Entonces... Seguimos a Armin o ¿qué? - preguntó Ana, mientras caminaba hacia su casa.
- No creo que haya algo especialmente interesante - respondí cargando el pesado cesto – es un Tudy que seguro se emborrachó, mi tío dijo que olía a alcohol.
- ¡Estoy aburrido! Juguemos algo - decía Aarón irritado – ¡Pronto empezará el invierno! ¡Y no podremos jugar afuera!
- Creo que ya empezó... - musitaba Alison atrapando un copo de nieve en la palma de su mano – ¿Cuándo dijo Arty que empezaría?
- Hoy o mañana. ¡Qué pesado está! - exclamé colocando el cesto de frutas en el suelo. Mi abuelo era un Fortine, pero eso no parecía estar ayudándome justo ahora
- No sufras tanto... Yo lo llevo hasta tu casa, es el único sitio al que me sé transportar, sin ver a dónde voy - ofrecía Ana, colocando ambas manos sobre el cesto a la vez que desaparecía.
Ana tardó menos de un minuto en ir y volver, sólo lo dejó sobre la mesa para volver más rápido con nosotros. A cada paso que dábamos, empezaba a hacer más frío, era una suerte no vivir tan lejos de nuestro sitio favorito. Todos decidimos ir a casa de Asia, pues Ana tenía muchos juguetes y su casa era la más grande; además de tener disfraces divertidos, y muchas marionetas - ambos pertenecían a sus padres, aunque muchos de los disfraces nos quedaban a nosotros.
Pasaba que los padres de Ana eran dueños de un teatro, les fascinaba eso, al igual que a su hija. Ana casi siempre salía en escena desde que era un bebé, incluso Aaron y yo, pues mamá no le negaba nada de nada a su mejor amiga, ni siquiera el ponernos disfraces ridículos, a papá le daba mucha gracia cuando actuábamos, creo que por eso no le importaba, a mí tampoco - dependiendo de cómo me quisieran vestir – de todas formas prefería cantar si iba a hacer algo. No es por presumir, pero mi madre y Asia decían que tenía la voz de un Juriel *Juriel: Angel*. Afortunadamente cuando nosotros éramos los actores, no iba mucha gente, creo que era porque lo único que hacíamos era jugar con Asia, no era nada serio a fin de cuentas cuando solo éramos nosotros cuatro. Sí, Alison también se veía envuelta en esas obras y cuando las gemelas nacieran también lo estarían. A pesar de todo, el teatro de Asia era muy reconocido en nuestra aldea, siempre había gente interesada en aparecer en escena y otros más en ver el espectáculo. Lo fundó cuando estaba embarazada de Ana, ella pensó que Bred su esposo la dejaría, pero él solo buscaba la mejor manera de sorprenderla con esa cosa del teatro, les fue bien, usaban mucho sus habilidades. Asia controlando el agua para hacer esculturas de hielo y él usando sus poderes de Linur para mover cosas pesadas y hasta marionetas
En casa de Ana jugamos un rato a disfrazarnos. A Aarón le gustaba el disfraz de rey, a Alison el de princesa y tanto a mí como Ana el de caballero, el problema de eso es que sólo había uno, lo que solía generar una tonta discusión. Solo teníamos la luna roja.
- ¡Dame! ¡Te lo pusiste la última vez! - reclamaba Ana.
- ¡Mentira! ¡La última vez fui bufón! – reclamé yo a mi vez
- ¡Caballero y bufón al mismo tiempo! ¡Eso es trampa!
- Ay ya... Yo soy la princesa, y digo que mi caballero es Ana - intervino Alison, muy metida en su papel - Y Alister el escudero de mi rey.
Ambos nos placimos con lo que decía Alison. Ella siempre era la calma en la tempestad, era realmente tranquila, nunca se metía con nadie y siempre buscaba la mejor forma para que ninguno discutiera, era muy poco conflictiva, creo que por eso fue la mejor amiga de Ana. En fin, aunque no había traje de escudero, improvisamos algo usando parte del traje de caballero - algo que parecía, nunca habíamos pensado -. A ambos nos gustaba ser caballeros, jugábamos a librar batallas por reinos y tierras, fingíamos usar poderes y todo, pero la verdad es que en la vida real, yo jamás lastimaría a alguien, no importaba que tuviera el poder de incinerar cosas, no me gustaba demasiado ese poder pese a que lo controlaba bien para mi edad. Lo interesante de esto, es que aquí no existían los reyes o princesas, nunca lo hicieron, pero en el mundo de los humanos sí, y pues algunos autores y letrados del mundo Yhorgol, hicieron cuentos y libros basados en algunas de esas historias medievales, que a nosotros nos parecían divertidas.
- Yo sir Ana, te reto a un duelo, sir Alister, en pro de defender a mi princesa
- Yo sir Alister, acepto el duelo, en pro de defender a mí rey
- Y yo el rey, ¡autorizo este combate! - decía Aarón colocándose entre ambos y dando inicio al enfrentamiento. No vivimos esa época ni de chiste, pero nos lo tomábamos en serio
Así estuvimos durante un par de horas, hasta que empezó a caer la noche abrazando el cielo, y la edad media del otro mundo acababa una vez más... Ya casi todo se estaba pintado de blanco, las casas, las calles, hasta las personas que pasaban caminando se sacudían la nieve. Aaron odiaba la nieve, decía que acortaba los juegos al aire libre, pues cuando nevaba siempre se enfermaba. Asia pidió a un Carbion que nos llevara a casa, el pájaro asintió, pero no se transformó en humano, era Anya obvio, seguro tenía frío y no quería transformarse en una muchacha otra vez, pero volaba pacientemente junto a nosotros, hasta esa ave era preciosa.
