Yo nunca había oído esa historia, me tomaré la libertad de contárselas yo mismo. Mamá siempre ha sido muy amable, tan educada, casi no parecía que había tenido una vida difícil, pero por el relato que oí, su padre era un hombre malo - aunque creo que esa palabra se queda corta -. Por eso no hablaba mucho acerca su familia, no era un recuerdo grato. Su padre era un Fortine - de los fuertes, por si acaso - si ella hacía algo que él considerara "incorrecto" la castigaba rompiéndole un hueso o dándole una paliza - aunque con eso, también le rompía algo a veces -, era un agresivo. Su tipo de poder, lo hacía muy fuerte, podía levantar cualquier cosa y romperla también, además como Fortine, tenía una vasta memoria muscular, recordando que hacer para no matarla. Sus ojos grises le daban tanto miedo a mamá, al menos eso le dijo papá a Richard. El punto es que para él, o sea mi abuelo, todo lo que mamá hacía estaba mal, y merecería un "castigo digno"- así les decía -. Si llegaba tarde de la Braca, un puñetazo en estómago, con tanta fuerza que en una ocasión vomitó sangre, y ella pensó que eran sus tripas; si no estaba en casa antes de que él llegara del trabajo- los días que trabajaba- cuando llegara, su padre la estaría esperando para golpearla y que pareciera un accidente. Además como su mamá estaba muerta desde hace tiempo, ella debía hacer todas las labores del hogar, que sí no estaban hechas en el tiempo que él le daba, también le tocaría otro " pequeño castigo"; pero para él, la peor de todas las cosas era, que ella hablara con algún niño, eso sí se merecía romperle un hueso sin ningún tipo de arrepentimiento, aunque a decir verdad, todo parecía merecer eso.
Ese comportamiento, era algo atípico en mi mundo, sólo que este hombre estaba algo trastornado desde que su esposa murió y hasta cierto punto, creo que odiaba que se parecieran mucho, quiero decir, mi abuela y mi madre. Muchos tuvieron historias distintas sobre el caso, algunos que se golpeó la cabeza y por eso quedó así, otros que la muerte inesperada de su mujer fue demasiado para él y unos pocos que siempre fue así y sólo fingía ser bueno. La verdad, nunca había conocido a alguien a quien le hubiese ocurrido algo parecido, pero supongo que nada es tan perfecto al final, siempre habrá una minúscula parte mala o deficiente, que será la escogida para desaparecer – o no, lo siento, sólo soy dramático.
En conclusión, la infancia de mi madre fue un infierno, porque su papá era un mentiroso muy bueno, cuando la lastimaba y la llevaba a que la curarán - cuando la llevaba, ¿ven de lo que hablo? Había algo mal en él, no la quería muerta, pero que viviera no era una alegría -, siempre inventaba las mejores excusas, espantosamente creíbles. Ella siempre seguía la corriente de sus mentiras, pues temía de lo que podía hacerle si no lo hacía ¡Era un hombre horrible! Sin embargo, poco después de que volviera de la Yara, de una de las tantas veces que había ido a lo largo de su vida, pasó algo... Un día, ese día, alguien la vino a visitar, la única persona que lo hacía era Asia, y quién llamaba, ni siquiera se escuchaba como una niña.
- ¿Quién es? - preguntó ella sin abrir la puerta.
- Alister! Abre, te... Te... traje un regalo... – ese era papá, estaba perdidamente enamorado de ella
- ¡No puedes pasar! Estoy ocupada. Adiós – le dijo secamente ella
- ¿Qué haces? No importa, te traje chocolate, y... Y... Y esta flor – musitaba él, aún afuera
- Bueno, ¡pero rápido! A papá no le gusta que me junte con nadie - le respondió ella abriendo la puerta rápidamente sin hacerlo pasar
- Toma, le di formas de nubes, ¡yo mismo lo derretí! Y te conseguí esta flor, es rosa, como tus ojos y bonita, como tú.
- Bueno... Gracias, pero ya tienes que irte - ella miraba a cada rato a lo lejos esperando algo
- Está bien, me voy. Espero que te ayude a sentirte mejor, la hermana de mi mamá dijo que has ido a la Yara cuatro veces ya éste mes. No pareces torpe. Deberías usar gafas, tu papá dice que te tropiezas mucho. Mi mamá puede hacerlas, hasta mi hermano. Según él no es tan difícil.
