Chapter 15 - XV.

Dormí, dormí y también soñé, no la misma pesadilla de antes, nada de eso. Jamás había tenido un sueño de este tipo, yo estaba en mi casa, en mi cuarto, no entendía que ocurría, pero miré mis manos y eran casi transparentes, corrí a la sala al oír unos sollozos. Era el llanto de mi madre, nunca en los diez años de vida que tenía la había oído llorar así. Me acerqué a ella y solo pude atravesarla con mi brazo, ella continuaba allí sin verme. Grité, salté, silbe, pero nada parecía funcionar, no me veía.

- Nooo Mis hijos… Sólo me dormí como diez minutos – lloraba mamá acuclillada con papá intentando consolarla - ¡No debían salir! ¡Es mi culpa y de nadie más!

¿Nunca les ha pasado que hieren sin querer a alguien que los ama demasiado? Pues para mí, ese fue el momento… No era mi intención y mucho menos la de Aaron, hacer sufrir a mamá.

- Ya Arty, no llores - le repetía papá acercándose a ella para abrazarla – la última vez que salieron de casa solos volvieron. Ya sabes cómo son – él usaba un tono muy calmado y tranquilizador, no quería que ella se sintiera culpable, yo ya estaba haciendo eso por los dos.

El tío Armin estaba ahí parado intentado entretener a las gemelas, no parecía bueno que vieran a mamá llorar así.

- Vengan niñas vamos a buscar, cualquier cosa con la que se entretengan en su cuarto – dijo mi tío alejándolas tranquilamente del caos

Si yo estuviera allí, estaría haciendo exactamente lo mismo, ahora ellas también iban a llorar y culparse por mí. Él adoraba a sus sobrinas, aunque de seguro no podría quedarse mucho tiempo aquí… desde que Alison se había perdido, su esposa no se encontraba muy bien. Estaba completamente desconsolada, esque ¿cómo no estarlo? ella amaba a Alison más que a su propia vida, era su "Copo de nieve". En ese momento, también entró Andy, llorando casi como mamá, recordé que Armin estaba conmigo, por eso ahora ella estaba allí, lo buscaba. No lo encontraría, creo que lo sabía, solo dijo una palabra antes de caer derrotada sobre sus rodillas "Armin".

Ella le dijo que no encontraba a su hijo, que se había perdido. Papá siempre había dicho que el tío Armin era muy llorón cuando eran niños, yo no le creía, era una copia casi perfecta de papá y papá nunca lloraba, además el tío Armin solía ser una persona poco expresiva, pero en ese momento vi cómo se le humedecían los ojos y luchaba por no sacar las lágrimas. Cargó a Andy y se la sentó en las piernas, ella estaba embarazada otra vez, no debía estresarse tanto. Me parecía que él quería ser fuerte por ella al menos, papá dijo que era sensible, pero que tenía mucho orgullo.

Me senté en una silla del comedor, aún nadie podía verme, por un momento pensé que estaba muerto y que me había convertido en un espíritu Bashi. Es una vieja leyenda, que dice que si no te entierran debajo de un árbol, tu alma no descansa en paz y vuelve al sitio donde era más feliz o algo así. No eran fantasmas, empezando porque nosotros no creíamos en ellos, los espíritus Bashi eran incapaces de herir a alguien, se suponía que no eran malos, casi siempre decían que eran niños. Nuestra religión no era la gran cosa – ya les hablé un poco de ella, así que confórmense.

De repente salí de mi sueño, y constaté que seguía vivo. Los muertos no sienten dolor de cabeza, ni ganas de vomitar. Una luz cegadora me pasaba por los ojos e insistía en llamar mi atención, alguien la sostenía, una mujer rubia – fea en mi opinión – ni siquiera sabía que me habían dado. Lo que sea que fuera me atontaba lo suficiente como para no pensar bien, ni reaccionar, sentía además que el uso de mis habilidades estaba limitado. Era una droga que sólo funcionaba en niños Yhorgol, la mujer que sostenía la linterna me lo dijo.