- ¡Volvimos! ¿Te gustó la fruta? - preguntaba Aaron en cuanto entró a casa y vio a mamá
- Me encantó – contestó ella levantándose del nuevo sillón que papá había traído y de alguna manera había hecho caber en aquella casa, era pequeña, en especial la sala - Vayan a bañarse o se van a enfermar.
- Aaron se va a enfermar - corregí - Yo casi nunca me enfermo.
Siempre pensé que mi mamá era la mujer con la belleza más deslumbrante de todo el mundo Yhorgol – incluso más que Anya -. Ella tenía una larga y cuidada cabellera negra, era tan larga que casi le pasaba las caderas. Sus ojos eran almendrados y pequeños, además de ser color rosa – característico en las Jerck, ya se los dije antes – adornados con esas largas y rizadas pestañas, también tenía unas delicadas pecas que le cubrían principalmente la nariz y una pequeña parte de sus rosadas y redondas mejillas. La forma de su rostro siempre me pareció tan perfecta que parecía que alguien la había esculpido con las herramientas más precisas y la mejor arcilla. Creo que lo mejor de todo su rostro era su sonrisa, siempre estaba feliz, nosotros tres la hacíamos feliz. Las fotos que tenía cuando era pequeña estaba siempre seria y triste, nada que ver con la mujer que yo conocía.
Después de hablar un rato con nosotros, nos metió en esa tina de madera en la que siempre nos bañábamos juntos mi hermano y yo. Supongo que resultaba útil bañarnos así, y desde que yo había aprendido a calentar el agua era más fácil bañarse con agua tibia en invierno... Especialmente era bueno para Aaron, cuya nariz ya estaba empezando a moquear producto del frío, lo odiaba, igual que yo. Mis poderes se descontrolaban un poco en invierno, pues mi cuerpo subía mucho de temperatura, y no podía mantenerla dentro de lo normal, era frustrante, por ende me tenía que abrigar bien, no podía controlar mi propia temperatura, más bien mi temperatura me controlaba a mí.
- ¿Cuándo llega papá? - preguntó Aarón muy relajado en la tibia agua que yo calentaba con mi poder.
- Ya debe venir en camino, no le gusta mucho el frío.
- Él si controla sus poderes en el frío – dije mirando mi mano que humeaba un poco todavía – no me gusta esta habilidad, es difícil de usar...
Papá nunca tenía problemas para eso, no le importaba si era o no invierno, él controlaba sus poderes en todas las estaciones sin dificultad aparente. Tenía mucha destreza con sus habilidades y según decía, yo era mejor que él cuando tenía mi edad. Me parecía un poco inverosímil, solo lo decía para que no me frustrara. Al menos así lo veía yo
- Tranquilo, cuando estés más grande lo dominarás tan bien como tú padre - decía ella tomando mi mano que ya estaba dejando de humear.
Me limité a asentir y salir del agua, era un niño muy serio, pero a la vez muy expresivo, pues solo sonreía cuando estaba feliz, nunca si no lo estaba; no me gustaba llorar, me parecía tonto; no me molestaba con tanta facilidad, era muy paciente y eso es lo que hacía falta teniendo de hermano a Aarón, que de vez en cuando parecía todo lo contrario.
- Sí se queja... A mí me gustaría tener su poder, es lo máximo - susurró Aarón acercándose a mamá, igual lo escuchaba – yo ni poder tengo, eso sí es triste.
- Ya se le pasará - dijo ella dándole un gran beso en la frente – y tendrás un poder algún día.
- Mami - decía chapoteando un poco – ¿me cuentas la historia del día que nací?
- Ya la has oído mi niño rubio – le respondió viéndolo con mucho cariño.
- Una vez más - suplicaba él.
Ella cedió, adoraba a Aaron, a veces pensaba que había un posible favoritismo, pero nah, igual seguro yo era el favorito de papá, con eso me conformaba. Ella simplemente le contó la historia que ustedes ya conocen, a él le gustaba oírla por alguna razón.
Él terminó saliendo del agua, pues dijo que sin mí en la tina el agua se estaba enfriando muy rápido, y dejaría de ser agradable pronto. Se puso una toalla y corrió a su cuarto a ponerse su ropa más abrigada... No quería enfermarse, ya era costumbre en invierno
Un largo rato después del baño, papá llegó, lleno de nieve de la cabeza a los pies, la cual empezó a sacudirse, derritiéndola a su vez, dejando así un charco de agua entre sus pies, que luego evaporó... El control que tenía sobre sus habilidades era impresionante, hacía lo que quería con ellos, yo no sabía si algún día sería así.
- Ya llegué - anunció papá, ya sin nieve encima.
- ¡¡Papi!! - dijimos ambos, corriendo hacia él.
