No usamos el poder de Ana para volver, evidentemente llevar a una persona de su mismo tamaño fue demasiado esfuerzo, no podía hacerlo otra vez y mucho menos llevar a tres personas más, por eso tomamos un Enel, que por la hora, ya estaba lleno, Richard (el humano) parecía llamar mucho la atención, todos en el vehículo lo miraban raro, y él también los miraba extraño; resultaba que nunca había visto gente con tales ojos, pero decidió ignorarlo y hablar con papá quien se sentaba junto a él, con Aaron mirando por la ventana sentado en su regazo, mientras que Ana y yo, nos sentábamos en los dos asientos de enfrente.
- Perdón, pero ¿cómo funciona un vehículo sin ruedas? - preguntó intrigado el humano.
- ¡Vuela! Ya verás Richard - vociferaba emocionado Aarón.
Richard no se vio demasiado convencido ante esta declaración, hasta que en realidad sintió el vehículo volar... Los Enel tenían una forma ligeramente parecida a un autobus, pero mucho más estilizada para hacerlo aerodinámico. Asustado, se afianzó más al asiento, pero se ruborizó al ver como la niña de pelo corto y rizado se reía de él, sin demostrar miedo del movimiento del vehículo.
- ¡Maldición humano! Eres un cobarde - no paraba de reír y hasta yo reía, pues la reacción de Richard fue divertida.
- No estoy acostumbrado a que los autos vuelen... Y mi nombre es Richard niña, no "Humano" - apuntó él, acomodándose las gafas.
Ana lo ignoró rotundamente y comenzó a ver por la ventana, mientras hablaba conmigo, éramos indudablemente mejores amigos, nos encantaba estar juntos. Yo era su mejor amigo en todo el mundo y luego venía Aarón, lo quería casi igual, lo defendía cuando algún niño se burlaba de su falta de habilidades, eso era algo que Ana y su vulgar boca no toleraban.
Richard también empezó a ver por la ventana y se maravilló con lo hermoso de nuestro mundo, de donde él venía no había casas tan hermosas o bien hechas, ni tampoco vehículos en el cielo, ni gente que quitaba la nieve del camino con su mente para evitar que las calles fueran inaccesibles. Se dio cuenta que debíamos ser Iluminados, tal vez como los de las leyendas, sin embargo, nuestra amplia sociedad no cuadraba con las historias que conocía, nos describían como seres salvajes y violentos, y la razón principal por la que se formaron los muros hace tiempo, también se decía que no éramos tan inteligentes, pero al ver semejantes edificaciones y tecnologías, eso era imposible... Se dio cuenta que éramos unos genios en todos los sentidos.
- ¿Te gusta? ¿Es lindo verdad? Me gusta el invierno por eso, aunque mis poderes no funcionan tan bien con tanto frío - decía papá viendo por la ventana también
- Este sí... Nunca había visto nada igual en mi vida, es hermoso. Por curiosidad... ¿Qué poder tienes? - preguntó suponiendo la respuesta en base a la leyendas
- Digamos que fuego, llamas, pero con el frío no puedo encender nada al aire libre. Sólo calentarme lo suficiente como para no usar abrigo, es molesto, pero útil, así mantengo a Aarón caliente hasta que lleguemos a casa.
- Escuché eso en algunas leyendas, de "los ojos rojos". Tú los tienes así, entonces él es como tú - dijo susurrando para que no escucháramos, pero no era especialmente bueno susurrando
- Sí, pero no controla bien sus poderes en invierno, enloquecen, por eso el abrigo, si le da mucho frío se calienta demasiado y agota su fuego. Después se le pasará, es sólo un niño, con el tiempo será bueno. Ah mira llegamos... - señaló él, al ver al vehículo empezando a pisar tierra nuevamente.
Richard se bajó a tropezones, siendo perseguido por las risas de Ana otra vez, así como la mía y ahora la de Aarón. Ana y yo corríamos muy campantes entre la nieve, haciendo una competencia, de la cual Aarón no formaba parte, puesto que papá no lo dejaba en el suelo para que caminara, sino que lo llevaba sentado en sus hombros.
