Mamá fue con Asia a dar las posibles causas – involucrando a presuntos culpables y todo –, de las desapariciones de los niños, a la casa del árbol donde el padre Yhorgol A habitaba, mientras papá se quedó con nosotros cuatro, cuidando principalmente que no saliéramos a buscar pistas del paradero de nuestra amiga. A las gemelas se les veía un semblante lleno de alegría al ver que su padre por fin había llegado, pero él tenía una cara demasiado agria y fría, algo que no era característico en él, y mucho menos cundo estaba con sus hijas. Ellas eran la luz de esa casa.
- ¿Qué tienes Papi? ¿Estás preocupado por Ana? No te asustes, Ana es una gran bromista, tal vez se escondió - dijo la pequeña Arty, quien a diferencia de su hermana, prefería pensar eso.
- No hija, desapareció... No está jugando, son tiempos difíciles, hace unos meses que esto pasa.
- ¿Nosotros también vamos a desaparecer? - preguntaba preocupada, casi lista para retomar el llanto.
- No mi Florecilla, ni tú, ni tú hermana, ni tus hermanos. ¿Sabes por qué? - la niña movió la cabeza de lado a lado – porque tú papá es un Firewall, y quemará a cualquiera que le ponga un dedo encima a sus hijos. Así que no tienes que llorar, ¿por qué no duermes una siesta? - dijo cargándola
- No quiero, quiero estar contigo y Anni también. Dormiré contigo y mamá hoy también. ¿Puedo?
- ¡Yo también papi! - dijo Anni, que aún tenía su muñequita entre sus brazos – mi muñeca tiene miedo
- Está bien... ¿Por qué no juegas otro rato con tú bebé? Está llorando, creo que tiene hambre.
- ¡Vamos Arty! El bebé tiene hambre, en nuestro cuarto está su comida.
Ambas corrieron a su cuarto sin cerrar la puerta, sólo se escuchaban sus risas, siempre eran muy tiernas y el que papá estuviese en casa las reconfortaba y hacía que el miedo se disipara. Era imposible para cualquiera decirles que "no" en algo, tal vez las estábamos malcriando un poco, pero es que ellas eran un encanto. Además, tanto él como yo conocíamos la mejor treta para que se calmaran, por alguna razón, decir que la muñeca estaba llorando siempre servía para ambas.
- Tenemos que buscar a Ana papá – le dije con total severidad, sentándome a su lado en el sofá – Aaron puede seguir un rastro mejor que un Carbion.
- Sí puedo, y soy el mejor dando golpes - afirmó él, sus destrezas luchando eran realmente buenas ahora, parecía que sólo era instinto, pero había que admitir que ya hacía tiempo que no perdía una pelea contra ningún niño, cosa que lo enorgullecía, y también lo hacía más sociable por alguna razón.
- Nadie va a buscar a nadie, me oyen... - dijo en tono severo – Ya es de noche, mañana cuando sea de día iré con ustedes a dar una vuelta. Lamento decirlo, pero ninguno de los niños que ha desaparecido ha vuelto, ¿ok? No quiero dos más a la lista y menos si son los míos - hizo una pausa y luego nos miró a los ojos –. No quiero perderlos, ustedes son importantes para su madre y para mí.
- Nadie se va a perder - respondí con una gran seguridad – Si son humanos los que se llevan a los niños, quizás sólo están buscando a los que no son peligrosos. Se llevaron Imblors, unas Jerk, también Dombies y Yatras. Estoy casi seguro que Ana es la única Tudy que se han llevado, y de seguro no están interesados en Firewall, ni impuros.
- Aquí no se han llevado Firewalls – contestó suspirando cansado – En esta parte de la aldea no hay tantos, tú lo sabes, y Aaron es el único impuro que hay. Del otro lado de la aldea y en otras se han llevado Firewalls, Tindler, Warguas, Tudy, etc. Ningún poder se salva hijo, la respuesta sigue siendo la misma, no saldrán.
Me enojé, lo decía con tanta calma, ¿acaso no le importaba? ¿Acaso no podíamos hacer un esfuerzo y dar un último vistazo entre los tres? Él era grande y fuerte, cualquiera que quisiera herirnos o llevarnos, tendría que pensarlo dos veces tras mirar esos ojos carmesí, incluso intenté usar este punto a mi favor, pero ni siquiera quiso escucharme. Yo nunca le alzaba la voz o lo desobedecía era un niño tranquilo, pero esta vez sí que lo hice, me sentía realmente disgustado ante esto. Él nunca me trataba tan deliberadamente como a un niño, siempre me trataba como a alguien grande – bueno más o menos.