Simplemente nos cargó a los dos para abrazarnos al mismo tiempo - con lo alto y ancho que era, siempre se le hacía muy fácil -. Caminó un poco por la casa sin colocar nuevamente a ninguno en el suelo, le agradaba cargarnos, decía que un día creceríamos y ya no podría hacerlo más - o bueno, tal vez un día nos perderíamos y nunca nos volvería a ver.
- Por fin llegaste - dijo mamá acercándose.
- Ya llegó el invierno, es temporada de caza - respondió él poniéndonos de nuevo en el suelo, y acercándose más a ella para darle un gran beso en los labios.
- No llegues tan tarde mañana, ¿sí? - pedía ella abrazándolo – estas niñas no me dejan tranquila, se portan bien cuando tú estás.
- Lo intentaré, trabajaré solo en la mañana y regreso al medio día - musitó él sin apartarse de ella.
- Bueno ya... Ya se abrazaron suficiente – intervine colocándome entre mis padres - ¡¡Van a aplastar a las gemelas!!
Siempre me tomé mi papel de hermano mayor muy austeramente, las gemelas no habían nacido, pero yo ya tenía que protegerlas todo lo posible, cuidaba a mamá también, ella tenía dos bebés dentro. Desde que estaba embarazada, me había vuelto muy protector e incluso celoso - tanto como lo podía ser un niño de cinco años -. Siempre vigilaba todo, e iba en busca de fruta para ella, pues era lo que parecía no generarle náuseas y lo que ella más quería comer durante el día. A mi padre no le importaba demasiado este comportamiento, era bueno que tuviera siempre ese instinto protector con la familia. Lo cierto fue que ambos se rieron de mí, aunque no me daba mucha gracia, las bebés eran un tema serio que no debía tomarse a la ligera.
Papá se quedó un largo rato con nosotros y mamá, principalmente contándonos cuentos vividos. Estas eran historias que él narraba y hacía cobrar vida con su fuego. Eran tan precisas, el nombre siempre me pareció apropiado, casi parecía que tenían mente propia y eran conscientes de lo que hacían. Esas figuras tenían forma de personas, animales, edificios, plantas, lo que sea que te imaginaras, esas brazas lo hacían real. Los cuatro estuvimos en eso, hasta que a Aaron y a mí nos dio sueño y mamá nos fue a acostar. Ella pensó que ya estábamos dormidos, pero al menos yo no lo estaba, me pegue lo que más pude a la puerta para intentar - así fuera míseramente - oírlos, hablaban de mí.
- Me preocupa Alister – masculló mamá, luego de acostarnos y pensar que ambos dormíamos – siempre dice que no le gusta su habilidad, ni siquiera quiere usarla. Hoy sólo la usó para calentar el agua del baño, pero se veía que no quería hacerlo.
- Tranquila, es muy pequeño aún, después se acostumbrará. Mañana haremos que prenda la calefacción... Eso me gustaba cuando era niño - respondió él sin una pizca de preocupación en la voz – Además, él sí tiene talento usando su poder, pronto dejará los guantes y le gustará.
- Si tú lo dices, yo te creo. Sabes que debe usar sus poderes - se dispuso a levantarse del sofá nuevo para irse a su cuarto – me voy a dormir.
Él la siguió, mientras yo me quedé sentado en el suelo, algo enojado además. Me pareció injusto que hablaran de mí a mis espaldas, pero a la vez reconocía que no decían nada falso. Sabía que debía usar mis poderes casi todos los días. Así éramos los que teníamos poderes físicos, sino los usabas continuamente terminarías siendo una bomba ambulante que podría explotar en cualquier momento, lo sabía. Ojalá se pudieran escoger los poderes, nadie decide lo que será, o sea si se endurecerá, controlará las rocas, levitará cosas, verá el futuro, será veloz, inteligente o se prenderá fuego; ni un Padre Yhorgol tiene el poder de decidir o saber que poder tendrá cada quien. Me quité un guante e hice una pequeña y controlada flama, sentía como mis ojos brillaban. La apagué de golpe, no quería despertar a Aaron y muchos menos que se me descontrolara y quemara mi cuarto con mi hermano adentro. Me metí en la cama otra vez, pero no dormí, solo di vueltas sin cesar, pensando en que mañana estaría todo el día con otros Firewall de mi edad.
- ¡Cof cof! – tosía Aarón en la mañana
- Te enfermaste... Voy a llamar a papá y a mamá – dije rascándome los ojos con los puños, estaba agotado
- ¡No estoy enfermo! Sólo tosí un poquito, eso no es estar enfermo". – él si estaba entusiasmado por ver las habilidades de los otros y en donde lo asignarían
- También tienes fiebre, de aquí lo siento" -. Estaba muy caliente, no sé en cuantos grados, pero me parecía bastante, demasiado calor para un cuerpo tan pequeño; por lo que comencé a llamar a mis padres - ¡Mamá! ¡Papá! ¡Aarón se enfermó otra vez!
Ambos acudieron al llamado rápidamente. Mamá comenzó a tocarle la frente y confirmó lo que yo y probablemente papá también, tenía fiebre, así como tos y mocos. Así no podía ir a la Braca, contagiaría a otros niños. Aaron se sentía y se veía irritado, siempre se enfermaba la primera semana de invierno, desde que era bebé era lo mismo, nunca fallaba. Creo que era lo más estable de nuestra vida.