- Adiós Rojo - dijo cerrando la puerta al fin - déjame en paz... No te quiero. No vuelvas.
Miró una última vez por la ventana, y su papá no había llegado, se sintió muy aliviada. Se sentó el suelo suspirando, mientras comía de los chocolates en forma de nube. A ella le encantaban las nubes, se imaginaba siendo una, y flotando libre por todo el cielo azul. Miraba la flor, era tan hermosa, '¿dónde la habría encontrado Alister?', pensaba ella. No importaba, no era la primera vez que él venía a su casa a traerle obsequios, era un niño muy agradable, y la verdad, le gustaba un poco. Tal vez ese era el miedo de su padre, que se enamorara y nunca más volviera, con su crianza era algo posible. Hace poco que ella había cambiado su luna azul, por una azul oscuro, y él le había traído otro presente, una muñeca de trapo, que era muy bonita. Sentía que tal vez eran regalos demasiado buenos para ella, y si su padre los descubría, tal vez la mataría; por consiguiente, los escondía en una tabla floja del suelo de su cuarto. Allí dentro, había un cuaderno, donde había guardado cuidadosamente cada una de las flores que papá le había regalado; el hecho de abrir su cuaderno y verlas, la hacía sentir especial, pero sabía que era mejor que él se alejara de ella, aunque fuese un firewall y ya no necesitara guantes, temía que un día su papá lo matara... Pues una noche soñó que su padre le rompía el cuello a su enamorado, luego la miraba a ella a los ojos y le decía "es tú culpa". Si lo mantenía alejado, seguro nada le pasaría a ese Firewall, y tal vez, después le gustara alguien más, cuyo padre no estuviera completamente loco, pero nada parecía alejarlo, cada vez venía más seguido y se ponía más en riesgo de que ese abusivo lo viera - y tal vez lo matara -. Por eso, se aseguraba de tratarlo lo más cortante posible. Detestaba que viniera diciendo que era la niña más preciosa de toda la aldea, eso en su opinión, era estúpido. Nunca usaba vestidos lindos, en realidad su papá no la dejaba usar ningún tipo de vestido – aún no usa muchos vestidos, es raro verla con eso puesto - así como no le permitía tener el cabello largo, sólo tenerlo hasta las orejas, por ello siempre sentía que parecía un varón y que mi papá estaba loco.
Ella siempre se quedaba en su casa a la espera de que viniera su padre. Mientras tanto, mi papá se preguntaba que más hacer para que ella lo quisiera, puede que sólo estuviera en su luna azul oscuro - 10 años - pero nuca se era demasiado joven para el amor, les recuerdo que muchos encontraban a su pareja siendo niños todavía. Caminaba hasta su casa pensando en eso, hasta que se encontró al tío Arden – el Tindler que mis abuelos adoptaron - hablando con otros Tindler. Lo empezó a halar de la camisa para hablarle, a lo que éste de mala gana accedió.
- ¿Qué quieres? - preguntaba él suponiendo que era.
- ¡Lo mismo de siempre! ¡Un consejo de hermano a hermano! - vociferaba papá
- Lo que quieras, no somos hermanos, pero eres lo más cercano que tengo a eso.
Siempre les recordaba a él y a Armin que era adoptado, sí los quería, solo que siempre sería muy sincero en el hecho de qué tuvo otra familia, nunca aceptó del todo perderla.
- ¡No digas esas cosas! ¡Sí somos hermanos! - respondía papá muy enojado.
- Ya, ya, ya. No te enojes Rojito - decía Arden acariciándole la cabeza, alborotándose la rojiza y espesa melena
- ¡No me trates como a un niño! ¡Ya mi luna es azul oscuro! - Decía rojo de pura ira - ¡Nunca me tomas en serio!
- ¿Qué te hicieron? Estás más irritable que de costumbre, con ese carácter incendiaras todo el valle - musitaba Arden riéndose.
- Olvídalo, me voy.
- Dime - le dijo muy seriamente halándolo de nuevo hacia él.
