El tiempo no pasaba en vano, Aaron y yo habíamos crecido bastante, nuestra luna ya era azul oscuro y pronto cambiaría a verde (11 años), no tuvimos muchas noticias acerca de Richard, sólo nos habían mencionado que se había vuelto a casar, pero no dijo nada de la mamá de Aaron, seguro se sabía de ella en otro muro, pero Richard no se sintió entusiasta de preguntar en todas partes si habían visto a esta mujer, cuya vida se veía extinguida en esa monocromática foto.
Las gemelas estaban enormes también, sus lunas ya eran rojas y nunca estaban separadas, adoraban estar en casa con mamá, y se emocionaban más cuando papá llegaba, ya lo dije antes, una era una Fioner y la otra una Tudy, eran preciosas - al menos eso pensaba yo, las adoraba más que nada en el mundo -, pero últimamente habían estado irritables, no las dejaban salir, en realidad últimamente nadie dejaba salir a los niños a menos que estuvieran acompañados, pues extrañamente se estaban perdiendo, principalmente niños entre la luna roja y verde. Nadie sabía hacia donde desaparecían sus hijos, pero ya tenía unos meses ocurriendo sin razón aparente, algunos lo estaban atribuyendo a algún animal salvaje o alguna no muy amigable persona, sin embargo, muchos menos tenían otra teoría... Eran humanos, tal vez el humano que se fue nos delató, pero eso tampoco tenía del todo sentido.
- ¡Alister! ¡Estoy aburrida! Cárgame - exigía Anni, ella era mi hermanita Tudy - En tu espalda, como lo hace papá, por favor - seguía la niña sacudiéndome para levantarme del sofá.
- Ya te cargué todo el día Anni, ya me cansé - le respondí estirando el cuerpo sobre el sillón.
- ¡Entonces salgamos a jugar! Mamá está en el frente de casa sembrando flores con Arty. No nos vamos a perder. Ven tú también Aaron, estoy muy aburrida - suplicaba ella casi llorando.
- Bueno, vamos, pero no nos podemos alejar de mamá. No te transportes a ningún sitio que escape de su vista o la nuestra - le dijo Aaron, agarrándole la mano, mientras abría la puerta - ¿Vienes Ali? - yo asentí, también estaba harto de estar dentro todo el día, y no confiaba en Aaron para jugar con Anni, a veces era muy brusco.
Casi siempre había niños jugando afuera, pero ya no tanto, por eso la calle estaba algo desierta. De todas formas el simple hecho de estar fuera alegraba a Anni, jugaba a hacer pasteles de tierra con nosotros, pues su inseparable hermana estaba haciendo crecer flores en el jardín de mamá. Ella no las había sacado juntas porque Anni se transportaba de un sitio a otro sin avisarle y le aterraba perderla de vista, por eso, el hecho de que saliera con nosotros, sus hermanos, la tranquilizaba.
- ¡Mami mira! Hice un pastel de chocolate - decía Anni acercándole un pedazo de barro con forma
- Ya veo hija, se ve delicioso. ¿Quieres hacer pasteles con tu hermana Arty? - la Fioner asintió y se dispuso a ir hacia donde estábamos nosotros. Mientras tanto, Aaron se le empezó a acercar para hablar con ella, dejándome cuidando de las niñas.
- Mami, ¿por qué crees que desaparecieron los otros niños?
- No sé hijo, no he tenido visiones con eso, intento ver lo que les pasa, pero no veo nada, sólo oscuridad y luz, no sé qué significa, creo que están muy lejos.
- ¿Crees que hayan sido los humanos?
- Espero que no, creo que no. Mejor vuelve a jugar con tus hermanas amor, yo voy a limpiar la tierra sobrante - dijo, al tiempo que acomodaba la tierra para que se viera más estética, siempre con un ojo puesto en sus cuatro hijos. Estábamos teniendo una tarde tranquila nosotros cinco, hasta que un sollozo acabó con la paz. Nos asustó a todos.
Era Asia, estaba llorando por alguna razón, apenas ayer había estado allí en casa, acompañada de Ana y su nuevo bebé, cuya luna todavía era rosa. Eran aproximadamente las cinco de la tarde, sólo esperábamos a que papá llegara a casa, pero la llegada de Asia fue inesperada y turbadora.