- ¡Ningún Firewall que se perdió es como yo! Yo si soy bueno y – le espeté a nada de gritarle
- Basta – me interrumpió, alimentando más mi descontento.
- No, basta tú – bramé rojo de ira – ¡¿No te importa que ella se perdió hoy?! Alison también desapareció, tampoco te vi buscándola – continuaba gritando - Ojalá yo me pierda, así no tengo que hablar más contigo, te odio – antes de darme cuenta estaba llorando. Ana era grosera, pero estaba todos los días en casa, no recordaba mi vida sin ella.
- ¡Yo también! ¡Eres un injusto papá! – Bramó también Aaron – ¡Yo soy el único impuro que hay en todas las malditas aldeas! ¡Ni siquiera me dejaste encontrar el rastro de Alison cuando se perdió! ¡Déjame hallar este! – A ambos también nos dolió que Copo de nieve se hubiese perdido (aunque un poco más a él), pero en esa ocasión, fue peor, porque en realidad no había rastro ni indicio de ella.
Aaron y yo seguimos discutiendo casi llorando (o llorando) por la impotencia, hasta que me cansé y comencé a caminar hacia la puerta, eso despertó la verdadera rabia de papá. Él rara vez se molestaba, no nos gritó – bueno, tal vez un poco - solo habló con dureza y se paró frente a mí, admitía que su tamaño le ayudaba a hacerlo un poco imponente.
- ¡Alister Jr. Garta! Por última vez, no te vas a ninguna parte. ¿Saben qué? Vayan a dormir, ahora – me haló por un brazo y con increíble facilidad me montó en su hombro, hizo lo mismo con Aaron y nos dejó en una de nuestras camas. Yo era un niño grande, esperaba estar destrozándole el hombro con mi peso.
Se veía enojado, ninguno quería hablarle ahora, me voltee para no seguir viéndolo, justo ahora no quería ser su hijo. Era una tontería de niños lo sé, pero cuando uno no ha vivido mucho, la mayoría de cosas parecen el fin el mundo. Aunque ésta si me lo parecía. En nuestro cuarto, había dos camas y un armario que prácticamente estaba en la pared, tapado con una cortina. Era una habitación pequeña, pero cómoda, lo suficientemente grande para jugar dentro de la misma. Se sentó entre nosotros e intentó hablarnos, mientras le dábamos la espalda.
- Yo también quiero a Ana. También quiero a Alison, pero no sé dónde están, ni a donde las llevaron. Su mamá y yo los adoramos, a los cuatro. Pero no podemos buscarlas, no ahora... – intentó verme a la cara - No sé qué haría su mamá si se perdieran, ¿vieron cómo estaba Asia? ¿Cómo estaba Andy? ¿Quieren que su mamá esté así también? – Aaron y yo nos miramos, luego lo miramos a él y negamos con la cabeza.
- Ana es mi mejor amiga en todo el mundo papá. ¿Qué pasa si no vuelve? – le dije haciendo un esfuerzo por contener las lágrimas, no me gustaba llorar.
Creo que no supo que responderme, sólo me dijo que me durmiera y mañana iríamos los tres a revisar si hallábamos un indicio de Ana. Dicho eso salió y fue a revisar a las gemelas. Aún era temprano, no sentíamos sueño, así que cuando papá se fue, empezamos a jugar con un juguete que me habían regalado hace poco tiempo. Era como un brazalete, se ajustaba hasta en los adultos. La mayoría de las veces no se notaba a simple vista y era capaz de cambiar los ojos de color, a ambos nos parecía gracioso tener ojos oscuros, amarillos, verdes, negros, morados. Así pasamos un rato, hasta que mamá llegó. Las gemelas salieron corriendo a recibirla, gustosas de verla otra vez, sólo se fue como una hora, pero para ellas fue como una eternidad, les encantaba estar con ambos.
- ¡Mami llegaste! - dijeron al unísono – No te vayas otra vez - dijo una de ellas – Papá estaba peleando con los chicos - prosiguió la otra.
- Después te cuento - musitaba papá – no fue nada.
- Ali dijo que odia a papá y que ya no quiere ser su hijo – dijo una de ellas. A veces ellas eran buenas confidentes, otras veces unas completas soplonas.
- En un rato les pregunto. Rojito quiere mucho a papá, no diría algo así enserio – le dijo mamá a mi hermana mientras la cargaba.
- ¿Mami? ¿Me das leche de pecho? – dijo la niña que llevaba cargada.