- Bueno. La niña de mis sueños me rechazó
- ¿Por eso estás así? ¿Y qué te dijo? - preguntó intentando no reírse otra vez.
- Me dijo que me fuera, y que no me quiere y nunca me querrá y que soy feo - decía abatido – no lo dijo exactamente así, pero se sintió así.
- Yo digo que no tienes remedio - río levemente - ¿qué niña es? Será la linda Yatra que vive al otro lado de tu casa - reía un poco más - sólo dile que la quieres y ya.
- ¡¡No!! Ya te he dicho mil veces que no me gusta, y que ella juega con Armin - decía ligeramente enfadado de que el Tindler se burlara de él y encima lo confundiera con su gemelo – Se llama "Arty" y es una Jerck, la Jerck más linda de esta aldea. Su papá es un Fortine, ya sabes, ese llamado Act, el que carga cosas a las herrerias ¿Crees que le agraden los Firewall?
- Ten cuidado enano... Oí una vez que ese tipo está loco.
- Es el padre de mi futura esposa hermano... En fin, no me diste ningún consejo bueno. Me voy con Armin, él sabe cosas - dijo alejándose rápidamente con sus largas piernas – ¡¡y seré mucho más alto que tú!! Espera un poco más - gritó antes de irse a buscar a su hermano.
Corrió hasta donde Armin jugaba a rompecabezas y cosas aburridas con otros Imblors. Al encontrarlo, le planteó la situación, diciendo que ya lo había intentado todo. Curiosamente, mi tío dijo que no tenía ninguna idea racional en este momento. Entonces, juzgando por la conversación que le dijo que había tenido con el Tindler, concluyó que Arden tenía razón en algo
- Tiene toda la razón hermano.
- Que quien juega con la Yatra de al lado eres tú - vociferó papá viendo hacia el cielo, mientras que Armin volvía los ojos en un ademán tipo: "y se supone que somos familia"
- Eso no... Yo sé quién juega con la Yatra – dijo indignado – Hablo de que tiene razón en dos cosas. Todo el mundo dice que ese tipo tiene una cara que da miedo y yo soy parte de "todo el mundo" y en eso que deberías declarártele por última vez - papá analizó un momento lo que Armin le decía – No hay nada que perder, las probabilidades no se ven tan en contra.
- ¿Me acompañas? - concluyó después de pensarlo unos instantes
- ¿Qué clase de gemelo sería si no apoyo tus locuras?
Dicho eso, se fueron a casa de mamá de nuevo. Armin analizaba el terreno minuciosamente, notando ciertas irregularidades, como que esa casa quedaba muy apartada de la aldea, y no tenía vecinos, quedaba detrás de una pequeña montaña, esa parte solo me hizo recordar al cuento que a mamá no le gustó. Además, esa casa no estaba a la vista de los Carbion, eso le pareció aún más sospechoso a mi tío. Llegaron rápido, había pasado poco más de media hora desde que él había estado allí. A penas llegó, papá se apresuró a tocar la puerta.
- ¡Arty, soy yo de nuevo! ¡Y vine a decirte algo!
- ¿Ahora qué? - abría la puerta rápidamente mamá, con mucho miedo en la mirada.
- Vine… vine... A... Decirte que... Nada... Mejor me voy – estaba tan nervioso, que su cara ya era más roja que su cabello.
- Eres un fastidio hermano - intervenía Armin con gran disgusto en la voz - él quiere decir que le gustas.
- ¡Cállate! ¡No es cierto!
Mamá miraba a ambos niños con incredulidad y no parecía prestarles demasiada atención, sólo podía pensar en que ojalá ellos se fueran antes de que su padre llegara, pero ya era tarde... Lo veía llegar a lo lejos, sabía que era él. Cuando la encontrara hablando con dos niños, seguro le iba a dar una paliza "en serio", pues siempre le decía que los "castigos dignos", eran una muestra de afecto y que él era el único que la quería, por eso nunca usaba toda su fuerza, solo un tercio, lo suficiente como para disciplinarla. Cada vez estaba más cerca, seguro ya la había visto.
- No te ves muy bien ¿Te sientes mal?- preguntaba Armin.
- Váyanse...- susurraba ella, casi no podía hablar, sentía que tenía un nudo en la garganta que iba en aumento.