- ¡Bájame! ¡Me van a dejar atrás! - rogaba Aarón, muy estremecido.
- Aún no estás del todo curado, si no tienes frío es porque te he mantenido tibio, jugaras con ellos cuando lleguemos a casa - respondió papá en forma de regaño, causando que Aarón dejara de insistir.
Caminamos un poco más, sólo un poco, hasta que llegamos a casa, donde al abrir la puerta, mamá nos esperaba comiendo fruta mientras conversaba con Asia. Al vernos se sobresaltó, su niño rubio ya estaba bien, no sé veía enfermo y se aproximó para cargarlo y estrecharlo en sus brazos. Mientras yo me molestaba otra vez porque decía que no era bueno que mamá hiciera ese esfuerzo embarazada.
- ¡Bájate Aarón! ¡Vas a lastimar a las gemelas! - le espeté, entones mamá lo colocó en el suelo, luego de darle muchos besos en la frente y las mejillas, evidentemente no le importaba contagiarse de lo que él tenía.
- Ay Alister jr, pareces un anciano, ella sólo estaba preocupada. Además dudo que cargar a Aaron sea un gran esfuerzo - se burlaba Asia, en ese mismo tono que parecía tener su hija - Ya mi bebé es grande, te transportaste solita hasta la Yara! - exclamaba Asia cargando a Ana muy alegremente.
Mamá abrazó a papá y le dió un cariñoso beso en sus labios - pero no demasiado, había un extraño que lo acompañaba -. Era una pena que papá no hubiese ido a trabajar hoy en la mañana, pues tendría mucho trabajo en la tarde, aunque no era el único herrero, si uno muy bueno, sin embargo, no podía ir aún, no dejaría a mamá sola con un tipo tan raro como Richard, al menos no hasta saber si era un buen sujeto. Aunque a decir verdad, ella era hija de un Fortine, eso la hacía algo fuerte, como ya dije.
- Oh... Hola... - lo saludó ella como si ya lo esperara - Soñé contigo, te llamas Richard y eres un humano - dijo dirigiéndose hacia él con una sonrisa - No estás seguro de cómo llegaste y dormirás en mi sofá ¿No? Soy Arty, un placer - dijo tendiéndole la mano para presentarse cordialmente – Y supongo que él te trajo sin decirte su nombre – se refería a papá, no era la primera vez que traía extraños hasta casa – él es Alister
- Arty, Alister, Aaron y junior, lo tengo – no me gustaba mi segundo nombre, pero fingí que no me importaba - ¿Cómo sabe todo eso señorita? - preguntaba Richard volviendo la cabeza ligeramente hacia arriba para verla a los ojos, porque era al menos diez o quince centímetros más alta que él.
- Te soñé y supe que vendrías, pero los sueños que tengo cuando duermo... enserio no recuerdo que pasa. Pero recordé tu nombre y unas cuantas cosas más. Eso y otras cosas es mi poder.
Ana se fue a jugar un rato con nosotros o más a bien a espiar lo mejor que podíamos sin que papá se percatara. De esa forma, mientras los adultos se quedaban allí hablando con Richard, nosotros los oíamos. Richard parecía ser un tipo amigable, el cual se empezaba a dar cuenta que las leyendas eran ciertas - pero sólo en parte.
- Sus ojos... Son leyendas de dónde vengo, los llamamos "iluminados" y hablan sobre niños con ojos rojos o rosa, morado, azul, etcétera - tragó saliva y continuó -. No son historias solamente, ¿cierto? Ustedes venían a nuestro mundo.
- Bueeno... Nosotros, nosotros no, – le contestaba Asia, sin prestarle demasiada interés a la pregunta -. Los nosotros de hace unos cientos de años sí, y después los de hace unos... veinte años, después otros diez, o algo así, ya no recuerdo - intentaba explicar - Pero hace un tiempo que nadie va a tu mundo, desde que desaparecieron unos cuantos tienen miedo de perderse. Pero nunca un humano había llegado sólo. ¿Cómo lo hiciste? - preguntó Asia intrigada
- No recuerdo, estaba emborrachándome en mi despacho y cuando desperté estaba en ese hospital que no es un hospital, sino la... La... La
- La Yara - finalizó papá
- ¿Arty verdad? - ella asintió - perdón la pregunta, pero ¿estás embarazada? - preguntó algo avergonzado, parecía sentir cierta afinidad por los bebes o algo así.