- ¿Asia, qué pasa? ¿Qué tienes? - preguntó alarmada, nosotros también observábamos a Asia con atención, a los cuatro nos daba miedo, en especial las gemelas, ellas se escondieron detrás de mí como por instinto.
- ¡No encuentro a Ana! - sollozaba la mujer cambiando al niño que llevaba en su brazo derecho al izquierdo. Ahora si tenía toda mi atención – ¡Se perdió hace horas! Primero pensé que había salido con su papá, pero mandé a un Carbion y ¡no! La busqué dónde están esos arbustos y árboles donde juega con tus hijos, fuí a la Yara, a la Yura, ¿tampoco está aquí? Te ruego que me digas que sí está. Su papá ha preguntado por todas partes, sabes que a veces se esconde.
Su desesperación era desgarradora, lo que había comido se me revolvía solo con pensar que también se habían llevado a esa Tudy malhablada, después de todo ella era mi mejor amiga desde que tenía memoria.
- No la he visto en todo el día, ¿ustedes la vieron hijos? - preguntó mamá abrazando a Asia, su tono era de una absoluta inquietud, casi parecía que iba a llorar con su amiga.
- No la hemos visto - respondió Aaron, rascándose la cabeza -. Ayer si vino, pero hoy no, tal vez si me das algo para oler pueda rastrearla, conozco su aroma
- Yo puedo ayudar a buscarla también – musité, debía hacer algo – Reconozco el calor que producen las personas que conozco.
- Gracias niños, pero ya un Carbion lo intentó y no encontró el rastro, se perdió en los arbustos donde juegan casi siempre - dijo Asia ligeramente más calmada – "por eso después pensé que estaría aquí. ¡No sé porque salió! ¡Le dije específicamente que no saliera sin decirme o sin que la viera! ¡Pero ella siempre hace lo que quiere! ¡Solo obedece al cuatro ojos de su papá, y a veces! ¿Puedes intentar buscarla? Por favor Arty, te lo ruego, intenta ver a través de sus ojos, tal vez eso nos dé una pista. Es mi niña.
- Claro, ven, pasa. Ustedes también entren, jueguen un rato con las gemelas, esto las está asustando. - susurró mamá a nuestros oídos, pues las gemelas estaban empezando a llorar y no quería que siguieran escuchando una conversación de adultos.
Asia pasó y se derrumbó en el sofá, con su niño sobre su regazo y las lágrimas escurriendo por sus mejillas como dos cascadas infinitas. Mientras tanto, nosotros obedecimos de mala gana, llevando cada uno de la mano a una gemela a nuestro cuarto, donde intentábamos sacarles sonrisas con muecas y juegos, pero sin éxito, ahora que se había perdido otra persona que en realidad conocían no lo podían tolerar, sólo podían llorar y por cómo estaba la mamá de Ana, tal vez ella no volvería a su casa, justo como el resto de niños desaparecidos...
- Ana desapareció... ¡Hay que buscarla! - dijo Aaron, mientras acercaba una oreja lo que más que podía a la puerta cerrada.
- No podemos, no ahora- dije tristemente - Mira a las gemelas, están aterradas - respondí intentando cargar a una de ellas para sentarla en mis piernas – No llores Anni, Ana es una bromistas de fama mundial, tal vez se escondió"- mentí para calmarla.
- O tal vez no – berreaba también la otra gemela – ¡Quiero a papá Alister! ¡Tengo miedo! ¿Y si Ana no jugaba?, ella nuca se escodria por tanto tiempo.
- "Escondería" Arty - la corrigí - Pronto debe llegar, mientras tanto porque no... - antes de continuar hablando, busqué por la habitación algo que hiciera que se calmara - juegas con tú bebé, mírala - y le señalé una muñeca de cabello rojizo que estaba sobre la cama de Aaron – seguro quiere jugar con ambas, creo que también llora - eso último se lo susurré a ambas niñas, quienes habían dejado de gimotear, al ver la muñeca.