- Alguien se acerca- dijo papá volviéndose- ¿es tú papá?
- Vete... ¡Rápido!- Gritó ella al tiempo que cerraba la puerta con agresividad.
- ¡Está decidido! ¡No me quiere! - decía papá mientras se alejaba a grandes zancadas.
- Creo que le pasa algo, la verdad - analizó el Imblor
Ambos siguieron caminando hasta que pasaron junto a mi abuelo, el hombre les dirigió una mirada muy colérica. Armin se asustó cuando vio aquella mirada e intentó no hacer contacto visual, mi padre en cambio, le dirigió otra, no demostraba miedo, tampoco ira, pero lo miró fijamente a los ojos mientras pasaba junto a ese tipo. Le daba mala espina.
- Camina hasta casa, quiero ver una cosa sobre ese hombre – dijo papá observándolo.
- No - respondió Armin con mucha decisión - ese hombre da miedo, no vas a ir tú solo.
- ¿Vas a ir conmigo? - decía, sin quitar el ojo de aquella ancha espalda, que se alejaba cada vez más de él, pero se acercaba cada vez más a mamá
- ¡Ninguno va a ir! Hay que llamar a la autoridad, llamaremos a la comitiva del padre Yhorgol A, para algo existen.
- Él la va a lastimar, lo vi en sus ojos.
- Eso de "ver en los ojos de la gente" no existe, ya te lo dije - decía Armin intentando halarlo a toda costa - Solo tiene una cara que asusta y ya, a veces pasa.
Empezó a caminar hacia esa casa, seguido por Armin que trataba de detenerlo sin éxito. Eran gemelos idénticos, su cara era la misma, pero papá siempre había sido ligeramente más alto - probablemente por ser el mayor-, más fuerte y necio también. Aunque sus diferencias físicas no fuesen tan marcadas, tenían un carácter algo distinto, pese a que ambos fuesen algo sensibles, papá, era muy decidido y solía hacer las cosas como mejor le conviniese, fuera o no fuera la correcta.
A pesar de las súplicas de su hermano, él siguió caminando, y Armin siguió detrás de él, no sabía que más hacer, no dejaría solo a su hermano, primero muerto que abandonarlo. Al ser gemelos, a veces sentían las cosas del otro. Papá sentía el miedo de Armin y Armin la fuerte determinación de papá; siempre habían sido así, casi podían saber que pensaba el otro.
Lentamente, volvieron a acercarse a la casa de mamá, su papá tenía unos minutos de haber entrado. Papá ni siquiera tocó, sólo intentaba girar la perilla de la puerta, pero ésta no cedió, estaba trabada. La iba a calentar a ver si así se abría, sugerencia de mi tío, quien no se atrevió a dejarlo solo pese a su miedo. El punto es que el Fortine abrió la puerta repentinamente
- ¿Y ustedes qué quieren? – inquirió
- ¡Nada! Ya nos íbamos... Sólo estamos abriendo casas al azar- dijo Armin, apresurándose por halar a su hermano de nuevo.
- ¡¿Qué le hizo?! - preguntó mi padre al hombre, quién parecía no entender la pregunta
- ¿Qué le hice a quién? - preguntaba de vuelta el hombre con rostro inexpresivo.
- ¡A Arty! ¡A Arty! – bramó -. Usted la golpea, seguro por eso siempre se lastima. ¡Déjala, ella es la niña más amable y linda que conozco! - le espetaba poniéndose rojo no por ira, sino por impotencia, mientras su hermano más bien se ponía pálido del miedo.
Aquel Fortine monstruoso no tenía demasiada paciencia para su propia hija y mucho menos para un niño extraño, quien obviamente sabía dónde vivía ella y probablemente la iba a visitar. En un ataque de furia lo haló por la camisa con mucha agresividad hacia dentro de la casa, mientras Armin se quedaba fuera dando golpes a la puerta, y gritando. Era tres veces más grande que papá, al menos que papá de niño, pero a pesar de todo no le temía, mi papá fue tan valiente como el caballero de su cuento. El hombre lo alzó por la camiseta y lo puso contra la pared con mucha fuerza, por lo que se mareó al recibir el duro golpe con el muro, sintió por un momento que se iba a desmayar, hasta que escuchó aquella voz, la de ella.