Me sentía realmente enfermo, enserio sentía que iba a vomitar, pero intentaba contener lo último que había comido - que no recordaba cuando había sido -, tampoco quería pensar, la cabeza me daba vueltas y vueltas como un trompo. Todo se veía borroso, y no estaba del todo seguro de donde estaba o como había llegado. Sólo sabía que la rubia de la linterna me hablaba y me preguntaba cosas. No entendía en qué momento me habían cambiado de ropa o me habían sentado en esa silla que más bien me daba sueño. Aún peor, no sabía cuándo me cortaron el cabello. Lo tenía por el cuello, me gustaba, ahora estaba muy corto y lo odiaba

- Eh... eh... No te duermas niño - dijo una voz gruesa, que extrañamente pertenecía a esa mujer, tenía el cabello recogido en un gran moño muy apretado. Aunque la cabeza me diera vueltas, me percaté de cómo iba peinada – "Bájale la dosis, no hará, ni dirá nada así" - dijo la mujer, dirigiéndose a un subordinado – ¿Cuál es tu nombre?

- ¿Qué? - pregunté confusamente. Sí la escuché, pero ¿me secuestraron solo para empezar preguntándome mi nombre? No estaba de buen humor.

- ¿Cómo te llamas? - repitió la mujer, sin mucha paciencia.

- Qué le importa - dije secamente. No tenía ninguna obligación de decirle eso

Evidentemente me habían bajado ligeramente la dosis de lo que fuese eso, aún estaba mareado, pero podía hablar bien ahora. Me dolía el brazo, me di cuenta que tenía una aguja clavada en él, nunca había tenido una aguja clavada en mi brazo, me parecía una abominación tremenda, quería quitármela, pero eso parecía todavía más doloroso. También me dolía bastante la pierna, allí me había apuntado con lo que sea que me durmió… justo como la vez pasada.

- No respondas así. Sé amable - seguía diciendo la mujer, intentando sonreír, aunque más bien parecía una especie de mueca aterradora – No me digas tú nombre, no importa. Demuéstrame tu poder, he oído que son muy inteligentes.

Me confundió un poco, yo era un Firewall, no éramos conocidos especialmente por nuestra inteligencia. Entonces noté que mi brazalete no se veía, seguro se había movido solo, me hacía parecer un Imblor. Ellos pensaban que yo era de esos. Debía seguirles la corriente hasta averiguar cómo irme, casi me matan a sedantes pensando que era un inofensivo Imblor, no me imaginaba que me harían si se percataban que era un Firewall, no éramos particularmente inofensivos. De seguro, si no abría el pico, me reducirían lo que fuese que causara que me sintiera tan mal. Podía fingir, eso esperaba.

- Ajá sí... ¿Dónde está mi hermano? - pregunté seriamente, no soné muy inteligente, pero tenía más opciones, la mejor era callarse lo más posible, antes que notaran lo que no era.

- Eres alguien interesante ojos amarillos, ni siquiera preguntas "dónde estás" o "qué haces aquí". Eres el primero que no está llorando - rió sin gracia - demuéstrame tu poder y tal vez te diga.

- ¿Cómo? - pregunté secamente enarcando una ceja, estaba en mi reto de hablar poco, de todas formas nunca fui de muchas palabras.

La mujer sacó una caja, parecían juguetes, aún no entendía que quería que hiciera ¿Jugar con ellos? ¿Jugar con ella? Eso no tenía mucho sentido y aunque no lo demostrara sí tenía mucho miedo, aún no estaba claro cómo había llegado hasta aquí, pero no quemaría nada. Si así eran con los Imblors, ¿cómo serían con los Firewall?...

- Arma algo con esto. Son juguetes rotos. Déjame ver qué puedes hacer. Y mientras, podemos hablar de lo que quieras. Tus padres, tus amigos, tú casa.

- No quiero, gracias - musité agriamente acercándome a la mesa para ver qué había dentro de la caja – No me gusta armar cosas, me gusta dibujar.

El tío Armin podía armar cualquier cosa solo con verlo, no necesitaba instrucciones de nada nunca, todo lo entendía, eso era característico en los Imblor.

- Los niños de ojos amarillos que hemos traído les gusta armar cosas. ¿Eso no te gusta?

- Me gusta dibujar, soy bueno en eso – repetí severamente, sin alzar la voz.