- Tengo casi cinco meses, me veo enorme lo sé - dijo levantándose levemente la camiseta para mostrar su inmensa panza que se empezaba a mover - están inquietas, pero aún hay que esperar para que salgan. ¿Quieres sentirlas? A los niños les da miedo a veces.
Richard asintió y puso su mano donde ella le indicaba, y en efecto sintió unas pataditas, con la que casi le entran ganas de llorar. No entendíamos la razón, Ana decía que tal vez, le tenía miedo a los bebés, Aaron pensó que tal vez mamá embarazada le recodaba a algo, y yo pensaba lo mismo.
- ¿Estás bien Richard? No creo que las gemelas pateen tan fuertes - dijo papá volviendo a cubrir el pronunciado vientre de mamá, pero notó el rostro de Richard, y no parecía darle risa el comentario - En serio, ¿estás bien?
- Sí, sólo recordé algo... No importa, estoy bien, ignórenme
Después de un rato largo Asia se fue con Ana de nuevo a su casa, se sentía orgullosa no sólo de los poderes de su hija, sino también de algo más en ella, como usaba su ropa de invierno, le encantaba la chaqueta roja y el pantalón verde y se lo hacía saber a cada rato - aunque no era una combinación de colores realmente buena si me preguntan -, además de la personalidad, también compartían un interesante sentido de la moda. Enserio Asia amaba a su hija más que a nada en el mundo, pero tendría que quitarle ese vocabulario con el que su padre no estaba para nada de acuerdo. Ya vería como lo haría.
Aaron y yo salíamos de nuestro cuarto para ver qué hacía Richard, nos daba curiosidad ver a un humano, pero en ese momento él se notaba triste, ninguno sabía por qué. Tal vez eran las bromas de Ana o extrañaba su casa, su mundo o su familia, quién sabe, sólo veía por la ventana muy nostálgicamente.
- Si estás triste porque Ana se burló de ti... No te preocupes lo hace con todos, conmigo también y con Aarón. Disculpa si me burlé de ti, ¿por eso estás triste? - le dije, no entendía la razón por la cual ese hombre estaba tan deprimido, pues las bromas de Ana no fueron tan pesadas, pero siempre había gente sensible.
- No es por eso. Aunque a tu amiga le vendría bien no decir tantas malas palabras a su edad
- Entonces... ¿Extrañas a alguien? Cuando papá se va mucho tiempo, mamá lo extraña - musitó Aarón
- Sólo a mi hijo y a mi nieto, pero nunca volverán. Murieron hace unas semanas.
Murieron en un accidente de auto, era su único hijo, nunca pudieron concebir otro niño él y su esposa. No tenía más familia, salvo una hermana con la que no se llevaba bien, por eso se sentía triste.
- Siento oír eso. Yo tenía un hermano gemelo, su nombre era Ann, murió el día que nací, pero el mismo día Aarón llegó y se volvió mi hermano - entonces lo abracé, sí quería mucho a Aaron.
De pronto alguien empezó a tocar la puerta suavemente, interrumpiendo la conversación. Yo sabía exactamente quién era, reconocería ese calor en cualquier parte. Alison seguro venía a ver a Aarón, a quien le fascinaba estar con ella. Mamá y papá nos emparejaban a Ana y a mí siempre, en mi opinión también debían hacer lo mismo con ellos.
- ¡Hola Alis! - dije al tiempo que abría la puerta.
- ¡Holis! ¿Ya estás mejor Aaron? Papá acaba de llegar a casa y dijo que le diera esto a tú papá - dijo entregándole una pequeña bolsa con comprimidos.