- ¡Suéltalo! ¡No le hagas nada! – rogaba mamá desde atrás del gran hombre.
Ya se le veía que había recibido disciplina, pues venía cojeando y con un labio partido, y eso que sólo había tardado unos minutos más que su padre para entrar, si hubiese tardado más, tal vez estaría mucho más herida o aún peor… muerta. Papá intentaba librarse del tipo a toda costa, pero lo sujetaba con fiereza por el cuello. Sus grandes manos sobre su delgado cuello de infante lo estaban asfixiando cada vez más, intentó quemarle, sin embargo, al sentir el calor sólo se enojó más. Le sujetó el cuello con una mano por un momento para romperle el brazo con la otra. Su cara cada vez se veía más morada, parecía que sus ojos iban a salir por sus cuencas. Entendía porque mamá le tenía miedo a esa historia, no hablaba de ella ni de casualidad, tal vez casi perder a papá de niños, era lo que la afectaba, pero no fue solo eso.
- ¡Esto es tu culpa Arty! ¡Debes hacer siempre lo que yo digo! ¡Soy tu padre! - gritaba el hombre con ira en el rostro – Jamás debiste acercarte a mi hija.
Pero papá no se rendía con facilidad, con sus últimas fuerzas, dio un soplido que lanzó una llama directamente a la cara del monstro. Éste lo soltó, dejándole caer al suelo, tocándose el cuello con el brazo que aún tenía sano. Casi al mismo tiempo, el tío Armin logró entrar rompiendo la manija de la puerta con alguna roca que encontró. Él escuchaba todo desde fuera y por eso su desesperación por entrar sólo fue en ascenso, hasta que lo logró, pero al entrar, lo que encontró lo horrorizó: El Fortine gritaba y maldecía con la cara humeante, mientras su hermano estaba tirado en el suelo casi inconsciente y con un brazo muy partido. Era necesario salir de allí antes que el tipo quisiera perseguirlos.
De allí en adelante papá no recuerda que pasó, pero lo sabe solo porque el tío Armin se lo contó. Lo último que recordaba era a Armin gritándole que se levantara y él no sintiéndose en condiciones de seguir esa orden. El punto es que entre mamá y mi tío, se unieron para levantar a papá, por suerte ella era fuerte, a pesar de eso, mi abuelo los perseguía y casi les pisaba los talones, hasta que mi tío se detuvo y le susurró a mamá que se quedará allí con papá y no emitiera ni un sonido. Si yo hubiera sido ella, habría pensado que me estaban abandonando, de seguro eso pensó. Pero no, el Fortine estaba completamente ciego por las flamas de papá, solo los perseguía por el ruido de sus pisadas. Armin corrió él solo, para lograr alejarlo y buscar ayuda al mismo tiempo. Funcionó, en unos minutos unos Tudys los buscaron para llevarlos a la Yara, donde esperaban mis abuelos y mi tío Arden.
- ¡¿En qué estaban pensando?! ¡Globners! ¡Pudieron haberse muerto los tres! ¡Tú eres el Imblor Armin! ¡Había más soluciones y lo sabes! - le estaba gritando enfadado. Aunque no lo demostrara todo el tiempo, él en serio los quería. Para infortunio del tío Armin, solo le gritaban a él, pues sus padres estaban con papá y lo habían dejado cuidándolo - Cuando vieron a ese tipo debieron haber llamado a la comitiva del Padre Yhorgol.
- ¡Obvio no fue mi idea! ¡Fue de él! ¡Cuando se le mete algo en la cabeza, es imposible! Además, tú le dijiste que se le declarara.
- Exacto. No le dije que se enfrentara contra un Fortine. Como sea, ya está mejor - respondió Arden suspirando más tranquilo.
- Si él no hubiera hecho nada, yo estaría muerta... - intervino mamá, en voz tan baja que parecía susurro y se sentó en el suelo a llorar.
