea para beber o bañarse.

Un pensamiento que me atormentaba era el de Aaron, ¿dónde estaría? Aquel rubio tenía una nariz envidiable, por lo que seguir un rastro no era nada del otro mundo para él, sin embargo, recordaba lo que Alison me había contado, me resultaba inverosímil, ni los Carbion eran tan agresivos o salvajes. Mientras corría, el pensar en mi hermano, en Armin y en los que tenía que hacer para escapar me carcomía por dentro, sólo podía preocuparme por quienes me importaban. El saber que seguramente tendría que herir personas para escapar o al menos que alguno de los otros niños lograra irse, me hacía sentir culpable, no quería hacerlo, pero si al menos uno se iba podría alertar a los demás en nuestro mundo.

Corríamos sin descanso, pasillo tras pasillo trasteando la salida. Sentíamos como el sitio en el que nos encontrábamos se movía. Era raro como nos transportaban, parecía un edificio ambulante que no tenía fin. Afortunadamente, encontramos algo como una salida, estaba justo donde Niño me mostró, pero no estábamos solos... Los guardias, aquellos con los que no nos habíamos cruzado antes por los estrechos e infinitos corredores, estaban allí, esperándonos con sus imponentes armas alzadas. No pretendían disparar al principio, no nos querían muertos, al contrario, nos necesitaban vivos. La mayoría de los niños estaban débiles, pero intentaban no mostrar su fragilidad ante su nuevo enemigo, debíamos lograr abrir esas puertas como mínimo, a como diera lugar, tal vez todos éramos niños, tal vez todos sufrimos un poco en esas instalaciones, pero todos estábamos dispuestos a liberar a las Hiugas para ver si lograban salir de ese estado, Neon decía que sí, esperábamos que así fuera, eran nuestra única opción para volver al mundo Yhorgol. Los Firewall, los Tindler y los Wargua, según mi perspectiva, eran los que habían sufrido más entre los presentes, por eso tenían una mirada llena de rencor, sentían más odio que miedo si me preguntan.

- No se pueden ir... No lo digo sólo por esto, sino porque si salen encontraran a los Jorobados - decía una mujer tranquilamente, bajando su arma - Nunca los han visto, son monstruos sedientos de sangre

- coof, coof! - tosia uno de los niños antes de hablar - Ya hemos visto monstruos, y no me refiero sólo a ustedes

Quien habló fue un Tindler, sus ojos negros con el centro violeta fulminaron con la mirada a aquella mujer, no siguió hablando, solo volvió a levantar su arma. Ese niño decía algo muy cierto, desde pequeños se nos enseñaba el peligro de la naturaleza, y eso implicaba el cómo enfrentar criaturas que harían que cualquier niño ordinario mojara sus pantalones. A la mayoría de nosotros ya nos habían enseñado a cazar usando nuestros poderes, hasta los Imblors podían hacerlo (con armas sí, pero de qué podían, podían). Mientra nadie decía nada, yo intentaba buscar a Aaron con la mirada sin éxito, lo sentía, sabía que ellos lo tenían, decidí preguntarles y que ellos mismos me lo dijeran.

- El rubio de ojos de diferente color. ¿Dónde está? - preguntaba amenazantemente sin acercarme a los humanos.

- Aaron está con ellos Rojo - decía Angel arrugando la nariz en su forma humana - o más bien detrás de ellos

Lo habían atrapado, pero lo más probable era que no hace demasiado tiempo. Pues al escuchar su nombre, dió señales de vida, a través de unos jadeos desesperados. No hablaba, parecía que tenía algo en la boca para que no discutiera o mordiera o lo que fuese. Lo que usaban para atontar a los Yhorgol funcionaba cada vez menos en él. Logró asomarse y me percaté de sus manos… sus manos estaban completamente teñidas de rojo. Los pocos Firewall que se levantaron, se agarraban de las manos, puesto que todos estaban debilitados y si se unían serían fuertes. Todos hicieron lo mismo, los Tudy, los Yatra, los Imblor, los Wargua (sin importar lo débiles y resecos que estaban) y los Tindler, estos últimos no era juego que se hacían más fuertes juntos, tal vez no estaban lo suficientemente bien alimentados como para producir una cantidad promedio de gas y veneno, pero tenían su infalible reserva de emergencia, donde por fin poseían la oportunidad de usarla. Los Tindles, desde los más grandes hasta los más chicos hicieron unas columnas, en el frente de todos, nos percatamos lo que pretendían así como del riesgo que estaban dispuestos a correr. Todos eran valientes o lo fueron.