- Ya te dije que no, ya estás grande.
- Una última vez, por favor.
- Yo también quiero.
- Bueno, vamos a mi cuarto – cedió ella, siempre cedía con las gemelas.
Mamá les intentaba quitar la leche de pecho desde hace tiempo, pero ellas no querían dejarla todavía, últimamente había logrado que solo la quisieran antes de dormir de vez en cuando, era un avance. Por alguna razón no la dejaban, pero ella tampoco insistía tanto en quitársela. Esas niñas abusaban de su ternura.
Las niñas poco a poco se dormían lactando de mamá. Aaron y yo escuchábamos con sumo detenimiento, aún no decían nada interesante, pero no podíamos irnos. Cuando las niñas se durmieron, mamá creo que puso delicadamente a una de su lado y lo mismo hizo con la otra. Entonces se dispuso a hablar de un tema serio con papá.
- Querían salir a buscar a Ana, ¿verdad? – preguntó ella, él asintió.
Mamá era lista y nos conocía, se notaba a leguas
- No los iba a dejar hacer eso, les duela o me odien o lo que sea. Tengo miedo Arty - murmuró sentándose en la cama, intentando entrar con las gemelas en el medio – Si de verdad son humanos, ¿qué quieren? ¿Qué te dijo el padre Yhorgol?
- Qué había que tener una imagen más clara del sitio o de sus ocupantes. Dijo que de nada sirve ir a buscarlos sin saber a dónde ir. Pero los niños están atontados, creo que es una droga o algo así. Algunos no están del todo dormidos, otros no del todo despierto, y hay tantas lámparas, ¡Globners! ¡¿Por qué hay tantas?! Si hay mucha luz, tienen la vista borrosa; si están medio dormidos, sólo se oyen voces lejanas - tragó saliva y continúo -. No puedo ver el futuro de alguien que no está aquí, sólo saber qué está viendo u oyendo... Pero si no veo nada... Están muertos... A fin de cuentas, creo saber qué quieren de nosotros y tú también, lo que no entiendo es cómo se enteraron de cómo encontrarnos...
- ¿Crees que Richard les dijo algo? En el caso que sean Humanos
- No sé, puede ser, no lo creo. Dijo que nunca delataría nuestro mundo, el Padre Yhorgol dijo que era digno de confianza. ¿Desde cuándo no habla al aparato?
- Desde hace unos meses. Armin lo atribuye a que se descompuso, alguien intentó tomarlo
Nosotros escuchamos silenciosamente la conversación, acercando la oreja a nuestra puerta para escuchar mejor, escapando de la vista de nuestros padres. No decíamos absolutamente nada para evitar ser descubiertos, sólo hablamos otra vez cuando nos acoplamos en nuestro cuarto, después de haber escuchado la mayor parte de la conversación. De todas formas hablábamos por susurros para que nadie se diera cuenta que seguíamos despiertos.
- No fue Richard – me susurró Aaron.
- Tal vez fue indirectamente - susurré yo a mi vez.
- ¿Indi qué?"
- "Indirectamente" es cuando haces algo, pero como sin darte cuenta o haces algo malo sin querer.
- No eres un Imblor, pero eres más listo que el promedio. Siempre he dicho que eres un adulto chiquito.
- Ajá - lo ignoré – Me gusta leer, eso es todo. Eso y que mis abuelos son Imblors
- ¿Quieres buscar a Ana? – inquirió Aaron
- Obvio – le contesté rápido casi por instinto.
Tuvimos que esperar una eternidad para que mamá y papá se durmieran, ni siquiera sé cómo lograron dormir los cuatro en la misma cama (o si papá habrá dormido en el suelo). Finalmente tuvimos gran certeza de que al fin estaban dormidos, salimos a la calle y estaba desolado por completo, no había ni Carbions, probablemente tenían que cuidar y proteger a sus propios hijos. Encendí una flama pequeña para ver mejor, en realidad no me hacía falta, por alguna razón los ojos de los Firewall funcionan bien sin luz, pero los de Aaron no.
El rubio empezó a arrugar la nariz como si olisqueara algo, acercó la nariz lo más que pudo al suelo y se movió gateando como si fuera un animal. Agradecí que nadie nos viera.
- ¿Encontraste algo? – pregunté, aun sosteniendo sin esfuerzo aquella flama.
- Aquí hay un rastro fresco, es del medio día, pero aún sirve – siguió gateando en el suelo en la búsqueda minuciosa del aroma.