Ella le tenía miedo a su padre, temía decirle a cualquiera eso. Él no parecía ese monstruo fuera, parecía alguien distinto ¿Quién le hubiera creído? Cuando la llevaba a la Yara, siempre decía que cayó por las escaleras o que se tropezó con las rocas de afuera, pues no siempre la lastimaba tanto, pero cada vez presentaba lesiones más severas , pues por alguna razón el era más agresivo por cosas más pequeñas, eventualmente la iba a matar, ella lo vio, pero ahora eso era casi imposible.
Los primeros días después del incidente, papá no podía ni hablar, le dolía bastante la garganta, un poco más y le hubieran roto el cuello, y aunque su madre estaba realmente molesta y preocupada, no le impuso ningún castigo - pues el resultado de sus acciones era suficiente -. A pesar de todo, él se sentía feliz, ahora ella estaría bien, la familia de Asia se había dispuesto a cuidar de mamá, y jamás tendría que volver a ver a ese Fortine en su vida. En unos días el padre Yhorgol le impondría un castigo, que seguro terminaría en muerte... Pero para eso faltaban unos días, y era algo que nadie le había dicho a ella, pues la pobre pensaba que tal vez lo encerrarían y podría verlo, pues aunque fuese un monstruo, seguía siendo su padre y sí lo quería.
Creo que esa es la parte que a mamá no le gusta de esa historia, mataron a su padre quitándole sus dones. El Padre Yhorgol lo hizo, era el único que podía, moriría en unos días. Eso la destruyó un poco por dentro, a pesar de tratarla peor que a un trapo, ella lo quería, a final de cuentas, no tenía a nadie más. Ni abuelos, ni hermanos, ni tíos, nadie. Papá no podía salir porque estaba herido aún. El Yatra que trabajaba en la Yara, dijo que no podía curarse de una vez, había que esperar a que se curara sólo, decía que en los niños era mejor que ciertas lesiones sanaran así, pero resultaba verdaderamente desesperante no poder hablar. Al menos el brazo si se lo habían curado, a medias, aún tenía una especie de yeso que tenía que tener por unas semanas, y una herida en la cervical que detectaron, también fue curada, pero evidentemente su garganta era lo único que tenía que sanar prácticamente por sí solo.
Mamá no lo visitaba, se sentía culpable, tal vez pensaba que fue demasiado esfuerzo solo por ella. Sin embargo, el tío Armin la convenció, diciéndole que aunque su hermano no pudiera hablar, ni dibujar o hablar por señas, quería verla. Papá le decía esto, a través de un extraño idioma que solo hablaban entre ellos dando golpes a una mesa o la pared, supongo que eran cosas de gemelos. En fin, le mostró sus cuentos vívidos, le mostró como le daba forma al chocolate que le regalaba y donde encontraba las flores que siempre le obsequiaba. Así su amor solo fue creciendo y creciendo hasta que yo nací.
Ese tipo de eventos eran muy poco comunes, el padre Yhorgol lo sabe casi todo. Los pajarracos siempre lo mantienen informado y después leyendo la mente de los acusados podía discernir si decían la verdad o no. De allí impondría un castigo. El peor, era el que tuvo Act, mi abuelo, el papá de mamá. Era perder sus poderes, quitarle su esencia vital provocaba eso, solo se ejecutaba cuando se infringía un daño significativo y de manera no accidental hacia otro Yhorgol, incluso se podía hacer en los niños, excepto que ellos no morían, sino que su esencia vital se recargaba a los días, no obstante, era un castigo muy severo para alguien tan joven. Rara vez se practicaba, debía ser un niño extremadamente malvado.
Papá tenía una pequeña marca en el cuello, desde el día que oí esa historia sé que es un recuerdo de mi abuelo, así como el brazo que le tiembla cuando hay mucho frío. Al menos el que le hizo eso, recibió su castigo, justo como debe ser. Richard, aún no salía de su asombro sobre esa historia, tal vez nunca lo haría, le pareció impactante eso (o tal vez me lo pareció a mí, a mis cinco años). Sólo se levantó para irse a dormir en el sorprendentemente cómodo sofá, papá también se había levantado para irse a acostar, tenía mucho sueño, había trabajado mucho toda la semana, al fin podía descansar en serio. Yo salí corriendo a mi cuarto, aunque sabía una cosa: papá supo todo el tiempo que yo estaba allí, quería que yo también escuchara la historia, sabía que yo era maduro para mi edad.