- Papá las olvidó... Fue porque empezó a hablar con Richard. ¡Mira es un humano! – le decía Aarón señalando al triste hombre - y sí, estoy bien, pero no me van a dejar salir hasta nuevo aviso, no quieren que me enferme más - dijo irritado
- ¡Es que hace frío! Pero me encanta el invierno, ¡se parece a mí! Además, ¡Podemos jugar en la nieve y eso es divertido! Mamá dijo que mañana me haría un fuerte - exclamaba dando brinquitos de alegría - ¿Entonces es humano señor Richard? - volteó hacia él con una gran curiosidad en todos sus gestos
La única niña que hasta el momento había sido verdaderamente educada, era ella. Lo llamaba "señor", y no parecía entrometida, ni mal hablada – no lo era -. Ella tenía una cara preciosa, casi parecía una muñeca de esas de porcelana. Richard nunca había visto ese aspecto, dijo que era "albina", su pelo, cejas y pestañas eran blancas; seguro sabía que existía gente así, sin embargo, nunca había tenido la oportunidad de conocer a uno. Sus ojos verdes agua, destacaban por sobre su pálido rostro, que se mezclaba perfectamente con el flequillo que le caía en la frente, pero de todas formas no era una niña para nada fea, estaba peinada con una larga trenza hecha de trenzas más pequeñas, que salían desde la punta de su cabeza y sólo dejaban sobre su frente aquel flequillo pálido. A Andy le encantaba peinarla así.
- Disculpe señor Richard, pero mi papá le manda esto - la niña sacó de un bolsillo de su chaqueta lo que paecía un teléfono, al menos eso dijo el humano que era -. Estaba roto, él lo arregló.
- Ya veo... Esto no debe ser nada comparado con lo que tienen aquí. Tu padre debe ser un hombre increíblemente inteligente, en mi mundo tendría dinero, mucho de él y viviría bien.
Ella se encogió de hombros, y miró a los lados en busca de mi mamá y mi papá solo para saludarlos
- Mamá se fue a dormir una siesta y papá se está bañando – le dijo Aaron - ¡Ahora ella se cansa más rápido y está enorme! ¡Y aún falta para que nazcan! – exclamaba
Comenzamos a hablar y jugar entre nosotros, intentamos invitar al humano a nuestro juego, pero no quiso, seguía pensando y viendo por la ventana, hasta que papá apareció junto a él con el cabello mojado y una ropa distinta. Hablaba animadamente con Richard, mientras nos veía a los tres jugar en el suelo. Ese humano no era la persona más sociable, pero por suerte papá solía ser buen conversador. Poco a poco, el ocaso se empezaba a apoderar del cielo, dándole así, paso a la noche que cada vez estaba más cerca. Mamá se levantó después de reposar largo rato y se integró a la conversación de ambos hombres, que ahora estaban sentados en el sillón.
- ¿Dormiste bien? - preguntó papá acercándola hacia él, hasta sentarla a su lado.
- Sí... No soñé nada, eso me hizo dormir tranquila. - respondió ella recostándose sobre su hombro – Hola Alison, ¿cómo esta ese copo de nieve? – le preguntó mamá en cuanto se percató que estaba allí. Ese era su apodo
- Ese es un lindo nombre pequeña – agregó Richard sonriendo – Nunca había visto una niña albina
- Es la hija de mi hermano... Ya sabes, el mismo que viste en la Yara hoy – respondió papá ignorando lo de albina, no estaba seguro de que significaba pero no parecía una ofensa.
Siguieron hablando, ya a Richard se le veía más calmado. Mientras tanto, nosotros nos fuimos a nuestro cuarto a seguir jugando, jugábamos con un lápiz que dibujaba en el aire, luego lo que dibujabas se desvanecía lentamente, pero con colores espectaculares. Por fin la noche había caído definitivamente, oscura y estrellada como siempre. Alison caminó sola hasta su casa, con papá viéndola desde la puerta, asegurándose de que su sobrina llegara sana y salva, siempre era una suerte que viviera tan cerca. Después volvió a cerrar la puerta y yo me le acerqué para entregarle algo, eran las pastillas de Aaron, ahí se dio cuenta que las había olvidado en la Yara.