- Después te llevaré a la Yara - mamá simplemente le acariciaba la frente, cosa que a él le agradaba cuando estaba enfermo – primero hay que comer, tú hermano sí debe ir a la Braca. Vamos hijo, ven - y cargó a Aarón entre sus brazos hasta la cocina.
- ¡No lo cargues! ¡Las vas a lastimar! – vociferé, haciendo ademanes con las manos. Aaron sería del tamaño de un frijol y tendría el peso de una pluma, pero no por eso ella lo tenía que tener en brazos.
A mi corta edad intuía que esos esfuerzos no eran buenos para ella en su estado. No me importaba que fuese hija de un Fortine. No creo haberlo mencionado, pero aunque las habilidades no necesariamente se hereden. Los hijos tenían características de los dones de sus padres, es decir, generalmente los hijos de los Imblor eran listos, los de los Firewall, soportaban bien el calor, a los de los Wargua les gustaba el agua y el frío y así por el estilo. Solo para resumir, mamá era muy fuerte, más de lo que aparentaba para ser franco.
- Ya, ya... Yo lo cargo - dijo papá tomando al niño de los brazos de mamá -. Lo voy a llevar a la Yara, si lo tengo entre mis brazos no sentirá frío, eso es fácil. Tú quédate aquí - dijo él besándole la frente.
Rápidamente, mi mamá hizo el desayuno, parecía avena y no sabía realmente bien, pero nadie se quejaba; además, a ella si le gustaba y parecía que a las niñas en su interior también. Aarón no quiso comer nada, dijo que no tenía hambre, pero yo le insistía de todas formas.
- Come, vamos... Así te sentirás mejor - le acercaba una cucharilla con el espeso contenido a su boca.
- No quiero comer – respondió sentado en el regazo de papá – no tengo hambre, sólo quiero dormir – casi parecía que quería llorar, pero no lo hacía – no me lleves a la Yara, déjame durmiendo aquí – y ahora, sí empezaba a llorar, pero sin hacer mucho ruido. Yo también prefería quedarme durmiendo
- No te pongas a llorar hermano, si Ana pasa por aquí se burlará de ti – dije en un interesante intento de consolar a mi hermano.
Puede que tuviésemos la misma edad, pero por alguna razón yo siempre resultaba más maduro para el corto período de tiempo que llevaba en el mundo. Tal vez era porque quería proteger a todo el mundo, en especial a los que amaba. Puede que no me gustara pelear con nadie, pero me gustaba cuidar y proteger a quienes amaba y eso era suficiente. Me parecía que la mayoría de las veces había formas más inteligentes de resolver una discusión, aunque en muchas ocasiones mi hermano no compartiera esta ideología.
- ¡Hola! ¡Buenos días tíos! – saludaba Ana, quien acababa de aparecer en medio de la sala – No te ves bien, ¿estás enfermo? - preguntó acercándose a Aaron
- Sí, sí está, papá lo va a llevar a la Yara después del desayuno.
- Mmm, la Yara... Armin dijo que llevaría al extraño de ayer allá, ¿no sabes qué le pasó? - preguntaba Ana ignorando por primera vez que Aarón había estado llorando, ella siempre sostenía que burlarse de los llorones les fortalecía el carácter.
- No me contaron nada. ¿Qué hombre Ana? - intervino papá quien casi terminaba de comer.
- Apareció de repente, como si fuera un Tudy, pero estaba dormido…- masculló Ana encogiéndose de hombros
- Y era un anciano - finalizó Aarón, sin ánimos de apartarse de nuestro padre.
- Entonces el tío Armin se lo llevó a la Yara. Se me había olvidado ese hombre - continué yo – estaba cansado ayer.
- Hoy cuando vuelva de la herrería, tú y yo hablaremos de algo – me dijo papá.
Me limité a asentir, volviéndome a sentar para terminar mi desayuno en silencio... Después de comer, debíamos ir a la Braca, acordamos que hoy nos iríamos con Alison y su mamá. Ana y yo nos levantamos, nos despedimos y nos fuimos a la casa de enfrente, a la vez que mamá nos veía alejarnos por la ventana, siempre decía que los trajes de invierno se nos veían tiernos, pero aún más tierno le parecía como yo le tomaba la mano a Ana. Visualizaba que tal vez un día estaríamos juntos, por alguna razón los Yhorgols en muchas ocasiones escogían a su pareja desde que eran niños. Yo le decía que no estaría con una niña tan grosera como Ana, y encima de todo ella era la que me sujetaba la mano. A mí solo me daba miedo pedirle que me soltara. En mi aldea no podían ver a dos niños del sexo opuesto jugando, pues ya todos decían que su destino era estar juntos. Dramáticos…
Andy era la mamá de Alison, una Wargua radiante y muy bonita, solo que lo que tenía en belleza le faltaba en estatura. Bueno, no era tan bajita, tal vez como un metro sesenta, es solo que todo el mundo se veía demasiado pequeño junto al tío Armin, medía casi lo mismo que papá, solo era como media pulgada más enano que él, pero igual era inmenso, casi dos metros, él se tenía que agachar para poder besarla en los labios. Si había algo que me gustaba de todos los Warguas en general, eran las mechas azules, todos, fueran hombres o mujeres, niños o niñas se dejaban crecer el cabello al menos hasta el cuello. Incluso Armin pequeño, cuya Luna era lila, lo tenía por el cuello, casi parecía una niña y siempre quería estar pegado a Alison como un adhesivo. Mientras caminábamos hasta la Braca, la sostuvo de la mano todo el tiempo.
