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Chapter 2 - El recuerdo del ayer

En el gran salón de la primavera, Axel caminaba con paso lento, repasando mentalmente cada decisión que había tomado hasta ahora. Sentía que los problemas nunca tendrían un final si no ponía mano dura, pero la determinación que una vez había brillado en sus ojos ahora parecía desvanecerse lentamente, como la luz al atardecer.

En silencio, observaba a su alrededor, buscando respuestas en los detalles que le rodeaban: en las cortinas blancas de terciopelo ondeadas con la brisa y en los pétalos que caían lentamente de los jarrones de porcelana.

A solo unos pasos de distancia, ambos hermanos se encontraron con la mirada. Liliana, con su cabello dorado moviéndose suavemente con la brisa primaveral, le ofreció una sonrisa cálida. Sin embargo, Axel notó una sombra en sus ojos azules, que le hizo retroceder involuntariamente. Como si intuyera que detrás de esa sonrisa se ocultaba algo más profundo, algo que tal vez preferiría no descubrir.

—Mi pequeño hermanito, cuánto tiempo ha pasado —dijo Liliana, acercándose con los brazos abiertos.

—La palabra "años" sería más precisa, ¿no crees…? —respondió Axel, desviando la mirada mientras el sol pintaba sombras y luces sobre sus rostros.

Era increíble cómo el tiempo había dejado su huella, moldeado sus facciones juveniles en algo más sereno y maduro; de lo contrario los sentimientos de Axel podrían delatarlo. A medida que Liliana se acercaba, sintió nudo en la garganta que le quemaba.

—Antes de entrar en detalles, ¿te gustaría dar un paseo? —propuso Liliana, apartando suavemente un mechón dorado de su rostro.

Axel tenía dudas, pero su anhelo por revivir el pasado superó su temor, y finalmente aceptó la invitación. Al tomarla de la mano, sintió la suavidad de su piel, enfriada por la brisa. Juntos comenzaron a recorrer el sendero de los recuerdos. El pequeño bosque se extendía a su paso con árboles altos y frondosos que formaban un dosel verde.

—Quiero disculparme —dijo Liliana. El silencio se rompió como un espejo, mientras él la miraba sorprendido y sentía una mezcla de emociones invadir su corazón.

—No entiendo por qué te fuiste... Apenas puedo recordarte —añadió con calma, mientras observaba la unión de sus manos.

Sus pasos evocaban un viaje al pasado, reviviendo los días felices de su infancia: risas en el parque, tardes en la biblioteca y conversaciones profundas llenaban sus pensamientos. Finalmente, llegaron a un pequeño claro donde los rayos del sol danzaban entre las hojas de los árboles, creando un mosaico de luces y sombras. Liliana se detuvo, y con su voz de ángel, pronunció sus palabras que se deslizaron en el aire.

—Este lugar solía ser nuestro refugio cuando éramos niños; tú apenas tenías tres años —dijo Liliana con ternura—. Siempre lo consideré especial, un lugar donde podíamos ser auténticos sin ninguna máscara.

Axel miró a su alrededor, sintiendo cómo los recuerdos de aquellos días inundaban su mente. La brisa suave movía las hojas de los árboles, y el murmullo del arroyo cercano completaba la atmósfera tranquila del lugar.

—Liliana, siempre he tenido preguntas sobre nuestro origen... Si me tenías a mí... ¿por qué no decidiste volver? —fijó su mirada en ella, buscando respuestas en esos ojos que eran ventanas a un secreto.

 —Lo que estás preguntando es complicado y tiene raíces en mi pasado.

—¿Acaso… me estás ocultando algo? Recuerdo que de las tres hermanas, tú eras la más misteriosa.

Liliana inclinó la cabeza, permitiendo que sus pensamientos danzaran en el rincón de su mente. Al alzar la vista, sus miradas se encontraron.

—Perdóname, hermanito... pero la vida no fue como yo esperaba. Hay cosas que dañaron mi corazón y me hicieron una persona que te abandonó.

Axel cerró los ojos con fuerza, conteniendo la tormenta de emociones que rugía en su interior. Sus labios temblaban antes de apretarlos. Al abrirlos, sus pupilas dilatadas reflejaban la mezcla de rabia y dolor que lo consumía.

—¡No significábamos nada para ti! ¡Todos ustedes se fueron, dejándome solo! No sabes el infierno por el que pasé en mi soledad.

Liliana sintió a su hermano vulnerable y herido, como si desentrañara su corazón como un pergamino antiguo, revelando capas de dolor ocultas.

—¡No sabes cuánta gente vino a mí en mi lecho de dolor! Diciéndome... ¡ocupa el asiento de los Winter! Toda esa mierda, que no logro entender... Me piden que ocupe el lugar de mi hermana Luna; a ella le pertenecía por ser la mayor. Luna, Aurora y nuestra madre se fueron… ¡se fueron para siempre!

Axel era como un árbol en pleno otoño; sus emociones caían como hojas marchitas al suelo. Liliana no podía soportar verlo así, pero sus ojos seguían siendo su enemigo, ya que no capturaban la esencia que sentía su corazón. Con lágrimas aún en sus ojos, observó a su hermana, sabiendo que parecía no importarle su sufrimiento.

Liliana se acercó con la intención de consolarlo, pero él retrocedió, sus ojos vidriosos reflejaban desconfianza. Sus manos se crisparon en puños, sus pequeñas uñas clavándose dolorosamente en las palmas.

—¡Suéltame...! ¡Mírame... mira lo que hicieron conmigo! Yo solo... deseaba una familia —con gesto tembloroso, extendió un dedo acusador hacia ella—. Luego apareces... como si nada hubiera pasado. ¡Nuestro legado se ha convertido en una maldición! Yo… no deseo librar una guerra para que acepten. Incluso he pensado en dejar que mi ira solucione mis problemas.

—Axel, entiendo que no hay palabras que me justifiquen. Mis sentimientos siempre me traicionan, y por eso ni siquiera puedo llorar o mostrar dolor en mi mirada, pero mi corazón se siente desgarrado al verte de esta manera.

Al escuchar la respuesta, Axel se quedó en silencio por un momento. Después, soltó una risa entre lágrimas y se llevó las manos a la frente, sintiendo una profunda sensación de impotencia.

—Entonces dime... Si realmente consideras este nuestro lugar especial, no habrá mentiras entre nosotros —su respiración era agitada y se sentía ahogado, pero deseaba escucharla.

—Claro que sí —cortando la distancia, Liliana ofreció un cálido abrazo, su promesa resonó como una suave melodía.

—Entonces... ¿Estarás a mi lado, estarás ahí cuando tome posesión del nuevo fundador? También... ¿no te irás nuevamente dejándome solo?

—Sí, mi pequeño hermanito... Lo prometo con mi vida. Te apoyaré en todo lo que necesites, y cumpliremos el deseo de nuestra madre Estela.

Mientras pronunciaba esas palabras, Liliana mantuvo su abrazo, como si cada segundo simbolizara la reconstrucción de los lazos rotos entre ellos.