- Alis las trajo – musité, ya con mi pijama puesta - Armin las manda.
- En un rato se van a dormir... Entonces ya le toca - y se dispuso a buscar a Aarón quien estaba en su cuarto poniéndose el pijama o más bien colocándose uno distinto, estuvo todo el día con su ropa de dormir.
- ¿Nunca te quitas esos guantes amiguito? - me preguntó Richard amablemente - Se ven incómodos
- Para bañarme y a veces dormir... Pero no mucho, sino quemaré todo. Mira - entonces me quité el guante que casi me llegaba al codo y una pequeña flama apareció sobre mi dedo índice - No lo controlo bien, por eso los uso - y me volví a colocar el guante - Una vez quemé mi cama sin querer, pero eso ya no me pasa.
Solo me pasó una vez cuando tenía 3 años y también me ocurrió el año pasado, por suerte el fuego no se extendió, mi casa estaba diseñada para eso y mis sábanas se suponían eran resistentes al calor, pero al parecer no lo suficiente. Es que los guantes de Firewall son muy incómodos, llegan hasta el codo y no te permiten sujetar nada bien, es molesto usarlos para dormir y a veces también para comer.
Richard se veía sorprendido, casi como si hubiera presenciado un truco de magia. Imagino que le parecía impresionante que un niño tan pequeño tuviera tanto poder, pero también atemorizante, lo vi retroceder con cautela. Me preguntó si el resto de niños me tenían miedo, lo miré algo extrañado y negué con la cabeza. Una cosa que parecía asustarlo, era saber que mi padre tuviera el mismo poder y no usara nada para mantenerlo a raya, su esposa lo amaba y tendría a sus hijos, ella no sentía miedo de él, poco a poco se estaba dando cuenta de que nadie por aquí parecía tenerle miedo a nadie.
- Arty, desde cuándo tiene esos... Esos... ¿Esos poderes? O ¿dones? – le preguntó a mi mamá
- Desde que nació. Aquí nacemos con ciertas habilidades, son más débiles cuando son niños, por eso es más fácil enseñarles. Su poder crecerá con la edad – le respondió sentándome a su lado.
- ¿Entonces los mejores son los ancianos? – preguntó.
- No necesariamente, a menos que no te refieras a un padre Yhorgol, los más fuertes son los adultos jóvenes. Creo que es porque tienen la energía, porque una vez que ya son muy mayores, sus poderes no son tan fuertes, pero su control es innegable. Aunque sólo en algunos casos, he visto ancianos sorprendentes.
Papá salió de nuestro cuarto, anunciando que Aarón estaba dormido y enviándome a hacer lo mismo, pero yo no quería, insistía una y otra vez que era muy temprano aún, pero accedí a irme a dormir si me contaba un cuento vívido. Papá aceptó, no era nada del otro mundo para él. Los cuentos vívidos para mí eran un modo muy superior de contar historias, mi papá literalmente hacía a sus relatos cobrar vida, a través de sus llamas. Cada vez que hablaba, las figuras flameantes que flotaban se movían conforme a la historia, era como si estuvieran vivas...
- Érase una vez – iniciaba papá sentándose en el suelo – una hermosa princesa – hizo una figura flameante con forma de mujer, era tan pequeña como un dedo índice.
- ¿Qué poder tenía? – lo interrumpí yo
Era una Jerck como tú mamá – proseguía él -. Vivía en una cueva detrás de unas colinas muy altas, casi nadie sabía que estaba allí – Toda la sala se estaba llenando de las formas que papá hacía, montañas, personas y un mounstro gigante rodeado de llamas que lo hacían más imponente – Este era el encargado de que la princesa nunca saliera, debía limpiar la cueva y cocinarle a ese monstro, sino lo hacía, él la golpeaba hasta quebrarle los huesos, era tan fuerte como un Fortine, prácticamente lo era.
- Pero así no son los Yhorgol – le dije yo.