Otra cosa que resaltaba de ese tipo de Yhorgol era que prácticamente no les afectaba el frío, como muestra de eso Andy vestía un vestido blanco con el que cualquier persona normal estaría temblando de frío y que resaltaba su cabello azulado en las puntas; y su pequeño hijo, caminaba descalzo para sentir la nieve al menos por un rato. Todos ellos adoraban el frío y el agua, odiaban el calor y no poder bañarse, también se deshidrataban rápido, dependían del agua fuertemente para estar vivos.
Andy, ¿haces un truco antes de que lleguemos? – rogó Ana haciendo ademanes con las manos.
Tu mamá también es Wargua Ana, seguro hace lo mismo que yo – contestó Andy riendo.
Mamá no hace bien lo del Elgro, el de ella no parece un Elgro, anda por favor. El tuyo hasta camina.
Andy suspiró y empezó a hacer que la nieve diera vueltas a nuestro alrededor, incluso hizo reír a Armin, la nieve poco a poco empezó a tomar forma. En efecto era un Elgro, casi parecía de verdad, menos por esos ojos fríos y vacíos. Ana lo vio y se le subió en el lomo sin pensarlo dos veces, no sé porque odiaba caminar, creo que eran cosas de Tudy, aún no sabía teletransportarse a muchos sitios, debía recordar algún punto exacto y no siempre lo lograba, solo con mi casa, la suya y el claro de árboles y arbustos donde jugábamos a veces.
- ¡Vamos Elgro! ¡A la libertad! – musitaba dándole palmadas – no corre más rápido Andy?
- Liberta – repitió Armin, soltándose de la mano de su hermana para subirse también al Elgro e imitar a Ana.
- Puede hacerlo, sujétense fuerte – respondió Andy.
Ambos se afianzaron más al animal nevado, mientras Alison y yo comentábamos y apostábamos quien se caería antes. Yo le apostaba a Armin, apenas le había cambiado la luna por primera vez, no debía tener la fuerza suficiente como para sujetarse; en cambio Alison decía que sin lugar a dudas su hermano ganaría y Ana caería. Sip, Ana se cayó a penas el elgro comenzó a correr y Armin no, instintivamente usó sus poderes de Wargua para que la nieve lo sujetara mejor. Mientras se burlaba de Ana, sus ojos brillaban casi tanto como los de su mamá.
¿Podemos hacerlo otra vez Andy? – preguntó Ana con cierta emoción, levantándose del suelo.
Otro día, ya llegamos a la Braca. Armin, despídete de tu hermana, tu primo y Ana. Tú aún no estás en la Braca. Alison, volveré un poco antes por ti, visitaremos a tus abuelos, mis padres – dijo antes de irse definitivamente
Nos dejó en la Braca y después se llevó a Armin, quien lloraba apasionadamente al ver que no lo dejaban seguir al lado de su hermana o jugando con Ana, con sus berridos movía levemente la nieve por donde pasaba. Ninguna persona que transitaba cerca le prestaba a atención al movimiento anormal de los copos al caer, no era raro que un niño tan pequeño pudiera hacer eso, ya les dije, nosotros nacemos con poderes. En la Braca, Alis comentaba que odiaba visitar a sus abuelos maternos porque la odiaban, eso decía ella.
Los abuelos siempre aman a los hijos de sus hijos – opinó Ana – La mamá de papá me adora.
Suerte la tuya, la mamá de mamá es imposible – resoplaba pesadamente Alison – Me odia solo por nacer Yatra y no Wargua, y no verme como "su familia"
En la familia de Andy todos, TODOS, eran Warguas de cabello negro, eran la familia más pura de toda la aldea y quizás de todas, siendo parte del linaje de Warguas más fuerte y poderoso. Desde los hermanos de Andy, hasta sus primos, sobrinos y tíos eran mínimo de ambos padres Wargua, por ello mi tía, resultaba ser un poco… ¿cómo le dicen? Ah, sí, oveja negra, ¿no? Bueno sí, eso era ella, se enamoró de un Imblor y según su mamá, arruinó la pureza, además tenía una hija Yatra y con un aspecto algo partícular, cuyo origen era una total extrañeza. De todas formas… Andy segía siendo la más poderosa entre sus seis hermanos, pues era la única con un "Despertar"
En fin, me desvié, Ana se fue con el resto de Tudys, todos con los ojos color ámbar, siguiendo a dos mujeres morenas y dos hombres caucásicos que les indicaban por dónde ir, Alison se fue con el resto de Yatras, todos con esos ojos verde agua, también siguiendo a dos hombres y mujeres. Y yo… Con el resto de Firewall, de nuevo, todos con los ojos rojos, uno de los mentores asignados era el mentor de mi clase, los niños y niñas Firewall los seguimos.