Los Tindler que se sujetaban las manos, separaron sus labios y al hacerlo, un humo violeta salió de sus bocas. Era espeso y se extendía velozmente, acercándose cada vez más a los guardias. Los humanos usaban unas máscaras especiales para intentar protegerse de aquel extraño gas, tal vez no funcionarían por siempre o tal vez sí, ya veríamos. Aquel gas no tenía ningún olor a decir verdad, pero supongo que debía de ser preocupante para los humanos como al tocar las paredes la pintura se desprendía por múltiples y delgadas tiras. No aparentaban estar seguros de si sus armaduras y mascarillas, los protegerían de lo que se avecinaba, levantaron las armas... La idea era atacar con los sedantes, pero eran demasiados, por lo que uno de los guardias, - creo que era nuevo porque su voz correspondía a la de alguien joven – disparó a uno de los Tindler, gritando que no siguieran avanzando, pero no por eso lo obedecían. El resto de niños caminábamos detrás de ellos. Algo que se sabía, es que el veneno de los Tindler siempre seguía adelante, nunca retrocedía y si su dueño quería podía hasta derretir cosas. Esa era la intención... Derretir la puerta, pero no parecía que los humanos quisieran que esa tarea fuese fácil.

El humo era tan espeso que no se podía ver nada a través de él, no era más que una niebla púrpura. Los Tindler tenían los ojos cerrados, sin lugar a dudas, sino sus ojos brillarían por sobre aquel humo. Yo temía que Aaron también se envenenara con eso, tal vez no moriría al instante, pero sí después. Sólo tenía que aguantar la respiración, sólo eso... Ah... Y no permanecer más de minuto y medio bajo el gas o se le despegaría la piel. Me metí entre los Tindler y los disparos ciegos. Aquellos guardias disparaban con balas y con tranquilizantes. Intentaban apuntar sólo a las piernas, nos querían de vuelta, no podían matar tantos, sin embargo, era obvio que no sobreviviríamos todos.

En fin, logré abrirme paso entre los Tindler y los humanos en busca de mi hermano. No me importaba si aquel rubio mató o no a sangre fría a los guardias del pasillo donde estaban los Yatras, seguía siendo mi familia. Yo Corría e intentaba contar en mi mente el tiempo necesario para que Aaron no se despellejara. El conocerlo durante toda mi vida, me permitía encontrarlo siempre por su rastro de calor (por eso no le gustaba jugar a las escondidas conmigo, decía que hacía trampa). No podía quemar las amarras que tenía en los brazos y en los pies, si lo intentaba, con el aliento de Tindler en el aire, todo podía explotar, algo debían tener esas armas que no causaban una estrepitosa explosión. El tiempo se agotaba "50, 51, 52", no sabía cómo soltarlo. Alison me había seguido junto con Ana y traían un cuchillo, no me importaba de dónde lo habían sacado o como habían logrado seguirme sin perderse, solo me interesaba que funcionara. "61, 62, 63". Entre los tres cortamos las amarras, juntamos nuestras fuerzas y lo liberamos, ya corríamos de nuevo detrás de los pocos Tindler que quedaban. Una parte de ellos estaba inconsciente y la otra sangrado con Yatras a su lado para poder cerrar ligeramente las heridas. Si esto era una guerra, estábamos perdiendo; al principio los humanos, no sabían cómo reaccionar, pero ya después, parecía que se habían adaptado bastante. ¿Si éramos tan importantes por qué mataban a varios? Simple, querían mostrarnos que no nos tenían miedo, y en cambio, pretendían que nosotros les tuviésemos miedo. Seguro pensaban en volver al mundo Yhorgol y buscar más niños, les quedaban otros viajes que realizar (probablemente), traerían más, no sé cómo, pero lo sabía.

Los que logramos salir de nuestras habitaciones/celdas, no fuimos tantos, pues el resto se quedó en sus habitaciones inconscientes o demasiado débiles como para levantarse, por ende, tal vez la perdida que estaban teniendo no les parecía tan significativa. No sé cómo nos veían, supongo que de todo menos niños. Nosotros los Yhorgol siempre sentimos cierta simpatía hacia los humano, se parecían a nosotros, pero ellos no compartían este sentimiento ni remotamente. Justo ahora, esos tipos solo querían acabar con los que intentaban usar sus poderes, los que se escondían llorando no les hacían nada, que pena que no eran tantos.