- Es que solo mostraba esa forma cuando estaba con la princesa, de resto se veía como el resto – Las brasas que envolvían al monstro se redujeron, hasta convertirlo en un hombre cualquiera, ahí me di cuenta que la princesa era una niña pequeña - Eventualmente mataría a la princesa más hermosa, y nadie sabría que fue él – dijo eso algo molesto, después volvió su semblante imperturbable – Pero la princesa tenía un enamorado que la visitaba cada día, llevándole flores y cosas así, (solo cuando su cuidador no estaba, claro). Él la amaba mucho, pero ella siempre lo rechazaba, no era que no lo quisiera, solo tenía miedo que el monstro lo lastimara y tal vez lo asesinara. El día que él se dio cuenta, fue a enfrentar al monstro, con su fiel compañero, un escudero que nunca lo abandonaría sin importar nada. El monstro no se escondía, es más, se mostró más agresivo que nunca antes – papá hacía que ese enfrentamiento en miniatura se viera lo más realista posible, el enamorado era un caballero que blandía su espada valientemente – Durante el enfrentamiento, el héroe pensó que moriría, la bestia casi lo mata, pero su fiel escudero lo salvó, si no hubiese sido por él nunca habría salvado la princesa.
Basta – dijo mamá muy seria – es tarde, el niño necesita dormir Ali.
Espera mami – le rogué – yo sí quiero saber cómo termina el cuento y Richard también.
Déjalo así hijo – me dijo papá – al final se casaron, listo. Ven, vamos a encender la calefacción antes de dormir, ¿te parece? Humano, bajo el cojín del sofá hay una manta, puedes abrigarte bien con eso.
La calefacción se encendía afuera. Era una especie de caldera que estaba pegada en una de las paredes. Papá me montó en sus hombros, yo adoraba cuando él hacía eso, me sentía el rey del mundo, me preguntaba cuanto tiempo podría hacerlo, yo tenía seguridad que sería tan alto como él, lo sabía, seguro él también.
- ¿Cómo te fue en la Braca? – me preguntó
- Mal, ya no me gusta – admití, papá siempre me entendía, a él siempre le decía como me sentía – ya no quiero ser un Firewall
- Mentiroso – me dijo – Ya sé que fallaste apropósito y que fuiste el único que pudo sujetar la bola de fuego.
- No fallé apropósito, es que, ya no quiero aprender. Además, ¿quién te dijo?
- Uno de los mentores mandó un Carbion mientras jugabas con Alison y tu hermano.
- Sé por qué te sientes así. No quieres que Aaron se sienta mal, tú aprendes rápido
- Lo sé, pero yo no quiero poderes si Aaron no los tiene. Además, los Firewall solo quemamos cosas y ¿si hiero a alguien?
Él se burló de mí y me quitó un guante.
- Sabes que no es así, nosotros somos los únicos que podemos ver la vida. Desde que empieza la sentimos. Puedes sentir a las gemelas, ¿verdad? ¿Sientes a Aaron durmiendo dentro? ¿A mamá? ¿A Richard? ¿A mí? Debes estar orgulloso siempre – yo asentí, me puso en el suelo y se agachó a mi altura – Sé que no te gusta pelear, eso está bien hijo. Pero te prometo que nunca, nunca herirás a alguien, tú decides qué hacer con tus poderes. Recuerda: nosotros no elegimos nuestros dones, ellos nos eligen a nosotros, pronto uno escogerá a tu hermano, no te limites por eso Rojo. Crece como Firewall y siempre sé el niño bueno que eres.
- Lo haré, te lo prometo.
Yo le sonreí, él me sonrío de vuelta, tenía que ser un buen niño y un Firewall orgulloso. Ojalá la vida no me hubiera obligado a ir contra mis principios, pero supongo que a veces las circunstancias te obligan a hacer cosas que no quieres hacer por las personas que amas y también por ti mismo. Jamás me perdonaré por lo que tuve que hacer un día para mantenerme vivo y a salvo.
- Una cosa más antes de que te duermas Ali – me dijo antes de volver a entrar – Los mentores creen que podrías ser un posible despertar.
- ¿Qué es eso? – en ese momento no lo sabía – No quiero
- Después te explico enano – masculló sobándome la cabeza - igual aún eren un niño muy pequeño para eso.