*
Lo primero que hicimos fue quitarnos los guantes, no me gustaba quitármelos, pero estaba en una habitación gigante que no ardía, rodeado de gente como yo - que tampoco ardía – no había nada que temer. Supongo que esa era la idea, que nadie tuviera miedo. Nos presentamos, había como treinta Firewall diferentes, pensé que empezaríamos a hacer algo entretenido como hacer figuras, pero lo que hicimos en cambio, fue esto. A cada niño le dieron una hoja verde de algún tipo de árbol.
- Bueno niños, quiero que escuchen claramente – nos dijo Ajax sentándose en frente nuestro en una silla, mientras nosotros lo hacíamos con las piernas cruzadas en el suelo – Todos tomaremos una hoja y uno por uno tendrán que quemar solo el centro.
Hizo una demostración a la que no presté demasiada atención, me estaba quedando dormido y lo hubiera hecho si la niña que estaba junto a mí no me hubiera dado un empujón para espabilarme. Estaba simplemente agotado, no quería estar aquí, además extrañaba a Aaron, ojalá Andy me hubiese obligado a volver a casa también.
No te duermas mientras el mentor habla Alister – me dijo la niña, parecía molesta – Jamás serás tan bueno como yo, si no prestas atención
¿Cómo sabes mi nombre? – Le pregunté en un susurro
Ella reviró los ojos y me recordó que nos habíamos presentado antes, en serio estaba cansado y esa niña de cabello y piel oscuros, no hacía nada más que regañarme por ser near. Su nombre era Angie y hubiera continuado reprendiéndome, si uno de los otros mentores no la hubiera silenciado con un leve regaño. Ajax y los otros mentores llamaban a cada uno para que quemara el centro de la hoja. La niña lo hizo bien, yo por otro lado... Fallaba apropósito. Me acerqué con mi hoja, la apreté y se convirtió en cenizas en mis manos, lo intenté como seis veces y el resultado fue el mismo, no lo quería hacer bien, solo quería irme, pensé que si fallaba mucho, me enviarían a casa, pero los mentores se dieron cuenta por alguna razón.
*Near: flojo
- ¿Por qué fallas apropósito pequeño Rojo? – me preguntó una de las mujeres de manera desafiante.
- No es apropósito – le contesté sin un signo de tensión en la voz.
- Lo es… Que algo se reduzca a cenizas de esa forma, no lo logran todos los niños. Hacerlo como lo hiciste es más difícil que solo quemar el centro
- Fue un accidente.
- No lo fue, tienes talento.
Me volví a sentar en el suelo, recostado sobre la pared. También me cambié de sitio, no quería estar junto a esa fastidiosa y parlanchina niña. Seguimos quemando hojas un rato, hasta que casi ninguno lo logró, pero ninguno fulminó ninguna de esas hojas con tanta gracia como yo. Las llamas se les escapaban y se formaban por accidente en sus manos. En la parte de la aldea donde yo vivía no había tantos Firewall, por eso no sabía que se suponía que debía formar una esfera deforme en mis manos para quemar mi hoja, no solo calentarla hasta las cenizas. Ahora lo entendía, fue demasiado controlado. Ahora todos sabían que fallaba apropósito. No me importaba, seguimos practicando y aprendiendo los componentes del fuego. Lo siguiente que hicimos fue practicar escupir fuego, lo hice mal, esta vez no era apropósito, pero no podía hacerlo bien (o tal vez no quería), dieron unas cuantas técnicas de respiración para los que experimentaban cualquier tipo de dificultad, las cuales tal vez practicara. Lo último que hicimos fue intentar sujetar una figura flameante sin deformarla. Uno de los mentores creaba una esfera perfectamente redonda, sus ojos brillaban fuertemente, la pasaba a uno de los niños y éste debía sujetarla el tiempo que el mentor quisiera. Casualmente fui el primero, me limitaba a sujetarla, solo eso, me aburrí y la hice una esfera un poco más pequeña.
¿No debía hacer eso? - pregunté al ver la cara del mentor – Perdón, si quiere la vuelvo a poner como estaba – eso hice.
En serio eres bueno niño, ya la puedes soltar. Puedes crear una tú solo, ¿verdad?
No asentí, negué. Él no pareció satisfecho. Aún quedaba tiempo mientras los demás dominaban lo que yo con tanta facilidad había hecho. La llama se enloquecía en sus manos temblorosas, yo creía que eso era fácil, ahora entendía a qué se referían con eso de que los demás Firewall podrían lastimar a Aaron, me di cuenta que mi control tal vez era ligeramente bueno, no quemaba mi cama desde que tenía tres años, eso era algo. Fui el Yhorgol más feliz cuando el mentor dijo:
Terminamos por hoy, pueden irse
Antes de irme, los mentores querían hablar conmigo. Decían que podía dar más si lo quisiera, que tenía mucho talento para un Firewall tan pequeño y bla, bla, bla. No me afectó, pero me gustó que alguien además de mis padres dijera que lo hacía bien. Me coloqué mis guantes y en cuanto salí, Angi, la niña de piel oscura me atosigaba con sus preguntas, ¿es que acaso nadie entendía que lo único que quería era irme a casa, saber que Aaron estaba bien, almorzar y tal vez dormir?