De treinta y tantos o veintitantos Tindler que había emanando gas, sólo quedaban como diez... Su cometido se había cumplido: solo querían derretir lo suficiente las puertas como para quitarlas con más facilidad. Admitía que esas armaduras eran sorprendentes, aguantaron mucho tiempo, ya estaban un poco gastadas, pero sirvieron fielmente para proteger sus cuerpos, menos por uno que otro que se ajustó mal la máscara y terminó aspirando ese potente veneno.

- ¡Pelirrojo! – Me dijo uno de los Tindler menores, sólo quedaban niños pequeños - usa tú fuego, quema las puertas, ya están débiles, con el gas va a...

El niño que se me acercó, fue silenciado por una bala o un tranquilizante, no estaba seguro - o tal vez si fue una bala y yo solo quería pensar que no estaba muerto -. Entendí a la perfección a que se refería. Abrí la boca y mis llamas envolvieron todo, sólo hiriendo a los humanos. Todos los humanos que estaban en frente nuestro eran carne quemada, negros y deformados por el calor, no tenía tiempo de llorar otra vez, me preguntaba quién era el verdadero monstruo, ellos o yo, tal vez no éramos tan distintos después de todo, esto incluso me hizo recordar la pesadilla que tuve en casa... Luego de mi llamarada, la puerta salió reventada y el vehículo se detuvo. Esa última parte no la hice yo, la hicieron los Imblor con ayuda de unos Firewall, encontraron la puerta de circuitos y estuvieron descifrándola para detener esa cosa. Lo lograron justo a tiempo.

Todos salimos corriendo, yo estaba cansado por tanto fuego, no quería seguir andando, pero nos seguían. Un nuevo equipo de gente armada con armaduras más grandes y resistentes estaba pisándonos los talones, más niños caían, más niños morían.

Eran más humanos que antes, ahora era todo o nada, todos lo sabíamos. Los Tindler ya no tenían mucho veneno, ni gas y varios estaban mal heridos, sólo resistiendo por la ayuda de los Yatras, quienes no eran capaces de mantener una herida de ese tipo cerrada tanto tiempo sin sutura previa, no quedaría bien, se volvería a abrir a menos que se fueran a la Yara, donde habían Warguas que podían frenar hemorragias e Imblors capaces y siempre dispuestos a aportar una solución razonable. Ya de por sí, aquellos niños de ojos inusuales, habían gastado la mayoría de su reserva de gas y veneno, no podían seguir haciendo aquello, más bien se habían forzado demasiado.

Cuando salimos, casi al instante, las trillizas, - por decirlo de alguna manera - volvieron a la vida. Ahora se veían de más edad, tendrían su luna verde ya, o unas pocas más. Se espabilaron, aún Neon estaba con ellas, tomándole la mano a su hermanita Naki, quien no dejaba de llorar. Ellas abrieron un pequeño portal y lo cruzaron para poder ir más lejos, luego crearon uno gigante. Todos sabíamos que era la imagen que veíamos, era nuestro mundo, el mundo Yhorgol, el invierno había empezado, se notaba. Ya me veía derritiendo la nieve del jardín de mamá y las gemelas, así como la del tejado; ya íbamos a volver, estaba cerca, tan cerca, pero… Ya no pude seguir corriendo, caí sobre la tierra con un dolor punzante en el abdomen y otro en una pierna, estaba detrás de todos los niños, seguro Neon no me veía. Sentía como la sangre salía de mí y creaba un charco a mí alrededor.

- Hey! Los que puedan cruzar, crucen. ¡Rojo! ¡Apúrate! - decía Neon gritando a los otros niños – ¡Rojo! ¿Dónde estás?

Quería gritar de vuelta y decirle "aquí", pero no podía, la voz no me salía, moriría allí solo. Al menos veía las estrellas, era de noche y todas brillaban hermosamente. Las trillizas empujaron a Neon al portal, los oía todavía, ellas le gritaron "el que no cruza es porque ya está muerto". "Que real" pensé. Yo no quería morir, no aquí, no así.

- ¡Aquí estás! - vociferaba Ana intentando halarme por los brazos, pero yo no podía levantarme, me dolía demasiado, solo podía llorar - ¡Vente! ¡No te dejaré aquí! Levántate, por favor - Ella casi nunca decía por favor.