Me estaba arriesgando, no sabía si ellos sabían que así escribíamos, a cualquier niño de mi edad le gustaba dibujar y era extraordinariamente bueno. Me trajeron colores de todas las tonalidades y lápices de todos los grosores. Estaba en mi elemento, empecé a dibujar con mucha pericia y seguridad. Los presentes me veían, yo dibujaba rápido y preciso, sabía que era bueno. Ella seguía hablándome y yo simplemente la ignoraba, prefería concentrarme en las flores que dibujaba, eran las flores favoritas de las gemelas. Eso tal vez los haría creer que era un Imblor cuyo talento era ese. Todos ellos armaban cosas, esperaba que no quisieran que yo también lo hiciera después. Yo calculaba que se darían cuenta en una semana o dos, mis llamas saldrían solas tarde o temprano, lo sabía, y si eso no pasaba, este brazalete casi imperceptible se quedaría sin batería en algún momento.

- ¿Y mi hermano? – pregunté de nuevo, después de terminar mi dibujo

- Ese es un dibujo muy bien hecho, ¿me lo puedo quedar? - examinó la mujer ignorando por completo mi pregunta.

- ¿Y mi hermano? - Repetí casi molesto - ¿Dónde está?

- Cálmate, ok... Quieren ver como controla el agua, eso es todo.

Había olvidado por completo a Armin, era cierto que venía con nosotros, nos habían capturado juntos. La mujer pensó que Armin era mi hermanito.

- Ese es mi primo. Mi hermano es el rubio señora.

- Ya veo... No se parecen mucho, ¿o sí?

- Pues eso es obvio, mis papás lo criaron desde que era un bebé, por eso es mi hermano. ¿Dónde está?

- ¿Que poder tiene? Aunque no lo creas tenemos tiempo buscándolo.

- No tiene, ¿por qué lo buscaban? – inquirí intrigado.

- Su mamá se escapó cuando estaba embarazada. Quien la embarazó la ayudó a escapar. Se llevó a sus amigos y nunca supimos a dónde - el rostro ligeramente arrugado de la no muy atractiva mujer se contorsionaba en una mueca de ira que luchaba por esconder. Tragó saliva y continúo – Ese niño es clave en la investigación, no sabes cuantas veces intentamos juntar humanos comunes con los tuyos, pero por alguna razón casi todos murieron al nacer o antes, de resto murieron más adelante. Ninguno tenía los ojos de tu hermano, ni llegó a esa edad si quiera.

Yo no entendía porque esa mujer me contaba todo eso, era una mujer algo mayor y podía decir con toda seguridad que tenía gestos de bruja. Me daba risa pensar en si ella había intentado hablar con Ana, seguro fue una conversación interesante, pues Ana tenía un fuerte carácter y no tenía ningún tipo de problema en mostrar sus sentimientos o sus pensamientos, así que cuando alguien no le agradaba no dudaba ni un momento en demostrarlo, no solo de su grosero vocabulario, sino de sus gestos como tal, el simple hecho de cómo mirara a alguien era un claro indicador de si ese alguien le simpatizaba o no. No me parecía que ella le hubiera simpatizado a Ana, a mí no me agradó. Tampoco me la imaginaba llorando por la presión de esos extraños, para nada, creo que ella no tenía lagrimales, nunca lloraba.

Aquella mujer, también tenía un interés algo extraño por saber que poder tenían mis padres y sorprendentemente le dije. Eso fue lo último que se interesó en preguntar y que yo me interesé en responder. Aunque también decidí preguntar de esa palabra que había escuchado de casa, sobre los "Buscadores"

- Son los que están entrenados y capacitados para ir a tu mundo y traer niños como tú – contestó con esa macabra sonrisa – Ya hablamos suficiente pelirrojo, llévenselo - ordenó ella dirigiéndose a un hombre joven para que me llevara.

Me preguntaba, como los "Buscadores" sabían exactamente como esconderse en nuestro mundo y también desaparecer sin ser detectado. En fin, no tenía tanta cabida para pensar ahora, noté que me hallaba en una silla de ruedas, por lo que el hombre simplemente empezó a rodarme lejos de esa mujer. Esa mujer fue rara para mí, ¿Que le harían a Aaron o a Armin o hasta a mí mismo?, no sabía si era la droga rara lo que me mareaba o era esa terrible jaqueca, de cualquier forma me apretaba la cabeza con una de mis manos, sentía que me iba a quedar dormido o me moriría, lo que pasara primero. Quien me llevaba no tenía muchas intenciones de hablar, eso me agradó en parte, así no tendría que sostener otra conversación tan extraña como la que había tenido con la bruja de la otra habitación. Mientras me movían en la silla, el mundo me daba vueltas y vueltas, sentía el calor de muchas personas, pero no las veía, debían estar detrás de esas blancas puertas.