- Estamos caminando hacia los árboles de fruta, ¿estás seguro? – Le pregunté caminando detrás de él - Escuchamos a Asia decir que estaba dormida.
- Pues se salió y vino aquí, este es su aroma. También los Carbion le dijeron que hasta aquí llegaba.
Me gustaba el claro, además, ahora tenía una pequeña laguna, cortesía del tío Armin, que decía que era perfecta para que su hijo practicara en las tardes, pero hacía tiempo que el niño no iba a aquel sitio, al menos no desde que se empezaron a perder niños. Ya no salía ni a mi casa, ni a ningún lado desde que se perdió su hermana.
Encendí las lámparas que se prendían con mis llamas, como eran lámparas de aceite, no necesitaban que las mantuviera avivadas, era una suerte.
Aaron se detuvo en seco y se levantó de un brinco.
- Ya no hay más, eso es todo. Tal vez por eso Asia la buscó aquí primero, su olor estaba casi fresco... Pero espera, también hay otro olor - dijo arrugando la nariz otra vez, en señal que estaba olfateando – Hay otro olor, pero está escondido con algo... No sé, es raro. Debe ser una persona quitándose su olor por alguna razón.
- ¿Los humanos huelen diferente?
- Un poco, sí… - respondió Aaron – A los humanos es como si les faltara algo para oler como un Yhorgol, al menos así olía Richard.
- Ese es el olor que están escondiendo. ¡El de humano! No quieren que los Carbion los detecten. – Sugerí acercándome más a mi hermano para ver si olfateaba algo más – ¿Crees que los Carbion lo hayan olfateado también?
- Yo estoy casi seguro que busco mejor que los Carbion, así que no creo, está muy oculto. Vámonos, tal vez encuentre un rastro de humano. Sé cómo huelen desde que Richard estuvo aquí, pero este no es Richie. Aunque no estoy del todo seguro si sí es humano... Richard fue el único que conocí en toda mi vida. No todo el mundo huele igual. Oye, a qué crees que se refiriese mamá con Buscadores, yo nunca había oído de eso.
Yo tampoco, pero no le presté importancia. En fin, Aaron no encontró ningún rastro, era como si ambos olores - el de Ana y el humano o lo que fuera - hubieran desaparecido por completo. No nos quedó más remedio que volver a casa y entrar tan sigilosamente como salimos, cuidando de no despertar a nadie, pero cuando llegamos, nuestros padres estaban más que despiertos, aliviados de vernos. Mamá corrió a abrazarnos. Ella evidentemente pasó por nuestro cuarto poco después que saliéramos - no estaba tan dormida como pensamos.
- Ya mami, no llores. Sólo salimos un momento, apenas fueron como diez minutos, tal vez menos. No caminamos muy lejos - intentaba calmarla sonriendo culposamente, mientras ella se negaba a soltarnos. Después de todo, yo estaba molesto con papá, no con ella.
- Les dije que no salieran - nos regañó en voz baja, pero severa papá – ¿Qué hubieran hecho si se los llevaban? Miren a su mamá.
- Yo estoy bien, si ellos lo están. Los amo hijos – y nos dio un beso a cada uno -. No me asusten otra vez, ¿sí?
Ambos asentimos, pero la cara de nuestro padre no era tan amable como la de mamá, estaba visiblemente malhumorado. Cuando se molestaba, sus ojos rojos brillaban como un rubí incandescente, si no gritaba era porque no quería alzar la voz, pues las gemelas dormían y aunque no lo demostrara del todo, sabía que lo tranquilizaba el hecho de que estuviéramos a salvo. Mamá se fue a asegurarse que las gemelas estuvieran bien, al tiempo que papá hablaba con nosotros en la cocina.
- ¿Estás molesto? - preguntó Aaron.
- No... Bueno, un poco. Lo que hicieron hoy no lo hagan de nuevo. No les gritaré, aunque debería. Los quiero mucho, hijos. Solo no quiero que se pierdan también.
- No lo haremos, te lo prometo - dije con seguridad
- Vayan a dormir, y no huyan más – mientras ambos caminábamos con la cabeza gacha hasta nuestro cuarto, papá me dijo una cosa más -. Espero que cuando dijiste, que ojalá te llevaran también para que me importara, fuera broma Junior.
No le dije nada, aún estaba molesto con él. Sólo entré a mi cuarto y me puse mi pantalón de pijama, y mi suéter preferido. Aaron hizo lo mismo. No dijimos nada del rastro o del olor de humano a nuestros padres, sólo nos fuimos a dormir.