- Vete, sálvate - dije débilmente - dile a mamá, a papá y a las gemelas que los quiero mucho. Y búscales flores, les prometí que se las daría - mascullé con lágrimas que corrían por mis mejillas y luego se evaporaban.

- ¡Tú mismo harás todo eso! – Me gritó más enojada que triste – ¡Aaron! ¡Alis!

Ellos venían de la dirección contraria, habían regresado solo por mí, seguro la nariz de Aaron detectó mi sangre. Alison se acercó y frenó la hemorragia con sus dones de Yatra, no le tenía miedo a la sangre, así eran todos los Yatras. Mis heridas no se curaron por completo, solo sanarían por un rato, a menos que alguien las tratara. Aun debíamos escapar, Aaron y Ana me halaron y colocaron cada uno de mis brazos en sus hombros. Ya todos los niños habían cruzado el portal y si no, ya estaban muertos o tal vez capturados. Las Hiugas tal vez nos vieron, porque aún no cerraban el portal, esperaban por nosotros. Había que darse prisa, de seguro ya estaban agotadas, en cualquier momento su portal se cerraría y en el proceso las absorbería. No llegaríamos a tiempo para poder cruzar sin que nos mataran o capturaran. Todo estaba muy oscuro y no sé cómo, me dieron dos veces a medio camino, así fue como caí, creo que tenían algo para ver en la noche o tal vez fue al azar. Creo que nos pudieron ver mejor en cuanto Alison usó sus poderes para sanarme, la única luz clara, era la de los humanos que se acercaban y la del portal de las Hiugas.

Los guardias se nos acercaban, yo les escupí casi lo último que me quedaba de fuego para hacerlos retroceder. Aaron temblaba, yo ya me había quedado sin fuego, por lo que me estaba quedando frío (era eso o estaba cerca de morir). Aquella gente no retrocedió por mis flamas, retrocedieron por los mostruos. "Jorobados" gritaron, corriendo de nuevo hacia su transporte en su mayoría. Era una criatura que hacía honor a su nombre, era jorobada con patas largas y una gran boca colmada de dientes afilados, así como una cabeza redonda, demasiado grande para su cuerpo, sin un sólo pelo y completamente desprovista de ojos, daba miedo. Había muchos, unos se acercaban a las trillizas, parecía que querían devorarlas, pero fallaron, fueron absorbidas por su propio portal. Ahora no teníamos ninguna posibilidad de escapar vivos. Ana estaba tan frustrada, no lograba que sus poderes funcionaran, ellos se los habían quitado y todavía no regresaban del todo, sus ojos estaban un poco opacos, no me había percatado. Eso significaba que también le habían hecho esa tortura a ella.

Los guardias no vinieron por nosotros de nuevo por la creciente cantidad de criaturas que nos rodeaban. Este era un tipo de muerte, incluso peor que morir desangrado bajo las estrellas, ahora que me oigo a mí mismo, sonaba hasta poético, pero mis amigas y Aaron se negaron a dejarme atrás. Entonces pasó algo que no tuvo el menor sentido, Ana nos transportó a los cuatro, tuvo que haber sido ella. Sus poderes estaban muy débiles, tanto como ella, (o sea ni siquiera pudo transportarnos al portal), a pesar de eso, halló la forma de hacerlo, ninguno entendió cómo, pues el sitio al que nos llevó, dudo que lo conociera. Ana era una niña Tudy, debía conocer un punto exacto del sitio al que quería ir, sino ni siquiera se movería.

Llegar al sitio, (fuese cual fuese) resultó agotador para ella y terminó desmayada, dejándome caer en el proceso. Levanté la mirada y vi una gran reja negra con una casa inmensa detrás. Aaron me preguntó si dentro había gente, yo ya veía doble y no escuchaba bien, pero le entendí y asentí, entonces comenzó a gritar mientras lentamente me dormía, mis heridas se habían vuelto a abrir, con la sangre se asomándose una vez más.

¿Hay alguien? – gritaba moviendo la reja – No te duermas Ali – yo asentí otra vez, luchando por no cerrar los ojos – ¡Mi hermano se muere!

Solo recuerdo que las luces de la casa se encendieron, de allí, no pude seguir con los ojos abiertos. Los cerré, si Ana no se hubiera desmayado, estaría abofeteándome y obligándome a prometer que no me moriría. Ya no oía nada, ni veía nada, solo me dejé llevar por el sueño.