Casi todo era blanco en ese sitio en realidad: las paredes, las puertas, el techo, los uniformes de los humanos que custodiaban esas instalaciones, también el uniforme de la mujer era blanco, pero sólo era una bata, debajo tenía una ropa azul marino, el tipo que me empujaba tenía uno parecido, sólo que ese si era blanco. Este sitio tenía además, un nauseabundo olor a limpio, era un hedor penetrante a lejía, atribuía mis mareos a eso también. Pasábamos por corredores y corredores interminables, podía sentir vida en la mayoría, hasta en uno - no estaba seguro - sentí el calor de Ana, pero era imposible saberlo, no estaba pensando claramente, y para encontrar a una persona en particular, tenía que concentrarme mucho, cosa que la pesadez que tenía ahora no me permitía. En cada pasillo por el que cruzaba, había varias puertas, ninguna se abría desde dentro y todas tenían una gran ventana al lado, cubierta por una cortina en el interior. Por fin nos detuvimos frente a una, el hombre la abrió introduciendo una tarjeta. Después me dejó ahí dentro, sobre una cama, donde por fin podría caer en ese abismal sueño que sentía, pero no por mucho tiempo, una vocecita me sacudió para despertarme.

- Oye niño, ya has dormido mucho. Despierta - me decía un niño que no reconocía. Había descansado como dos horas creo – Si no comes ahora, no podrás hacerlo nunca

Era un niño de mi edad, con los ojos amarillos, piel clara, cabello negro y miedo en el rostro. Había otros dos niños en el cuarto, eran un poco más pequeños que yo, se notaba que tanto yo como quien me hablaba, éramos los de más edad en esta habitación.

- ¿Dónde estamos Imblor? - pregunté al tiempo que intentaba levantarme de la cama, sobándome la pierna que aún me dolía un poco.

- Tengo seis días haciéndome la misma pregunta. Mi nombre es Neon, vengo de la aldea del padre Yhorgol N - dijo pasándome un plato con una papilla casi incolora -. Se ve mal, pero no sabe a nada.

- ¿Cómo salimos de aquí? – Pregunté sin rodeos, haciendo un esfuerzo por comer esa cosa terrible, el niño dijo que no sabía a nada, pero en verdad era horrible – Ah, y soy Alister, vengo de la aldea del padre Yhorgol A.

- No podemos salir, las puertas sólo se abren de afuera no de adentro. Desgraciadamente no he tenido la oportunidad de estudiarla a detalle, sino tal vez con una onda o algún tipo de magnetismo abra, pero ¡aquí ni siquiera hay con que trabajar! – decía abatido -. Cada vez que alguien entra, nos duerme, y antes éramos más, pero siempre traen nuevos, luego se llevan a alguien, y nunca vuelve. Al menos eso me dijeron los pequeños, yo sólo llevo aquí una semana.

- Si tuvieras algo que genere calor, ¿podrías hacer algo? – le pregunté, no tenía miedo de contarle lo que era, en nuestro mundo nadie le temía a nadie.

- Probablemente... Pero tendría que servir para armar algo, aquí no hay nada y creo que nos observan todo el tiempo. – me susurró

- Soy un Firewall - dije susurrándole de vuelta.

- Eso sí es útil, te estaré avisando pelirrojo - contestó susurrando todavía - no te delates o te pondrán con los demás – Asentí y ambos seguimos comiendo.

- Dime Rojo, así me decían en casa.

- Ok, lo tengo, Rojo.

Neon sería un gran amigo, me daba consejos útiles, como que hablara lo menos posible y que no les preguntara nada a los guardias, ellos debían hablarme primero o si no, me darían una paliza con la que no querría volver a hablar por mucho tiempo. Le pregunté qué hacía cuando se lo llevaron, dijo que nada, estaba enfermo y lo atendían en la Yara, se quedó dormido y despertó aquí. Ni siquiera se dio cuenta, también me platicó que ahora su mamá estaría muy sola, hace un año su marido había muerto y ahora habían secuestrado a sus únicos dos hijos, Neon y su hermanita Naki.