- Creo que es porque eres pelirrojo – concluyó ella caminando a mi lado – ¿Hay muchos Firewall en tu familia?
- Solo unos cuantos, mi papá lo es.
- Fallar apropósito es de bobos. ¿Quieres ser mi amigo Firewall? – me preguntó campante.
- Bueno…
- Me voy. Te superaré la próxima vez, adiós – concluyó corriendo a tomarle la mano a un niño mayor que parecía su hermano.
La ignoré y seguí caminando a ver si ya Ana o Alison habrían salido también. Solo la Tudy había terminado su clase con el resto de los suyos. Estaba tranquila merendando algo, me le senté al lado y le pregunté cómo le había ido. Ella estaba más que emocionada con su desempeño, según me dijo, fue una de las mejores Tudy. Guardó su envase, se teletransportó frente a mí y me dijo que se atrevía a llevarme a casa con sus dones, solo si yo quería. Acepté, esa ruda y grosera niña tenía confianza en sus habilidades, la Braca solo la había patentado. Llegamos a casa, donde mamá ya me esperaba, en compañía de la tía Asia. Ambas se sorprendieron por el hecho de que Ana logró transportar a alguien más sin dificultad, incluso yo lo estaba, cada vez que ella lo intentaba, reaparecíamos en el mismo sitio. Justo ahora ella hacía un extraño baile de la victoria que nos hacía reír mucho a todos.
- ¿Cómo te fue Ali? – me preguntó mamá con una sonrisa luego de felicitar a Ana
- ¿Bien? – contesté dudoso - Creo que me pudo ir mejor.
- Te quejas mucho Enano – musitó Asia cargándome en contra de mi voluntad – ¿Por qué mejor no bailas con Ana?
- Tengo hambre, tal vez otro día
- Aburrido – dijo Ana sin dejar de bailar lo que sea que estuviese bailando.
Yo me senté a comer, mientras mamá también le servía a Ana. Asia ayudaba a mamá a limpiar, era interesante ver a un Wargua mover trapos mojados con nada más que su mente, todos los poderes eran fantásticos hasta para realizar trabajos cotidianos. Ana terminó antes que yo, y dijo que deberíamos buscar a Aaron. La Braca la dejó con ganas de ir cada vez más lejos. Le preguntó a su mamá y también a la mía, ambas asintieron. Sorprendentemente Ana lo consiguió, nos chocamos las palmas y luego el pecho.
- ¿Ves? Te dije que sí podía. Soy la cosa más increíble de este mundo y de todos los demás – canturreaba volviendo a bailar - ¿Dónde está tu hermano?
Cerré los ojos y me empecé a guiar por el calor de Aaron, reconocía a ese rubio diminuto, su calor y supongo que el de cualquier persona que yo conociera, era fácil de seguir. Me di cuenta de algo, no estaba cerca de papá, seguro se le había escapado, eso no era tan malo, significaba que ya estaba bien o casi. Lo encontré, estaba hablando con ese tipo, el mismo que habíamos visto el otro día en los árboles frutales, retrocedí cuando me percaté de sus ojos, eran oscuros, ese tipo era humano. Aaron me dijo que había estado casi una hora hablando con el humano, le contó muchas cosas como su nombre, su color favorito, el color de su luna. Le fascinaba hablar, y también preguntar cosas, así estuvo haciendo reír al humano. El tiempo entre ellos dos, fue ameno supongo, hasta que yo entré en el cuarto, él no debía estar allí, debía estar con papá.
La Yara era muy grande, tenía muchos cuartos diferentes, y muchos trabajadores: Imblors, Yatras, Warguas, Linurs,... y hasta uno que otro Firewall, así como Tudys para transportar enfermos muy rápidamente de un sitio a otro. Quedaba justo al lado de la Yura, y además eran edificios muy similares por fuera, pero por dentro funcionaban algo diferente, pues la Yara trataba cualquier tipo de herida o enfermedad, mientras que la Yura se encargaba del embarazo y sus fases, así como de los primeros meses de vida de los niños que nacían allí dentro. En el interior de cada uno, se extendían unos largos pasillos con paredes blancas (en la Yara) y también de muchos colores (en la Yura), que en su interior llevaban a diversas habitaciones y consultorios; no era tan fácil perderse, pues habían muchos carteles y los que patrullaban por los pasillos siempre se aseguraban que no estuviera quien no debía estar, llevándolo de nuevo a una amplia y cómoda sala de espera, donde los Yhorgol que trabajaran allí iban a buscar a quien sería su paciente y así llevarlo a una habitación y revisarlo.
- ¿Qué haces aquí? ¿Y papá? Ya nos han dicho suficientes veces que no es bueno hablar con extraños y mucho menos si vienen de otro mundo – mascullé un poco molesto, yo usaba una chaqueta negra muy abrigada y un gorro rojo y hablaba severamente - Deberías estar durmiendo.
- ¿Me trajiste algo? Ojalá sea comida porque muero de hambre - musitaba Aarón al tiempo que se levantaba de la cama del humano para revisar mi mochila, ignorándome en el proceso – ¿Cómo llegaste?