Yo adoraba a mis hermanas, siempre las cuidaba, no me importaba hacerlo. Las hacía reír y jugaba con ellas constantemente. Primero muerto a que algo le sucediera a esas niñitas. Aaron también las adoraba, pero ellas me preferían siempre a mí, pues decían que yo era igual a papá, por lo que tendían a seguirme más, en cambio Aaron siempre era su segunda opción, a veces era una suerte para él, pues así no tenía que jugar todo el día con ellas, sólo cuando quería, en cambio yo, no tenía muchas opciones. Últimamente luchaba por que se entretuvieran lo suficiente dentro de casa, puesto que estar allí tanto tiempo les fastidiaba demasiado y las ponía irritables. A nosotros también, era normal que los niños siempre estuvieran afuera. Las gemelas ahora se encontraban más tranquilas, abrazando a su muñeca, entonces Aaron con su sensible oído se dispuso a oír su conversación, su audición era tan buena que inclusive decía qué hacían, en fin esto decían ellas:
"- Dime, ¿cuándo fue la última vez que la viste?" - le preguntó mamá.
"- Hoy... Fue como al mediodía, yo estaba cambiando al bebé, y la escuché cerrar la puerta de su cuarto. ¡Lo juro! ¡Dijo que dormiría una siesta y después se transportaría aquí, pero la busqué en su cuarto y ya no estaba!
"- Es mucho tiempo... No estoy segura si la podré ver, ¿tienes algo de ella?"
"- Un mechón de cabello, ¿te sirve? - sacó una bolsita de tela de su gran busto -. "Sé que necesitas un diente o cabello o algo así. Por eso traje el mechón".
Tomó el rizado y corto mechón en una de sus manos y cayó en ese estado de inconsciencia en el que se hallaba cuando iba a predecir el futuro de alguien o ver lo que veían sus ojos. Por lo general las visiones que proyectaba la joya que se colocaba, tenían voces, que ella repetía con la suya, ya que los sueños no tenían sonido. Pero este en particular, no tenía ninguna, era como los demás sueños de los desaparecidos, sólo se veían luces blancas y una vista nublada, eso indicaba que estaba viva, pero quién sabe dónde. En este sueño, sólo pasó un evento distinto que en los anteriores, un hombre no tan viejo se acercó, y las luces se apagaron. Asia empezó a llorar. Aaron tuvo que asomarse para ver la proyección.
"- ¡Arty! Está muerta! ¡Dímelo, puedo con eso!" - dijo sacudiéndola
"- ¡No! No está muerta, estaba despierta, pero el hombre que se acercó hizo que volviera a dormir. Creo que era un humano, sus ojos eran marrones, pero, no estoy del todo segura, la vista de Ana está borrosa, le dieron algún fármaco. Aunque el tipo dijo algo, dijo ‹‹Buscador››, pero no escuché bien, Ana está muy mareada"
"- ¡Dijk! ¡Hay que decirle al padre Yhorgol! ¡Ahora sí tenemos la prueba!"- vociferaba Asia, ahora no sólo llorando por tristeza, sino de ira, aunque el bebé que se negaba a soltar, si lloraba con sentimiento, en eso estaba desde que llegó a mi casa.
Aaron se sentó en el suelo, ambos estábamos preocupados, el llanto de Asia era tan fuerte que de seguro ya todos los habitantes del mundo Yhorgol lo habían escuchado. Antes de que esto ocurriera, Ana se escondía de su mamá para jugarle bromas y yo siempre la encontraba, debía encontrarla otra vez, tal vez los Carbion no buscaron bien. Al momento que la tía Asia lloraba y maldecía, llegó papá, entrando muy tranquilo por la puerta, hasta que escuchó al bebé de Asia llorar muy fuerte y a la misma, insultar y maldecir como nunca, no le sorprendía para nada el cómo hablaba Ana por eso.
- ¿Y ahora qué pasa? No te escuchaba maldecir así desde que... - río entre dientes, aunque sólo, ninguna de las mujeres reía, estaban muy serias - ¿Qué pasó? - preguntaba transformando su sonrisa del principio por un semblante preocupado
- Ana desapareció... - respondió mamá, acercándose a él para abrazarlo - Tengo miedo Alister - susurró ella, acercándose lo más que pudo a él.