- Yo lo traje. Me fue muy bien en la práctica de hoy, por eso vinimos- decía Ana muy orgullosa de sí misma - Creo que soy una Tudy excepcional - después miró asombrada hacia el hombre que yacía en la cama - ¡Eres tú! El hombre del otro día - y se teletransportó hasta estar junto a él - No eres un Tudy. ¿Eres humano? Nunca ví uno antes. ¿Tienes poderes? Que preguntas tontas que hago, claro que no tienes - sus ojos estaban abiertos de par en par por pura curiosidad. El tipo no sabía cómo reaccionar ante una niña que se cambiaba de sitio continuamente y que se le brillaban los ojos cada que lo hacía – En fin, soy Ana.
- Ri-ri-richard, un placer – contestó algo tembloroso. Ni Ana, ni Aaron entendían que era cautela, por la confianza en nuestro mundo, era fácil asumir que todo el mundo era bueno.
- Aquí estás, ¿en qué momento te levantaste? - preguntó papá aliviado al ver a Aaron - Debiste haberme despertado - luego miró hacia el humano - ¿Cuánto tiempo lleva aquí?
- Como una hora... Te recuerdo, disculpa nuestra conversación de hace un rato. Creo que no estaba en mis cabales. Y dile lo mismo a tu hermano
Bueno según me platicó papá, conocer al humano fue muy chistoso. Conoció primero al tío Armin, por alguna razón se despertó de mal humor y le gritó que no tenía la edad suficiente para tratarlo o algo así, en números Armin y papá solo tenían 25. El tío Armin, llevaba trabajando en el área de la salud desde que tenía 20, era muy listo y muy bueno en lo que hacía. Se sintió ofendido y llamó a un Wargua para que lo tratara, mientras le hacía unas gafas, le pareció obvio que las necesitaba y todavía más su fórmula, no sé cómo supo eso, cosas de Imblor. El punto es que el humano se escapó de su cuarto cuando mi tío salió, se encontró con las maravillas de nuestro mundo sin necesidad de salir de la Yara, ¿saben que pensó? Que estaba muerto, se sentó en donde los Yhorgol esperaban para ser atendidos, casualmente junto a papá. Las primeras palabras que le dirigió fueron estas:
- ¿Estoy en el infierno verdad? - pregunto empezándose a sobar la frente con la mano.
- Desgraciadamente no, pero hoy esto está muy movido, creo que es la nieve – le contestó papá con Aaron en sus brazos.
- Entonces, tú vienes a buscarme y llevarme al infierno, ya te había visto pelirrojo, pero ¡no había entendido nada! - dijo volteando hacia el Firewall que no hacía sino reírse de él.
- ¡Que intenso! - se burló papá - Yo acabo de llegar, seguro viste a mi hermano, somos gemelos. Creo que debería tomar sus medicinas abue...- y se interrumpió al ver los ojos oscuros de aquel desalineado hombre - Globners... ¿Cómo llegó aquí? ¿Eres humano verdad?
- Eso soy, Sr. mensajero del más allá, ¡un simple humano! - seguía el tal Richard.
- Como sea... – ignoraba riendo lo que sea que dijera ese tipo - me voy a que revisen a mi hijo, ya me están llamando. Y creo que a ti te están buscando - señalaba hacía donde un Wargua se acercaba lentamente.
- Vamos Richard... Deja al Firewall, recuéstate un rato - intentaba tranquilizar a Richard sin mucho éxito - no estás muerto, sólo saltaste a nuestro mundo.
- "Al otro mundo"... Esto debe ser un sueño... Si - y comenzó a reír sin mucha gracia - si me duermo todo pasara. Vamos de nuevo a mi habitación doc...
Al humano ahora le daba vergüenza esa historia, pero para nosotros fue graciosa, luego mi papá fue a que revisaran a mi hermano. Lo revisaron y le colocaron un suero, pero sin aguja. Tenía una estampa que se pegaba en el brazo y se despegaba cuando el suero se acababa. Él se despertó y siguió el olor de Richard, tenía una nariz casi tan buena como la de los Carbion.
- Ajá... Vámonos Aarón, ya es hora de ir a casa. Ustedes dos también - dijo mirándonos a Ana y a mí - Ana, ¿vinieron solos?
- Yo nos traje, Arty le mandó comida a aquel llorón - señalaba hacia Aarón que comía muy desesperado, y no le entusiasmaba el comentario - Por cierto, ¿le dieron dulces a Aaron? Yo quiero uno, por favor - rogaba ella. Papá no podía resistirse a darle un caramelo, lo pidió con mucha amabilidad y a Aaron parecía no importarle, nunca había sido muy egoísta. Le dio una a ella y otro a mí.
Siempre les daban dulces a los niños en la Yara, todo con la intención de que se sintieran mejor y sin miedo de ser atendidos.
- ¿Podemos... Varnos... Al... Mano? - preguntó Aarón con comida en la boca.
- Pregunta si se puede llevar al humano - repetí correctamente, sin acercarme mucho,
- ¿Humano? ¿Quieres venir? - musitó papá amablemente - Mi casa no es muy grande, pero ahora hay un sofá, puedes quedarte allí hoy... Sólo si quieres.
El hombre lo pensó un momento y después asintió…
En ocasiones papá resultaba exageradamente confiado...